El articulo Deportes que ayudan a tener un cerebro más joven, publicado en El Espectador en días pasados, recoge algunos argumentos de investigaciones que caracterizan cómo benéfica la relación entre la actividad física y la salud. No se trata de conclusiones del todo novedosas, pero vale la pena hacer ciertas aclaraciones que permiten entender con claridad los fundamentos que explican dicha relación.
La “juventud” del cerebro, a la que se refiere el artículo, hace referencia más concretamente a la capacidad del órgano para funcionar mejor, más rápido y eficientemente, para adaptarse de manera eficaz y para responder mejor a las injurias y agresiones del ambiente. Estas respuestas positivas se logran con el ejercicio, pero no sólo en el cerebro; cualquier parte de nuestro cuerpo podría “rejuvenecer” con la actividad física. También es cierto, como lo señala la publicación del diario, que algunos deportes o modalidades deportivas pueden ser aún más efectivas en lograr efectos sobre la concentración, la memoria, el manejo de las emociones o la socialización.
Recientemente han sido divulgados estudios que documentan los efectos favorables del ejercicio sobre el funcionamiento y la estructura del cerebro. En realidad se trata de uno de los temas de mayor crecimiento en investigación en neurociencias. Hace tan solo 10 años se habían publicado unos pocos artículos científicos relacionados con el tema, pero en la última década el crecimiento de publicaciones ha sido exponencial. A la fecha se han publicado más de 12 mil artículos científicos que profundizan sobre esta interesante y novedosa interacción entre nuestro cuerpo y nuestra mente.
Pareciera extraño que el trabajo de los músculos de los brazos o las piernas pudiera tener algún efecto en el cerebro, pero se nos olvidan quizás las bases biológicas del movimiento. Antes de correr, saltar, jugar o bailar, ocurren en nuestro cerebro miles de reacciones químicas que permiten enviar señales coordinadas a nuestros músculos, corazón, pulmones y hormonas para que el movimiento sea una realidad, para que sea armónico, coordinado, exitoso y sostenible. Hace ya varios años se documentaron con neuro-imágenes los cambios en la circulación cerebral y la actividad metabólica en diferentes áreas del cerebro, antes, durante y después del ejercicio. Estos cambios inmediatos, se acompañan de adaptaciones progresivas de nuestro cerebro que permiten mejores conexiones y producción de sustancias protectoras contra el envejecimiento prematuro, la ansiedad, la depresión y la pérdida de habilidades cognitivas.
Como lo plantean las publicaciones recientes, existen diferencias interesantes entre los tipos o modalidades deportivas y sus efectos neurológicos. Los deportes o actividades muy exigentes en concentración y velocidad de reacción o toma de decisiones pueden favorecer estas funciones esenciales para la vida cotidiana.
Igualmente es cierto que entre más temprano se estimulen y entrenen todas las capacidades físicas y mentales de una persona se obtendrán mejores resultados. Es decir que nuestros niños y adolescentes deben tener una gran exposición a todo tipo de deportes y actividad física si desean optimizar su rendimiento físico y mental. Afortunadamente también es cierto que “nunca es tarde” y aún a edades avanzadas y en presencia de enfermedades degenerativas, se pueden obtener beneficios neurológicos con la práctica de un deporte o algún tipo de ejercicio.
* John Duperly es PhD en Medicina del Deporte y profesor asociado de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes.
[Las consideraciones expresadas en esta nota no representan necesariamente la opinión de la Universidad de los Andes]
