¡Paf! Desde que el obstetra nos recibe con una nalgada nos están obligando a andar gritando. ¡Riiiiiiiiiiiiiiing! Desde que nos despertamos algo nos está haciendo vibrar los tímpanos. ¡Ding, dong! Cada ruido dispara en uno una acción automatizada. Se habla de “éxitos estruendosos” o “pruebas elocuentes”. Las independencias se gritan, las cosas importantes son de “resonancia”. El ruido parece estar sobrevaluado. Parece que estuviéramos un poco obsesionados, un poco emparentados con el escándalo.
¡Crash! Y ni hablar de Bogotá, esa ciudad post-apocalíptica por la que parece que hubiera pasado Godzilla dejando destrozos a su paso. Ni hablar de las historias que piden a gritos ser contadas, del ruido de las cosas al caer, de las panzas que, vacías, truenan. ¿Algo más escandaloso que las carcajadas que producen las cosas que no dan risa? ¿Algo mas ensordecedor que las promesas que no nos cumplen? Son tantos los ruidos que coexisten en Bogotá que al final uno no logra oír nada.
¡Shhhhhhh! ¿Y qué pasa con el silencio? En el curso de Periodismo Digital de la Maestría en Periodismo del CEPER quisimos responder esa pregunta. Pusimos a Bogotá en mute y tratamos de ver qué oíamos. Quisimos ir desde su lado más pacífico hasta el más terrorífico. Visitamos el mundo de quienes concentran todas sus fuerzas en combatir el silencio y en el de otros que no tiene más remedio que vivir en él. Visitamos a artistas que rellenan silencios con ruidos y otros que lo hacen con imágenes y fuimos testigos de algo que estuvo callado por años y reapareció haciendo escándalo. Y es que tan obsesionados estamos con callar lo que hay fuera que creamos silencios ensordecedores.
Así que lo invitamos a leer este especial, a aguzar el oído porque de golpe, si tiene suerte, podría no oír nada.