Cuando la vida de un cacique llega a su fin

En la pantalla chica está el post-conflicto, porque allí es que van a parar todos los mal-comportados… y uno que otro santo. [¡Estamos estrenando blog!]

por

María Paula Ávila Vera, Liliana Peñuela y Laura Mendoza Sandoval


27.11.2015

Diomedes se apareció el día de su funeral. Observaba triste su cuerpo muerto y la ausencia de los vendedores de chicles que siempre había querido en su entierro (como se lo confesó en aquella entrevista a Ernesto). Aunque su(s) esposa(s) seguramente tenía(n) la plata para comprarse los medicamentos y no estar triste(s) ante su partida.

El espíritu de Diomedes también se le apareció a Paula Castaño, la actriz que interpreta a Betsy Liliana, una de las ex esposas del cantante, en la telenovela “Diomedes, El Cacique de la Junta” del Canal RCN. Paula sostuvo una conversación con el alma del artista antes de comenzar a grabar la telenovela y su espíritu la guió para descubrir la esencia de Betsy; aprender a quererlo y a no juzgarlo por los errores que cometió. La última aparición de Diomedes ocurrió en la cámara de representantes, cuando su espíritu se manifestó ante Alfredo Ape Cuello, congresista del Partido Conservador.

Se rumora que al calendario nacional de feriados se le sumaría el festivo de Diomedes Díaz, un día de purga a punta de Old Parr. Pero esto es mentira, no existe registro escrito ni plenaria en el congreso que evidencie lo anterior, lo único que existe es nuestro deseo de tener presente a Diomedes.

Lo que sí es cierto es que Ape presentó un proyecto de ley que buscaba exaltar la obra musical de Diomedes Díaz a través de la aprobación de una Ley de Honores que no específica ningún festivo, sino la oportunidad de investigar celebrando o celebrar investigando la obra del cantautor. Por lo pronto y, para la tristeza de todos, Diomedes no será festivo y parece que tampoco será Ley de Honores, ya que a esta, se opusieron representantes del Polo y la Alianza Verde.

Aunque Pablo Escobar no se le ha aparecido a nadie, El Patrón(o), ¡el papito!, el milagroso, Don Pablo, después de muerto también sigue generando cultos. Imágenes del patrón, estatuillas, oraciones e incluso una peregrinación que revive los lugares de vida y de muerte del capo han aparecido en el paisaje religioso, permitiendo que la fe se deposite en Pablo.

El abatimiento espectacular que dio muerte al narcotraficante el 2 de diciembre de 1993 fue el cierre de su construcción como mito, algo que no dio espera al mostrarse su cadáver tendido en un tejado cual bestia vencida. Veinte años después (2012) el canal Caracol da inicio al hit televisivo “El Patrón del mal ”, historia que inicia la narración en el último día de su vida, retomando algunos hechos que marcaron el fin de su era y que fueron hitos de la violencia nacional entre carteles, fuerzas armadas y políticos.

A Pablo Escobar, como a Diomedes, también lo sacó corriendo la turba moralista del congreso cuando por 1982 fue candidato, y posteriormente elegido, a la Cámara de Representantes de Colombia. A alguien se le ocurrió que un narcotraficante no podía estar en el congreso. ¡Bah!. Pero eso sí, ambos serían bienvenidos en la programación televisiva nacional.

en Colombia cualquier Pablo Escobar, cualquier Diomedes Díaz, cualquier Enrique Peñalosa es lo mismo…

La TV no se opone a nada y no tiene plenarias que aboguen por la integridad, la dignidad, ni nada que se le parezca. Si lo importante fuera los contenidos y no las narrativas, la televisión colombiana estaría condenada a desaparecer por falta de protagonistas, de actores, de libretistas y quién sabe de qué más. Ninguno lograría aprobar un examen de conducta. Pero ese no es el caso, en este país de patronos y de caciques.

En tiempos de colonización el término cacique fue promovido por la corona española para designar todo lo que se pareciera a una autoridad indígena en América, e ignorar cualquier jerarquía o asomo de división de poderes. Aunque la corona española no pasará a la historia por su astucia (dinastía de reyes que matan a sus hermanos sin querer queriendo, retrasados mentales, incestuosos), tal vez, y sin darse cuenta, llevó a cabo un gran descubrimiento: en Colombia cualquier Pablo Escobar, cualquier Diomedes Díaz, cualquier Enrique Peñalosa (para sintonizarnos con las recientes elecciones) es lo mismo… todos pueden pasar por la política, sin embargo, pocos por la televisión y aún menos llegan a tener su propia telenovela.

Llámese novela, bio novela o telenovela; mostrar en clave de televisión significa humanizar y al mismo tiempo espectaculizar a las personas. La bionovela, en particular, logra sustraerlos de la idea amorfa y nebulosa que es su nombre para trasladarlos a una ficción (bien, regular o mal realizada) en la que se le da forma y color. En este formato que toma lo biográfico como fuente primordial, se intenta mostrar sus temores, sus amores, sus sacralidades y sus pecados, de tal forma que resulte creíble, suficientemente (in)fiel a lo ocurrido, entretenido y lo menos pedagógico posible.

Gracias a este formato, a Pablo y a Diomedes no sólo los refugió la televisión, sino que los acogió el rating y los apabullantes números lo demuestran (acá y acá ). El rating canoniza o destruye, y cuando destruye lo hace pasando por encima de cualquier santo.

La Santa Laura Montoya… una santa de verdad-verdad, avalada por el vaticano, cuenta con dos milagros (ya comprobados), una telenovela y hasta una moneda, en su currículo.

Como todas las producciones de prime time en la televisión colombiana, “Laura, la santa colombiana” es una ficción. Una ficción del Canal Caracol, basada en una interpretación de los “hechos reales” como la cercanía de la santa al problema de la tenencia de la tierra al occidente de Antioquia, ocasionado por el encuentro entre los colonos que llegaron y los indígenas que habitaban esos territorios.

Por ser un tema ajeno a lo que se muestra normalmente en televisión a algún productor se le ocurrió introducir elementos característicos del melodrama para amenizar la telenovela, e incluso se pudo ver a la Madre Laura enamorarse de un cura, pero ni siquiera esto sirvió para salvar los ratings. La gente sabe cuando la están evangelizando, no a punta de rezos, sino a punta de historia del problema agrario en Colombia. Aburrido.

Al final, lo que quedará de la madre será su moneda. En forma de proyecto de ley se había propuesto un festivo que conmemoraría su muerte (este sí es verdad a diferencia del de Diomedes) que terminó hundiéndose por falta de votos. En su lugar, se propuso que el Banco de la República emitiera un número limitado de monedas con su rostro y que muy probablemente sólo se encontraran en el municipio que vio nacer a Laura.

Todo esto para decir que independientemente de lo que la santa, el patrón(o) o el cacique hayan hecho en vida, después de muertos son celebrados, (que Ley de Honores, que moneda, que peregrinación), pero la televisión es la única que los mide a todos con el mismo rasero. Aunque sólo haya una santa de verdad -verdad, pensamos que no es coincidencia que los tres compartan el designio de todo santo al ser de procedencia humilde, perseverar en sus anhelos, superar los mayores obstáculos para culminar su vida dejando una huella (o cicatriz). Al fin y al cabo en nuestro contexto social pesimista, cualquiera que demuestre posibilidades de ascenso social puede ser sacralizado, atribuyéndole características mágicoreligiosas. Y, ¡vaya! qué buena forma que encontraron: la televisión.

El entretenimiento siempre tiene la mejor respuesta: la más fácil, la menos dolorosa, la más indulgente. Por eso, el proceso de justicia transicional que se discutió en La Habana (tan tedioso y desesperante) debería hacerse en formato de reality, o mejor, de telenovela; de telenovela de las Farc, que es la que hace falta en el prime time. A diferencia de lo míticos Pablo y Diomedes, las Farc son tabú y sólo cuando les hagan su novelita serán perdonados.

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María Paula Ávila Vera, Liliana Peñuela y Laura Mendoza Sandoval


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