Bogotá cuenta las artes Vol. III

Descargue el e-book de la tercera antología de los ganadores del Premio Beca de crítica y periodismo para las Artes organizado por IDARTES, Fundación Arteria y el CEPER.

por

cerosetenta


02.06.2015

En septiembre de 2014 la revista cultural “El Malpensante” lanzó un grito de auxilio para no desaparecer. Una noticia vieja para lectores y no lectores que reconocen que hacer periodismo narrativo y cultural es cada vez más difícil. Su fundador, Andrés Hoyos, envió una carta a todos los suscriptores sobre la crisis de la publicación: “les diré que a estas alturas padecemos de una fuerte soledad puesto que las demás publicaciones culturales del país han ido desapareciendo una tras otra (…) La mencionada soledad nos ha convertido en una institución, porque quienes no reciben una vez al mes El Malpensante se pierden de un cuadrante del mundo que entre nosotros no figura en ningún otro medio. Cualquiera diría que la cultura y las artes, en especial la literatura, van en retroceso en Colombia”.

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Pareciera que mientras unos temas ganan espacio en la nueva era digital, el periodismo cultural los pierde. El periodismo deportivo es más fuerte, el económico tiene nuevas posibilidades, el político mantiene su liderazgo y esto se hace evidente en la creación de portales web como La Silla Vacia, Las dos orillas, Kienyke, Futbolred, entre muchos otros. En la cultura, en cambio, no hay producciones digitales que valgan la pena, y además, una de las revistas impresas más emblemáticas podría desaparecer.

En 2014 se cumplen, además, 20 años de la llegada del internet a Colombia y en el campo de los medios de comunicación empiezan a notarse los cambios que al principio parecían sutiles y que ahora hacen visible su profundidad y complejidad. No es solo un cambio en la manera de escribir, de titular, ni en las dinámicas de producción. Eso son efectos colaterales de la tecnología. Los cambios que merecen atención están en las audiencias y el surgimiento de nuevas ciudadanías y comunidades que se relacionan distinto y consumen y producen información desde otras lógicas.

Lo anterior es importante para el periodismo cultural en la medida que lo obliga a re-pensarse como un oficio de investigación, de profundidad, de puntos de vistas –en fin: de diálogo. Características que en el caso colombiano habían quedado opacadas por las lógicas comerciales y el mal trabajo del periodista que limitó el quehacer al terreno exclusivo de la opinión y de las reseñas tipo publicidad de los eventos que pasaban cada año por las tarimas, librerías y cinemas del país.

Hoy abundan las páginas de publicidad sobre las novedades editoriales, de música o audiovisuales. Los blogs culturales son muy fuertes y en algunos lugares como Nueva York o París, hay portales exclusivos de notas informativas culturales que no son hechos por periodistas sino por artistas, cinéfilos, escritores. Como es el caso del portal norteamericano rottentomatoes.com, en el que la audiencia califica y hace crítica de las películas en taquilla o la aplicación web mexicana eventario.mx que agrega y georeferencia todos los eventos culturales de la ciudad.

¿Y el periodista cultural que hace entonces? En el peor de los casos ha desaparecido de la escena. Perdió la lucha que mantuvo por varias décadas en las salas de redacción contra las historias de la guerra, la política y la economía y quedó enfrascado en nuevas secciones como “buen vivir”, “bienestar” y “entretenimiento”. Cómo dice Nicolás Morales a propósito del caso de “El Malpensante”, la cultura es menos sexy que la pobreza: “En un país pobre la cultura no la tiene tan fácil como en el primer mundo: un comedor comunitario o un centro de atención a neonatos siempre lucirá mejor que una publicación cultural a punto de quebrar. Y probablemente eso sea razonable. Sin embargo, un país también es pobre sin revistas. Y muy pobre”.

Hoy, cuando los medios de comunicación son escenarios  de representación social y fuente desde la que evaluamos nuestras experiencias sociales, hay que preguntarse cómo está quedando depositada la cultura y  de qué manera los periodistas estamos construyendo un imaginario colectivo sobre las costumbres y las nuevas formas de ser y estar en el mundo. Pero más que eso -que es una tarea clásica, tradicional y en parte mal lograda- las nuevos ciudadanos no tienen como único rol hacer evidenciar lo excluyente que son las agendas y que solo una pequeña parte de Bogotá pasa por los medios tradicionales. Además, tienen la posibilidad de crear historias diversas y participar de espacios colectivos de construcción de relatos que den cuenta de todos los matices de la capital del país. Una Bogotá que tal vez nunca se gane la etiqueta de la ciudad más innovadora del país, ni tenga ningún festival que merezca ser nombrado patrimonio de la humanidad por la Unesco, pero que reúne las contradicciones de un lugar histórico, político, precario, moderno, tecnológico, masivo, desordenado, único.

***

Así, alentados por las tantas historias que hay por contar de las artes en una ciudad como Bogotá, inauguramos en abril la tercera versión del Concurso de Periodismo y Crítica para las Artes 2014, un proyecto conjunto del Instituto Distrital para las Artes IDARTES, el Centro de Estudios en Periodismo CEPER – Uniandes y la Fundación Arteria.

Hace dos, años cuando inició esta iniciativa, temíamos que el tema no fuera atractivo y que pocos bogotanos llegaran motivados a hacer periodismo de las artes en una ciudad cuyo alcalde estaba preso, la corrupción había plagado de ruinas cada esquina de sus barrios y donde la discusión política protagonizaba la agenda de los medios. Para nuestra sorpresa, fueron muchas las personas que estaban motivadas a reportar su ciudad desde otro crisol. Con esta tercera edición, celebrada este año, ya son cerca de 120 personas que han estado en todas las fases de este concurso.

A diferencia de las dos versiones anteriores, esta edición contó con la participación de invitados internacionales que enriquecieron las discusiones con las experiencias artísticas de sus países. En el tema de música, por ejemplo, tuvimos tres módulos muy diversos. El primero estuvo a cargo de la guitarrista y compositora Sofía Helena Sánchez, y estuvo enfocado en paisajes sonoros. Un segundo módulo contó con la participación de Alberto Salcedo Ramos, Daniel Samper Ospina y el cronista argentino Daniel Riera, quienes dialogaron sobre la producción de crónicas acerca de grupos musicales y la investigación cultural en el campo del deporte y el rock. Finalmente, el tercer módulo estuvo a cargo de Roberto Herscheer, periodista argentino, director de la Maestría en Periodismo de la Universidad de Barcelona, y experto en Ópera, quien hizo una reflexión sobre las nuevas narrativas para abordar la música clásica.

Fueron en total cuatro charlas magistrales y catorce talleres de formación. Las primeras estuvieron a cargo del periodista y director de la revista Arcadia Juan David Correa, el artista Lucas Ospina, director del departamento de Arte de la Universidad de los Andes y los gestores y líderes de este programa:  Catalina Rodriguez, gerente de artes plásticas de Idartes y Omar Rincón, director del Centro de Estudios en Periodismo Ceper.

Los talleres contaron con la participación de Juan Mejia (artes plásticas), Raúl Parra Gaitán (danza), Sofía Helena Sánchez (música), Gilberto Bello (teatro), Ricardo Silva Romero (literatura), Pedro Adrián Zuluaga (artes visuales) y un grupo de periodistas como Alberto Salcedo Ramos (crónica), Alejandro Gómez Dugand (géneros periodísticos), Diego Garzón (periodismo y arte), Roberto Herscheer (periodismo y música clsica), Jimena Zuluaga (edición periodística), Juan Miguel Álvarez (reportaje), Juan Camilo Chávez (gestión y producción) y María Paula Martínez (coordinación).

Los becarios participantes conformaron un grupo de treinta y cuatro personas provenientes de diferentes disciplinas: artes, humanidades, ciencias, estudiantes y profesionales que se reunieron durante 10 semanas en la Universidad de los Andes para reflexionar y aprender sobre cómo hacer periodismo de las artes en clave local y descubrir juntos nuevas formas, espacios y miradas para hablar sobre esto que nos hace sentir en comunidad, aquello que es inasible, intangible y que nos da significado. Eso que se llama la cultura y que según el político y académico francés Edouard Herriot “es lo que queda cuando se ha olvidado todo”.

María Paula Martínez

Bogotá, noviembre 14 de 2014.

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