Un año de la biblia del rap colombiano

‘La Época del Rap de Acá’ de Santiago Cembrano se publicó hace un año y ya superó las 2 mil copias vendidas. Un libro autogestionado que representa la nueva sangre del periodismo musical en el país. Estas son sus reflexiones y de ñapa, publicamos un fragmento del perfil que escribió sobre Gambeta de Alcolirykoz.

por

Santiago Cembrano

@scembrano


28.08.2020

Ilustración por Ana Sophia Ocampo

El rap me inspiró para escribir La Época del Rap de Acá, un documento que registra el ‘boom’ del rap colombiano en la década pasada. De tanto escuchar rap, ir a los conciertos, cubrir los lanzamientos y, en general, vivir la cultura, un libro así se me antojaba como una ocasión para celebrar a los grandes rimadores que estaban narrando sus vidas, su entorno y creando juegos de palabras: Zeta Zeta, N. Hardem, Ali Aka Mind, Lianna, Ruzto, Alcolirykoz, Luis7Lunes, Vic Deal, Noiseferatu, No Rules Clan y Granuja. 

El rap me inspiró no solo por su fondo, sino también por su forma: clásicos contemporáneas del hip hop local como La Bomba de Ziroshima, Cine Negro, Pantone o Servicios Ambulatorioz nacieron impulsados no por grandes disqueras ni por el capital de la industria musical, sino por la convicción propia y la autogestión. Sus artistas son como el salmón: nadan a contracorriente. Por eso, quise hacer lo mismo con mi libro: sacarlo yo mismo como rebelión contra la visión estrecha de las editoriales y los lánguidos espacios que abre el periodismo cultural para textos largos y a profundidad sobre la música que se produce acá. 

Un año después creo que eso es lo que más me enorgullece: que con mi socia Juliana Velasco demostramos que es posible cubrir el rap nacional desde la independencia editorial. No fue fácil, por supuesto, pero para mí, hacer libros como éste es resistencia. Es la muestra que los periodistas culturales ya no dependemos de los medios. Nuestra apuesta funcionó: hemos vendido más de 2 mil copias y este año, el texto pasará a hacer parte del catálogo de la editorial Quimbombó, que fundó Juliana Velasco para impulsar libros sobre música. 

Y bueno, para celebrar el aniversario del libro, acá va este fragmento del perfil de Gambeta de Alcolirykoz, que explora su relación con su barrio Aranjuez, en Medellín.

Gambeta: el respeto no se compra

Hace más o menos 15 años, cuando Alcolirykoz se llamaba Arnez y Kaztro, aún no rapeaba, Gambeta y su parche se sentaban a pasar las horas en una esquina de Aranjuez, cerca de lo que era el Supermercado Mervelez. Eran diez o doce calvos, casi como la versión criolla de Onyx.  A veces veían pasar a un viejo rayado, bien peinado y borracho de alcohol barato que cantaba por unas monedas; Gambeta pensó que su voz podría servir para el intro de una canción y le dijo a su amigo el Barbas que empezara a traer su grabadora de periodista al parche. Cuando lo volvieron a encontrar, le cambiaron unas monedas por que cantara su clásico personal. Cómo nos cambia la vida, entonó el viejo rayado, bien peinado y borracho de alcohol barato. El Barbas grabó lo que resultó siendo el intro de “La Eterna”, de En Letras Mayúsculas. “Eso fue justicia, gonorrea, hacer un intro de esa gente particular que solo existe en cada barrio. Eso es el rap para mí, es algo de todos sintetizado por usted. El rap en español que me gustaba eran cosas que sentía que siempre tuve al lado y algún man lo vio primero que yo. Así quería que fuera el rap de nosotros, que mostrara Aranjuez”, recuerda Gambeta como quien celebra un triunfo de antaño, con la satisfacción en la cara.

El buen rap suele tener un lugar de enunciación claro. Brooklyn y Biggie van ligados como Long Beach y Snoop Dogg y Zaragoza y Violadores del Verso. “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”, reza la máxima que se le atribuye a León Tolstói. Y esto no significa mencionar las coordenadas cada cuatro compases, sino tener sensibilidad para integrar la idiosincrasia particular del barrio a la música y la letra, para presentar ese barrio ante un público que quizás nunca ha estado ahí, y lograr que lo entiendan. En el caso de Alcolirykoz, es imposible disociarlos de Aranjuez, barrio del norte de Medellín donde nacieron, se criaron y aún viven, donde nace, crece y vive la inspiración para mucha de su música. De cierta forma, Aranjuez es un integrante más de la agrupación, presente a lo largo y ancho de toda su producción. Canciones como “Laura Ronda” narran la conflictiva relación entre Aranjuez y la policía, mientras que “Mi Barrio es mi Estado” deja claro que a pesar de que lo amen no es un lugar fácil para el que no es de ahí.

Gilmer Mesa, escritor y profesor universitario, también ha representado a Aranjuez en su arte, en particular en su novela La Cuadra, que narra cómo fue crecer ahí cuando lo que distinguía al barrio era ser la casa de los Priscos, el principal grupo de sicarios al servicio de Pablo Escobar durante los años 80. Y aunque hoy vive de las palabras escritas, Gilmer tiene certeza de que las palabras que narraban su barrio, su vida y su generación eran cantadas. “En Colombia la gente no lee, nuestra literatura fue la música popular. Mi generación se crio con la salsa: era la verdadera narrativa de nuestras vidas. Lo dicen hasta los pillos del barrio, que se sienten identificados con canciones de gente como Rubén Blades. Hoy, Alcolirykoz es la voz de Aranjuez, cuentan su generación, son la literatura del barrio. Tienen la honestidad, sensibilidad y la inteligencia para dar cuenta de su época sin parecer cronistas, sino manes que estuvieron ahí adentro”, dice Mesa, para quien la única historia que hay que contar en la vida es la propia.

Con sus canciones, Gambeta va pagando poco a poco la deuda que tiene con su barrio, que le ha dado tanto que se siente con la obligación moral de devolver.

No son solo las historias que cuentan lo que destaca Gilmer de las letras de Alcolirykoz, sino también su ingenio para encontrar un nuevo ángulo para narrar. “Como decía Dante, es la manera lo que me estremece. Yo me he pillado un montón de chimbadas en las letras de AZ: aforismos, epigramas, metáforas, alegorías y sinécdoques. Ellos no saben qué son esos recursos, pero consiguen narrar a Aranjuez de una manera muy bella”, celebra, a la vez que destaca la empatía que implica poder contar lo que han vivido de tal forma que todos pueden encontrar algo de ellos ahí. Ese amor por la historia y por su lugar de origen que se recrea en las canciones de Alcolirykoz puede ser la razón por la que varios seguidores de la banda han ido a conocer el barrio para entenderlos mejor y tomarse la foto de rigor con el graffiti de AZ que está por la casa de la abuela de Gambeta.

El balance y el equilibrio son las claves de Alcolirykoz para narrar su barrio. Ilustran los matices y complejidades de Aranjuez, lo hacen humano y no una caricatura. Rapean sin predicar con moralismos ni glorificando el crimen. O, en palabras de Gambeta, “ni rap conciencia ni rap de dar bala: queremos hacerlo sentir a usted ahí. Como en el cine, que la película lo mete a usted ahí sea una situación chimba o gonorrea, parecida a lo que usted vive o no. La gente quiere sentir cosas, y si el rap no te hace sentir nada, marica, a lo mejor algo fallo ahí, güevón”. Los amigos de Gambeta, que han vivido todo el proceso desde el barrio que narra la música de Alcolirykoz, son los que más celebran los relatos que han logrado encumbrar una oda a Aranjuez.  “Todos los amigos del barrio lo respetamos profundamente por quién es, y también por lo que ha hecho por Alcolirykoz. Todos en el barrio somos conscientes de eso, y es lo que queremos escuchar, porque es la representación de lo que somos y de lo que vivimos a diario”, recuerda el Popez. Hace eco de lo que los saludos y gestos de aprobación que Gambeta recibe mientras camina por Aranjuez demuestran: el barrio se identifica con su rap.

Aunque cada uno cuenta la historia que vive, Gambeta sí critica los relatos que se quedan en las mujeres, la plata y las drogas: “si usted hace una canción completa presumiendo de la marihuana que mete, me queda muy claro que usted es un culicagado: lo más peligroso que usted ha hecho en su vida es fumar bareta”, sentencia; le encuentra más mérito a no tirar perico, aunque se crio entre un montón de periqueros. Las mejores historias pueden ser las más sencillas, pero muchos no saben qué hacer con una conversación familiar, que en manos de Alcolirykoz se puede volver una canción como “Otra canción larga”, insignia nostálgica de su repertorio.

Con sus canciones, Gambeta va pagando poco a poco la deuda que tiene con su barrio, que le ha dado tanto que se siente con la obligación moral de devolver. “Yo sabía que la parte candelera del rap en Aranjuez me iba a dar todo. Estar en el entorno donde está el man más gonorrea, las gonorreas de peleas y lo que sea. Yo no lo buscaba, pero estaba ahí, separando tropeles. Así aprendí, eso es lo que cuento”, explica. De la gente de Aranjuez incluso han salido ideas para canciones y algunas de sus letras, de los amigos con los que se sentaba y de sus pensamientos. “Eran neas que juraban que eran unos brutos que solo sabían fumar bareta, que iban a prestar servicio militar pa’ llevarse unos pesos y que de ahí iban a seguir de policías porque necesitaban comprar una moto. Las gonorreas todavía me piden regalías cuando me ven, porque saben que Alcolirykoz son ellos también”, dice con nostalgia risueña. 

En una esquina de Aranjuez se está disputando una partida de dominó. Desde allá saludan a Gambeta, quien va caminando, y él se acerca. El grupo se alegra con su presencia, y Gambeta se alegra con su alegría. “Un barrio es muy chimba por muy pesado que sea. Es tan chimba que a uno se le olvida lo pesado que puede llegar a ser. Yo soy muy de esta gonorrea de barrio, estoy feliz acá. Llega diciembre y me absorbo toda la energía de Aranjuez”, festeja mientras sigue su camino, subiendo una loma, con una gran sonrisa.

Otra noche, en otra esquina hay un parche de cuatro fumando bareta. Gambeta los conoce desde niño. Se acerca a saludarlos y se queda un rato ahí, hablando de todo y de nada, y pone plata para el medio litro de ron que ni siquiera probará después. Una vez más, no sé sabe quién queda más feliz entre todos los presentes, si el grupo por el saludo de Gambeta o Gambeta por poder disfrutar de momentos así. “Enseguida de mi casa hay una cucha que se ve que es mala clase; yo la sabía llevar, pero me saludaba de mala gana. Y solo fue que saliéramos en Feria de Flores, en ese concierto que hubo lleno hasta las tetas, pa’ que esa cucha sacara su mejor sonrisa para mí desde ese día. Gracias a TeleMedellín esa cucha me lleva en la buena ahora”, confiesa entre risas. El rap, que había sido mal visto y estigmatizado, ahora redime y reivindica a los locos de Aranjuez que apostaron por él, y ahora salen en televisión y dejan el nombre del barrio en alto.

La gratitud es una de las columnas morales de Alcolirykoz, y es también lo que destaca Gilmer Mesa como principal lección de la banda: “lo primero es el agradecimiento a toda una historia: del rap, personal, del barrio, con los amigos, con la familia. Todo el mundo está orgulloso de que Alcolirykoz sea de Aranjuez. Hasta los pillos celebran que estos maricas sean de acá y estén narrando el barrio”. Pero mostrarse agradecido ante el barrio – que da y quita, golpea y abraza – no es el único aporte de Alcolirykoz para Aranjuez, no ha sido la única forma de dar gracias. “Están haciendo lo que no ha hecho el Estado ni la iglesia: crear un modelo, para una generación que había crecido sin modelos”, sentencia el escritor mientras acaricia a su gato, en la noche de un domingo de noviembre de 2018 en su casa en Aranjuez. Algo tiene el barrio que los que no son de ahí y los que nacieron ahí no se quieren ir, y así lo indica Alcolirykoz en “Fruko y sus Presos”: “de dónde sale tanta nea, el barrio es un imán. Y aunque me digan no te quedes, yo sí que me voy a quedar…”, entona David Lebron en el coro del tema, con sabor a salsa y ron.

Está relajado en un sofá, sin camiseta y tomando una cerveza, pero la voz de Gambeta demuestra el peso de quien encuentra oxígeno en las vísceras y no solo en los pulmones. “Compadre, vea, este es un barrio que encontraba su orgullo en los futbolistas que han salido de acá, como Jaime Castrillón, Estiven Vélez; nosotros nos criamos sin tener nada para chicanear, jefe”, afirma. Antes de los futbolistas, los referentes podían ser los pillos y bandidos, que robaban camiones de ropa para que la gente estrenara en diciembre, dirimían conflictos intrafamiliares, daban para una marranada o mandaban hacer sancochos para que todos estuvieran bien.

Un vieja guardia de Aranjuez que sobrevivió a la época de Pablo Escobar, llamó a Gambeta hace poco. Son amigos, y Gambeta le agradece que le diera trabajo en su empresa cuando más lo necesitaba. Además de la amistad, lo respeta por su experiencia y sabiduría, por lo que ha visto y vivido, tanto así que “Fruko y sus presos”, una de las canciones que mejor retrata la relación de Alcolirykoz con su barrio, surgió a partir de una larga conversación con él. Felicitó a Gambeta: le estaban dando mucho a Aranjuez, y el respeto que ellos habían logrado consolidar décadas antes con armas, Alcolirykoz lo estaba ganando con rap y música. Hacia finales del siglo XX, en un barrio olvidado por el Estado, sin autoridad, el progreso eran los pillos. “Eran los héroes de la época”, admite Gambeta. Hoy, los héroes y modelos de Aranjuez son los que rechazaron las pistolas y los trabajos de oficina para hacer rap: Alcolirykoz.

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La Época del Rap de Acá está disponible en Casa Santo Y Seña, Kick Botón y This Is Hardkore

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Santiago Cembrano

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