Tras informes de Policía, los líderes sociales denuncian amenazas

El 9 y 10 de septiembre se vivieron noches de terror en Bogotá. Las explicaciones a lo que vivió la ciudad han sido varias, sin embargo, las autoridades insisten en que hubo infiltraciones de grupos guerrilleros. Esta teoría, que ha inundado los medios de comunicación, ha puesto en riesgo a los líderes barriales. Aquí, algunas de sus voces.

Luego de las recientes noches de terror que se vivieron en Bogotá el 9 y 10 de septiembre, la inteligencia de la Policía, el grupo contraguerrillas de la Dijin y la Fiscalía emitieron un veredicto ya conocido: que las marchas fueron infiltradas

Además, el general Gustavo Moreno de la Policía aseguró que detectaron “colectivos populares”, encargados de replicar las estructuras de grupos chavistas que actúan de manera coordinada para atacar a las autoridades colombianas y que usan armas de fuego durante las protestas. 

De acuerdo con la investigación, estos colectivos reclutan jóvenes en colegios, universidades y barrios de bajos recursos de la ciudad, sobre todo en Suba, Usme, Ciudad Bolívar, Bosa y Kennedy. Supuestamente “se infiltran a los barrios con la excusa de hacer liderazgo social”, para crear células guerrilleras. Estos colectivos, dice el informe, lo llaman “trabajo barrial” para  “adoctrinar y entrenar militar a los nuevos reclutas”. El mensaje fue replicado en distintos medios de comunicación, en particular en Noticias RCN

Los líderes sociales de estos barrios están asustados. El informe no solo ha profundizado la estigmatización contra ellos y su trabajo sino que desde que fue publicado han sido víctimas de amenazas. Estas son algunas de sus voces. 

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Érika Velásquez, lideresa artística, Ciudad Verde, Soacha. 

Yo doy mi nombre sin problema, porque los que tienen que ocultar su nombre son los delincuentes. Recientemente recibimos una nueva amenaza con panfletos, nombraron a 16 personas, sobre todo gente de la Colombia Humana. Afortunadamente, hasta el día de hoy yo no he aparecido en ningún panfleto, ni he llegado a recibir amenazas directas, pero sí conozco a varios compañeros que han tenido que pasar por eso.  Eso es demasiado grave, porque con eso siguen callando los procesos de liderazgo en estos barrios, que lo necesitan demasiado. Es demasiado triste que ahora quieran criminalizar nuestra labor. No hacen nada por nosotros y nos quieren condenar porque nosotros sí hacemos. 

Siempre me han interesado los procesos de educación, de formación de niños, niñas y jóvenes, a partir del arte. Sin embargo, cuando quise empezar a crear programas, me di cuenta de que aquí en Ciudad Verde no había una casa de la cultura en la que se pudieran hacer estos programas. Aquí se construyeron varias bibliotecas, que deberían funcionar sin problemas pero los funcionarios las están utilizando para ir a lavar sus motos, para hacer uso personal de los computadores, para fiestas y asados, pero en ningún momento para la gente, como debería ser. Aquí no existe infraestructura puesta al servicio de la comunidad. Entonces empecé a insistir, todo el tiempo, a hacer acciones que los obligaran a abrirlas. Y resulta que, por eso, me llegó una citación por acoso, por parte de los funcionarios. Sólo por pedirles que hicieran su trabajo. Me pareció ridículo. 

Entonces empezamos a trabajar en la calle. Reuní a un grupo de personas, de artistas jóvenes, que querían enseñar y mostrarle a los demás sus talentos. Para mí siempre ha sido tenaz pensar que alguien no pueda explorar sus talentos por no tener los recursos. Por eso empezamos a hacer de todo, a hacer colectas, eventos, a recibir donaciones, lo que fuera, para lograr que las personas puedan hacer lo que les gusta, para que la plata no sea un impedimento.

Tenemos que trabajar con las uñas. Todo autogestionado, con la comunidad y para la comunidad. Lo hacemos porque aquí no hay planes efectivos para cuidar a la juventud. Por eso terminan metiéndose en cosas que no les convienen y los usan para aumentar redes de tráfico, que son las que nos tienen tan llevados. Aquí los niveles de violencia son enormes. Lo que necesitamos es darle oportunidades a las personas, para que no terminen en las mismas situaciones que hemos vivido de bandas criminales, de microtráfico, de grupos armados. Además, son personas que difícilmente van a tener acceso a una educación superior, y si lo logran, van a terminar con una deuda enorme con el Icetex. Por eso es que nuestra gestión es importante. 

Yo no salí la noche del 9 de septiembre, estaba trabajando con una artista. Pero mi casa queda al lado del CAI, donde dispararon varias veces. Yo me tiré al piso para intentar cubrirme. También puse música muy fuerte para intentar callar un poco el sonido de las balas y manifestarme de esa manera. Pero obvio, sentí mucho miedo. Al día siguiente, fui a visitar al General de aquí, que es conocido mío. Ahí, intenté gestionar un espacio de discusión entre los manifestantes y la Policía, pero no fue posible. Pude oír por las radiopatrullas que empezaban a advertirles que en Bosa ya habían quemado varios CAI’s, y que ya casi llegaban a Soacha. Se notaba que esos policías tenían mucho miedo. La segunda noche finalmente no pasó nada. Lo que sí hizo en General fue agradecerme, ante la comunidad, por haberlos apoyado. Pero eso no fue lo que yo hice. Es decir, no lo hice por ellos. Y me da rabia, porque él, al aprovecharse de mi gesto, me está poniendo en mucho riesgo. Es tremendamente oportunista, sobre todo porque tampoco hemos recibido mucho apoyo de ellos en nuestros procesos.

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El informe de los infiltrados en las marchas ha tenido como principal detractora a la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien ha solicitado que la investigación sea entregada en su totalidad pues, para ella: “nunca han mostrado una sola evidencia, y ahora salen a afirmar que esto fue más o menos una toma del ELN. Si sabían, por qué no lo previnieron; y si tenían información sobre eso, por qué no la comunicaron. Se la sacan ahora del sombrero de la nada para distraer la atención. Eso no es serio con nadie, ni con la democracia ni con las víctimas”. 

A principios de septiembre, además, en estas localidades y en Soacha aparecieron panfletos con amenazas de las Águilas Negras.

Es, sin embargo, otro episodio de estigmatización para los líderes y lideresas sociales. Ya han sido asesinados más de mil líderes, de acuerdo con un informe de Indepaz, Cumbre Agraria, étnica y popular, y la Marcha Patriótica. La mayoría han ocurrido en el Cauca, Antioquia y Nariño. En Bogotá se han registrado diez asesinatos, siete en Usme, Ciudad Bolívar, Bosa y Fontibón. 

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Henry Gómez, líder sindicalista y de víctimas, Usme. 

Para quienes hacemos trabajo territorial esto es muy grave, porque nos están poniendo en mucho riesgo. Nosotros ya teníamos una amenaza encima. Las amenazas desestructuran los tejidos sociales que venían haciendo cambios. Cuando se amenaza a un líder, ese tejido se pierde, porque el amenazado o amenazada tiene que irse. Y ahora vienen con esta estigmatización y señalamiento, lo que hace que terminemos en incluso más riesgo. 

El Gobierno está aplicando la teoría del enemigo interno.  Eso no ha permitido construir una paz estable. Uno de los puntos del Acuerdo era poder hacer oposición política sin miedo a ser amenazado, desaparecido, violado o asesinado, pero eso no es lo que estamos viendo. El Gobierno de Duque ha hecho una simulación del cumplimiento, pero en el fondo los acuerdos están muy desfinanciados y están recurriendo a ese mismo fantasma que vimos durante la época de Álvaro Uribe: un enemigo interno que antes eran las FARC y que hoy en día son el ELN y algunas disidencias, porque ya no les queda otra bandera. Esto, hasta ahora, ya decantado en que cuatro personas han sido arrestadas, entre ellos una compañera de la Universidad Distrital, también en un señor de 73 años que tiene problemas graves de salud.

Yo trabajo en dos líneas. Uno es el trabajo territorial, que hacemos aquí en la localidad. Trabajamos con las comunidades campesinas de Usme. En 2017 hicimos un diplomado con ellos en el que formamos a 40 líderes y lideresas. Ya en pandemia empezamos a trabajar con la comunidad indígena Uitoto, que viene del Amazonas y están asentados en el barrio Alfonso López. Son víctimas del conflicto armado y se asentaron dentro de un parque natural. Ellos están intentando llegar a un acuerdo con la Alcaldía para que los dejen vivir allí, ser guardianes de la zona y que les permitan construir su Maloka. Pero la Alcaldía no quiere que se haga. Ese es el trabajo territorial. También hago trabajo sindical, promoviendo el cumplimiento del contrato laboral, sobre todo entre maestros de colegios. 

Esta es una zona con presencia de grupos armados ilegales. Varios. Sin embargo, desde que estamos trabajando aquí, varios de los chicos se han quedado trabajando con las comunidades, en lugar de ser reclutados. Se quedan coordinando, liderando, y ese trabajo debemos mostrarlo más, para que se sepa lo que estamos haciendo. 

Se siente impotencia, se siente miedo, se siente frustración por perder la vida. Yo he cumplido con todas las leyes de la Constitución colombiana, y, sin embargo, estoy amenazado. Pero, yo agradezco mucho a las redes que se han creado para apoyarme, para permitirme estar cuidado. Uno empieza a contar con el  apoyo de muchas personas que han estado pendientes de la situación. Eso ayuda a que uno no pierda toda la esperanza. Lo ayuda a uno a mantenerse fuerte a pesar de todo. 

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Hasta el día de hoy, se han realizado 14 allanamientos y cuatro personas han sido capturadas luego de ser acusadas de haber sido las organizadoras de los ataques a los CAI’s el 9 y 10 de septiembre. También, han sido perfiladas cuentas de redes sociales que, según inteligencia de la Policía, habrían fomentado los ataques y el odio contra la Institución. Una de las pruebas, dicen, es que usan la sigla A.C.A.B (All Cops Are Bastards) que ha sido usada por miles de jóvenes desde hace décadas.

En medio de las hipótesis, los líderes han sido amenazados: “se declara objetivo militar a todos los colaboradores de los guerrilleros hijueputas del ELN y las FARC que se hacen llamar líderes sociales, organizaciones de ddhh y mesas de víctimas, sabemos que son la ralea que promueve los destrozos locales y que reclutan niños, jóvenes y estudiantes para los destrozos, marchas y protestas”, dice el panfleto que menciona a cinco líderes de la localidad de Usme y a otros 16 de Soacha. 

A principios de septiembre, además, en estas localidades y en Soacha aparecieron panfletos con amenazas de las Águilas Negras. Los panfletos, enviados por correo electrónico, señalan puntualmente a líderes que fomentan el activismo con juventudes, comunidad LGTBI+, minorías raciales y asociaciones de víctimas. 

No son las primeras amenazas. Desde octubre del año pasado, la Defensoría del Pueblo ha emitido múltiples alertas tempranas por el incremento de grupos armados ilegales en estas zonas de la ciudad y del municipio de Soacha.

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Camila*, lideresa cultural y artística, Usme.  

Yo fui amenazada hace un tiempo. En esa época hacía mucho trabajo con familiares de víctimas de desaparición forzada. Hacíamos muros de la memoria, retratábamos a los desaparecidos. La idea era que tuvieran un lugar para llorar a sus desaparecidos, homenajearlos. El último que se hizo cerca a la Javeriana. Ahí yo sí vi gente como rara, pero intenté no ponerle atención. Luego, como a los dos, tres días, se habían metido a mi casa y se habían llevado el computador, donde yo tenía bastante información. 

Yo salí de Bogotá, terminé por allá en Medellín, que fue el único lugar para el que tuve suficiente dinero para irme. Esto que me hicieron a mí se lo hicieron a otro parcero, el otro que coordinaba esta red. Él es directamente hijo de una mujer desaparecida, además es poeta. A él sí le tocó exiliarse del país por un tiempo. Todo esto nos pasó por estar haciendo los muros de la memoria. 

Yo tuve la oportunidad de contar con gente muy linda, que nos apoyó mucho en esos momentos, porque sabían que lo que nos estaba pasando era muy grave y que además no teníamos los recursos para simplemente salir y ya. 

Esa fue mi segunda amenaza. La primera ocurrió antes, en Bosa. Yo estaba trabajando todo el tema de reinsertados, de reincorporación. Entonces salió el panfleto de las Águilas Negras y ahí estaba yo mencionada, junto con muchos otros líderes y lideresas del barrio, sobre todo culturales. Ese panfleto lo pegaron en muchas partes y nos decían que no podíamos regresar. Por eso no pude ir más o menos por un año. 

Yo pensé inmediatamente en mi mamá. Yo sólo pensé en que la había puesto en riesgo, en que por mis acciones a ella le habría podido pasar algo. Me puse a pensar: “pucha, ¿voy a entregar todo, hasta mi familia, por llevar a cabo estas acciones? Nadie va a llorar mi pérdida si no es mi mamá”. Entonces le bajé mucho al fuego de la protesta, a la denuncia, y decidí empezar a hacer acciones que se vean, que se manifiesten, pero que no expongan tanto la vida. 

Yo creo que con lo de los CAI’s, ya era demasiada gente indignada, cansada de todo lo que ha estado pasando. Yo creo que uno es pacifista hasta que le tocan la indignación. La gente se rebotó y eso es evidente. Pero, que con esa indignación hayan decidido hacer acusaciones como estas, me parece totalmente irresponsable. Ellos nos están poniendo en mucho más riesgo, y me parece tenaz que decidan generalizar de esa manera. Nos pusieron de carne de cañón, están exponiendo más nuestras vidas. Eso no es justo.

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