En un costado del Palacio Echeverry, donde funciona el Ministerio de Cultura, está el despacho de David Melo, a quien Iván Duque acaba de designar como viceministro de creatividad y economía naranja. Luego de su nombramiento, aceptó esta entrevista, en la que aprovechó para convocar a su primera reunión de equipo. En la mesa, entonces, lo acompañan Julián David Correa, el director de Cinematografía; Maria Paula Martínez, la directora de Comunicaciones; Guiomar Acevedo, la directora de Artes; Alberto Escovar Wilson-White, el director de Patrimonio y Adriana González Hassig, la Coordinadora del Grupo de Emprendimiento Cultural. Entre una y otra respuesta sobre la cuestionada política pública, se oyen precisiones de cada responsable de área. Al respaldo del escritorio de Melo, en una esquina del blanco salón republicano, sobresalen vistosamente tres cuadros de cine colombiano, entre los que se alcanzan a ver el de Rodrigo D No Futuro de Víctor Gaviria y otro de La Playa DC de Juan Andrés Arango García. No es fortuito: el Viceministro, además de sumar tres períodos como funcionario público en el Ministerio, es conocido en el sector fílmico colombiano especialmente por su contribución e impulso a la Ley de Cine aprobada en 2003.
Al Ministerio de Cultura le han hecho duras críticas durante este Gobierno. Tan solo este año, en un encuentro organizado por el Hay Festival con la escritora nigeriana Chimmanda Ngozi Adichie, en el barrio Nelson Mandela de Cartagena, estuvo presente la Ministra Carmen Vásquez, a quien, tras hablar del potencial del turismo colombiano, el público (mujeres) la abucheó: “Queremos que no nos maten más”, le gritaron, haciendo alusión a los asesinatos sistemáticos de líderes sociales en el país. La cosa no fue muy distinta en el pasado Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias FICCI. Melo tuvo que presenciar cómo su gremio, el del cine, también abucheó al gobierno que representa. Lo hizo en cuanto la vicepresidenta Martha Lucía Ramírez pronunció el concepto de Economía Naranja en el acto inaugural del evento, expresando que el gran líder de la política pública es el presidente Duque, mismo que se ha desempeñado como vocero en una gira por el país que el Ministerio denomina La Toma Naranja. Nadie termina de entender un plan cultural que, sin duda, no dejará de ser polémico para un gremio que teme la industralización de las artes y la cultura. Para poder entender eso de la economía naranja hablamos con Melo.
¿Por qué cree que es tan controvertido el concepto de Economía Naranja?
Desde siempre las relaciones entre economía y cultura han sido tensas. La cultura ha visto a la economía como una amenaza. Las artes y el patrimonio han sentido que el mercado es también una amenaza y que deben ser una responsabilidad, sobre todo, estatal. Así ha sido siempre en Colombia. Así ha sido siempre en el mundo. Y también ha sido siempre la responsabilidad particular del Estado tener políticas públicas que protejan la cultura. La percepción que se ha dado —que me parece tiene que ver mucho con el entorno político—, es que este es un proyecto que ve a la cultura comercializable, para entregársela al mercado. Es algo que nunca hemos dicho, pero es la síntesis que hace un analista no muy informado y que percibe que este gobierno, por su orientación, podría verlo así.
Si no es comercialización de la cultura, entonces, ¿qué es lo que el Gobierno plantea?
Industria creativa colombiana para competir con la industria internacional, que es la que domina ahora la televisión, el internet, la música, los libros y las pantallas de cine. Lo que hace la economía naranja es poner en el centro a la cultura como patrimonio de los colombianos y generar condiciones para que sea posible hacerla más sostenible. La gran amenaza próxima puede ser la de las grandes plataformas OTT (Netflix, HBO, AMAZON) y, si no tenemos esas políticas públicas que acompañen la producción de contenidos colombianos, que respalden a las organizaciones, empresas y creadores locales, y que estimulen para producir contenidos propios; pues podemos terminar solamente consumiendo masivamente cultura en las grandes plataformas OTT. Veríamos, entonces, sólo contenidos extranjeros y esa visión es casi que la opuesta en el discurso naranja.
¿Este Viceministerio, entonces, apoya todo el Proyecto de Ley de Modernización del Sector TIC?
Nosotros no hacemos vocería sobre la Ley, hemos participado mucho, hemos puesto nuestros puntos de vista, estamos contentos de que nos oigan. Con la llegada del nuevo director de RTVC, estamos haciendo anuncios sobre el mercado de coproducción (producción conjunta entre RTVC y productoras independientes), que ya había sido una discusión tan grande y que creemos también se ha manejado con sesgos informativos, en donde se tejieron incidentes para leer el mercado como un cambio en el rumbo de una política exitosa. Para nosotros, el mercado de coproducción es de economía naranja, porque además incentiva la producción misma, multiplica los recursos públicos y permite una mirada más diversa de los contenidos. Y los mejores contenidos, además, están bajo criterios de selección objetiva, convocatorias parecidas a las que tenemos en el Ministerio de Cultura. El anuncio que estamos haciendo en el mercado ratifica la fuerza de la política, refuerza el trabajo con productoras independientes.
El sector cultural depende todavía de los recursos del Estado, ¿por qué aceptar la designación de industrias creativas?
Entendemos una responsabilidad pública en la promoción de las artes y en la preservación y valoración del patrimonio, que son nuestros dos ejes centrales. De hecho, en el Plan Nacional de Desarrollo se ve cómo entendemos esta gestión de manera integral. En un primer capítulo decimos que vamos a reforzar todo el papel público y en un segundo explicamos cómo lo haremos en aquellos sectores a los que es posible llegar, pero siempre con estrategias diferenciadas (dependiendo del nivel de desarrollo del sector y de las regiones). Esta es una política que tiene un fuerte acento de desarrollo territorial. Entendemos que hablar del trabajo en el Catatumbo o en Montes de María o en el Pacífico o en San Andrés o en La Guajira o en la Amazonía o en la Orinoquía, exige reforzar lo que siempre ha hecho este Ministerio: un trabajo muy cuidadoso con los creadores, ligado a los oficios tradicionales. Nos toca entender una realidad afectada por toda clase de conflictos sociales, por qué una práctica u oficio tradicional se vio amenazada, y trabajamos de manera muy cuidadosa con el cultor, el que tenga un oficio, desarrollando también una tarea con jóvenes para construir con ellos una posibilidad de sostenibilidad de esos oficios en el tiempo. Esto para decir que nunca abandonamos la idea de que la cultura está primero y cualquiera que sea la estrategia que propongamos, dependerá de los procesos particulares.
La gran cantidad de apoyos públicos garantizan mayor transparencia. Y la transparencia, de hecho, es uno de los grandes logros de este Ministerio: siempre pongo a Ramiro Osorio (primer Ministro de Cultura en Colombia) de referencia cuando, en el año 92, trae el sistema de las convocatorias del programa de estímulos (becas, premios, reconocimientos) y del programa de concertación (que busca apoyar actividades culturales por medio de recursos económicos), que son nuestros dos grandes ejes hacia el sector. Los hemos fortalecido, los estímulos los estamos casi duplicando en nuestra administración, nos sentimos muy orgullosos de que ese programa, a través del cual los creadores participan por los recursos públicos, tenga este año dos convocatorias: una que ya salió por cerca de 9 mil millones de pesos y una segunda que debe estar saliendo en un mes por unos 11 mil millones de pesos. Sumarán alrededor de 170 líneas diferentes de concurso. En un proceso largo, estamos tratando de reforzar con acciones que permitan que una actividad y un grupo tenga mejores condiciones de trabajo.
¿La Ley de Espectáculos Públicos, por ejemplo, es un pinito de esta Ley Naranja?
La Ley del Libro, la Ley de Espectáculos Públicos, la Ley de Cine, la Ley de Televisión, sin duda, son leyes de tono naranja. La sensación naranja es estar con los creadores o estar con las expresiones del patrimonio, pero entenderlas como dinámicas que en un momento dado se enfrentan a competir con el mercado y la internacionalización. Está el cine que en Colombia, prácticamente, no se ha podido hacer si no es con apoyo público. Entonces estamos más bien produciendo nuevas herramientas que les permitan todavía crecer más, porque el sistema naranja es un sistema construido sobre la autonomía.
Casi ningún presidente de Colombia ha llevado como blasón una estrategia de política pública de cultura, ¿por qué para este es importante y por qué parece producir sospecha?
Lo que hace el presidente Duque tiene un valor agregado. Me parece que, en general, no se ha entendido la cultura como una actividad esencial. Nosotros, que trabajamos en el sector cultural, pensamos que es esencial para el desarrollo de un país. Sin embargo, siempre es el sector con menores presupuestos, que se piensan de último a la hora de priorizar una acción presupuestal, que tiene una autoestima baja, que está siempre sintiendo que es difícil. Pero creo que viene cambiando, con un proceso que ha sido largo: lo primero es la idea de ponerlo como un sector estratégico al reconocerlo como Ministerio; lo segundo, discutir el papel de cultura dentro del desarrollo; lo tercero, la libertad creativa como pilar de ese desarrollo sostenible. Todo esto es algo que el Presidente comprende por encima de casi cualquier otro gobernante que haya pasado por este país.
Duque ha estado en el centro de las discusiones del desarrollo desde una banca con recursos públicos (Banco Interamericano de Desarrollo – BID) y los que trabajamos en políticas públicas, entendemos que esos son espacios de reflexión para el desarrollo con no pocas tensiones. Cuando Ramiro Osorio organizó en el año 99 el foro del BID de cultura y desarrollo, mucha gente no entendía cuál era el papel de la cultura en el área. Hoy en día Duque, por su paso en el BID, hace que vea la agenda de la cultura como central dentro de la discusión de desarrollo. Que el presidente lo sepa y lo enuncie, y lo haya asumido como un compromiso esencial, es muy valioso. Ahora, frente al Ministerio de Hacienda o de Planeación, el Ministerio de Cultura tiene otra categoría. Ya no es un ruego, sino una prioridad.
¿Qué implica eso?
La cultura hoy es, sobre todo, tecnología. Eso es muy difícil de decir y de que lo acepte el sector cultural. Casi cualquiera es un creador de contenidos y casi cualquiera está discutiendo en redes sociales y actuando como un líder cultural. Felipe Buitrago Restrepo —jefe programático de Duque en campaña—, me parece que es quien mejor tiene esa visión de proyección a futuro y es quien acompaña a Duque a escribir el libro La economía naranja: una oportunidad infinita. Un libro muy sintético, con mensajes muy eficaces, pero que tiene unas reflexiones interesantes: en muy corto tiempo el mundo va a estar más urbanizado, mucho menos ligado a las economías extractivas y manufactureras. Ya lo que vemos en el grueso de las ciudades en el mundo es que la economía de los servicios, las inmateriales, van ganando cada vez más espacio. Es una economía ligada al conocimiento, a las ideas, a la mente, a la creatividad y eso será cada vez más fuerte.
Cuando uno oye al Presidente, en realidad, está pensando en una transformación del país a corto plazo, porque sabe que va a llegar a tener todas esas transformaciones de la creatividad en el centro de la agenda. Y nosotros, para lograr esa centralidad, tenemos que hacer un doble esfuerzo porque las condiciones son más difíciles. En últimas, la ministra y yo hablamos de cultura, territorio y economía naranja: lo primero es la cultura, sí, pero tenemos que verla en perspectiva local. Cuando a nosotros nos dicen economía naranja, pensamos en un modelo asociativo con acompañamiento nuestro, pero además con un grupo amplísimo de sectores, con agendas de cooperación internacional, con responsabilidad social empresarial. Creemos que hay una vida de sostenibilidad en la cultura y creemos que la rapidez para llegar a ella depende de los contextos: no es lo mismo un entorno urbano con un 50 y pico por ciento de gente clase media que hace un consumo cultural, a hablar de grupos étnicos con prácticas culturales que se podrían insertar en dinámicas de turismo, de pequeños emprendimientos, etc. Estos últimos son modelos fuertemente asistidos.
Ha mencionado regiones o comunidades étnicas que merecen un trato diferenciado, ¿qué desafío se plantean cuando hay denuncias desde la Minga Indígena o de comunidades afrodescendientes de abuso o violencia por parte de la fuerza pública?
Me devuelvo al planteamiento inicial: estamos entendiendo que el desafío es de desarrollo y que estamos entrando a territorios complejos. La cultura es una dimensión de esa discusión de desarrollo, pero pienso que estamos planteando una dimensión integral. Nos toca a la ministra, a los viceministros y a los directores, sobre todo de territorio, poner nuestros procesos en diálogo con los procesos de desarrollo de comunidades. Porque además, en comunidades como las afrodescendientes e indígenas la cultura es central dentro de su proyecto de vida, no es accesoria.
Creo que el desafío más grande, y el de corto plazo, es conseguir un enfoque cultural en las acciones de todas estas instituciones: iNNpulsa, SENA, MinCIT, Artesanías de Colombia, etc., porque ya les toca moverse con otros procesos más complejos relacionados con nuestro sector. Tener un país volcado sobre la creatividad es una apuesta a largo plazo, tiene mayores oportunidades en centros consolidados y, en algunos territorios, la agenda de turismo va a ser muy importante. Ahora tenemos un pequeño boom que tiene que ver con la visibilidad que nos ha dado el proceso de paz, pero es frágil, hay que sostenerlo, cuidarlo, y queremos que el turismo nos ayude a cuidar a las comunidades. Tenemos un diálogo muy constructivo, donde cultura tiene una mayor familiaridad en perspectiva de patrimonio cultural. Colombia está polarizada y no logro leer un país con una sola tendencia, por eso también hablamos de un contexto particular.
Interviene la directora de Artes, Guiomar Acevedo
No se llega a estas zonas con expectativas de generar ingresos. A estas zonas que han sido golpeadas por la violencia, llegamos a reconstruir tejido social basado en la riqueza cultural de cada una de las regiones. Son muchas las manifestaciones que se han visto rotas por el desplazamiento. Les impidieron practicar su música o la música quedó marcada por las masacres. Lo que queremos hacer es lograr que la comunidad recobre confianza, hacer un trabajo con los niños y los adultos: ellos ven la necesidad de generar ingresos porque esa violencia también les quitó la tierra y necesitan buscar otras formas distintas de gestionar su vida. Están apareciendo proyectos de turismo comunitario, donde dan a conocer su patrimonio natural y piensan en la posibilidad de ser parte de una ruta en un territorio.
D.M.: Las relaciones que estamos logrando entre turismo y cultura son complejas. Lo que dice cualquiera es que el patrimonio es una de las fuentes esenciales de turismo en el mundo, la gente va a cualquier lugar y encuentra casi lo mismo en términos de oferta, pero se diferencia en la cultura. Sin embargo, en algunos casos el turismo ha sido una amenaza para la cultura: ha sido muy depredador, poco sensible a las dinámicas del patrimonio cultural, entonces esta tarea sí que la tenemos que hacer con cuidado, tampoco estamos haciéndola de manera irracional. Estamos haciendo pilotos y experiencias, en donde además oímos mucho a las comunidades.
Cuando un Gobierno omite el sector cultural ese sector se siente incómodo, pero no parece distinto ahora que lo sobre reconoce, ¿qué piensa?
Ese sí sería un mensaje muy importante de gobierno y además lo hemos discutido todas las agencias que tenemos que ver con contenidos: para nosotros el principio de la libertad de expresión y de crítica es casi el punto de partida, es nuestra razón de ser. Entendemos la diversidad de posiciones, entendemos la diversidad de contenidos, la libertad de creación. Todos nuestros mecanismos están estructurados de manera que podamos propiciar una agenda de respeto y de incentivo a las voces diversas: lo ha hecho el cine, una plataforma para oír las voces más críticas; y el mundo del arte, que ha hecho toda una reflexión más crítica sobre los procesos que ha vivido el país. Entendemos el papel del arte como un espacio de reflexión sobre el país.
Cuando hablamos de las artes y del patrimonio cultural, sabemos que es una fuerza que va más allá de las coyunturas. Sabemos que estamos en una coyuntura difícil y con una fuerte polarización, que también derivó de la coalición del gobierno con posiciones muy diversas y pues, realmente, me parece que hay una agenda política muy fuerte. Reconozco que en el caso específico, el ingrediente de que ya no se diga cultura sino economía naranja, pone en discusión la economía como un valor esencial de la cultura. La sensación es que pusimos la economía primero. Pero no, la cultura es lo primero, y todo lo que hagamos no es economía, esa puede no ser la mejor palabra, a mí me gusta más sostenibilidad cultural.
Si no hubiera tanta polarización, ¿el sector cultural recibiría mejor el discurso de economía naranja?
No, pienso que el sector mismo siempre se ha dirigido al gobierno planteando la idea de “acompáñenos”, mientras que la economía naranja parece una política de soltar. Creo que el sector actuaría así en cualquier escenario al que hubiéramos llegado diciendo: queremos darle prioridad a la economía creativa. “Entonces nos van a abandonar”, pensaría. Lo que tenemos que aclarar es que esta es una política de presencia del Estado y compromiso, incremento de recursos, exenciones (como las de siete años de renta) o el incentivo que estamos creando para series de televisión y que tiene un impacto fiscal importante. Lo que no quieren es algo en abstracto llamado economía naranja. Y todavía va a pasar un buen tiempo mientras que se familiarizan con la oferta. Cuando nació nuestro programa de estímulos o nuestra convocatoria de concertación, fue duro. Yo me acuerdo verlos hace veinte años diciéndonos: ¡Burócratas! Pero a mí me encanta verlos ahora defendiendo un estímulo. Esperamos que dentro de algunos años nos pidan economía naranja.