“Si me van a matar, que me maten cantando”

Gerson Morena es La Morena del Chicamocha, una cantadora de bullerengue afro travesti que le apuesta a recuperar la memoria y reivindicar el papel de las maricas, travestis, lesbianas y disidencias en las músicas de tradición colombiana. Una cantadora que vino al mundo a contar su historia, desde su propia voz y experiencia.

por

Simona Delgado


13.01.2023
Gerson Morena

Gerson Morena nació hace 28 años en Santander, en una familia aficionada a la música y con un padre policía. Desde pequeña se apropió de ritmos de tambores y gaitas, y con su voz potente y su imponente puesta en escena, se ha abierto un espacio importante entre les artistas de la música tradicional colombiana. 

Pero la música tradicional colombiana es conservadora, es racista y es machista. Por eso, Gerson Morena ha tenido que poner el cuerpo y luchar por su lugar. Aprendió sola a tocar la gaita, a cantar y a componer sus propias canciones, que hablan de desplazamiento, de racismo y transfobia, pero también de sus propios descubrimientos sobre su identidad sexual y racial. 

Hoy, Gerson Morena es reconocida como cantadora de lo que ella denomina bullerengue afro travesti. Y esta es su historia, contada en sus propias palabras, sobre lo que ha sido su recorrido en la música y por el país, y su búsqueda por construir su cuerpo como un territorio que habita, reconoce, defiende y narra.

El bullerengue es político

Uno de mis primeros acercamientos a la música fue con las ollas de mi casa. Crecí con vallenato, con música tropical, con cumbia. Mi mamá me cuenta que siendo súper chiqui le sacaba las ollas de la cocina para tocarlas como un tambor, porque sentía que los tambores eran parte de mi. Luego comencé a cantar.

Gerson Morena Niñez
Fotografías: archivo Gerson Morena

A los 10 años empecé a sentir un feeling con la música de tradición, a los 12 empecé a asistir a escuelas de danza, bailando tambora en los eventos culturales del colegio y a los 13, en una de esas presentaciones, un pelao que tenía su tambora empezó a tocar y me dijo “cante. Cante que yo lo he escuchado cantar”. Esta fue la primera canción que canté en público.

Renace una flor

La primera canción que yo canté en Tambora, es de una cantaora del sur de Bolívar,
pero que toda su vida vivió en Barrancabermeja. Evangelina Gómez.

Como teníamos esos rasgos más afro, en las presentaciones del colegio siempre nos mandaban a hacer el papel de negro, de indio. Yo odiaba mi piel, odiaba mis rasgos, quería blanquearme. Me echaba polvos mucho más claros, me iba como una mima al colegio y después a la universidad. Yo veía que a los mismos homosexuales les gustaban los tipos blancos, acuerpados y yo era bien curtida, morena y mi pelo no era bonito. Fue una época bastante fuerte por mi identidad y mi orientación sexual. Me violenté físicamente durante mucho tiempo en esta negación.

Gerson Morena Adolescencia
Fotografías: Julian Rojas y archivo Gerson Morena

Eventualmente se me pasó. En la universidad empecé a cantar en los parches de teatro y todo volvió a llevarme a los tambores. La música de tradición, el teatro y la danza me permitirían sanar ese vínculo de feminidad y de raza-género en conjunto. 

Pero no fue sencillo. Recuerdo que el único día que me dejaron cantar en la universidad, en una ceremonia de graduados, yo escogí una canción de Totó. Me les puse el pantalón, la camisa y el pañuelo ‘rabo e gallo’ que tradicionalmente llevan los hombres, pero me puse la pañoleta que siempre me ponía para cantar en la cabeza. En plena presentación, el director mandó a uno de los músicos a que me rapara la pañoleta. Yo seguí cantando pero con la voz quebrada, con rabia, con ganas de llorar. Eso creo que fue lo primero que me marcó.

La calle me formó en la música. Aprendí a cantar en público en parques, en semáforos, con el grupo que se llamó ‘Cueros Rotos del Chicamocha’. Nos perseguía la policía, a mí me tuvieron retenida y casi desaparecida durante unas 24 horas en un CAI. Viví violencias policiales, estatales, machistas y el conflicto en el barrio. Habían panfletos en las esquinas que decían: “si su hijo es sano, acuéstelo temprano, ni puta, ni marica”. 

Un niño llora en los montes de María de Petrona Martínez

Al comienzo yo cambiaba letras. A veces mantenía el coro,
pero cambiaba las estrofas. Así fue que empecé a componer.

También me acerqué a las víctimas de los llamados ‘falsos positivos’, estuve en varios procesos de memoria y ahí empecé a entender que el bullerengue es político. Que es muy potente y transformador. Que narrarlo en cuerpo presente sobre un escenario es una declaración de guerra, una provocación desde la alegría a este mundo que mata.

Si me van a matar, que me maten cantando

Fue tanta la otredad que me hicieron sufrir otros en Santander que me tocó ir a buscar mi identidad en otro terreno, en un lugar donde se reconociera lo afro. Me tocó irme para sanarme, del alma y del espíritu, y terminé en la Costa Atlántica. 

Primero llegué a Santa Marta. Al principio me acompañó solo mi gaita, mi voz, y mi maraca. Participé en tres festivales de la Cumbia en el Banco, Magdalena, pero siempre me sacaban porque las letras de mis canciones eran “demasiado políticas”. Yo no cantaba sobre lo lindo que era amanecer con el canto del ruiseñor, sino sobre lo qué había pasado en el río Magdalena, sobre por qué habían matado tanta gente.

Fotografías: archivo Gerson Morena

Yo amo la cumbia porque por ella pude sobrevivir. Tocaba mi gaita, la gaita corta, la misma que llaman la ‘Machihembriada’ o la chuana. Algunos dicen que Chuana es una diosa hermafrodita muy importante para los Zenú, que a veces se presenta como hombre y a veces como mujer.  Por eso digo que yo no escogí la gaita corta sino que ella me escogió a mí: soy yo quien toco la gaita travesti, que tiene todo que ver conmigo. 

A la gente le parecía rara la forma en que yo tocaba esa gaita porque la gaita corta se toca con dos manos, pero yo lo hago solo con una y con la otra toco la maraca. Yo les decía: esta es otra gaita, ¡es mi gaita! 

En mi paso por la Costa conocí a Tatiana, una mujer lesbiana, tamborera, y junto a ella decidí hacer música desde mi propia mariquería. Fuimos a San Antero, a Lorica, a Cereté, a Sahagún, recorrimos Córdoba conociendo músicos y festivales. Era duro: una lesbiana y una marica haciendo música tradicional.

Gerson Morena con Tatiana
Fotografías: Chiro Castellanos @hicoteafilms

En Puerto Escondido casi nos matan los paramilitares. La gente no nos quería atender y hubo un momento en que todo el mundo se guardó, no había un alma en las calles, ni la Policía. Recuerdo que le dije a Tatiana: voy a sacar mi gaita y mi maraca porque siento una energía pesada. Si me llegan a matar, le dije, que me maten cantando. Ella sacó su tambor y empezamos a tocar. Un tipo vestido de negro se nos acercó, se bajó de la moto y nos mostró la pistola que tenía en su cintura. Yo cerré los ojos pero seguí cantando. Tatiana temblaba, lloraba y yo le decía: no vaya a parar. Seguimos cantando y el tipo solo se rió, cogió la moto y se fue. 

Nos salvó el bullerengue. Nos salvaron los tambores. Nos salvó esta energía hermosa.

Esta canción nació después de un episodio de discriminación que vivimos en Sincelejo. *Realizado por Hicotea Films

Después llegué a Palenque. Palenque para mí significa un encuentro espiritual y un reconocimiento. Yo amo Palenque. Me ayudó a ponerle final al punto de partida de mi reconocimiento afro atravesado desde el género. 

Allá en la orilla del mar

Yo estoy contando cómo llego al mar. Es un fandango.

En los Montes de María nació otra canción que hicimos para un cortometraje que se llamó ‘Cuerpa y tierra’, una historia ficcional que se basó en los testimonios de desplazamiento de personas LGBTI durante el conflicto armado. El corto estaba sonorizado con mi música y ganó un festival de cine en los Montes de María. Teaser ‘Cuerpa y tierra’

Monte María

Esa canción sale por la historia del señor que se encargaba de la reserva.
Todo el mundo se fue y él se quedó ahí resistiendo en los montes de María.
Gerson Morena Cosa Brava
Fotografía:  Chiro Castellanos @hicoteafilms

En Sincelejo conocí a un grupo de chicas que les gustaba el bullerengue y formamos Cosa Brava. Íbamos a tocar en fiestas de lesbianas y gays, porque los espacios tradicionales son súper violentos: en Morroa nos trataron re feo, a Tatiana le quitaron el tambor, a mí me callaban, con la gaita o con el millo. Los músicos nos decían:  ¡ay no! ese grupo de mujeres y maricas aquí no sirve. 

A mi nadie me enseñó. Iba mucho a los festivales pero nunca fui a participar –excepto en el de cumbia– porque no me iban a permitir participar como marica o con pollera. Yo todo eso lo cogí del mismo ambiente, escuchando, viviendo. Yo puse el cuerpo. Yo tuve que vivirlo. 

Poco a poco la gente recibió mi propuesta y en los territorios donde estuve reconocían mi labor. En Palenque me decían cantadora, porque compongo, porque creo mis propias canciones. Es una cuestión delicada: no es que yo me aprendí dos o tres cancioncitas y ya, soy cantadora, hay una cuestión de sonoridad y más allá de un título, es un reconocimiento vivencial.

Gerson Morena
Fotografías: Chiro Castellanos @hicoteafilms

Cuál Moreno; Morena, Gerson Morena

El último tiempo estuve trabajando en Montería pero estaba en una crisis porque los proyectos se habían disuelto, había mucho machismo, pocas oportunidades y empecé a pasar mucha necesidad. Entonces decidí salir pa’ Bucaramanga y ahí seguí en una situación de depresión bastante fuerte, pasé un año muy enferma. Un día, la Escuela de Arte de Bucaramanga abrió un grupo de música afrocolombiana y me metí. Decidí quedarme. Empecé a retomar mi vida, a tocar y a cantar otra vez.

Piel de Bullerengue

Recordar, añorar las ruedas que había en el territorio, en Palenque,
en los montes de María, me hizo crear Piel de bullerengue.

María Flores

Antes de irme hice María Flores, una canción sobre el feminicidio de una prima. Era una historia que nadie contaba y aunque su esposo la mató, la asesinó, nadie lo llamaba feminicidio.

Me recuerda la historia de mi familia y de muchas amigas que yo vi al punto del feminicidio. *Realizado por Señal Sur

Yo estaba harta de tanta violencia, de tanta transfobia y racismo. Yo dije: voy a crear mi propia marca, que la gente reconozca que yo soy esta marica que hace bullerengue, que viene de estas montañas calientes, con este río hecho una cloaca, contando mi historia. Así nace la idea de llamarme La Morena del Chicamocha. Como mi apellido es Moreno, yo feminicé mi apellido, lo travestí. Yo dije: no, cual que Moreno; Morena, Gerson Morena.

En cuerpo presente

Un tiempo después me doy cuenta que ya se terminó mi ciclo en Bucaramanga, necesitaba un cambio. LLegué a Bogotá y me encontré con mucha gente buena y bonita que me recibió y seguimos haciendo música.

Casita Blanca

Esta canción la hice en Sucre, pero fue la que me catapultó cuando llegué aquí.
Habla sobre racismo. Es una chalupa. La gente dice que es un bullerengue punk.

También en el cuerpo ha habido cambios y yo decido cómo construir el mío.

Fotografías: Benjamín Alemán, archivo Gerson Morena y Christian Howard

Quiero que mi construcción sea la más sana posible, desde una cuestión mucho más política que performática: no tengo que obligar a mi cuerpo a seguir unos estándares de feminidad para encajar en un rol que es irrisorio y por el que han muerto muchas amigas y conocidas. La construcción de mi identidad va a ser constante toda mi vida y no depende de qué tantas uñas de acrílico tengo ni que tantos tacones me pongo. Narrarse en cuerpo presente es hablar del cuerpo como territorio y como historia de vida.

Mataepelo

Pasé de odiar mi pelo a hoy en día dejármelo crecer,
saber cómo son las textura de mi cabello fue bastante fuerte, todavía lo sigo haciendo.

Para mí el bullerengue es una forma de espiritualidad sin etiquetas, pero hay unas realidades que están implícitas en mi vida y por eso lo llamo bullerengue afro travesti porque lo que no se nombra no existe. No pretendo representar a todas las historias trans, ni de la población diversa, pero sí considero que el mis canciones cuentan mucho de algunas de esas historias que todas tenemos en común.

La Morena del Chicamocha es, entonces, una apuesta por la recuperación de la memoria, por la reivindicación del papel ancestral que hemos tenido las maricas, lesbianas, travestis y disidencias en las músicas de tradición. Y hoy me sigo reafirmando como esa marica, travesti, afro-mestiza, bullerenguera que se para desde este lugar para decirles que tenemos que transformar la historia de nuestro país.

La morena del chicamocha
Fotografías: IDPAC y Benjamín alemán

Yo no voy a hacer un show de una noche más en el Pride. Yo vine a contar una historia que necesita ser contada por nuestras propias voces, no por voces externas.

Déjame llorar

Esa canción no solamente es por la pérdida de nuestra gente, sino por las pérdidas propias, que nos duelen.
Porque la transformación duele, siempre va a doler.

*Agradecimiento a Juan Carlos Tocua por la grabación de las canciones.

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