Queridos graduandos: una carta de Enrique Chaux

El profesor de psicología y experto en educación pronunció este discurso en la ceremonia de grados de maestrías y doctorados en la Universidad de los Andes. En el narra cómo a partir de su experiencia puede probar que, a pesar de que todavía falta mucho camino, los cambios en Colombia sí son posibles.

por

Enrique Chaux

Doctor en Educación y Profesor Asociado Departamento de Psicología Universidad de los Andes


12.10.2018

Quiero compartir con ustedes unas reflexiones que he estado teniendo desde que se me pidió que les hablara a ustedes hoy.

Este es un momento crucial en la vida de cada uno/a de ustedes, y es un momento clave para mirar hacia dónde estamos yendo como sociedad, hacia dónde queremos realmente ir y cuál es el aporte que cada uno/a de ustedes puede hacer para avanzar hacia eso que queremos.

Y quiero empezar contándoles un poco cómo veo esto desde el campo de investigación en el que yo trabajo.

Yo llevo muchos años dedicados a entender los temas de violencia, agresión y convivencia, especialmente desde los colegios. Cuando yo empecé a trabajar estos temas, a mediados de los años 90, estábamos en un momento terrible para Colombia. Era el país con la tasa de homicidios más alta del mundo. Todos los que vivimos en esa época en Colombia podemos contar historias horribles de masacres, bombas, secuestros, desplazamientos, asesinatos que tuvimos muy cerca, que afectaron directamente a seres muy queridos por todos y que nos marcaron la vida. Yo mismo cambié mi trayectoria profesional debido a estos hechos y dejé atrás el muy interesante estudio de los primeros momentos del universo.

No quiero decir que todo esté mejorando y que, entonces debemos despreocuparnos. Lo que quiero decir es que los cambios son posibles

Cuando empecé a trabajar sobre cómo prevenir la violencia en Colombia, una percepción muy común era que el problema es tan complejo, tan difícil, tan grave, que no era mucho lo que se podía hacer. Pero entonces surgieron líderes como Rodrigo Guerrero en Cali, Antanas Mockus en Bogotá, Sergio Fajardo en Medellín y muchos otros que, basados en conocimiento científico riguroso, lideraron equipos humanos maravillosos llenos de un enorme entusiasmo y una gran creatividad. Nos mostraron claramente que sí era posible generar cambios a pesar de lo grave de los problemas. Y las tasas de homicidio comenzaron a bajar. No solo por ellos, sino por un movimiento colectivo en el que muchos, muchísimos, han contribuido desde muchos frentes, incluyendo, claro está, el reciente acuerdo de paz con la guerrilla más grande y más vieja del mundo occidental. Gracias a todo esto, Colombia tuvo el año pasado la tasa de homicidios más baja en los últimos 40 años.

En el campo específico en el que yo trabajo, en los colegios, he empezado a ver cambios que parecían imposibles. Por ejemplo, cuando empezamos a hacer investigación sobre el acoso escolar o matoneo, hace unos 15 años, había muy poca conciencia de la gravedad del problema. Muchos decían que no era tan grave, que era un problema que ocurría en países como Estados Unidos, pero no en Colombia, o que el matoneo ayudaba a formar el carácter. Ha sido un esfuerzo colectivo en el que han participado muchísimas personas, profesores, rectores, organizaciones de padres de familia como RedPapaz, medios de comunicación, universidades, empresas, organismos internacionales, el Ministerio de Educación y otros constructores de política pública. Hoy puedo decir que el acoso escolar está disminuyendo en Colombia. Así lo muestran las cifras. No ha desaparecido del todo, pero claramente hay una conciencia que antes no existía. Ya nadie se atreve a decir que no es tan grave. Ya todos los colegios saben que deben hacer todo lo posible por evitarlo. Y, lo más importante de todo, ya muchos niños, niñas y jóvenes saben que no pueden quedarse pasivos observando cómo tratan mal a algún compañero. Saben que observar un maltrato y no hacer nada, es contribuir a que ese maltrato se mantenga.

Así, hay muchos otros cambios que han estado ocurriendo lenta, pero consistentemente. Quiero solamente mencionar algunos ejemplos más que hemos podido identificar en nuestras investigaciones:

1) La homofobia, es decir, el rechazo a la población LGBTI, ha estado disminuyendo año tras año entre los jóvenes.

2) Cada vez son menos jóvenes los que consideran que está bien responder con agresión ante la agresión, ya son conscientes de que hay otras formas de responder a cualquier ofensa. Saben que tienen otras opciones. Como nos decía una profesora en Siloé, en Cali, “Yo no sé si lo estoy haciendo bien o mal, pero los niños lo piensan ahora dos veces antes de agredir al compañero”. ¿Cuánta violencia nos ahorraríamos como sociedad si todos lo pensaran dos veces antes de actuar de manera agresiva?

3) Cada vez hay más jóvenes conscientes del cuidado que merecen los animales y que no están dispuestos a seguir contribuyendo al terrible maltrato que los humanos les damos.

No quiero decir que todo esté mejorando y que debemos despreocuparnos. Lo que quiero decir es que los cambios son posibles, incluso frente problemas muy graves y muy complejos que llevan años, décadas o incluso siglos, pero para eso debemos comprometernos y todos hacer nuestra contribución.

En vez de pensar en que los problemas son tan graves que no hay nada por hacer, hoy sabemos que es justamente lo contrario: hay muchísimo por hacer y lo podemos hacer.

Hay todavía problemas enormes que necesitan del aporte, profesionalismo y creatividad de todos nosotros:

* A pesar de que la pobreza ha disminuido constantemente en Colombia, la desigualdad sigue siendo enorme.

* A pesar de que la violencia ha disminuido, todavía hay gran cantidad de maltratos, abusos, muertes, desplazados, víctimas que esperan reparaciones.

* A pesar de los avances tan impresionantes en tecnología y acceso a la información, hay muchísimas personas que se dejan llevar fácilmente por noticias falsas y creencias sin ninguna base científica.

* Tenemos retos globales gigantescos como el calentamiento global que requiere que ya mismo cambiemos algunos de nuestros hábitos y prácticas de consumo.

Frente a todo esto necesitamos que cada uno de nosotros actúe. Así como los niños han aprendido que no pueden simplemente quedarse observando cuando ven que maltratan a algún compañero, así también necesitamos nosotros actuar frente a todo aquello que sabemos que no está bien en nuestras sociedades. Esas acciones pueden estar en muchos de nuestros frentes cotidianos:

* En nuestro trabajo

* En nuestro apoyo a causas particulares

* En nuestros hábitos de consumo

* En nuestras relaciones con colegas, amigos, familiares, parejas

* En nuestras relaciones con los adultos mayores, y, en general, con toda persona que esté en una situación de vulnerabilidad

* Y muy especialmente en nuestra relación con los niños y niñas y quiero insistir en esto porque lo que les enseñemos, lo que ellos vean que nosotros hacemos, el impulso que les demos a sus capacidades para transformar de forma pacífica lo que piensen que no esté bien es clave para que sigamos avanzando hacia esa sociedad más justa, equitativa y libre de maltratos que todos soñamos.

En vez de pensar en que los problemas son tan graves que no hay nada por hacer, hoy sabemos que es justamente lo contrario: hay muchísimo por hacer y lo podemos hacer.

En uno de los peores momentos de Colombia, Fito Páez, el gran rockero y cantautor argentino, ofreció un concierto maravilloso aquí en Bogotá. Al final del concierto, Fito gritó muy duro: “¡Colombia, los tiempos van a cambiar y los vamos a cambiar nosotros!” Creo que hoy le podemos decir a Fito que tenía razón: los tiempos ya han estado cambiando y los hemos estado cambiando todos nosotros. Nos falta mucho, es cierto, pero ahí vamos.

Y ustedes, con todo ese conocimiento y capacidades que han desarrollado y que hoy celebramos, tienen la posibilidad de contribuir aún más a cambiar nuestros tiempos. Les deseo mucho ánimo y perseverancia. Todos se los agradeceremos, especialmente las siguientes generaciones.

¡Muchas gracias!

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Enrique Chaux

Doctor en Educación y Profesor Asociado Departamento de Psicología Universidad de los Andes


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