Mujeres que transforman la ciencia

Dos científicas colombianas se sentaron a hablar con estudiantes de pregrado que quieren segur sus pasos. ¿Cómo pueden las mujeres transformar el país desde la ciencia?

por

Tomas Uprimny


05.03.2018

María Mitchell, científica del siglo XIX y la primera mujer en ser admitida en la Academia Estadounidense de las Artes y las Ciencias, escribió en su diario: “En mis años jóvenes, solía decir: ‘¡Cuánto necesitan las mujeres las ciencias exactas!’ Pero desde que he conocido a algunos científicos que no siempre atienden a las enseñanzas de la naturaleza, que se quieren a sí mismos más que a la ciencia, digo: ¡Cuánto necesita la ciencia a las mujeres!”. Ser mujer y hacerse un nombre en la ciencia en un país tan machista como Colombia no es cosa fácil. No cualquiera lo logra. Por ello, debemos sentirnos muy orgullosos de todas las buenas profesionales científicas que están dejando en alto el nombre del país. Claudia Vaca y Mabel Torres son dos de ellas. La primera es una farmacéutica y académica; la segunda, una microbióloga y académica. Ambas compartieron su experiencia con otras mujeres universitarias que quieren seguirles los pasos.

Yo quiero hacer que la gente sea irreverente, que se den cuenta de la riqueza de su región

La sesión comenzó con un dato: la ciencia ha sido históricamente un sector masculino –sólo doce mujeres han ganado el premio Nobel de Medicina, frente a ciento ochenta y dos hombres-, pero que eso, por supuesto, está cambiando. Mabel Torres es oriunda del Chocó y, a la edad de 21 años, ya se había graduado de dos carreras universitarias. No duda en afirmar que es su amor por los demás, o lo que ella llama su sentimentalismo, que la lleva a levantarse cada día para seguir trabajando en uno de los departamentos más pobres de Colombia. Y su esfuerzo ha dado frutos, pues logró crear el Centro Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación para el desarrollo productivo sostenible de la Biodiversidad, Bioinnova, en Quibdó. Torres, que se define a sí misma como una científica loca –y lo es, pero en el mejor sentido de la palabra–, trata de combinar la rigurosidad de las ciencias con los conocimientos ancestrales de su comunidad. A través de esto, dice, se recupera el territorio, se concientiza a la gente y se les abren muchas más puertas a los jóvenes chocoanos. Esta científica critica la falta de políticas públicas que protegen el territorio, lo cual termina empobreciéndolo aún más. “Yo quiero hacer que la gente sea irreverente, que se den cuenta de la riqueza de su región, –continua Torres-–y no de la manera de “ay, tan lindos los pobres negritos, vamos a comprarles sus cositas”, sino que sepan que los productos que hacemos son buenos y tengan ganas de volver a comprarlos”.

Claudia Vaca, por su lado, ha logrado armonizar de manera exitosa las políticas públicas con la academia científica. Vaca investiga los impactos de diferentes medicamentos en la sociedad. Siempre, durante toda su vida profesional, ha privilegiado los temas de salud sobre los temas comerciales, lo cual ha molestado a las grandes farmacéuticas. Vaca, que es también conocida por su calidad humana, afirma que lo lindo y difícil de su trabajo es que “se tiene un lado muy fuerte y hermoso con la comunidad, pero también hay que ir a joder a los tigres, a esas grandes empresas farmacéuticas.” A Vaca le ha tocado lidiar grandes peleas, y ha logrado salir victoriosa, según ella, rodeándose de gente de gran calidad académica y humana, y diciendo lo que toca decir independientemente de los intereses. Esta profesora de la Universidad Nacional sostiene que tiene que haber puentes entre las ciencias sociales y las ciencias ‘duras’. Al preguntarle a una de sus estudiantes que cómo es Claudia Vaca de profesora, respondió: “Es como una mamá. Una mamá muy tesa y muy bacana”.

Tenemos que hacer que la ciencia sea más sexi

Ambas científicas dicen que si bien fue difícil llegar al nivel donde están, tratan de luchar contra el estereotipo según el cual las mujeres exitosas profesionalmente no pueden llevar vidas sociales y familiares óptimas. Torres cuenta la historia de cómo se llevó a su hija de unos pocos años y su bebé recién nacido a su doctorado en el exterior. “Fue duro –dice– pero la vida no es fácil, y lo logré. Todas pueden lograrlo”. Las dos científicas sostienen que las mujeres deben sentirse más fuertes, sentir orgullo por lo que hacen y no desfallecer.

– ¿Cómo hacer que más mujeres se interesen por la ciencia? Preguntó una de las jóvenes asistentes.

A lo que Torres, con la gracia y humor que mostró a lo largo de la sesión, contestó:

–Tenemos que hacer que la ciencia sea más sexi. Y no hablo de ponerle un simple vestido de baño, sino una buena tanga. Que la ciencia sea sexi para los jóvenes.

Tanto Torres como Vaca están de acuerdo en que las mujeres tienen un potencial enorme en la ciencia, pues tienen facilidad para trabajar en equipo y pueden aportar nuevos puntos de vista que los hombres no logran, o no quieren, tener en cuenta.

Ya finalizando la charla, surgió la pregunta de cuál iba a ser el rol de la ciencia y de la mujer en el posconflicto. Torres, que trabaja en una de las regiones más afectadas por la guerra, piensa por un momento y dice que el fin de las Farc como guerrilla es la oportunidad para una readaptación al territorio de las comunidades que fueron expulsadas de él. Afirma que es el momento perfecto para empoderar a la mujer y que, desde su campo profesional, tratará de llevar al resto de Colombia esos conocimientos y culturas que han sido dejadas en un segundo plano a causa de la violencia. Vaca, quien formó parte del comité de escogencia de los magistrados de la Jurisdicción Especial de Paz, manifiesta que la guerra fue une tremenda barrera para lograr una cobertura exitosa de la salud a lo largo y ancho del país. Hay enfermedades, como el paludismo, que no han sido estudiadas pues siempre se han encontrado en zonas rojas del conflicto. Ambas mujeres saben que el fin de la guerra con las Farc abre grandes puertas en cuanto a ciencia y empoderamiento de la mujer, pero también significa retos enormes. El posconflicto será difícil, claro que sí, pero hay esperanza, pues estas dos científicas, siempre sonrientes, son las que le ponen la química a la paz.

*Tomas Uprimny es estudiante de Derecho con opción en periodismo del Ceper. 

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