Desde pequeña tuve la suerte que de que me gustaran las matemáticas y la física. Armaba y desarmaba juguetes para hacer proyectos en el colegio y siempre tuve la curiosidad de ver cómo funcionaba el mundo de la tecnología. Hoy soy ingeniería electrónica. Estudiar esta carrera, fue una de las mejores decisiones que he tomado: es una carrera maravillosa, apasionante y retadora. Pero estoy a unos pocos meses de graduarme, y antes de irme, quisiera hablar de cómo se puede sobrevivir a una ingeniería siendo mujer.
La discriminación en clase siempre fue clara. Varias veces mis compañeros se quejaron de que algunos profesores daban privilegios a las mujeres: más turnos para ganar puntos en clase o más oportunidades para subir la nota de un parcial o una tarea. Así mismo también hubo clases en las que los profesores hacían lo contrario, desprestigiaban a las mujeres tratándolas de brutas. Ninguno de los dos puntos es bueno. Por un lado, adquirimos privilegios que no deberíamos tener, y por el otro, nos maltratan. Y así sigamos diciendo que estamos cambiando, parece que el cambio no ha llegado, en el fondo seguimos manteniendo pensamientos machistas, seguimos viendo a los dos géneros con capacidades totalmente diferentes. Hoy hay colegios femeninos que no aceptan propuestas de concursos de robótica asegurando que “esas no son cosas de mujeres”. Desde mi experiencia, el gusto por este tipo de carreras se adquiere desde el colegio, debemos dejar de decirle a los niños pequeños que las ingenierías son sólo de los hombres, las ingenierías son de todos.
Cuando entras a un salón lleno de estudiantes de ingeniería electrónica lo primero que salta a la vista es el número de mujeres dentro del salón. En mi primer día de clases solo ocho de los casi noventa estudiantes éramos mujeres. Esto seguro no pasa sólo en electrónica, también en sistemas, mecánica o civil. ¿Por qué no hay mujeres en las ingenierías? Fisiológica y evolutivamente las mujeres y los hombres somos diferentes y no podemos hacer nada al respecto, ninguno es mejor o peor que el otro, solo somos diferentes, tenemos gustos y maneras de pensar diferentes. Hace muchos años estas diferencias eran “importantes” y las mujeres eran excluidas de todo lo relacionado con la ciencia o la tecnología porque se creía que no tenían la capacidad para hacerlo. Sin embargo, estamos entrando en una nueva era, donde la idea es que poco a poco le vamos dando menos importancia a estas diferencias y comenzamos a entender que sólo somos seres humanos y lo que importa va más allá de nuestras diferencias físicas o culturales; lo que importa es la actitud, la inteligencia, las ganas, la pasión y la vocación para hacer las cosas.
A diferencia de otras épocas, hoy existen varios programas, becas y proyectos que invitan a la mujer a estudiar carreras de tecnología. Silicon Valley en alianza con Girl In Tech hizo una convocatoria con el n de llevar a varias mujeres a hacer pasantías en el área de software en Estados Unidos. También están las becas sólo para mujeres que actualmente otorga la empresa Toptal por la creación de aplicaciones innovadoras. A pesar de esto, siendo sincera, sigo pensando que algo está faltando. La discriminación continúa y, si no cambiamos realmente nuestra mentalidad, por más proyectos que existan, los salones de clases de ingeniería siempre se caracterizarán por la ausencia de mujeres.
¿Qué podemos hacer para cambiar esto? Necesitamos que en los colegios, desde edades pequeñas, se generen espacios en los que tanto niños como niñas compartan y aprendan sobre la tecnología. Necesitamos crear concursos y proyectos donde sea necesario que niños y niñas compartan al mismo tiempo. Pero creo que lo más importante es ir comenzando a cambiar la mentalidad de las futuras generaciones. Dejemos de lado esa idea de que “el rosa y las muñecas son de niña” y “el azul y los carros son de niño”. Es desde ese punto en el que comenzamos a encajonar la mentalidad de todos, todos tienen derecho a ser lo que quieran, a hacer lo que les apasione. Dejemos de lado todos los prejuicios de la sociedad y comencemos a crear este nuevo mundo, donde las capacidades no se miden por la cantidad de cabello o testosterona que tengas, sino por la pasión y la verraquera con que haces de éste un mundo mejor.