En la videollamada están el ingeniero agrícola y microbiólogo Arturo Salinas, la psicóloga Maira Pérez, el profesor Mariano López Doria y su hija, la periodista Tania López, la lideresa social Damaris Ramos y los dirigentes campesinos Carmenza Gómez y César Jerez. Son integrantes del Baluarte Nacional Campesino Juana Julia Guzmán, la organización a la que la Agencia Nacional de Tierras (ANT) acaba de entregar un predio de ocho hectáreas y 3.400 metros cuadrados recuperado como baldío —es decir propiedad de la nación— que está en una de las fincas más conocidas y poderosas de Colombia: El Ubérrimo, del expresidente Álvaro Uribe Vélez, en el departamento de Córdoba.
Es 28 de febrero de 2024.
Ocho días antes, el 20 de febrero, Carmenza Gómez, representante legal del Baluarte y víctima de desplazamiento forzado, viajó de Bogotá a Montería para asistir a la entrega del predio que se llama El Laguito 2. Hacía calor ese martes, casi 40 grados, y todas y todos estaban a la expectativa, nerviosos. “Yo no conocía El Ubérrimo y las medidas de seguridad que hay al ingreso llaman bastante la atención”, dice Gómez.
Su compañero César Jerez vio a miembros de la policía y el ejército en el trayecto. Él nació en Bucaramanga y tampoco conoce la zona, pero, a falta de cupo en los carros que entraron, caminó desde la vereda Sabanal, a las afueras de El Ubérrimo, hasta otra vereda llamada El Campano, ya adentro y a 15 minutos de El Laguito 2. Eso le permitió darse cuenta de que la finca no está del todo cerrada. “Todavía hay predios campesinos con maíz, yuca y plátano. O sea que también tenemos vecinos como nosotros”, comenta y añade: “Es una finca transitada, incluso hay una ruta de bus que llega desde Montería”.
Damaris Ramos, ella sí nacida y habitante de Montería, toma la palabra para explicar la ubicación. “El Laguito 2 queda en la vereda Las Tinas que pertenece al municipio de San Carlos, Córdoba, limitante con Montería y Sabanal”, dice. Las Tinas está a 15 minutos del casco urbano de Montería y su población es de 300 familias, varias dedicadas a la siembra del maíz, pero sobre todo a conducir mototaxis y al trabajo doméstico.
Sin embargo, situar a El Ubérrimo sí genera cierta confusión. De la finca definida como un epicentro del poder en Córdoba y el lugar donde se han tomaron decisiones trascendentales para el país —y donde además transcurrió la detención domiciliaria de Uribe en el proceso que atraviesa por posible compra de testigos y fraude procesal— no se conoce una extensión exacta. En 2019, un usuario en twitter aseguró que eran 123.000 hectáreas, aunque dos años antes el mismo expresidente precisó que eran 1.500. La primera cifra fue desmentida, pero disparó una discusión sobre el uso prioritario de El Ubérrimo para la ganadería, a pesar de que su nombre se refiere a una tierra muy fértil. “El gran latifundio improductivo camuflado como ganadería extensiva”, tuiteó al respecto el entonces senador Gustavo Petro.
De vuelta a la videollamada, Jerez cuenta que de hecho la entrega por parte de la ANT se aplazó al menos tres veces en el último año y medio debido a que aún no terminaban de establecerse la extensión y los linderos del predio. Y es que, como suele ocurrir con la tierra en Colombia, todo se complica cuando se habla de titularidad. Una investigación publicada por Vorágine da luces sobre el asunto. En 2019 un juez del municipio de San Carlos dispuso que El Laguito 2 era un terreno baldío y, por tanto, que sólo podía ser adjudicado a comunidades campesinas, indígenas o afrodescendientes. Esto luego de un trámite iniciado por Lina Moreno, esposa de Álvaro Uribe y representante legal y gerente de la Sociedad Agropecuaria El Ubérrimo S.A.S, la empresa administradora. Moreno buscaba legalizar el predio como propio basándose en haber tenido una posesión real de este por más de siete años. No ocurrió así. Al contrario, en 2022 la Sociedad Agropecuaria devolvió el ya baldío a la ANT que, a su vez, lo ingresó al Fondo de Tierras.
El Baluarte fue escogido como destinatario porque reúne a reconocidos líderes y lideresas campesinos —algunos presentes en esta conversación—, víctimas del conflicto armado, personas desplazadas y firmantes de paz. El director de la ANT, Juan Felipe Harman, tuiteó que la organización era un “símbolo de reivindicación y lucha” y que, con estas 8,3, un total de 110.000 hectáreas han sido entregadas a campesinos. Por su parte, Mileth Agámez, que dirige la Unidad de Gestión Territorial Noroccidente de la ANT, declaró que se trataba de un reconocimiento a la organización campesina y que “les brinda las herramientas para seguir avanzando”.
La idea era que el expresidente Uribe estuviera en la entrega y hubo conversaciones para conseguirlo, pero no se pudo —ahora están gestionando un encuentro con él a puerta cerrada cuando todo esté en marcha—, por lo que en representación de la Sociedad Agropecuaria asistieron tres personas, incluidos dos mayordomos. El 20 de febrero y en los días posteriores el expresidente se abstuvo de tuitear sobre la entrega. En fotos de ese día se ve a unas quince personas, entre integrantes del Baluarte y funcionarios de la ANT, con jeans y mochilas tejidas, cubriéndose del sol con sombreros vueltiaos, gorras o pedazos de tela, de pie en la llanura ocre bajo árboles de poca estatura. No hay demasiado en el paisaje para describir.
La entrega se da bajo la modalidad de comodato por cinco años y en el Baluarte quieren empezar ya.
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La palabra “baluarte” se refiere a una fortificación o a un lugar que protege, pero también a una forma de organización creada a comienzos del siglo XX por la lideresa sucreña Juana Julia Guzmán. Desde los 12 años, Guzmán trabajó clasificando hojas de tabaco y como trabajadora doméstica, cantinera y ventera. Después se involucró en el movimiento obrero y campesino y fundó, entre otras, la Sociedad de Obreras de la Redención de la Mujer, de la que fue presidenta. Su lucha por la tierra en los departamentos de Córdoba y Sucre estuvo unida a las reivindicaciones de raza y género. A ella, una figura no muy conocida en Colombia, el Baluarte le debe su nombre. El trabajo que planean hacer en el baldío será realizado en conjunto, precisamente, con el Baluarte Córdoba, una de las federaciones de la Confederación Baluarte Campesino que agrupa a 28 federaciones y 1.500 organizaciones en el país. “Apuntamos a que el campesino sea empresario en la región. ¿En qué sentido? El campesino está en el último eslabón y necesitamos que se den las garantías para que suba y maneje los ejes de la economía”, comenta Tania López en la videollamada.
Enseguida interviene el ingeniero Arturo Salinas, que hace parte del Baluarte Tolima, pero que por su experiencia apoya este proyecto. Lo primero que acordaron es estudiar el suelo para establecer las condiciones agroecológicas. “Nos dijeron que en temporada de invierno se inunda, entonces podríamos criar búfalos, que prácticamente viven en el agua, o sembrar arroz orgánico”, dice y subraya la necesidad de reemplazar los productos químicos —costosos y monopolizados por multinacionales— con un modelo de agricultura basado en recursos naturales como biofertilizantes y microorganismos suministrados de acuerdo a las necesidades de cada cultivo. Arroz, fríjol, hortalizas, piscicultura, apicultura, búfalos, cerdos, gallinas. ¿Vacas? Vacas puede haber, considera Salinas, pero de otra forma. “Hay zonas en Colombia donde se destinan hasta dos hectáreas para una sola cabeza de ganado. Esa ganadería va en contra del medioambiente y de la productividad porque los suelos son compactados y se quedan desprotegidos, sin árboles”.
Pero lo que el Baluarte tiene pensado para El Laguito 2 abarca mucho más.
Ecoturismo, por ejemplo. Un proyecto de energía fotovoltaica. Un centro de investigación. Una universidad. El profesor Mariano López Doria, de 79 años, agrega que será la primera universidad rural en Colombia, pluriétnica, politécnica e itinerante y propone llamarla Orlando Fals Borda, como el sociólogo con el que él se formó.
“No estamos aquí para pelear con ninguno ni para crear problemas. Todo lo contrario, que esta entrega sirva para aclimatar las cosas para la paz”.
Lo que esperan es que, una vez entregado el predio, el gobierno los acompañe de manera integral. Si eso se demora, como ha sucedido con otras experiencias de tierras entregadas cuya implementación no avanza lo suficiente, acudirán a la cooperación internacional o irán por su cuenta. Por lo pronto, la familia de un dirigente campesino del Nudo de Paramillo, al sur de Córdoba, llamado Rufino González será la primera que habite el lugar. ¿Por qué él? Por su importancia en el movimiento campesino, porque sabe cómo cultivar la tierra en la región y porque es una de las cerca de 186.000 víctimas del conflicto armado que, según la psicóloga Maira Pérez, suma el departamento. Del otro lado de la pantalla, Pérez anota: “Las víctimas tienen claridad sobre quiénes han sido los actores de la violencia acá, quiénes perpetraron hechos atroces de despojo, asesinato y desplazamiento. Entonces, aunque sea muy poca el área que se entregó de El Ubérrimo, el acto tiene un gran significado de justicia y reparación para ellas”.
Con sus vecinos, con los trabajadores y dueños de El Ubérrimo y con la comunidad aledaña, quieren que la relación sea de colaboración, convivencia e incluso de reconciliación. “No estamos aquí para pelear con ninguno ni para crear problemas. Todo lo contrario, que esta entrega sirva para aclimatar las cosas para la paz”, dice López Doria, aunque el grupo reconoce que puede no ser fácil, que en este momento hay presencia del Clan del Golfo en el departamento de Córdoba, toques de queda a partir de las 8 de noche, temor renovado. Falta, además, construir una casa para la familia de Rufino González, falta suministrarles agua y luz.
Las semillas que él trajo, en cambio, ya están listas.