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Los Académicos

Los Académicos son como el Capulinero Satinado, un pájaro jardinero de Nueva Guinea que construye un umbral de espigas con saliva y luego decora el área circundante con cierto tipo de objetos. No importa si son botones, tapas, semillas, papeles o envolturas de dulce, las cosas que recolecta para armar su ámbito claustral son todas […]

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Lucas Ospina


22.05.2015

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Los Académicos son como el Capulinero Satinado, un pájaro jardinero de Nueva Guinea que construye un umbral de espigas con saliva y luego decora el área circundante con cierto tipo de objetos. No importa si son botones, tapas, semillas, papeles o envolturas de dulce, las cosas que recolecta para armar su ámbito claustral son todas azules.

Es una estrategia de apareamiento. La hembra recorre el umbral y juzga, según criterios estéticos y arquitectónicos, la sensibilidad del macho. Los Académicos son ese animal, ese macho que ante un mundo heterodoxo se refugia en lo ortodoxo. La hembra es la Academia, una institución que busca perpetuar la especie y, de paso, autoperpetuarse.

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Basta asistir a alguno de los encuentros académicos de los Académicos para contemplar el obcecado proceder del Capulinero Satinado: un Académico expone los objetos azules de su investigación y refuta a los otros colores, o los comprende y los elogia, o refuta y elogia, con terca diplomacia y recursiva humildad. Luego, los demás Académicos, uno a uno preguntan, cuestionan, argumentan y exponen su propio azul. Cada uno es experto. Gracias a los distintos niveles de especialización, a las investigaciones propias y ajenas, a las referencias, los pie de citas, la bibliografía complementaria, cada Académico está convencido de su azul. La oficina de cada Académico en la academia está pintada de un solo color, su color. Nadie quiere cambiarlo. Hay un espectro tornasolado, propio de la academia, pero que no haya lugar a engaño: se trata de 32 variaciones del mismo azul.

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Los Académicos son como un carpintero al que se le pide una mesa, y el carpintero, muy serio y circunspecto, responde que él sabe qué es una mesa pero que dado su nivel de doctorado se ha especializado en el empalme de la pata con la tabla bajo el estilo del enchape machihembriado del Olivo Africano que se hizo en Congo durante el periodo colonial de la última década del siglo XIX. Los Académicos, como el carpintero, dicen que no pueden hacer el trabajo, ni ningún otro tipo de mueble, solo ese, bajo esas pautas. Los Académicos se impacientan ante la insistencia, esa es la carpintería que se hace en la academia y punto.

Los Académicos piden que cada cosa que se diga esté sustentada por otro Académico, y solo si es un doctor doctor, doctor y posdoctor. A veces, cuando el Académico está muy seguro, nunca inseguro, se atreve a decir algo de lo que no está seguro, claro está, solo bajo los cauces disciplinares del formalismo académico y luego de pasar por un comité de pares de otros Académicos que le den respaldo académico para que todo esté bajo los parámetros contables de la producción académica. Los Académicos no permiten que se digan cosas sin sustento y cuando alguien pregunta por el sustento del anterior sustento del anterior sustento, los académicos callan porque la conversación ha dejado de ser académica. En el fondo, el sustento del sustento del sustento tal vez es solo Dios.

Los Académicos fingen ser ateos pero son unos monjes, su enclaustro es la academia, un convento exclusivo con pruebas severas para llegar a ser monje. Si todos somos religiosos nadie es religioso, ante el conocimiento todos somos santos pero hay unos santos, los Académicos, más santos que otros.

Los Académicos ven cada nueva tesis como un granito de arena que suman con delicadeza rutinaria al gran desierto del conocimiento. Los Académicos ven cada nueva tesis como una piedra más para construir la gran pirámide de la sabiduría , un monumento inconmensurable, tan grande como invisible.

No se sabe bien para qué sirven las Académicos; sirven para cerrar y abrir puertas, y cierran y abren libros, revistas indexadas y documentos. Los Académicos viven felices encerrados en la academia y están locos. No sé sabe bien si están encerrados por estar locos o por estar encerrados es que están locos.

Los Académicos viven a la defensiva, ¿qué defienden?

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—Luisa Poncas (publicado en Revista Matera #13)

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