Los abucheos a la Farc

Las recientes manifestaciones de ciudadanos rechazando los mitines políticos de la Farc pasaron a ser agresiones abiertas. Un escenario que ha creado una polémica entre si se está acudiendo a acciones de legítima protesta o de legítima violencia.


Ilustración: Natalie Boissard Tapias

“Las FARC mataron a mi abuelo y desplazaron a mi familia y jamás se me ocurriría hacer lo que le hacen a @TimoFARC, porque entiendo que para que no haya más familias víctimas, es necesario apertura política y democrática”.

¿Una opinión demasiado civilizada o demasiado ingenua para una Colombia polarizada en plena campaña electoral?

La escribió Luisa María López, una paisa de 24 años, en su cuenta de Twitter el pasado sábado sin imaginarse el revuelo que causaría. Recibió apoyo, pero también insultos y hasta dudas de que el episodio de su abuelo hubiera ocurrido. “Lo normal en Twitter”, se podría decir con cinismo, al ver la zona de linchamiento en la que se pude convertir esa red social.

Luisa María (@lumalo) es una politóloga que cursa actualmente su especialización en Investigación Social. Se considera de izquierda, no votará por las FARC en las elecciones y su abuelo fue asesinado por miembros de ese grupo en enero de 1990 en el corregimiento de Santa Rita, en Ituango, Antioquía.

Dice que solo escribió algo que le parece “sensato”. “Es una posición apenas sensata lo que yo planteo, no es nada extraordinario. Era nada más hacer un llamado a: ‘no les tiremos piedras a la gente’, ‘no violentemos a quienes están intentando hacer política’”, explica.

Se refiere al episodio del sábado en Quindío, donde Rodrigo Londoño, conocido como Timochenko, inició su gira de campaña como candidato presidencial de las exFARC, hoy convertidas en “el partido de la rosa”, por el logotipo de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común.

En videos que ya han sido ampliamente difundidos en redes y medios se ve cómo llaman a Timochenko “asesino” y “cínico” y arengan para que se vaya mientras él y sus acompañantes recorren las calles. En otra escena más dramática, el excomandante guerrillero corre escoltado con chaleco antibalas mientras un grupo lo increpa. Y el desenlace: varios hombres agreden el vehículo en el que salía Timochenko hasta el punto de pinchar las llantas y romper un alerón trasero en la huída.

“No saldría a arengar en contra de Timochenko” y al mismo tiempo “entiendo a quienes lo hacen” porque rechazan a las FARC. “Pero el límite es la violencia y creo que ya lo pasaron”, afirma Luisa María.

Si ellos dejaron las armas y están apostando por la democracia, ¿no debemos nosotros también desarmar nuestras actitudes?

¿Legítima protesta, legítima violencia?

Mientras unos condenaban el episodio por su violencia, otros como los militantes del Centro Democrático compartían las escenas de Quindío y exaltaban el “merecido rechazo a un genocida”, como escribió el tuitero Jaime Alberto Gómez, y aplaudían que en las calles Timochenko reciba “lo que merece, repudio”, como dijo la senadora Paola Holguín.
En la otra orilla, el candidato de izquierda Gustavo Petro –que aparece en los primeros lugares de las encuestas de intención de voto para la presidencia– interpretaba lo ocurrido en Armenia así: “Le están cobrando ese tipo de estrategia de las FARC de cómo fueron, no es que le estén cobrando falsedades”.

Al analizar lo ocurrido en Armenia, La Silla Vacía señala que la FARC “está pagando el costo de su arrogancia y cosechando el odio que sembraron”. No solo se trata de las acciones cometidas durante los 53 años de guerra con el Estado (secuestros, extorsiones, masacres, reclutamiento de menores, violencia sexual, etc.), sino de lo que derivó del acuerdo de paz de La Habana. No hubo refrendación en las urnas por el triunfo del ‘No’ y buena parte de la población critica el hecho de que los candidatos de la FARC hagan política sin ser juzgados ni recibir condenas de cárcel.

El ministro del Interior, Guillermo Rivera, reconoció la noche del lunes en Canal Uno que hay sectores del país que no les perdonan a las FARC su accionar y defendió el derecho a la protesta de quienes están en su contra, pero alertó del peligro de “extender esa cadena de odios y de agresiones que tanto daño nos ha hecho históricamente”.

“Si la respuesta a ese no perdón de las actuaciones violentas del pasado va a ser con agresiones, con improperios, nos parece que eso no significa una evolución democrática, sino por el contrario una involución”, dijo Rivera e hizo un llamado para resolver el tema en las urnas.

El episodio también llegó al editorial de este martes de El Espectador “Criticar a ‘Timochenko’ sí, pero no así”, en el que se pregunta: “Si ellos dejaron las armas y están apostando por la democracia, ¿no debemos nosotros también desarmar nuestras actitudes?”.

Hechos como los que vivió Timochenko son riesgosos y crean un ambiente de intolerancia política

Los peligros de la intolerancia

Las agresiones no han sido solo para la FARC y podrían multiplicarse cuando faltan semanas de recorridos de campaña e intervenciones en plazas públicas. El candidato y exalcalde de Santa Marta, Carlos Caicedo, quien se medirá en la consulta de la izquierda con Petro, también denunció acciones violentas de sus adversarios.

Caicedo hablaba frente a sus simpatizantes el domingo en la noche en Ciénaga, Magdalena, cuando empezaron a lloverle huevos. Terminó abruptamente su intervención y tuvo que salir corriendo de la tarima.

“¿Qué tal que otro día, en vez de huevos, sean disparos? No fue una agresión solo contra nosotros, fue una agresión también contra los cienagueros que hicieron este evento (…) Llamamos a (Germán) Vargas Lleras para que modere a sus seguidores”, señaló.

La FARC seguirá haciendo campaña y con seguridad el camino no será fácil. El grupo cree que pueden presentarse “situaciones espontáneas”, pero sostiene que se trata de una “estrategia, un camino ya señalado de los adversarios de la paz”, como lo dijo Pablo Cruz, integrante de Voces de Paz y vocero de la FARC ante el Consejo Nacional Electoral.

Él advierte que hechos como los que vivió Timochenko “son riesgosos y crean un ambiente de intolerancia política” que en el pasado ya ha cobrado vidas.

Es el caso del exterminio de la Unión Patriótica, partido estigmatizado en los ochenta y noventa como ala política de las FARC y que desapareció por cuenta del asesinato de centenares de militantes y simpatizantes, incluidos alcaldes, concejales, legisladores y cuatro candidatos presidenciales, a manos de grupos paramilitares y fuerzas del Estado.

En una entrevista en W Radio, Cruz recordó cómo empezó la masacre de la UP: “con actos de intolerancia contra Jaime Pardo Leal como candidato a la presidencia (asesinado en 1987). Unos ciudadanos que después se descubrió que eran de los paramilitares pagados para que silbaran al candidato Jaime Pardo Leal y en qué terminó eso? 5.000 víctimas de la Unión Patriótica”.

En el mismo espacio radial, Herbin Hoyos –reconocido por dirigir el programa Voces del Secuestro y una organización de víctimas de las FARC tras haber sido secuestrado por el grupo– defendió las “acciones de rechazo” contra los candidatos de la exguerrilla. Igualmente se mostró orgulloso de liderar actos organizados para repudiarlos, suspender sus eventos públicos o darles “una buena acción de bienvenida” sin recurrir a la violencia.

Incluso siendo un acérrimo crítico de la FARC Hoyos es consciente de que esos actos se puedan salir de las manos. “Se puede llegar a situaciones muy peligrosas si la gente exacerba sus ánimos, si se meten en este tipo de acciones personas que no están convocadas, personas que quieren sabotear, personas que quieren cargarle un hecho violento a la manifestación para echarle la culpa a la misma organización. Aquí todo es posible, por eso la precaución que hay que tener es muy estricta en estas movilizaciones”.

La campaña continúa y está por verse cómo terminará para la FARC.

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