Nada mejor que leer notas sobre la ociosidad humana o tener el tiempo de ocio para ir a buscar historias sobre la condición humana. Estos buenos relatos, que ocurren día a día, se escapan de la estrecha y aburrida agenda de los medios tradicionales. No caben en lo noticioso porque no lo dicen los poderosos y no caben en la sección de entretenimiento porque no son chisme. Son historias banales de identidad y cultura. Dos términos marginalizados en el periodismo colombiano.
Pero entonces llegó el IPAD y la aplicación Flipboard. Una especie de revista personalizada que reúne todos los videos y los links de artículos publicados por la red de amigos personales de twitter, facebook, flickr, linkedin (y mil más). Es, en pocas palabras, una revista que se construye a punta de lo que los propios conocidos, colegas, novios, exnovios, vecinos, enemigos, jefes…comparten en alguna red.
La agenda es buenísima. Es ver farándula pero de los amigos de uno. Es ver lo que buscan en Internet y pensar por qué lo hicieron. Es enterarse de lo que los demás leen, ósea enterarse mejor de quienes son. Es descubrir periódicos que no uno sabia que existían, o de artitas o del cine que pasan en ciudades donde si llega buen cine.
Si la señorita de El Tiempo me llama una vez más para renovar la suscripción, publico su historia en mi flipboard. Cuantas veces tengo que decirle que ninguna promoción vale. Que mi contrato es con Apple y en el IPAD tengo mi nuevo mejor medio, que es gratuito, no es aburrido y está lejos de los poderosos. Es banal, como yo, como mi identidad.