Las tesis olvidadas de seis famosos

Uno de nuestros reporteros esculcó el único rastro escrito que dejaron en la universidad seis exalumnos que han marcado la historia reciente del país.

por

Juan Sebastián Torres


01.02.2012

Cuando decidí revisar las tesis de algunos egresados de Los Andes –llamémoslos– reconocidos, esperaba encontrar un pasado embarazoso que dejaron atrás con el paso de los años. Esperaba encontrar uno que otro comentario osado que expusiera una personalidad desconocida para el público, o algo que contraviniera su imágen pública de hoy. Sin embargo, después de haber leído parte de las tesis de la historiadora y narradora radial Diana Uribe; de la ex guerrillera Vera Grabe; del ex presidente César Gaviria; del director de El Espectador Fidel Cano Correa; de la cantante Andrea Echeverri y de la ex reina de belleza Paola Turbay; me di cuenta de que, a excepción de la última, sucedía todo lo contrario. Encontré frases jóvenes y, a veces, mal escritas, pero llenas de carácter. Frases que seguro repetirían en un futuro con un poco más de confianza.

Así, más allá de los errores que comete cualquier estudiante, los párrafos mal redactados, el afán evidente al final de cada capítulo –un poco más notorio en la tesis de César Gaviria-, y los errores de ortografía, encontré escritos con una intención y una personalidad. Detrás de los esquemas, cuadros y citas, del estilo ensayístico típico de todo estudiante universitario, de los párrafos introductorios y de conclusión, y de la transición de tesis escritas a máquina a las escritas en viejos ordenadores, me tropecé, curiosamente, con el germen de personalidades que después, por una u otra razón, tendrían un papel en la sociedad colombiana.

Evaluación de la política educativa gubernamental (1969)

Foto: Oficina de Administración Documental, Universidad de los Andes

César Gaviria: Graduado en Economía. Ex-presidente de Colombia. Impulsor de la Asamblea Constituyente de 1991 y de la apertura económica.

Mientras leo su tesis, qué difícil es concebir que César Gaviria haya dirigido un periódico, en 1982, y, más aún, un país. Una tesis con personalidad liberal, crítica, algo populista, con una actitud reconocible, pero también llena de errores, interrogaciones y anotaciones de un profesor claramente confundido. Sólo falta ver el párrafo con el comentario “¿Dónde está el verbo?” al margen: “En términos generales los primeros grupos santaderistas y los subsiguientes partidos liberales, al menos como doctrina dentro de su plataforma política, las más amplias oportunidades de educación para todo el pueblo.” Y no importa cuántas veces se lea, no hay verbo. Tal vez sea exagerado criticar su capacidad para gobernar sólo porque tuvo una buena cantidad de errores mecanográficos, pero deja algo que pensar. Ahora, al dejar de lado estas consideraciones formales es interesante ver que de todas las tesis esta parece ser la más particular, pues, por extraño que suene, se atreve a criticar dentro del sistema y desde un partido político tradicional. Y tal vez sea una impresión errada, pero pareciera que se plantean algunas ideas que después serían contempladas en el gobierno de 1990.

Como bien es sabido, el mandato de César Gaviria estuvo caracterizado por tantas reformas como conflictos. La elección de una Asamblea Nacional Constituyente y los cambios que esta trajo también estuvieron acompañados de procesos de mediación, acuerdos de paz y una fuerte guerra contra el narcotráfico. La tesis de Gaviria se centra en las políticas educativas, y no hay asomos notorios de que haya contemplado ninguna de esas reflexiones durante su mandato. Sin embargo, escondidas detrás de una predilección por la educación bajo un régimen liberal, están pequeñas señas de un modelo neoliberal para la economía. Bajo la excusa, por así decirlo, de una crítica a la educación conservadora –repudiando la fuerte intervención de la Iglesia-, Gaviria deja entrever los deseos de una mayor industrialización y, junto a ella, la apertura del mercado.

Cada hijo trae su pan debajo del brazo: estudio sobre fuerza de trabajo infantil en la ciudad de Bogotá (1978)

Foto: Oficina de Administración Documental, Universidad de los Andes

Vera Grabe Loewenherz: Graduada en Antropología.  Fundadora del M-19. Actualmente trabaja en organizaciones de paz.

Vera Grabe Loewenherz parece tener muchas facetas, o tal vez es la misma, que fue mutando a través del tiempo. A ella, al igual que a otros ex-militantes de izquierda, se le recuerda más por su rol como guerrillera. Fue cofundadora y dirigente del M-19, y participó activamente durante algo más de una década. Después de dejar atrás la lucha armada en 1990, se dedicó a la política, hasta ser la fórmula vicepresidencial de Lucho Garzón en las elecciones del 2002. Luego se dedico a trabajar por la paz en la sombra desde el Observatorio para la Paz, una organización civil. ¿Qué decir de esas transiciones y aparentes contradicciones? Tal vez dan cuenta de una personalidad analítica, capaz de reconocer los momentos y formas adecuadas de expresar la inconformidad. O tal vez sólo representan los caprichos de una persona afanada en promover el cambio. De cualquier manera, es innegable que vale la pena analizar, aunque sea de forma breve, qué está detrás y qué alimenta esa primera etapa militante.

Esta sea tal vez la tesis más interesante, no por el tema o su desarrollo, sino porque de ella casi se puede prever el nacimiento de un movimiento militante político. El tema central es el trabajo infantil, no como algo que se trata de eliminar sino como un fenómeno claro, inevitable y que debe regularse: «…existen millones de esos tesoros desnutridos, hambrientos, enfermos, y en nuestra vida cotidiana a cada paso vemos niños vendiendo cigarrillos, frutas, dulces, pólvora, lotería, embolando zapatos, cuidando carros, ofreciendo la prensa, ayudando en tiendas y almacenes, talleres y panaderías, niñas en casas de prostitución y en el servicio doméstico.”  Para Grabe, quien se aleja de las explicaciones tradicionales, el trabajo infantil era, en realidad, un síntoma de fuertes contradicciones en la sociedad, contradicciones que llegan al punto de concentrarse en la dependencia del capitalismo hacia el aprovechamiento de quienes sólo se pueden valer de su fuerza de trabajo: “…las explicaciones no están en la familia ni en el individuo, hay que buscarlas en el conjunto de la sociedad colombiana, ya que es uno de los síntomas más agudos de las condiciones de explotación que vive nuestro pueblo”. Detrás de esta crítica –algo trillada- del capitalismo se puede sentir esa personalidad militante que llevaría a la radicalización del M-19. Otro indicio, y puede que esté sobre-analizando las cosas, es el hecho que haya dispuesto una sección de su tesis para dar un par de sugerencias: reformas para el control y el mejoramiento de las condiciones de trabajo infantil. ¿Por qué un indicio? Porque busca trascender el análisis y llevarlo a la práctica. Y claramente no es un llamado a las armas. Pero da razón de un deseo de actuar que sale del plano académico.

Sin querer ir más allá de lo que está explícito en el trabajo de Vera Grabe, es claro el sentimiento de inconformidad, no sólo con una situación como la explotación infantil, sino también con las condiciones que la propician.

Evolución de la crónica periodística en el periodismo colombiano contemporáneo (1991)


Foto: Noticias 365

Fidel Cano Correa: Graduado en Filosofía y Letras. Es el director del periódico El Espectador. Se le reconoce por recuperar la circulación diaria del periódico.

Se me hizo raro leer la tesis del director de El Espectador, Fidel Cano Correa. No porque sonara como a la de cualquier joven de universidad ni por lo bien o mal que estuviera escrita, sino por la seguridad de sus palabras; dentro de cada párrafo se notaba no sólo la pasión por el periodismo, sino también la herencia y la certeza de que algún día se haría cargo del periódico que hace casi un siglo su bisabuelo había fundado. Queda en mi cabeza la promesa que el jóven Cano hace sobre cómo la mayoría de sus fuentes –el director y algunos editores de El Espectador de ese tiempo–, en algún momento lo acompañarán en su trabajo: “… en tanto que se trata de una tesis con vistas al futuro y que en ese futuro muy seguramente ese medio –El Espectador– y esas personas seguirán acompañando al autor de este trabajo, para intentar poner en práctica algunas de las conclusiones a que aquí se pueda llegar.”

Puede que tenga algo de pedantería y prepotencia por el abolengo de un apellido asociado a la prensa diaria por más de un siglo, pero también hay un plan, una reivindicación del periodismo como género literario. A través de algunas entrevistas y una revisión a la historia del periodismo escrito colombiano entre los años cincuenta y setenta, Cano investiga y realza el rol de la crónica como un representante literario dentro del periodismo. Pasada la época dorada de la crónica en el periodismo colombiano, parece necesario preguntarse por un plan de acción, que es justo lo que pretende hacer en la tesis. Ahora, estando al frente de uno de los periódicos más importantes del país, ¿en qué habrá quedado ese plan?

Pareciera que el proyecto literario –sin duda, bastante idealista- se transformó en uno menos noble y más funcional. Y, ¿por qué no? No era del todo fácil prever que los avances tecnológicos condujeran a un mayor enfoque en la forma que en el contenido, y que, a su vez, crearan una mayor barrera comercial sobre el periodismo escrito. La búsqueda de una nueva forma representativa del periodismo colombiano ha quedado atrás. Ha sido remplazada por medios más rentables: una página web con un diseño agradable, actualizaciones cada 5 y 10 minutos, secciones cortas y fáciles de digerir, y una clara preocupación por las redes sociales –la actividad de Fidel Cano en Twitter ocupa un par de líneas en su entrada de Wikipedia-. Y nada de esto es reprochable. Al contrario, es necesario y apropiado. Lo que sí deja un mal sabor es que el entusiasmo por la literatura que caracterizaba a su tesis se ha perdido. La facilidad con que la tesis de Cano da por sentado que “el periodismo es en muchos casos un género literario” queda en entredicho.

Detrás de su gordura hay una bella figura (1987)

Foto: Banco de la República

Andrea Echeverri Arias: Graduada en Artes Plásticas. Cantante de Aterciopelados, la banda de rock colombiano que más influencia y trayectoria ha tenido.

Para algunos, Andrea Echeverri es el epítome femenino del rock colombiano. La mujer que precedió a cantantes y artistas alternativas que ahora son mucho más fáciles de encontrar. Para otros, ella representa cierta actitud hippie que suelen tener los estudiantes universitarios, y que, generalmente, queda en el olvido al pasar los años. Lo cierto es que, pese a que lanzó un disco como solista en el 2010, su música ha quedado a la sombra de su personalidad y de los movimientos a los que se ha comprometido –calentamiento global, derechos humanos, reparación de tierras, etc.-. Claro que todavía se recuerdan los éxitos de finales de los noventa –“Florecita rockera”, “Bolero falaz”- y comienzos del 2000 –“Luz azul”, “El álbum”-. Pero, como todo, su música parece haber pasado de moda y, en cambio, lo que ha quedado en el imaginario colectivo es su imagen, digamos, rebelde.

Esa es la imagen que pinta en su tesis, cuyo título parece hecho para una canción de algún álbum: Detrás de su gordura hay una bella figura. Un trabajo que propone una fusión entre lo crítico, lo decorativo y lo útil. El producto final es una serie de utensilios -tarros y platos- en los que se imprime una respuesta crítica al estándar de belleza impuesto por las típicas campañas publicitarias de productos de belleza. En pocas palabras y de modo condescendiente, son platos con imágenes de mujeres expuestas de manera irónica. Entiendo su perspectiva y me parece, a la larga, una forma interesante de mostrar su inconformidad con la sociedad moderna. Sin embargo, debo decir que el tono hippie y anti-capitalista se siente anacrónico y fuera de lugar en tiempos que ya han reconocido las contradicciones, dependencias y devenires de la sociedad. Además, aunque ella dice no querer hacer un “tratado feminista”, hay fragmentos que simplemente dan cuenta de un feminismo también fuera de lugar: “El hombre, en la búsqueda de sí mismo, ha encontrado en la mujer, y más exactamente, en su posesión, una reafirmación de su poder fálico e intelectual, ejercido además de manera armoniosa y placentera, cuando por parte de la mujer en vez de resistencia, se presenta un deseo total de sumisión. La afirmación del hombre como ser humano entonces, está basada en la deshumanización de la mujer, al pasar a ser un objeto de su propiedad.”

El hecho de que puedan surgir estas críticas es un claro reflejo de su personalidad. No es neutra y no pretende serlo. Por el contrario, casi de modo militante –lo posible dentro de su hippismo- ella recrimina y deja ver sus sentimientos sobre la sociedad. Son sentimientos con los que, obviamente, podemos estar de acuerdo o no, eso no importa. Lo que importa es que dejan entrever una postura. Y esto fue lo que se terminó traduciendo en su música y, a su vez, fue lo que la hizo tan particular.

Elaboración del perfil del microempresario exitoso en Santafé de Bogotá (1996)

Foto: Oficina de Administración Documental, Universidad de los Andes. Paola Turbay Gómez: Graduada en Psicología. Fue virreina de Miss Universo en 1992. Hizo de empleada doméstica en la serie de televisión Californication,  y de vampiresa española en True Blood, entre otras. Recientemente co-protagonizó la película Mamá, tómate la sopa.

No voy a mentir. Leer la tesis de Paola Turbay no fue tan provechoso como leer las otras. No porque fuera ella, ni por su trabajo como actriz –me parece una de las “celebridades” colombianas más agradables-, sino porque me di cuenta que de la tesis no podría sacar nada. Nada como lo que obtuve de las tesis anteriores. Sólo para dar un poco de contexto a esta afirmación es necesario tener en cuenta que ella inició su carrera en Psicología poco después de haber concursado en Miss Universo. Y, según lo que leí de su trayectoria, desde finales de los noventa ha tenido una carrera relativamente estable en cine y televisión. Entonces, sólo queda decir que su título como psicóloga no es más que una añadidura –poco valiosa para una actriz- a su currículo. Sé que suena como si criticara el valor de su carrera como actriz en comparación con otras menos superficiales. Eso lo dejo para los lectores. Pero lo único que critico es el valor de su tesis. Mientras para otros egresados la tesis representaba una parte, aparentemente, esencial de su personalidad, para Paola Turbay no parece serlo. Supongo –tal vez muy fantasiosamente- que mientras estudiaba se turnaba entre clases y audiciones. Pensando más en su carrera “de verdad” que en un futuro como psicóloga.

Ahora, ¿de qué trata su tesis? Lo más sencillo es citar la introducción: “La investigación que se realizó para el desarrollo de esta tesis, tuvo como objetivo principal elaborar el perfil del microempresario exitoso en Santafé de Bogotá, con el fin de crear un punto de referencia con el cual se puedan comparar a aquellas personas que liciten un préstamo microempresarial a entidades…” ¿Qué más se puede decir? Sin duda habrá quienes gusten lidiar con problemas similares de la psicología organizacional. Pero, como ya he dicho, esto dice poco y nada de la figura pública de Paola Turbay. En algunas revistas se destaca su talento como empresaria. Tal vez sea esa la única prueba de que en su tesis de Psicología se podía prever su éxito en programascomo Noticias calientes y Royal Pains.

La nación de Woodstock y la construcción de una utopía: una reflexión filosófica sobre la contracultura en Estados Unidos en los años sesenta (1990)

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***Diana Uribe: graduada en Filosofía y Letras. Se hizo famosa por su peculiar manera de narrar en la radio la historia de la humanidad. Ha publicado libros y discos con su voz.

Quien haya sintonizado Caracol un domingo por la mañana y se haya quedado a escuchar las historias que siguen a ese “Buenas” ronco, sabrá que Diana Uribe, con su parlache bogotano, ha logrado crear un espacio “académico” que entretiene e interesa a personas de todas las edades. Aunque suene como una frase publicitaria barata, para algún juguete o una película que da pena ver, no se puede negar que ha sido así. El discurso, el tono de su voz y su aparente personalidad hippie –digo aparente porque no la conozco-, entre otras cosas, atraen y dan la ilusión de que somos expertos en el tema del que haya hablado ese domingo, desde las guerras del Peloponeso hasta la muerte de Trotsky. Además, no está de sobra decir que ha sido condecorada por la Unión Europea como la mejor historiadora de Latinoamérica. En otra ocasión se discutirá si merece tal reconocimiento, si realmente está ejerciendo su labor como historiadora –aunque haya estudiado Filosofía y Letras- o si es más una divulgadora que sabe echar el cuento de la historia, a veces con uno que otro gaffe. Pero, por ahora, queda claro que está haciendo algo bien y que la gente lo disfruta.

¿Qué decir de su tesis laureada? Pues es un mamotreto en el que se condensa casi todo lo que significó y significa el movimiento de contracultura de los años sesenta del siglo XX. Es una tesis bien larga pero también bien hecha, y da gusto leerla. Llena de referencias a lo que Diana Uribe sería en las siguientes dos décadas, uno se va haciendo a la imagen del discurso dominguero que la haría “famosa”. Un modo de contar la historia guiada por algunos tintes marxistas y una enorme –a veces exagerada- nostalgia por The Beatles y Woodstock: “La Contracultura no cree en guerras justas o en balas justas, por eso la violencia no será su método de lucha contra la cultura de la guerra.” Y concluye su introducción: “La tarea que ahora comienza busca hacer ver y hacer creer que este espíritu», de la Contracultura, «que tan urgentemente se reclama, se haya», ¡lástima el error!, «completamente vivo, nutrido de historia  y aclimatado a un pensamiento cuyo objetivo es contribuir a que un día tengamos un mundo habitable para el “primer hombre puesto en la tierra”.  El enfoque en la contracultura, un movimiento eminentemente práctico, también da cuenta de su predilección por la historia “empírica”, que se vería plasmada en su afición por enseñar y contar historias, con ese tono desfachatado que suena tan bien en radio.

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Sin dejar de lado otros temas que aborda en su tesis, como la violencia y la constante tensión social, la sexualidad y las diversas actitudes hacia el erotismo, y la redención de la idea de utopía, entre otros –que parecen mucho más difíciles de contemplar en su trabajo actual–, podría decirse que, en conjunto, permanece un pensamiento liberal que no sólo sintetiza sino que marca las palabras de Uribe, sean expresadas en radio, en uno de sus audiolibros o en alguno de sus artículos.***Es cierto que puede que esté llevando las tesis un poco lejos y que esté extrapolando al extremo algunas de las afirmaciones, hallazgos y opiniones de sus autores, cuando apenas salían de la adolescencia. Sin embargo, también parece necesario hacerlo, pues, de algún modo, siempre hay cabos para atar entre la juventud de un desconocido y el presente de una celebridad.

*Juan Sebastian Torres es estudiante de filosofía, economía y está haciendo co-terminal con la Maestría en Periodismo del CEPER. Además, fue galardonado en la pasado Concurso nacional de cuento de RCN en la categoría de universitarios. 

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