La culpa es también de Semana

La más reciente columna del periodista y escritor Antonio Caballero encendió el debate sobre lo que se considera acoso. Pero, ¿hasta dónde pueden los medios escudarse en la libertad de expresión para publicar este tipo de columnas?

por

María Paula Martínez


18.12.2017

Hoy las redes están plagadas de críticas, insultos e indignación por la columna “Acoso” de Semana en la que Antonio Caballero dijo que no hay que exagerar: que un “pellizco en la teta” o un jefe que se le insinúa a una subordinada es sólo una grosería y que no hay que confundir la falta de decoro con el acoso sexual y la violencia de género. Es “normal”, dice Caballero, en una sociedad habitada por varones atarbanes incapaces de aguantar el impulso de mandarle la mano al culo a una mujer y por mujeres “repentinamente quejosas”.  

El asunto va más allá de la libertad de expresión y de la capacidad –el deber incluso– que tienen los periodistas de disentir en público. Se trata de lo que los medios hacen y dejan hacer en sus columnas de opinión y la forma tan maniquea de responder frente a estos asuntos. Cuando son criticados por publicar columnas desatinadas, desenfundan la bandera de las libertades de expresión o se esconden bajo el fuero de que “las opiniones de sus columnistas no representan necesariamente las del medio”.

A los medios no les gusta que se les cuestionen sus conflictos de intereses ni que molesten a sus políticos amigos, por eso perdió su columna Claudia López en 2009 en el periódico El Tiempo por escribir sobre Agro Ingreso Seguro y el tercer canal y recientemente Catalina Ruíz-Navarro en El Heraldo por escribir en contra de los Char, en Barranquilla. Tampoco se aguantan que se les moleste su moral cristiana, razón por la que Yohir Akerman perdió su espacio de opinión en El Colombiano en 2015. Pero normalizan, como normaliza Caballero el acoso, una columna sobre violencia de género.

Los medios, y Semana como la única revista impresa de actualidad, no están para hacer eco del machismo ni del racismo ni de la violencia escudados con la excusa de que la sociedad es machista, racista y violenta

El respeto a las opiniones y la libertad de prensa tiene límite para empresas como Semana, El Tiempo, El Heraldo o El Espectador. Luego de que alguno de sus colaboradores envió una columna que no se enfilaba con su línea editorial, les han acabado el contrato excusados en sus principios. ¿Dónde quedan sus principios para hablar de violencia de género?

La no discriminación a la mujer y la protección de sus derechos no es una lucha exclusiva del feminismo ni los derechos humanos una lucha exclusiva de la militancia progre. ¿Qué hacen los medios frente a ambos? Se equivoca Semana si cree que no tiene una responsabilidad en este país machista y violento. La revista y Antonio Caballero sí influyen en el debate público. No es cuestión de si su columna expresa el sentir de muchos hombres. De eso no hay duda. Pero los medios, y Semana como la única revista impresa de actualidad, no están para hacer eco del machismo ni del racismo ni de la violencia escudados con la excusa de que la sociedad es machista, racista y violenta.

Los estados están comprometidos por la Resolución 48/104 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, por la Declaración y Plataforma de acción de Beijing, por la Convención de Belém do Pará, entre otras, a trabajar por los derechos de las mujeres, a propiciar espacios para hablar del tema, adoptar medidas en la educación, a regular las sanciones. Los medios también tienen responsabilidad. Se equivoca Caballero cuando dice que que el jefe que lo pide “mostrando media erección” es sólo vulgaridad. Que el jefe que agarra el culo o o te coge la pierna por debajo de la mesa no es más que un grosero. Es un acto de acoso y de violencia. Como lo fue, por ejemplo, la selfie que le envió el defensor del pueblo Jorge Armando Otalora a su secretaría privada en la que aparecía desnudo y agarrándose el pene. Ni grosería ni vulgaridad, tampoco una forma de cortejo nupcial de pájaros: eso, de manera innegociable, se llama acoso. En otra columna de opinión de la misma revista, el periodista Daniel Coronell llamó a Otalora abusador y a sus prácticas acoso sexual.  Así: al pan, pan y al acosador, acosador.

Caballero nos llamó a nosotras enfermas y “muy idiotas” en una columna sobre la falta de “decoro sexual”. Puede que Caballero sea un intocable, una vaca sagrada del periodismo, autor famoso por no dejarse tocar ni las comas de los textos, cuya trayectoria le ha ganado el espacio de opinión en Semana. Pero preocupa que en las columnas de los medios importe más revisar si se habla mal de los poderosos que si se habla de acoso y derechos de las mujeres.

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