La crisis de los músicos en Venezuela

El Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela se tambalea por falta de presupuesto y sus instrumentistas están abandonando el país. El modelo de educación musical que sirvió de inspiración en más de 40 países parece estar viviendo sus últimos días.

por

Laura Galindo M.


07.11.2017

Foto: Gabriela Camatón @ Flickr

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Un hombre adulto sentado al piano. Camisa azul, pantalón negro, zapatos cafés. Dos manos pesadas que se mueven sin ritmo. Una retahíla estridente de notas disonantes. Tres golpes metálicos mal puestos en el registro medio. Tres golpes violentos, que queriendo ser música son bofetadas. Una melodía atropellada que anuncia final y un gesto maloik, de índice y meñique levantados, que se alza por encima de la cabeza. El hombre, ahora de cara a un público invisible, es el presidente de Venezuela. Nicolás Maduro en una improvisación infantil sobre el escenario vacío del Teatro Teresa Carreño de Caracas.

“Inspirado en el piano. #LaConstituyenteVa”, dijo desde su cuenta de Twitter. El video ya pasa las 12 mil visitas en Youtube y se hizo viral en mayo, al mismo tiempo que los venezolanos protestaban por la Asamblea Constituyente que les llegaría en julio (elecciones promovidas por Maduro para escoger 545 constituyentes que reescribirán la constitución). “Si algo hay que reconocerle a este nefasto personaje, error de nuestra historia, es que no tiene límites para el ridículo”, respondió Henrique Capriles, exgobernador del estado de Miranda y opositor del gobierno.

El mensaje no llegó por azar. No fue casualidad que Maduro eligiera tocar un instrumento para promocionar la constituyente. Semanas antes, Gustavo Dudamel, uno de los músicos más importantes de Venezuela y del mundo, había sentado su protesta a través de Twitter y Facebook: “Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis”. En el header de sus cuentas, un fondo oscuro con letras blancas: Armando Cañizales Carrillo (17). Dudamel y los músicos venezolanos de luto por uno de los suyos. Cañizales fue asesinado por las fuerzas armadas en una de las manifestaciones vigentes para ese entonces. Una bala perforó su máscara antigás en el puente Las Mercedes, del municipio Baruta en Miranda.

Esta fue la primera vez que Dudamel, director de la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, se enfrentó al gobierno. Durante muchos años permaneció en silencio ante la crisis y la violencia venezolanas. Posición que le valió críticas de otros músicos reconocidos. “¿Hasta cuándo seguirás ciego a la lamentable realidad de tu país? ¿Hasta cuándo rehusarás ver que somos la antítesis de una sociedad en paz, justa y para todos?”, le dijo públicamente la pianista Gabriela Montero en el 2014.

El silencio nunca fue gratuito. La Sinfónica Simón Bolívar es parte del Sistema Nacional de Orquestas de Venezuela, un modelo híbrido de educación musical que se financia con recursos del estado y de empresas privadas. Enfrentarse al gobierno significaba poner el riesgo a los 900 mil niños y jóvenes que lo conforman. “Gustavo siempre fue muy cuidadoso porque nuestra situación era delicada. Cuando habló lo hizo porque no tuvo otra opción. Armando murió y Armando era un niño. Yo lo veía con su violín en la sede de Caracas. Y a ese niño lo mataron por decir que no estaba de acuerdo”, cuenta Mónica Nogales, cantante y parte del Sistema Nacional de Orquestas.

La segunda declaración de Dudamel llegó el 19 de julio. En una columna para The New York Times aseguró que la constituyente no era la respuesta a la situación de su país, que era ilegítima y que, con el tiempo, haría desaparecer las instituciones estatales. En sus últimos renglones, Dudamel le pidió al gobierno suspenderla. “No pueden existir dos constituciones, dos procesos electorales o dos asambleas legislativas. Venezuela es una sola nación. Un solo país con espacio para todos”.

Foto: Luigino Bracci @ Flickr

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King of kings. Dicen los tenores de la Coral Nacional Juvenil Simón Bolívar. Alleluia, alleluia. Responden las demás voces. En una esquina, el cantante español Plácido Domingo espera de pié. Escucha atento con la partitura abierta entre las manos. He shall reign for ever and ever. La cámara se acerca en un primerísimo plano y, entonces, Domingo llora. A-lle-lu-ia.

—No esperaba entrar al cielo y oír estas voces celestiales—dice.

El tenor madrileño ha sido uno de los muchos músicos de talla internacional que, tras compartir escenario con el coro y la Orquesta Simón Bolívar, ha hecho pública su admiración. Las dos agrupaciones nacieron en El Sistema Nacional de Orquestas y Coros fundado por el maestro José Antonio Abreu en 1975.

Según Manuel Octavio Torres, Director de la Orquesta Juvenil e Infantil de Barinas, la idea le vino luego de ver cómo un fagotista que audicionaba para ser parte de la Orquesta Sinfónica Nacional perdía su plaza ante un músico europeo. El venezolano, luego de un par de portazos y algunos reclamos, caminó hasta el patio del conservatorio Central e hizo un hoguera con su instrumento. “Que nadie nunca más se sienta excluido”, cuenta Torres que dijo Abreu.

Al principio, fueron nueve. El director y ocho jóvenes que para entonces eran estudiantes de música. Aprender tocando fue siempre su filosofía. Aprender música en una orquesta cuando a las orquestas sólo llegaban los instrumentistas consagrados. Aprender entre ensayos, aprender juntos. “Quien hace práctica orquestal empieza a vivir en el ejercicio de la concertación, de la interdependencia, del equipo. Cada uno es responsable de los demás y los demás son responsables de uno”, explica Abreu en el documental Tocar y luchar, dirigido por Alberto Arbelo y estrenado en el marzo del 2007.

Para febrero de 1975, los nueve músicos convocaron sus primera audiciones. A la sede de la escuela Juan José Landaeta llegaron niños y jóvenes de todas partes. De Aragua, de Lara, de Táchira, de Trujillo, de Zulia, de Carabobo y, por supuesto, de Caracas. Todos quería ser parte de la primera Orquesta Sinfónica Juvenil que debutaría de forma oficial dos meses más tarde. Orquesta que se convertiría en el corazón de un sistema de educación musical que desde entonces busca construir tejido social a través del arte. Que habla de convivencia desde la legitimidad del otro, de responsabilidad compartida, de nacionalismo y de disciplina. Que habla de un país y de la utopía de hacerlo familia.

Las primeras presentaciones de la Sinfónica Juvenil tuvieron tanto éxito que viajaron por el mundo. Escocia, México, Colombia y Estados Unidos. De regreso a Venezuela, los miembros fundadores volvieron a sus estados natales y crearon lo que se conoce como núcleos de formación. A su filosofía inicial, aprender tocando, se sumaba ahora aprender para enseñar. Fue así como la idea de Abreu se multiplicó por todo el país. El Sistema, como le dicen sus músicos, es una pirámide en la que todos son estudiantes y maestros al tiempo. Enseñan a quienes vienen detrás y aprenden de quienes ya pasaron.

Por cada estado hay un núcleo y por cada núcleo entre dos y tres orquestas. Para el 2016, ya eran 3.236 entre juveniles, infantiles, coros y agrupaciones de música llanera. Aunque es un programa para todos los venezolanos, el 75 % de los niños y jóvenes que lo integran viven por debajo del índice de pobreza. Disminuir el analfabetismo, la marginalidad y la exclusión, son sus principales banderas.

En los últimos años del chavismo, los instrumentistas de una orquesta profesional podían ganarse entre 400 y 500 dólares mensuales. En 2017 el salario de un músico difícilmente pasa los 40 dólares

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—Yo soy lo que soy gracias al Sistema—dice Cristo Vassilaco, tenor de la Coral Nacional Simón Bolívar. Ellos son mi gran familia musical y serán siempre una de las experiencias más hermosas y gratificantes de mi vida. He cantado en la Catedral de Notre Dame, en el Teatro alla Scala de Milán, en el Lincoln Center de Estados Unidos, en el Festival de Salzburgo, en el Royal Festival Hall de Londres. En Alemania, en Portugal, en Colombia. En los mejores escenarios del mundo y todo gracias al Sistema de Orquestas de Venezuela.

El modelo de Abreu fue un modelo exitoso que inspiró programas similares en más de 40 países. El núcleo Corona en Nueva York, la Orquesta Esperanza Azteca en México. Sistemas homónimos en Kenya, Angola, Francia, Portugal y, sin ir más lejos, la Fundación Batuta en Colombia. Por varios años, los músicos latinoamericanos lo tuvieron como referente y viajaron a Venezuela para estudiar con sus maestros. “Yo venía de ensayar dos veces por semana con la orquesta de mi Universidad y aquí tenía ensayos todos los días, montábamos obras muy exigentes y aprendíamos repertorios nuevos cada dos meses”, cuenta Lina Valdés, violinista colombiana.

Ahora es al revés. Cada vez son más los músicos venezolanos que llegan a Colombia huyendo de la crisis. En los últimos años del chavismo, los instrumentistas de una orquesta profesional podían ganarse entre 400 y 500 dólares mensuales, cifra suficiente para cubrir los gastos básicos de ese entonces. “Este año el salario de un músico difícilmente pasa los 40 dólares”, cuenta Gabriel Borrero, violinista venezolano que ahora vive en Bogotá. Mientras Hugo Chávez fue presidente, El Sistema estuvo a salvo. Existía un presupuesto y su administración estuvo adscrita, primero, a la Vicepresidencia de la República y luego, al Ministerio de Poder Popular del Despacho de Presidencia. Los recursos entraban por vías directas y todo resultaba más fácil y efectivo.

Con la llegada de Nicolás Maduro no sólo se hizo más aguda la crisis generalizada, también comenzaron los abusos y las represiones. Cualquier músico que quisiera participar del activismo político era silenciado. Al asesinato de Armando Cañizales, le siguieron la detención de Frederick Pinto y el violín roto de Wuilly Arteaga mientras tocaba en una manifestación. Las denuncias públicas de Gustavo Dudamel y las respectivas respuestas de Maduro: “Te metiste a la política, bienvenido, pero actúa con ética. Que dios te perdone por dejarte engañar”.

DESDE LOS ANDES...

Recomendamos el conversatorio "Venezuela: 17 años de una dramática experiencia de gobierno" de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras Camargo.

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Dos meses más tarde, fue cancelada la gira que la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela por Estados Unidos y cuatro conciertos que la Sinfónica Simón Bolívar tenía programados en Colombia. Dudamel había hablado y Maduro lo castigaba. «Me rompe el corazón la cancelación. Seguiremos tocando y luchando por un país y un mundo mejor”, dijo el director. Aunque el presidente venezolano no justificó sus acciones abiertamente, ninguna de las agrupaciones que conforman El Sistema tiene salidas internacionales programadas para lo que queda del año. Los presupuestos son cada vez más reducidos y sus músicos se están yendo del país. “Quedan muy pocos profesores con quienes estudiar, ya no vienen invitados internacionales a dar talleres y quienes pueden dejan de trabajar en la música. Es cuestión de tiempo, El Sistema se está acabando”, dice Lina Valdés.

De vuelta a atrás. Un Dudamel más joven y flaco se empina frente a una orquesta de cien niños en Caracas en el documental Tocar y luchar. Con movimientos paralelos, sus manos dibujan oleadas, trazos de aire con los que la música sube y baja su intensidad. De pronto, una pausa que marca silencio. “El tiempo es relativo”, dice. “Está en el espacio. Y cuando el músico va a hacer música lo toma del momento que está viviendo. Ahí está la magia”.

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