Fundido a negro

A sus 60 años, Lilia Gómez se enteró de que, en poco tiempo, quedaría totalmente ciega. Ahora aprende a usar sus otros sentidos para moverse por la ciudad. Esta es una historia sobre re aprender.

por

Giomar Gómez, David Augusto De Salvador y Mauricio García

Estudiantes de la Maestría en Periodismo del CEPER


08.01.2024

Portada: Nefazta
Canón del cuerpo de la mujer diseccionado, en color rosado sobre un fondo naranja.

A sus 60 años, Lilia Gómez se enteró de que quedaría totalmente ciega. Poco a poco ha perdido la visión y sus médicos dicen que cualquier mañana puede despertar en completa oscuridad. Ahora, con la ayuda del Centro de Rehabilitación de Adultos Ciegos (CRAC), aprende a navegar el mundo con su tacto y su oído. El bastón y el conteo de pasos la guían por las calles y los parques. Sus dedos le permiten identificar billetes y monedas en la tienda de su esposo. El duelo emocional ha sido profundo, pero Lilia persiste y aprende porque, como ella dice, “tengo miedo a estar estancada, quieta. Ese sí es el miedo de la vida”.

[N. de la E. Esta historia se produjo en el marco de la clase Imagen y Sonido de la Maestría en Periodismo del CEPER.]

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