“My thighs are apart for when you’re ready to breathe in
Suck me up, I’m healin’ for the shit you’re dealin’
Hi, motherfucker, get your mouth open, you know you’re mine”
En tiempos en los que la idea de poner etiquetas y delimitar géneros está mandada a recoger, aparecen artistas por los que vale la pena estar en ese límite. Vivir en el borde, en la indefinición.
La música va para allá.
Ella se llama Tahliah Barnett. Ella tiene 27 años. Es inglesa con ascendencia jamaiquina y española. Ella es mezcla. Ella decidió a los 17 años irse de su casa para ser bailarina. Y bailó. Y baila. Y Ahora, los que la conocen, la conocen como FKA Twigs. La conocen por ser una de las promesas de la música alternativa inglesa. Por darle una bocanada de aire fresco a la música independiente.
Su sonido es ecléctico, oscuro e inocente. Suena a Tricky, a Björk, a Portishead; suena como si la música de Massive Attack se fundiera a fuego lento con el R&B de Aliyah y la psicodelia de The Prodigy. Pero en realidad suena a todo esto y a nada parecido al tiempo. Su sonido es algo que no conocíamos.
Su primer lanzamiento fue el EP2 (2013), con el que logró reconocimiento en la escena británica independiente. De ahí salieron canciones como “Papi Pacify” y “Water Me”, que quizá fue la canción que la hizo posicionar a nivel mundial por el vídeo dirigido por Jesse Kanda. Durante 3 minutos y 23 segundos un primer plano de la cara de Barnett, aparece, desaparece, llora y se transforma.
Y luego vino LP1 (2014). Y el mundo se enamoró de ella. Y yo no podía parar de escucharla. Y aún no he podido. “Two Weeks” se convirtió en un himno de 2014, en una de esas canciones que toca escuchar a diario, como una droga, o más específico: como una pastilla de SOMA.
Y ella baila divinamente.
Y canta aún mejor.
Y hace videos así de buenos:
Seguramente no vas a ser Madonna, ni Kanye, ni Björk, pero FKA Twigs en ti creemos.