«Ese herbicida que vuelve seca la tierra había hecho lo mismo con mi esposa»: la novela gráfica sobre los daños del glifosato
Publicamos un adelanto de la novela gráfica «Una lucha por la vida» que cuenta la historia de Yaneth Valderrama, una mujer campesina que, tras haber sido expuesta a una aspersión de glifosato en Caquetá, perdió al hijo que esperaba y murió. Su esposo, Iván Medina, lleva 20 años en busca de justicia.
La historia que cuenta Una lucha por la vida, la novela gráfica de la escritora Diana Ospina y la ilustradora Liliana Bello, empieza el 28 de septiembre de 1998.
O quizás un tiempo atrás, cuando Yaneth Valderrama e Iván Medina llegaron a una vereda de Solita, un municipio a orillas del río Caquetá, donde se establecieron. Ambos eran campesinos: levantaron una casa y se dedicaron a sembrar en esa tierra a cuatro horas de Florencia por una carretera a medio hacer y sin presencia estatal, pero fértil. Tuvieron dos hijas y esperaban el tercero cuando el 28 de septiembre de 1998 Yaneth, con cuatro meses de embarazo, salió a la quebrada a lavar la ropa. Entonces escuchó el ruido ya conocido de la avioneta del ejército que pasaba fumigando los cultivos de coca de la región, pero que, en realidad, mataba todo a su paso. Janeth echó a correr, pero una nube de glifosato, el herbicida al que ella llamaba veneno, la envolvió. De nada sirvió que al llegar a su casa se quitara la ropa y se bañara enseguida; de nada sirvió que fuera una mujer sana y que supiera de plantas medicinales. A la madrugada, tras una noche de dolor y un viaje al hospital de Florencia en un carro que Iván consiguió prestado, Yaneth perdió a su hijo.
Seis meses después ella murió. Irreconocible: delgada, débil, sin poder respirar bien, en un hospital de Cali —al que la remitieron desde Florencia— y donde permaneció 22 días, acompañada por su esposo, viendo cómo los ahorros de la familia se gastaban. Tenía 27 años.
“Es como si su sistema hubiera colapsado”, le dijeron los médicos a Iván Medina que, sin embargo, sabía bien cuál había sido la causa de la muerte: el glifosato. Durante las siguientes dos décadas, mientras continuó criando a sus hijas y trabajando como guardia de seguridad en Florencia, emprendió una lucha para encontrar justicia. A Iván no le creyeron, lo acusaron de sembrar coca, le exigieron pruebas, negaron por años su derecho a una reparación. Hasta que en 2018 recibió una llamada: la Corte Interamericana de Derechos Humanos había admitido su caso. Hoy, desde Florencia, Iván, sus hijas y los abogados que los han apoyado esperan la decisión de la CIDH.
Él es el narrador de esta novela gráfica realizada por iniciativa del Centro de Derechos Reproductivos, Conde Abogados y el laboratorio de aprendizaje Click+Clack.
El lanzamiento de Una lucha por la vida el pasado 13 de septiembre coincide con la reciente publicación del Informe Final de la Comisión de la Verdad, en cuyo capítulo Mi cuerpo es la verdad: experiencias de mujeres y de personas LGBTIQ+ en el conflicto armado se habla, por primera vez en el marco del conflicto, de violencias basadas en género que atentan contra la autonomía reproductiva. El informe reconoce, entre otras violencias, los daños a la salud humana causados por aspersiones de glifosato que han producido abortos involuntarios y esterilidad. La recomendación de la Comisión en ese aparte del capítulo es no realizar más aspersiones.
A Colombia el glifosato llegó en los años 70 como método para erradicar cultivos ilícitos y su uso se intensificó entre 1999 y 2015 como parte de la lucha contra las drogas del Plan Colombia. Su eficacia, así como los daños causados al medio ambiente y a los seres humanos, ha sido ampliamente discutida y finalmente en 2022 la Corte Constitucional rechazó la pretensión del gobierno Duque de reanudar las fumigaciones, luego de que fueran suspendidas en 2015. El gobierno Petro ha dicho no al glifosato.
Mientras tanto —como cuenta Una lucha por la vida en su epílogo— los campesinos y campesinas afectados esperan reconocimiento y reparación.