Lo que pasa en la moda es síntoma de lo que pasa en el mundo. Estamos en crisis, la incertidumbre es la única constante. Nos llueven visiones pesimistas y nos invade la anomia, el cinismo y un creciente resentimiento por lo que se atisba en el porvenir. Entonces, ¿cuál es el sentido de la moda en un mundo que se desploma?
Hace menos de dos semanas el mundo fue testigo, una vez más, de un fatal ataque terrorista en Niza, que dejó como resultado un saldo de 84 muertos a manos de un presunto integrante del Estado Islámico. Kabul fue el siguiente objetivo de esta organización. Apenas unos días después del fatídico 14 de julio, un doble atentado suicida acabó con la vida de 81 personas y dejó 231 heridos en la ciudad afgana. Que se suman a las más de 5.000 víctimas civiles en este país en lo corrido del año, según reportes de la ONU. En Múnich, un joven de 18 años arremetió contra los transeúntes de un centro comercial matando 9 e hiriendo 27 más. Días después, un refugiado sirio, miembro del EI, se inmoló con un explosivo dejando al menos una docena de heridos en la ciudad alemana de Ansbach. El 15 de julio, se empezaron a conocer las noticias acerca del fallido golpe de Estado en Turquía que buscaba derrocar al mandatario Recep Tayyip Erdogan. Las cifras determinaron que hubo al menos 300 víctimas mortales y 6000 detenidos por ser parte del movimiento golpista. Hace unos días, el padre Jacques Hamel fue obligado a ponerse de rodillas para luego ser degollado dentro de la iglesia de Saint Etienne du Rouvray en Normandía, en manos también de dos integrantes del Estado Islámico. Mientras tanto, en Estados Unidos, Donald Trump comienza a puntear en las encuestas por encima de su contrincante demócrata, Hillary Clinton, cuyo partido se encuentra hoy sorteando un escándalo de sabotaje político al precandidato Bernie Sanders. El mes de julio todavía no ha terminado, y esto es apenas el repaso de algunos de los eventos que empañan el panorama internacional.
Para directora de moda del New York Times, Vanessa Friedman, vivimos en un mundo donde la imagen es en primera instancia, el elemento más importante. Donde una fotografía es el referente inmediato a través del cual entendemos una realidad paralela a la nuestra –una guerra impacta más por sus imágenes que tan solo por sus cifras. La ropa –la moda- es entonces uno de los pocos elementos universalizados (hay quienes no tienen un plato de comida, pero sí una prenda que vestir), que nos permite hacer juicios de valor basados meramente en lo visual. La imagen física de una persona es lo primero que enfrentamos de ella, y su ropa hace parte de los elementos que utilizamos para entender y construir nuestro juicio inicial. Razón por la que la moda se convierte en una herramienta de comunicación fundamental en nuestro tiempo.
Históricamente, la moda ha servido para tomarle el pulso a cada época. Es un testimonio de lo social, lo político, lo ideológico y lo económico, a través del cual se pueden leer identidades y subvertir realidades. Para Franca Sozzani, editora jefe de Vogue Italia, “la moda no se trata de la ropa, sino de la vida”.
El pantalón femenino fue un dispositivo fundamental en la lucha feminista, así como la mini-falda y el bikini. Tres prendas de liberación, reivindicadoras, que empoderaron a la mujer. Una batalla que hoy sigue siendo motivo de debate. Ahora la discusión se retoma en medio de una coyuntura de tensión entre oriente y occidente.
A comienzos de este año el portal de retail de lujo Net-a-Porter, editó una sección de ventas para el Ramadán con prendas de célebres marcas como Etro, Valentino, y Oscar de la Renta, entre otros, seleccionadas por su estilo conservador, apropiado para esta celebración islámica. Durante la misma época, la casa de moda italiana Dolce & Gabbana lanzó su colección otoño/invierno 2016-17 con modelos portando hiyabs y abayas en telas estampadas con flores y polka-dots. Las prendas no solo fueron vendidas en las tiendas del Medio Oriente, sino también en los almacenes D&G de las grandes capitales occidentales. En oposición, el co-fundador de la marca Yves Saint Laurent, Pierre Bergé, criticó las cada vez más proliferadas iniciativas, alegando que “un diseñador debe estar ahí para hacer más bellas a las mujeres, para dotarlas de libertad, no para colaborar con esta dictadura que impone ese abominable velo con el que esconden a las mujeres y que les hace vivir una vida oculta”.
La moda no se trata de la ropa, sino de la vida
Para la colección Yeezy Season 3 de Kanye West para Adidas, Anna Wintour acuñó el término “Migrant chic” para describir el espectáculo -megalómano- musical y de moda que ocurrió en el Madison Square Garden en el mes de febrero. Wintour debió pedir disculpas por el juego de palabras que utilizó para describir el show. No obstante, West admitió haber tomado como inspiración una fotografía de un campo de refugiados hutus en Ruanda, tomada por Paul Lowe hace más de dos décadas. Paralelamente, la tendencia migrante generó escándalo en manos de Norbert Baksa, un fotógrafo de Budapest, quien hizo un editorial de moda utilizando como fondo un campo de refugiados real en la frontera de Hungría. Las fotos mostraban a una modelo blanca, alta y delgada, tomándose selfies en su celular o siendo ‘arrastrada a la fuerza’ por otro modelo.
¿Son acaso estos hechos la frivolización de una crisis mundial? ¿O un comentario sagaz del estado de nuestros tiempos?
El sentido de la moda es el de reflejar el mundo que la rodea, muchas veces trágico, siempre caótico, pero con atisbos de belleza y cierta fantasía. Alexander McQueen pensaba que era una forma de escapismo y no de aprisionamiento. Pero usualmente se la descarta por creer que por su carácter efímero, es una industria o fenómeno que no es consciente de su impacto ni de su rol. Sin embargo, esta temporalidad es lo que le permite entender los estados de una cultura y el zeitgeist de una sociedad, para luego convertirlos en un estilo que inundará las calles, la cotidianidad. Sirve como un puente entre lo establecido y lo desconocido, normaliza realidades que van mutando. Ya sea que esté facilitando la asimilación del mundo occidental al complejo universo de oriente, o lo contrario; que esté dando testimonio de una situación llena de tragedia y desbarajuste político, o busque ser un bálsamo para aliviarla. La moda está constantemente actuando como un espejo y permanecerá por siempre en su trono.
Diana Vreeland decía: “Hay que tener estilo. Es lo que te ayuda a bajar las escaleras. Te ayuda a pararte en la mañana. Sin él no eres nadie. Y no me refiero a tener mucha ropa”