Este artículo hace parte del Cuestionario Vorágine, donde le preguntamos a artistas y pensadores sobre el lugar que ha tenido la novela de José Eustasio Rivera en su obra y en su pensamiento. Para leer los otros cuestionarios, haga clic aquí.
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Cuando José Eustasio Rivera escribió La vorágine hace 100 años describió la hostilidad de una selva sin maquillajes. De esas descripciones crudas, un siglo más tarde, tomaría el nombre uno de los referentes de la música extrema hecha en Bogotá.
En la dualidad entre los sonidos atmosféricos y la furia de la distorsión y los gritos se encuentra Vorágine, una banda que se mueve entre los recovecos del post-metal, el screamo y el blackgaze. Estos son géneros musicales que para tal vez para la mayoría no son familiares pero que tienen su espacio y su fanaticada en la diversa escena de las músicas extremas bogotanas.
Desde su formación en 2016, la banda ha grabado dos álbumes y un EP de estudio. A finales del año pasado publicaron “Espero encontrarnos y que ya no sea tan tarde”, su último sencillo que trata directamente sobre la naturaleza y la violencia. La vorágine de Rivera es sin duda uno de sus grandes referentes y no es solo por el nombre, es por toda la estética discursiva que han sabido pasar del papel a los instrumentos.
En el marco del centenario de esta obra, hablamos con ellos.
¿Cómo recuerdan la experiencia de lectura de La vorágine?
Nuestros acercamientos con esta obra literaria colombiana, de una u otra manera, se dio en los últimos años de nuestro colegio e inicios de la universidad. De estar leyendo el libro recordamos más que todo la necesidad de reconocernos como personas que habitan Colombia y de la inmensidad de la selva de este país. Además, siempre que hablamos del nombre de nuestra banda tenemos que referirnos al eje central de esta obra: la explotación y el miedo a lo desconocido.
¿Qué es lo que más les gusta de la novela?
Una de las cosas que más nos gusta de esta novela, es la descripción tan exacta de los paisajes que la construyen; los ríos, los ‘árboles que lloran’, sus habitantes, la misma selva. Cosa que siempre hemos querido resaltar en nuestras canciones y temas. Lo desconocido y lo que aún nos falta por conocer. El hecho de que esta obra funcione como una denuncia atemporal a los atropellos que suceden en este país también nos parece de resaltar. Cien años después de su publicación el extractivismo de nuestros recursos naturales y el miedo como uno de los instrumentos que movilizan la guerra siguen siendo temas completamente actuales.
¿Qué escena recuerdan con intensidad?
Una de las escenas que algunos de nosotros recordamos con mucha intensidad, zozobra y miedo, es la de la madre indígena a la que le fue arrebatado su hijo, luego de las picaduras de los insectos durante el viaje tortuoso al que estaban siendo sometidxs mientras los llevaban como esclavxs. El terror de ver cómo es lanzado su hijo a los caimanes y de cómo ella también se lanza para salvar a su pequeño, es de esas imágenes que se construyen entre letras y que difícilmente se pueden olvidar.
Además del nombre compartido, ¿cómo influyó o impactó esta obra en su música?
La vorágine es un instrumento de denuncia y de reconstrucción de la memoria colectiva. Creemos que la memoria es un acto de amor, por ende cualquier historia que llega a nuestras manos con ansias de ser escuchada se convierte en un relato que debe sacudir a quienes nos escuchan; desde el performance, hasta las melodías, tratamos de transmitir ese enojo, indignación, amor o felicidad al momento de estar en contacto con quienes nos escuchan, esperando que estas se vayan, no solo con una experiencia, sino con una historia que compartir.
Más allá de la efeméride, ¿por qué consideran importante volver sobre este texto?
Como lo mencionamos anteriormente, la memoria es un acto reivindicativo y amoroso. En este momento de la humanidad, se televisan los genocidios y se extermina a quienes solo querían habitar un lugar con sus familias. Se derrumban las casas, los colegios, las creencias, y no importa el territorio donde esto pase, porque ocurre en el mundo que andamos. Libros como este nos enseñan la importancia de no callar ante las injusticias de quienes creen tener el poder de escoger sobre las vidas de otrxs, por el simple y llano hecho de tener un poco de poder. Conocer nuestra historia, impide que la repitamos una y otra vez.
En su música y en escritos como el que acompaña ESPLÍN, hay reflexiones sobre la vida, la muerte y el sentido de la existencia. En el libro también las hay, pero con la selva como el escenario principal. ¿Qué lugar ocupa la ciudad en esas reflexiones?
Las grandes urbes siempre han sido el epicentro de las discusiones, como si estas fueran las únicas a las que el ojo público sólo debería ver. Para Vorágine, que reside en Bogotá, es más que importante el hablar de cómo esa masa gris de cemento obstaculiza el paso de la naturaleza e impide que disfrutemos de la magnitud que ella trae.
Hablamos del derrumbamiento del ego citadino y la intervención injustificada, ruin y abrupta de la ciudad en estos territorios donde la gente y la naturaleza conviven de otras maneras que no comprendemos por el mar de privilegios que nos rodean. Nuestras canciones hablan de las montañas hablando a las personas, de los cielos sangrando por la misma desolación causada por los humanos en las urbes, de los ríos reclamando su espacio y creando caudales cada vez más grandes. Se trata de la reparación de las ciudades y quienes las habitamos. Una vorágine que no se detiene, sino que se transforma.