Crecer Puede Doler

Cine sobre el dolor de hacerse adulto…

por

Varios


02.09.2020

Se me estremece el cuerpo y me dan ganas de voltear la mirada y apagar el televisor. Es de esas miradas que incomodan, pero invitan. De esas miradas difíciles de descifrar, llenas de dolor, sufrimiento, dudas. ¿Por qué me mira? ¿Qué quiere conmigo? Me lleno de culpa de no tener la fuerza para seguir mirándolo, de tener el privilegio de poder apagar el televisor y dejarlo ahí, en una pausa eterna, siempre congelado en esa escena, eternamente ahogado en su sufrimiento. Pero debo seguir viendo y decirle que aquí estoy. Que lo veo. Que aquí sufro con él.

Desde pequeña he pensado que el cine es un estilo de limbo, y que todos sus protagonistas están en un purgatorio viviendo las mismas historias una y otra vez, repitiendo el guion en un eterno devenir para que nosotres, maldites espectadores, juzguemos sus sufrimientos, triunfos, amores y desamores. Ponemos pausa al televisor y ahí se quedan. Quietos. Temblando. Contando las horas, minutos, segundos hasta que pongamos play. Esto fue lo que sentí en la escena de la madre gritándole a Chiron en Moonlight, la película de Barry Jenkins. La banda sonora envuelve la escena y los gritos de la madre se pierden en la canción. Sin embargo, yo sí los oigo. Y cada vez que veo la escena oigo algo distinto. Los gritos de mi madre, de mi padre, de mi profesor de primaria. Los gritos que me he hecho a mi misma.
Yo soy Chiron. Todes hemos sido él. Por eso esta escena es tan desgarradora, pues encarna una pesadilla conocida que Chiron tiene luego en la película. Esta es la magia de esta escena. Además de los cortes perfectamente posicionados, la cámara lenta y la banda sonora, el contraste de los colores en las imágenes de la mamá y Chiron son increíbles. La mamá se presenta bajo la luz rosada de su cuarto, una luz con aire sexual y prohibido. Chiron la mira desde el otro lado de la casa, donde se ve una lámpara acogedora donde se resguarda de los gritos de su madre. Yo también soy Chiron, resguardada en la luz de mi computador, escribiendo este ensayo y oyendo los gritos del mundo que me dicen “don’t look at me”. ¿El amor de mamá me salvará?
– María Alejandra Arteta

Aún recuerdo vívidamente el momento en el que mi mamá cruzó los torniquetes de la estación de Transmilenio de Las aguas, rumbo al aeropuerto. Fue una despedida para nada sentimental ni romántica, muy propia de nosotras. Aquel día, por primera vez en 17 años y medio estaba a mi merced y dependía completamente de mis propias capacidades. Ese día no lloré ni ella lo hizo. Pero ni siquiera en ese momento yo entendía todo el sacrificio que esa mujer había tenido que hacer para que yo pudiera transitar por los andenes de la fría capital.

 

Ella siempre se opuso a dejarme ir a estudiar a otra ciudad, con sus argumentos siempre bien aterrizados me dijo que no había dinero ni tampoco creyó que estuviera lista para semejante decisión. Marion, madre de Lady Bird, y ella se parecen en eso. Ese último año de colegio recuerdo que siempre estábamos discutiendo por el más mínimo detalle, y la aguda crisis económica familiar sólo servía para tensionar las cosas en un grado superior. En varias ocasiones acusé a mi madre de querer pisotear mis proyectos y sueños. En ese momento no podía ver nada más allá de mí, ni de mis propios planes. En eso nos parecemos Lady Bird y yo.

 

Precisamente, Lady Bird es una joven impetuosa, terca y ensimismada que busca con desesperación una salida de la monótona vida que tiene a su corta edad. Ambiciona independencia y está decidida a conseguirla lejos de su hogar. Sin embargo, Lady Bird y yo fallamos en algo fundamental: nunca vimos más allá de los límites de nuestros propios sueños e intereses. La realidad es que, pese al gran sacrificio que ambas familias hicieron –la de Lady Bird y la mía-, lo correcto sería que ambas hubiésemos sido sensatas y aceptado que las condiciones eran las que eran y que la familia es primero. Sin embargo, y pese a las negativas, a ninguna de las dos nos faltó el apoyo del hogar para poder llegar a nuestros respectivos destinos a pesar de que esto se saliese de sus posibilidades. Precisamente por esto último, Lady Bird pasa de ser una película acerca de una joven que descubre que crecer duele, a una historia que reafirma el papel fundamental de la familia en nuestras vidas y en nuestro desarrollo personal. Y es que sólo volamos lejísimos, para sentir añoranza de volver.
– Daniela Barros Alvarez
Todos hemos pasado por esta etapa, donde queremos comernos el mundo, donde queremos vivirlo todo por primera vez, donde se junta la época de la rebeldía, del disgusto y donde siempre alguna relación se fractura. En este momento el mundo es un sinfín de emociones y no podemos encontrarnos en ningún lugar, Justo como le sucede a Lady Bird, la adolescente que se aventura de Sacramento a la ciudad de Nueva York.
Después de una época, de primeros amores, de deseos y pasiones, una época que quebranta su relación con su mama, llega el momento donde debe dar un paso atrás, un paso que significa que culmina una etapa, un paso que la permite encontrar lo que dejo atrás.
Después de una noche que culmina en una visita emergencias, Lady Bird se topa con una iglesia y se vuelve a encontrar en este lugar. A pesar de estar en una escuela católica y rehusarse a ir a una universidad religiosa, este es el lugar donde da su paso atrás, donde se da cuenta lo maravilloso que tenia sacramento y no solo como el lugar del que moría por salir.
Es por esto por lo que esta escena nos traslada a los diferentes paisajes que recorre Lady Bird y nos demuestra como su mama fue vital en el proceso de llevarla a donde esta ahora. Cuando llega el momento de llamarla para pedir una disculpa y decirle que la ama, donde finalmente se acepta como Christine, un momento de regresar, perdonar, agradecer y de amar a los que siempre están con nosotros.
En efecto, esta escena fue mi favorita y me parece una increíble manera para culminar esta película. Posiblemente no me equivoque afirmando que muchos de nosotros pasamos por este capitulo en nuestra vida, con autores distintos pero con un final muy similar.
En pocas palabras, así fue la mía, era un poco más pequeña pero tampoco encontraba mi lugar y nunca entenderé las razones por las que cuando esto sucede se quebranta una relación. De igual manera lo viví con mi mama tan solo que la vida fue un poco más ruda en la manera de decirme que debía dar un paso atrás, un paso donde llega este momento final en su película y en mi película donde vemos lo maravilloso que teníamos y que lo que tanto buscábamos siempre estuvo ahí.
– Laura Medina Meneses
Este largometraje abarca la historia de auto-descubrimiento de Adele, una adolescente francesa con sueños de ser profesora que cambia su mundo y paradigmas al conocer a Emma, una mujer unos años mayor que ella que estudia artes plásticas y con quien empieza una relación amorosa. Esta relación pasa por todos los estados, desde el enamoramiento, la infatuación, momentos difíciles en los que una persona pone expectativas y proyecta ideales en su pareja, el desencanto y el aprendizaje emocional a largo plazo, un punto en el que a partir de este aprendizaje se lleva la vida con una nueva identidad. La película nos hace acompañar a Adele por varios años y observar cómo su vida de adolescente se transforma y evoluciona hasta que llega a la adultez temprana.
Un aspecto interesante de la película es como sutilmente hace correspondencia a contextos literarios y corrientes artísticas que se discuten porque es parte de la vida de una de las protagonistas que se mueve dentro de un mundo profesional como artista, pero más allá de esto el director hace ecos de estas conversaciones dentro de la estructura y la forma de filmar la historia. Muchas personas han tildado la película como inmoral o inapropiada por las extensas escenas sexuales entre dos personas del mismo sexo, sin embargo, siento que la crudeza con la que se filmaron las escenas logra transmitir sin necesidad de palabras las emociones de la protagonista.
En mi opinión es una de las pocas películas que ha logrado mostrar una relación real de inicio a fin y todo lo que esta conlleva, sin ser una relación artificial, mediocre, melodramática o reductiva, que es el contenido común que se ve hoy en día en las producciones de Hollywood.
Al ser miembro de la comunidad LGBTQ me sentí profundamente identificada con el personaje de Adele y su trayecto de descubrimiento emocional y sexual. Una de las escenas que mas me conmovió es cuando Emma lleva a Adele a la marcha de pride, donde ve a muchas personas a su alrededor besándose y sintiéndose libres en un espacio seguro. Es ahí cuando pude observar en su rostro y sin necesidad de palabras supe que se sintió aceptada, dejó de sentirse marginada ocultando su verdadera esencia. Sin lugar a duda esta sido una de las mejores y pocas historias de amor que me ha llevado a lagrimas.
– Laura Schneider Lopez
Moonlight es una película que se divide en tres actos, Little, Chiron y Black. En cada
uno de estos se muestra una faceta diferente del personaje principal, este sufre una
evolución a lo largo de su vida debido a las situaciones que vive, como sí en cada
momento del presente, sin saberlo es una versión de sí mismo que conserva cargas de
lo que solía ser.

La vida de Chiron se puede expresar en la tonalidad de la pared que la imagen de su
madre muestra, pese a que la claridad de los colores cambia de izquierda a derecha, el
color es él mismo. Esto hace analogía a la personalidad de una persona, a pesar de
que la tonalidad cambie de un lado a otro, el ser es él mismo. A pesar de lo que
suceda al rededor, la esencia siempre es la misma.

A pesar de las presiones de la sociedad, el hecho de conocerse a sí mismo es un
proceso necesario para el desarrollo y la plenitud del ser humano, ser sincero consigo
mismo es algo que conlleva tiempo y entendimiento. Chiron lleva una vida dura en la
que no es aceptable ser sensible y por ende ser quién quiere ser, incluyendo a quien
quiere amar, puesto que no le “permitirá tener una vida normal”. Cada una de las
facetas muestra desde tranquilidad hasta revelación, la primera imagen a la izquierda,
transmite felicidad y tranquilidad, el reflejo del cielo despejado en el carro la mano en contra del aire es un sentimiento de liberación que casi todos hemos experimentado,
en contradicción la imagen del lado izquierdo muestra a un Chiron golpeado frente a
un espejo con las heridas a flote y una mirada de determinación que implica cambio y
decisión.

La vida es una sola, nuestro cuerpo, ideas y pensamiento cambian drásticamente, con
el pasar del tiempo. Chiron muestra en varias etapas de la vida la forma en que
escondemos momentos que son vergonzosos para los estándares de la sociedad, lo
que lleva a crear una montaña de supuestos que terminan opacando la realidad de la
persona que queremos ser.
Sin importar las prendas, el físico, o cualquier tipo de expresión, debemos ser reales y
poder expresarnos de la forma cómo nos plazca, nadie más debe decidir. La vida es
una película en la que planear no sirve y a pesar de que cada instante de conciencia es
lo único que percibimos, reconocer el pasado es fundamental para llegar al futuro sin arrepentirse de no haber vivido siendo real consigo mismo.
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