Cómo sobrevivir a un reality, once años después

Ya poco queda del espíritu que inspiró a los primeros ‘realities’ de la televisión. Así recuerda Pedro Vera, el gordito simpático de Expedición Robinson, su paso por el primer ‘reality’ en la historia de Colombia.

por

Margarita Robles De La Pava


12.02.2013

Archivo personal

Removía la arena con ansiedad, como un náufrago buscando la última lata de sardinas del buque. De rodillas, buscaba en la profundidad de la playa unos animales blancos y con antenas, del tamaño de una cucaracha. Tomó una manotada viscosa, quizás unos cuarenta, se los metió a la boca y masticó. Pedro Vera llevaba varios días sin comer. Era el año 2002, y él era participante del reality Expedición Robinson.

–Me escarbaba los dientes a ver si quedaba algo que me llenara y en la playa encontré las pulgas de mar. Me recordaban el sabor de los Doritos.

Durante cincuenta días Pedro se sintió observado cada minuto, cada hora. Alrededor suyo siempre hubo tres personas: un camarógrafo, un sonidista y un reportero. En promedio lo grababan ocho horas al día. Ese año se grababa la segunda versión del reality. El formato, al igual que el primero, fue un éxito. La idea venía de Survivor, un programa de televisión estadounidense famoso por enviar a una isla desierta a un grupo de personas que debían luchar a toda costa por subsistir.

Vera sobrevivió a la picadura de un escorpión, se alimentó de insectos, bajó 22 kilos de los noventa que pesaba y casi se ahoga en el mar. Su osadía lo llevó a estar en la final del juego y quedar en el tercer puesto. Tenía 19 años. Una vez afuera, la gente lo reconocía en la calle. Hoy, once años después, en el anonimato, Pedro recuerda sus experiencias en Expedición Robinson, uno de los primeros programas que dieron origen al boom de los realities en Colombia.

En el hotel Marriot de Santo Domingo, Republica Dominicana, los directores recibieron a Pedro y al resto de participantes el primer día. A la madrugada siguiente, los llevaron a una base militar y ahí empezó una larga travesía hasta llegar al Parque Nacional los Haitises, lugar que fue su hogar durante casi dos meses.

–Nada de cepillos de dientes, jabón, o cualquier otro elemento de aseo- le advirtieron los productores.

Solo le dieron tres condones.

 ***

Pedro nació en Cácota, Norte de Santander. Durante varios años vivió en diferentes lugares de Colombia, a donde la carrera de su padre en el ejército lo llevaba. En 1999 se mudó con su familia a Bogotá y terminó el bachillerato en el colegio Simón Bolívar de Madrid, Cundinamarca. Comenzó a estudiar Ingeniería Mecánica; sin embargo, ese año llegó a su vida la oportunidad de participar en el reality. Dejó de lado sus clases y terminó frente a Juan Pablo Gaviria, director del Desafío de aquella época, presentando un casting.

El casting para una persona que quiere participar en este tipo de programas es complejo: pruebas de resistencia corporal, psicoanalíticas y médicas.

–Parecía un ICFES. Lo único que nos faltó fue el examen de SIDA. No llevaban a nadie que estuviera enfermo.

En ningún momento pensó en abandonar el proceso, a pesar de las 14 horas que duraron las pruebas físicas y otros días más de incertidumbre, en los que esperaba con ansias que sonara el teléfono para recibir noticias sobre sus resultados.

***

A Pedro ser famoso nunca se le pasó por la cabeza. Pensó que iba a una especie de paseo de olla en playa, sólo que con camarógrafo.

–Imaginé que el sitio estaría lleno de cocos, cervezas frías, playas y mujeres en topless.

El anhelado paraiso se convirtió en un lugar de condena, donde el aguante físico y la fortaleza mental fueron las claves para permanecer firme.

–No hubo tiempo para lamentos, teníamos que madrugar, recoger agua, conseguir comida y estar pendientes de que no nos atacará ningún animal.  Las noches eran terribles por los mosquitos, nos tocaba dormir con la cara tapada como ninjas.

En ocasiones, Pedro sentía que el espíritu de Robinson Crusoe lo invadía.  Estuvo al filo de perjudicar su seguridad y su salud por andar de explorador en busca de comida. Una vez, él y sus compañeros de tribu casi caen a un precipicio por caminar en una ladera montañosa que se vino abajo. Ese día no hubo cámaras. Se salvaron de milagro.

Durante los cincuenta días también tuvo que lidiar con la enfermedad y el hambre. Se cayó y se lastimó una costilla; en otras ocasiones le dio fiebre y diarrea.

–Los realizadores nos habían advertido: cinco minutos antes de morirse vienen y nos avisan que están mal. A mi no me importó, yo sabía que venía a comer mierda.

Pedro comió desde culebras hasta pulgas de mar.

Su apariencia física cambió tanto que casi no se reconoce al espejo al regresar a la civilización. Su cara estab llena de pelo, el de la cabeza del colgaba hasta los hombros. Ya no olía sino que hedía.

–Ni siquiera nos podíamos dar un beso, con ese aliento quién…no hay intimidad, no hay tiempo, ni ganas, ¿qué atractivo es estar uno así?

Los tres condones que al principio pensó que le iban a alcanzar, no le sirvieron ni de consuelo.

Pedro piensa que los realities actualeshan cambiado en su esencia desde que él concursó.

-Ahora, es ir al Hilton o a las Américas en Cartagena. Hay que sobrevivir a los chismes. Solo se ven tetas y nalgas. Niñas y niños bonitos, algunos guerreros por supuesto, pero antes lo que más primaba era la supervivencia.

Los realities surgieron como una manera de experimentar la conducta y las reacciones humanas. Exhibir frente a una teleaudiencia las debilidades, el miedo, el ego, la furia y el llanto de personas de carne y hueso. Situaciones que aprovechan los canales para fabricar personajes y programas mediáticos. Los protagonistas obtienen sus recompensas: dinero y famas efímeras. Pero al final es la audiencia la que termina con el control de sus vidas, son ellos quienes eligen olvidarlos o recordarlos.

Según Pedro, el formato de la Expedición Robinson era de los más primitivos con respecto a los nuevos programas. Los perfiles de los participantes fueron escogidos entre productores y editores.

En esa época doce realities se habían trasmitido en todo el mundo. De los primeros países que acogieron este modelo en Latinoamérica fueron Argentina y Chile.

«Toda la telaraña que entreteje este tipo de shows tiene sus inicios en Chile a comienzos de este siglo. Los arquitectos Jorge Cristi y Arturo Torres hicieron una casa de vidrio en donde una joven actriz desarrolló su vida cotidiana durante dos semanas frente a miles de espectadores. Luego el artista argentino Luizo Vega fue más allá y convenció a una mujer de 17 años para que caminara desnuda por las calles de Chile. A partir de esto los productores de televisión vieron un negocio interesante en la cultura de la sobreexposición de la intimidad”, explicaba Hernando Benavides en un artículo para la revista Jet-Set, uno de eso medios que se nutren de las nuevas celebridades que crean estos programas.

Los mensajes a los participantes de la Expedición llegaban a través de cocos. De acuerdo a Pedro, nunca hubo un guión:

-Nos anticipaban pistas para las pruebas, nada más. Pero una vez, en la mitad del programa, se acercaron algunos realizadores y hablaron con cada uno de nosotros. Fue una pequeña charla, querían encaminarnos hacía ciertas situaciones para la edición.

En los realities se parte de una realidad  y se llega a una trama donde hay malos y buenos, víctimas y líderes, ganadores y perdedores. De acuerdo a sus amigos, Pedro fue un protagonista en la historia del Desafío de ese año. Fue escogido en el programa por su sentido del humor y su carácter sincero. Los productores vieron en él una persona cruel, que no tenía máscaras.

–Ellos querían alguien de un solo color,  pero de un color verde fluorescente, esa fue mi llave de entrada al programa.

A sus 29 años, sigue siendo atrevido y lo disfruta. Se considera, en ocasiones, un Bart Simpson. Cuando habla del reality, sus palabras muestran pasión y crudeza.

–Muchas cosas no se ven. Yo fui con gente de corazón noble, y otros más inescrupulosos.

Pasó por varios «consejos», aquellas sesiones en donde frente a las cámaras los participantes se eliminan entre sí, y sólo en uno obtuvo un voto en contra.

-A mi no me veían como un rival grande que ganaba pruebas. Era el gordito chévere, el bacán.

Varios amigos le quedan del programa: Juliana Pozo, ahora actriz; Diana Marcela Restrepo y Danilo García. Con el ganador de ese año, Cristóbal Echavarría, mantiene su distancia y habla con recelo de como Echavarría traicionó un pacto que habían hecho de dividir la plata del premio.

Otro de sus amigos cercanos, Claudio Ochoa, lo describe como una persona auténtica en su escencia y sin prejuicios sociales.

–Tiene un espititu noble, podría decirse que infantil– asegura Ochoa–  Siempre está orgulloso de lo que es, de su familia y de sus amigos más cercanos. También es muy divertido, le pone humor a todas las situaciones por más dificiles que parezcan.

***

En la prueba final del reality, Pedro se aferró a un palo. Parecía una bandera: una de sus piernas volaba en el aire, la otra lo aguantaba apenas en el madero. Cristóbal Echavarría y Camila Puerta, dos antioqueños, eran sus adversarios. El primero en soltarse perdía. Cuatro horas pasó en esa posición. Sus manos estaban entumecidas, sudaba y sentía calambres en las piernas. Trataba de concentrarse en respirar. Cada segundo parecía eterno. Camila se soltó. Quedaban él y Cristóbal. Pensaba en el dinero, en lo que haría con los 225 millones de pesos que estaban a sus pies. Pero su cuerpo no resistió. Al caer rompió el palo y sus ilusiones se fueron a pique. Sabía de antemano que Cristóbal traicionaría el pacto que habían hecho semanas atrás, según el cual los dos se cuidarían la espalda y se repartirían el dinero. En efecto, el trato se rompió y a Pedro se le esfumó el premio. Quedó en el tercer lugar.

–Influí sobre muchas personas para que no votaran contra Cristóbal, pero fue un error, prácticamente le entregué el premio.

Pedro ganó por su tercer puesto 17 millones de pesos y dice que volvería a concursar en otro reality.

Desde entonces, su vida le cambió de manera radical. Estuvo dos años de gira por Colombia y países vecinos con el Canal Caracol, productor del reality. Lo llevaron a  concursos de belleza, desfiles… dice haber coronado a más de una reina.

También, le hicieron ese honor en desuso que es entregar las llaves de tres ciudades: Neiva, Cácota y Soledad Atlántico.

Los minutos de fama le sirvieron para que un año después de salir al aire el programa, en el 2003, creara, junto a otro exparticipante del reality, Blanco Oscuro, una banda de rock en la que él tocaba la guitarra. Alcanzaron a sacar un álbum llamado Blanco Oscuro a dónde vas, con la disquera Ártico Records.

Pedro conseguía los contratos de la banda, era el encargado de manejar la imagen y alcanzó a vender presentaciones con solo palabras. De un formato pequeño de cuatro personas, la banda terminó con diecisiete.

-Ahí fue cuando perdimos el norte, había mucha gente.

La banda duró solo un año.

Después de salir del reality también estuvo en el área de producción visual de la Fundación Teatro Nacional y del Festival Iberoamericano de Teatro.

Se inscribió para The Amazing Race del canal Discovey Channel, una competencia de equipos que recorren el mundo, pero nunca terminó de pasar todos los requisitos. Sólo alcanzó a llenar el primer formulario.

Dos veces trató de actuar, pero no le funcionó y tampoco le gustó.

***

 Algo más que el reality le cambió la vida: su hijo, que nació en 2010.

–Siempre quise ser un papá joven. Tiene tres años, me tiene loco, con él volví al amor otra vez.

Él y su esposa viven en el barrio la Perseverancia en Bogotá.

Cuando se sienta en su escritorio de las oficinas del portal web Terra en Bogotá, donde trabaja hoy, Pedro se transforma. Mientras sus amigos le dicen que arme un stand-up-comedy, él trabaja como realizador audiovisual.  Desde hace más de seis meses se dedica a lo que en realidad le gusta.

–Siempre quise trabajar en medios electrónicos, en tendencias de video y audio… estoy contento.

Pedro prefiere mantenerse alejado de la farándula y de los eventos sociales.

Sus amigos más cercanos todavía lo molestan por su participación en el reality. En ocasiones, la gente también lo reconoce y le grita en la calle.

Pedro está sentado en el set de grabación de su oficina. Parece listo para una entrevista, como hace once años cuando filmaban los capítulos de Expedición Robinson. Todavía tiene puestas las gafas negras y gruesas que no abandonaba para correr, nadar o saltar. Pero ya no es el joven ingenuo que los televidentes veían cada noche enfrentándose a las pruebas.

Es viernes en la tarde. Usa  jeans, tenis y una camisa deportiva de mangas largas que le queda un poco estrecha. Está desteñida por los años, pero a pesar del tiempo y el uso se alcanza a ver un logo que dice Expedición Robinson: el desafío.

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