Salir del clóset del VIH

Este 30 de noviembre se celebra el día de salir del clóset del VIH. Para Álvaro Andrés Sáenz, diagnosticado hace más de tres años, es urgente hacerlo: a ver si de una vez por todas podemos hablar francamente sobre el tema y crear estrategias realmente efectivas para acabar con una epidemia que mata muchas personas gracias a la ignorancia de todos.

por

Álvaro Andrés Sáenz

Filósofo


25.11.2018

Ya se acerca el 1 de diciembre y, como se viene haciendo desde 1988, la Organización de las Naciones Unidas y los gobiernos de sus países miembros van a realizar acciones para conmemorar la lucha contra el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el sida en el mundo. Las actividades incluirán, seguramente, campañas de concientización sobre el tema, toma de pruebas rápidas en la ciudad y comunicados gubernamentales con cifras, datos y estadísticas que nos alertarán sobre una realidad que pocas personas tienen en cuenta: la epidemia aún existe y las cifras de transmisión no disminuyen.

Al mismo tiempo, en Facebook, ha surgido una nueva iniciativa por parte de activistas latinoamericanas que consiste en celebrar el 30 de noviembre como el día de salir del clóset del VIH. En palabras de Rosa Rivera Avilés, Vicky Huertas y Rosa Álvarez, gestoras de la idea, el objetivo de este día es “contribuir a la erradicación social en el mundo del estigma asociado al VIH por medio de la conformación de una campaña de orientación y empoderamiento para que las personas con las cuales el VIH vive, (sic) conozcan la importancia de revelar su diagnóstico”. ¿Cuál es el peso que el estigma alrededor del VIH puede tener sobre las personas que vivimos con él y cuál podría ser la importancia de revelar que se vive con un diagnóstico de este calibre? ¿Hay alguna relación relevante entre revelar vivir con VIH y el esfuerzo mundial por controlar la propagación del virus?

Diez días después de recibir el diagnóstico me mudé a México para hacer un posgrado. Tenía la oportunidad perfecta para iniciar en un nuevo lugar una vida sin tener que decirle nada a nadie. No tendría que contar en Colombia lo que me estaba ocurriendo. Era la oportunidad perfecta para barrer esta noticia bajo el tapete.

La elección del 30 de noviembre para esta nueva celebración no es trivial, ni tampoco responde a intereses publicitarios para sumarse a una celebración que ya es tradicional y se ha posicionado en el mundo; no son conmemoraciones distintas sobre un mismo tema. Más bien, creo yo, la celebración de un día para salir del clóset del VIH es una ampliación de las (muchas) acciones que deben realizarse para lograr un control efectivo sobre la epidemia.

Hace más de tres años, cuando recibí mi diagnóstico, dos pensamientos se me vinieron a la mente. En primer lugar, me sentí realmente estúpido por haber salido positivo a pesar de las múltiples advertencias y la información que me habían dado en el colegio y en mi familia. En segundo lugar, me prometí no decirle nunca a nadie, pues tener VIH era algo incompatible con la idea que de mí mismo me había creado y que había proyectado en mi entorno. Dicho de otra manera, sentí una profunda vergüenza conmigo mismo por haber cometido un error que creía que socialmente nadie me iba a perdonar. Consideraba que el VIH no era congruente con mi historia de vida (mi crianza en una familia ‘tradicional’, mi formación en pensamiento crítico, etc.). Además, sentía que había confirmado el cliché del homosexual con VIH y eso me molestaba.

Afortunadamente para mí, 10 días después de recibir el diagnóstico me mudé a México para hacer un posgrado. Tenía la oportunidad perfecta para iniciar en un nuevo lugar una vida sin tener que decirle nada a nadie. No tendría que contar en Colombia lo que me estaba ocurriendo. Era la oportunidad perfecta para barrer esta noticia bajo el tapete.

No obstante, mis ideas sobre la privacidad de mi diagnóstico rápidamente cambiaron: el peso que puede tener una noticia de este tipo, sumado a los procesos necesarios para iniciar tratamiento (así como sus barreras de acceso, la burocracia y la ignorancia con respecto a los derechos que tenemos los pacientes), hace que sea virtualmente imposible vivir el proceso de confrontación en soledad. Esto me obligó a buscar una red de apoyo que me acompañara durante el proceso de comprensión de mi nueva realidad y que, en cierto sentido, me guiara por el camino que debía seguir. Pronto, la posibilidad de compartir mi situación con pares me llevó a entender que mis amigos más cercanos, tanto en Colombia como en México, también podían acompañarme y apoyarme. E, inversamente, yo podría mostrarles una realidad que, seguramente para la mayoría, resultaba inimaginable.

En la mayoría de los casos (como en el mío), adquirir VIH no es sino el resultado de calcular erróneamente el riesgo al que se está expuesto tras ciertas prácticas, en gran medida por desatender las advertencias sociales. No es muy distinto a quien, tras una vida de fumar, termina con problemas respiratorios, o quien resulta diabético después de muchos años de comer azúcar en exceso, o hipertenso por un consumo excedido de grasa. No obstante, en ninguno de estos tres casos existe una sanción social como la que existe con el VIH. Las razones por las que esto ocurre pueden ser variadas: en gran parte es porque tiene que ver con el reino de lo sexual que tanto nos asusta como sociedad y tan poco conocemos. Otra razón puede ser el recuerdo histórico de la epidemia a sus inicios que cobró millones de vida en muy pocos años. También puede ser por la alta incidencia que ha tenido en tres poblaciones bastante segregadas: los homosexuales, las personas que ejercen el trabajo sexual y los usuarios de drogas inyectadas.

En el resto de los casos, ni siquiera puede hablarse de una imputación tan directa sobre los sujetos, es decir, no siempre es responsabilidad de la persona que vive con VIH el haberlo adquirido. Hay casos en los que hay múltiples barreras (sociales, económicas y educativas) que impiden que las personas tengan siquiera acceso a la información o a preservativos para evitar entrar en contacto con el virus. También sucede, como es el caso con muchas mujeres, que el virus llega en el contexto de una pareja estable (novio o marido) en la que es imposible pensar en exigir el uso del condón y en la que el hombre sostiene múltiples relaciones sexuales por fuera.

Guardar el diagnóstico en el clóset, no hablar de él más que un día al año, y pensar que es una situación que ocurre a otra gente que no tienen que ver conmigo, hace que muchos, aún hoy en 2018, muera por complicaciones relacionadas al SIDA

Los estigmas alrededor del VIH y las ideas que circulan en la cotidianidad (que solo ocurre entre promiscuos, pobres, prostitutas o drogadictos y que necesariamente implican una muerte lenta y dolorosa, o la ignorancia sobre sus modos de transmisión) se heredan y es uno el primero en pensarlos cuando recibe su diagnóstico. Es por esto que es necesario salir del clóset del VIH: porque queremos detener el avance de la epidemia en el mundo.

El clóset del VIH implica suponer que nadie de mi barrio o de mi escuela o de mi círculo social lo tiene porque eso les ocurre a otros. El clóset del VIH implica que haya personas que crean que el filtro social reduce la posibilidad de riesgo o que el virus no se transmite entre personas que se aman. El clóset del VIH invisibiliza los problemas profundos de un sistema de salud que supone que el paciente debe ser un contribuyente constante para poder recibir una atención digna, en vez de ser un derecho adquirido por todos y una manera efectiva de controlar el riesgo de transmisión. El clóset del VIH hace que sea imposible hacerse una prueba gratis en cualquier momento en Bogotá porque no hay un ente público encargado del tema. Guardar el diagnóstico en el clóset, no hablar de él más que un día al año, y pensar que es una situación que ocurre a otra gente que no tienen que ver conmigo, hace que muchos, aún hoy en 2018, muera por complicaciones relacionadas al SIDA, cuando ya existen múltiples tratamientos médicos que frenan su avance en el cuerpo y que, además, reducen significativamente el riesgo de transmisión en relaciones sexuales aún sin uso de condón.

Este 30 de noviembre (y este primero de diciembre y el resto de los días del año, si es posible) es necesario que saquemos a Colombia del clóset del VIH, a ver si de una vez por todas podemos hablar francamente sobre el tema y crear estrategias realmente efectivas para acabar con una epidemia que mata muchas personas gracias a la ignorancia de todos.

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Álvaro Andrés Sáenz

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