Arca, diva mutante

Ella es la artista venezolana detrás de los sonidos más disruptivos de otros artistas como Björk, Kanye West y FKA Twigs y, próximamente, Rosalía. Su experimentación, musical y sexual, rompe todas las estructuras.

por

Felipe Sánchez Villarreal

@EstimadoFelipe

Periodista y editor


21.04.2020
Diva Experimental, uno de los alter egos de Ghersi, conceptualizada y diseñada junto al artista 3D Frederik Heyman para su pieza "@@@@@". Imagen por Frederik Heyman.

[Diva Experimental, uno de los alter egos de Ghersi, conceptualizada y diseñada junto al artista 3D Frederik Heyman para su pieza «@@@@@». Imagen por Frederik Heyman.]

 

El cuerpo de Alejandra Ghersi se ha instalado en la industria musical, dice ella, como un cortocircuito: una puesta en crisis de la polaridad entre lo femenino y lo masculino, entre la sobreexposición y la introversión radical, entre la fama global y el más resistente subsuelo. Conceptos como el de “cuerpo sin órganos” de Deleuze y Guattari o el de “cyborg” de Donna Haraway son acaso los más precisos para mapear los cauces conectivos de una propuesta estética y sonora como la suya: una experimentación biológica y sexual que se vuelve política, en la que el cuerpo se abre desde adentro, en un desgarramiento sangriento que –como los deseos disidentes– repele pero deja ver otras posibilidades de existencia. Y, sin embargo, es en esa incomodidad que emerge la belleza, la posibilidad de un cuerpo abierto que se entiende desde sus conexiones y desde una poética de la vida biológica interior.

Ghersi ha sido muchas. Su carrera como artista ha operado desde la exhibición de su propia dislocación, su propio mutar hacia otros contornos de sí misma. Fue primero Alejandro y nació en Caracas, donde durante seis años comenzó a hacer música bajo el seudónimo de Nuuro, un proyecto de electropop en el que cantaba en inglés sobre beats de IDM. Por su familia vino una primera escisión identitaria: la de la nacionalidad. De Caracas se mudaron muy temprano a Darien, Connecticut, regresaron a los nueve años y en 2012 Ghersi se mudó a Nueva York para asistir al Clive Davis Institute of Recorded Music de la Universidad de Nueva York, donde frecuentaba la escena queer electrónica subterránea que giraba en torno a las fiestas GHE20G0TH1K.

Entre su fascinación por la cultura pop norteamericana, el sentirse extranjera en su ciudad natal y el descubrimiento del underground de la electrónica fue trazando los insumos de su carrera creativa. En 2012 publicó Stretch 1 y Stretch 2, sus primeros EP bajo la nueva personae que la ha acompañado desde entonces: Arca. En ellos mezcla rudamente texturas brillantes de sintetizador en cadencias futuristas de hip hop. Esos EP llegaron a oídos del rapero Kanye West, quien la llamó para colaborar en su álbum Yeezus. Desde entonces, fuera del nicho, Arca se volvió la válvula silenciosa detrás de los sonidos más disruptivos de estrellas del mainstream alternativo como FKA Twigs y Björk, con quien entabló una robusta relación creativa que sigue alimentándose. Ghersi fue la mano detrás de buena parte de su álbum Vulnicura y la coproductora del total de Utopia.

“Fue una conversación musical intergeneracional, trasatlántica, en la que me empujaba a ir a lugares que yo sugería hace años pero a los que no me había atrevido a llegar”, afirmó la artista islandesa sobre su trabajo con Ghersi, con quien sintió que se “fusionó”. Fue, además, la presencia de Alejandra como coprotagonista del video de “Arisen My Senses” el punto de quiebre que comenzó a sacarla del resguardo de las consolas hacia las primeras líneas de exhibición.

En su trabajo las texturas sonoras rasgan su camino entre el lenguaje tecnológico y la más cruda visceralidad, entre la violencia y le celebración. Ella misma ha vivido un tránsito: de identificarse como un hombre gay, a considerarse un sujeto no binario hasta, más recientemente, hacerse un cuerpo de mujer. Desde 2018 habla de sí misma con pronombres neutros o femeninos. “En vez de retratar la disforia de género, quiero explorar la euforia de género”, dijo en una entrevista con la revista Garage. La celebración de lo híbrido y el torcer las estructuras (de los géneros musicales y de las sexualidades normativas) ha estado en la médula de sus procesos creativos. 

La presentación de esa mutación se ha hecho desde vitrinas en las que ella ha controlado su imagen –principalmente en Instagram, desde donde registra los cuerpos que se construye–, reforzado a través de su particular propuesta estética y performática, que ha construido con el artista y animador Jesse Kanda, creador del universo visual de todos sus álbumes y de sus videoclips: figuras dismórficas, masas, criaturas que parecen vistas con microscopio, animaciones de personajes distópicos. Uno de ellos es Xen, un alter ego de infancia de Alejandra que comenzó en sus años en Venezuela, con el que firmaba a veces entradas de su diario, y que dio título a su primer álbum de larga duración en 2014: Xen. La representación visual de ese personaje andrógino cobró cuerpo como una mujer poshumana en el video de “Thievery”, dirigido también por Kanda.

Su mixtape “&&&&&”, de ese mismo año, cruza sonidos del trap con un piano descarrilados, arpegios gomosos y suspiros, y abrió una nueva puerta para su exploración estética y estilística. En Mutant (2015), su segundo álbum, y como describe la escritora y periodista británica Sasha Geffen, las composiciones de Arca comenzaron a desplegarse en tonos “transpirables”, a diferencia de los “pulidos biomorfos plásticos” de Xen. Mutant, dice, se aferra a las entrañas de la experiencia corporal: “Arca quiere mirar más profundo que la piel, saborear la descarga de adrenalina y oler el sudor que se derrama cuando el cuerpo se encuentra con el cuerpo. El compromiso sensual se ve desde el interior cuando Arca investiga el deseo corporal y la agresión corporal, solo para descubrir que comparten una raíz común”, escribe Geffen.

Del deseo y la agresión, en 2017 Ghersi se vuelca luego hacia la ternura y el desamor. El lanzamiento de su álbum homónimo, Arca (2017), en el que exhibe por primera vez, desde sus proyectos de adolescencia, su voz desnuda, en un registro operático, lo expone fuera de las distorsiones y desfiguraciones usuales. En las canciones de ese tercer álbum puede intuirse metamorfosis y reacoplamiento de sí: “Quítame la piel de ayer”, canta en “Piel” y “Saunter”. El desgarramiento, en este caso, está anclado al duelo amoroso y la pérdida (“Tú sabrás dónde hay miel / Y yo no sé cómo encontrar la miel sin ti / Yo solo sin ti”; “Anoche yo te amé / Y tú me dejaste trizas”). Pero en ese proceso de pérdida, ha dicho, pudo desenterrar su voz como una tecnología nueva.

Allí, en el registro de la música electrónica contemporánea, incorpora fragmentos de la cultura venezolana y su tradición musical con esa nueva voz: el fragmento que abre “Reverie” es un homenaje a “Caballo viejo”, del compositor llanero Simón Díaz: “Cuando el amor llega así de esta manera, el carutal reverdece”. Ghersi ha dicho que la naturaleza desgarradora de la tonada llanera, la comunión espiritual de un dispositivo que “cargaba dentro de sí el anhelo y la tristeza”, ha marcado una tristeza antigua de la que él mismo se está haciendo partícipe. La suya es una inscripción en una tradición propia (y a la vez ajena) que la relocaliza.

Como anota el periodista Alex Frank, Ghersi concibe su música como una especulación, una idea que, cuenta ella, tomó de la escritora de ciencia ficción Octavia E. Butler. Su mirada ofrece, ha dicho él, una “traviesa hipotetización sobre cómo quisiera que fuera el mundo”. Y ese mundo posible se revela no solo su música; también, en el universo visual de sus videoclips, sus performances y sus presentaciones en vivo, como la que tuvo recientemente en el centro de artes neoyorquino The Shed, Mutant;Faith. Arca exhibe constantemente su cuerpo solitario, de extensiones protésicas: zancos que construyen la imagen de un sátiro futurista, tacones afilados, piernas mecánicas, un cuerpo muchas veces sometido y atado, en la línea de las estéticas BDSM, como en “Desafío” o en “Anoche”, donde se contiene en un corsé correctivo. Un cuerpo violentado: carne llena de hematomas, flagelos, sangre. No por nada varios de sus videos en YouTube vienen con advertencia previa.

La brutalidad está presente, además, en todos sus procesos compositivos. Mezcla constantemente sonidos de latigazos, gritos desesperados, sonidos metálicos y rudos. Pero, precisamente en ese reconocimiento de la violencia, pretende “mostrarle ternura a la energía que busca destruirte”, dijo en una entrevista en 2017. La mirada suya es una mirada endoscópica: quiere ver más adentro del cuerpo, hacer aflorar —desde una necesaria rasgadura— las Entrañas, como tituló un mixtape de 2016.

En una entrevista con Noisey, Ghersi deja ver esa poética endoscópica hablando de su abuelo muerto: “Que se le vieran los huesos a través de su piel era algo poético, porque estaba revelando la vida biológica interior de alguien a quien siempre habías visto con una capa lípida. Estaba viendo literalmente su composición interna. Eso tiene algún tipo de poesía”. Y en esa contradicción surge el potencial de fisura de su proyecto: cómo, desde el recubrimiento y la multiplicación de las prótesis como un nuevo modo de travestismo, se construye un cuerpo distinto, que es a la vez su cuerpo más íntimo.

Con la pulsión de su propia exhibición, el cuerpo representado se ha ido modificando hacia un estado cada vez más cyborg, una fantasía en la que se desborda la singularidad: de la extrañeza del mutante a la despersonalización de la inteligencia artificial. Arca es una “diva psicosexual”, como ella misma se ha hecho llamar. Usa las estrategias y la fiereza pública del arquetipo de la diva —la que se para a esperar los reflectores, la que usa su cuerpo como objeto de registro y extracción— como “brillante exoesqueleto” o “coraza protectora” para expresar sus deseos y vulnerabilidades más hondas.

En la composición visual posapocalíptica que acompaña “@@@@@”, su más reciente pieza, imaginada por ella y Frederik Heyman, radicaliza esa tensión: está estructurada como una emisión radiofónica de un personaje bautizado Diva Experimental, una “inteligencia post-singular” perseguida, que vive entre muchos cuerpos en el espacio y que solo muere si los hallan todos. “Los cuerpos huéspedes tienen un fetiche por la paralingüística, por romper la cuarta pared y por alimentar una mutante esperanza en el amor frente al miedo”, escribe Arca sobre este personaje, uno de cuyos cuerpos es un modelo 3D de ocho pechos que permanece conectado a un mecanismo que opera en un automóvil destartalado. Cada uno de los segmentos de la pieza, nombrados “quantas”, como la medida eléctrica, plantean la pregunta por su propio y monstruoso travestismo: “Monstrua”, “Construct”, “Membrane”, “Psychosexual”, “Travesti”.

Su música ha elaborado mutaciones hábiles y expansivas de las formas familiares de la música electrónica. Mucho de lo que ha orientado trabajos como “@@@@@” es abrazar el ruido, dinamitando y recomponiendo las estructuras. “Para mí, el ruido es una respuesta a las incapacidades del idioma, y creo que lleva dentro de sí ese reconocimiento, esa frustración de que tanto las palabras como nuestro empeño en organizar las cosas, incluso el ritmo y la melodía, tienen problemas”. El ruido es, para ella, algo que resiste a la codificación de la estructura, como su misma identidad. 

En febrero Ghersi confirmó que está próximo a lanzar un nuevo álbum, KiCk i, que incluirá colaboraciones con Rosalía y un nuevo trabajo con Björk. Eso solo confirma que en ella hay una constante intuición de la creación como un estar con los otros, un cuerpo que se entiende desde la transformación, la ruptura, las conexiones con otros y la fuga.

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Felipe Sánchez Villarreal

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Periodista y editor


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