A los perros guardianes del periodismo cubano les quieren poner bozal

El último intento de protesta en Cuba quedó sofocado por las amenazas del Estado. La ausencia de periodistas en las calles desenmascaró la censura que oprime a los medios digitales independientes del país. Jorge Enrique Rodríguez (48), Abraham Jiménez (32) y Yadiris Luis (29) son tres reporteros cubanos que representan el rostro de aquellos que el Régimen intenta silenciar.

por

Bernardita Ortíz

Es periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y becaria de la Red Latam para jóvenes periodistas de Distintas Latitudes. Ha [...]


01.12.2021

El pasado 15 de noviembre, Jorge Enrique Rodríguez (48) salió de su casa en la Habana, Cuba, vestido con una camiseta blanca para asistir a la “Marcha Cívica por el cambio”. Los organizadores recomendaron ese color como una forma de protesta silenciosa, ya que la manifestación había sido prohibida por el Gobierno por considerarla “una provocación con fines desestabilizadores”. Jorge se puso la camiseta blanca por empatía, reconoce. Ese día su rol en los barrios de La Habana era cubrir la jornada para el Diario de Cuba, un medio digital independiente en el que es periodista.

Ese lunes entró a su cuenta de Facebook, encendió la cámara e inició un video en vivo mientras caminaba hacia El Cerro, una de las zonas más vulnerables de la capital y cercano a su barrio natal, Los Sitios. “Ellos dicen (el Diario de Cuba)  que yo soy su reportero estrella porque soy capaz de moverme dentro de lo que se llama, digamos, la marginalidad en Cuba, porque yo vengo de esa marginación también”, cuenta Jorge. En la imagen relata que no había nadie en el lugar. A pesar de que era una fecha importante para la isla, también había mucho miedo. 

Las manifestaciones del 11 de julio marcaron un hito histórico sin precedentes en el país. Se habla de que nunca el pueblo cubano se había manifestado de esa forma en contra de la Dictadura que lleva 61 años desde que Fidel Castro asumió el poder. Ese día, que también presenció como reportero Jorge, o Jorgito, como le conocen en sus tierras, terminó con al menos 1.270 personas detenidas. Hasta octubre de este año, 572 permanecían encarceladas, según un reporte publicado por Cubalex, una ONG local de derechos humanos.

Esa violencia por parte del Estado también reprimió los brotes de protesta las semanas previas al 15 de noviembre. Yunior García, uno de los activistas de la isla, recibió varias amenazas en su contra para evitar que se hiciera la marcha. Primero, alguien dejó una paloma decapitada en la puerta de su casa y luego agentes de Seguridad del Estado le bloquearon la puerta para que no pudiera salir de su hogar. Por amenazas como esas, los ánimos de salir a marchar se apaciguaron. 

El reportero del Diario de Cuba ya había salido de El Bloque, como algunos llaman a la manzana que sostiene ocho edificios de hormigón, uno de ellos el hogar de su infancia. Eso le relató a su audiencia en el video. Cuando cortó, sonó su teléfono. Era una llamada del agente de Seguridad del Estado que constantemente lo hostigaba

–¿Oye, dónde está usted?– le preguntó la voz. 

– Si me estás llamando es porque sabes dónde estoy–, respondió Jorge, quien después añadió que estaba haciendo su trabajo como periodista.

– Mira, aquí nosotros determinamos que si tú insistes, vamos a tener que arrestarte–.

– Pues yo voy a seguir haciendo mi trabajo y a ustedes les corresponde hacer el suyo–, contestó Jorge y colgó la llamada.

El periodismo independiente ha crecido en la isla a la par de la masificación del internet que comenzó en 2011 y con el fin de fiscalizar al Gobierno y a sus instituciones. No lo hace el periodismo oficial cubano, ya que cuenta con funcionarios del Estado que revisan que nada vaya en oposición o en desmedro del gobierno socialista de Cuba. 

Jorge fue testigo cuando fue director de una revista cultural oficialista, pero que tras dos ediciones fue cerrada por su culpa, según él, ya que para el Régimen “este compañero es demasiado contestatario”.  Días antes de la “Marcha Cívica por el cambio”, decenas de reporteros independientes fueron interrogados en diferentes estaciones de policía en donde agentes de la seguridad del Estado les decían que conocían información personal de ellos. 

"Era la quinta vez en sus siete años como periodista en el Diario de Cuba que Jorge estaba en un calabozo mientras reporteaba"

Jorge fue citado a una de esas reuniones. Para él no tenían mucho valor. Miraba a sus interrogadores directamente a los ojos y desviaba cualquier atención a las preguntas que le hacían. Él siente que son estrategias del Régimen para amenazarlos y que así no puedan hacer su trabajo. 

Diez minutos después de colgar esa llamada abandonó El Bloque para no generar problemas que, intuía, ocurrirían pronto. Cuando llega a Boyero con Tulipán, famosa intersección de La Habana, apareció el agente de Seguridad del Estado que lo había llamado por teléfono. Lo esposó y lo llevó detenido a la Estación de Policía El Marianao. Jorge apagó su teléfono y subió a la patrulla. Su pareja, hijo y amigos sabían que si no contestaba después de media hora, era el momento de preocuparse. Fue el protocolo que tenían preparado por si algo así llegaba a ocurrir.

Era la quinta vez en sus siete años como periodista en el Diario de Cuba que Jorge estaba en un calabozo mientras reporteaba. Aunque por los interrogatorios, los arrestos y las amenazas que reciben los reporteros disidentes pareciera que hacer periodismo independiente en Cuba es una práctica ilegal, no existe una ley que explícitamente lo prohíba. 

Sin embargo, la ley 88 del Código Penal cubano establece que aquellos que colaboren con medios extranjeros para desestabilizar el país podrían recibir desde una multa hasta cinco años de cárcel.  Si bien los medios independientes en Cuba no son manejados por extranjeros, algunos de los hostings de sus sitios webs son comprados en otros países, algo que es muchas veces usado en su contra en los interrogatorios policiacos. Pero ellos los usan, según los periodistas entrevistados para este reportaje,  porque el Gobierno pone muchas trabas para montar la plataforma dentro de la isla. 

Ley 88, artículo 7.1: ARTÍCULO 7.1. 

El que, con el propósito de lograr los objetivos de la Ley “Helms–Burton”, el bloqueo y la guerra económica contra nuestro pueblo, encaminados a quebrantar el orden interno, desestabilizar el país y liquidar al Estado Socialista y la independencia de Cuba, colabore por cualquier vía con emisoras de radio o televisión, periódicos, revistas u otros medios de difusión extranjeros, incurre en sanción de privación de libertad de dos a cinco años o multa de mil a tres mil cuotas, o ambas.

Después de seis horas tras las rejas y una campaña para buscarlo que se activó a raíz de su desaparición, Jorge fue liberado ese 15 de noviembre y volvió a su casa sin ningún rasguño. Sin embargo, no todos tienen la misma suerte. 

Ni el primero, ni el peor

Para Jorge su caso no ha sido el más grave. Para Abraham Jiménez Enoa (32), también periodista independiente cubano, el suyo tampoco. Es como si ya hubieran naturalizado que las cosas se pueden poner mucho peor. 

Hace cuatro años, Abraham estaba en su apartamento, en La Habana, escribiendo un artículo cuando de pronto quedó a oscuras. La luz y la corriente se habían cortado, por lo tanto no podía seguir trabajando ahí porque no tenía batería en su computador. Decidió tomar sus cosas e ir a la casa de su mamá, que no vivía muy lejos de él. Hacía unos días el periodista había publicado en El Estornudo, un medio digital de periodismo independiente en Cuba que él mismo cofundó, un reportaje sobre los perfiles falsos que se hace el Gobierno “para imponer sus matrices de opinión en todas las redes sociales. Y yo hice un reportaje sobre eso y no les gustó mucho”. 

Recuerda que era temprano: alrededor de las 7 a.m. marcaban las agujas del reloj. En su trayecto, notó que había un militar que vivía en su edificio y cuando llegó donde su mamá lo volvió a ver. En ese minuto no pensó que era un detalle importante. Pero luego recibió una llamada de un agente de Seguridad del Estado que le dijo que querían verlo. Él le respondió que no podía, porque estaba escribiendo, pero le replicaron al otro lado de la línea que lo irían a buscar, que sabían dónde se encontraba. 

Su madre no estaba en casa pero, para su suerte, sus abuelos sí. Tenía muy buena relación con ellos y, para consentirlo, su abuela le había preparado una tortilla de cebollas, su favorita, para desayunar. No alcanzó ni a probar un bocado cuando llegaron los agentes de Seguridad del Estado. 

Lo subieron a un carro sin saber qué destino le depararía. No sabe por qué, pero le hizo un gesto de despedida con la mano a sus abuelos. Ellos quedaron paralizados, como estatuas. No entendían qué estaba pasando, ni qué explicaciones le darían a la madre de Abraham. 

En la estación de policía le mostraron que tenían sus comunicaciones intervenidas, que lo seguían y que sabían de sus asuntos privados y de los de sus cercanos. “Fue la primera vez que le vi el rostro a la represión”, dice. Cuando volvió a la casa de su mamá, la tortilla de cebollas seguía sobre la mesa, solo que ahora no evaporaba ese humo que tenía el plato recién servido, sino que estaba añejo por las 11 horas que había estado detenido. 

Fue una amenaza impactante, cuenta Abraham, pero esa no fue la última vez, ni la peor, ni al único periodista que le sucedió algo así. Le prohibieron la salida del país, del que en sus 32 años no ha salido, le han puesto esposas, le han exigido desnudarse frente a la policía, han amenazado a su familia e incluso algunos de ellos han perdido sus trabajos a raíz del miedo que abunda en que los relacionen con opositores al Régimen. Eso ha fracturado las relaciones con sus cercanos. 

"Le prohibieron la salida del país, le han puesto esposas, le han exigido desnudarse frente a la policía, han amenazado a su familia e incluso algunos han perdido sus trabajos por miedo"

El fin de semana del 15 de noviembre también lo arrestaron, pero a diferencia de Jorge, fue en su casa. Cuando bajó de su apartamento a sacar la basura se dio cuenta que había agentes del Estado y un par de policías, que pretendían privarlo de salir. Si salía, lo llevaban detenido. Estaba enfurecido. En esos días escribió Crónica desde el balcón: “El fantasma de la represión asfixia a Cuba” en Gatopardo, uno de los medios internacionales en los que escribe desde la distancia, junto a una columna en The Washington Post. Fue una forma de expresar sus días de encierro sin poder salir a las calles para las manifestaciones, como muchos otros. “Y si no podía salir de mi casa, inevitablemente tenía que hacerlo desde la primera persona”, replica.

Como el de Jorge y Abraham, hay muchos casos. 69 periodistas sufrieron 182 hechos violatorios de la libertad de prensa solamente durante el fin de semana del 15 de noviembre, según un informe del Instituto Cubano por la Libertad de expresión y Prensa. El 84% fueron detenidos arbitrariamente. 

Para el Estado cubano, no solo los militares son mercenarios 

A Yadiris Luis Fuentes (29) llevaban varios días llamándola desde un número desconocido para citarla a una interrogación en una Estación de Policía, tal como le ocurrió a Jorge, a Abraham y a muchos otros periodistas independientes. Faltaban tres días para la marcha del 15 de noviembre.

La primera vez que recibió varias llamadas para ser interrogada en una unidad muy lejana de donde ella vive fue en su cumpleaños número 29, en octubre de este año. Cuando fue, la amenazaron de acusarla por mercenarismo: formarse como militar para un país extranjero, que es un delito en Cuba. Ella es periodista de El Toque y ADN Cuba, dos medios digitales que son independientes y cubanos, y no había postulado a ninguna prueba para el Ejército. 

SECCIÓN OCTAVA  – Código Penal de Cuba Mercenarismo 

ARTICULO 119. 1. El que, con el fin de obtener el pago de un sueldo u otro tipo de retribución material, se incorpore a formaciones militares integradas total o parcialmente por individuos que no son ciudadanos del Estado en cuyo territorio se proponen actuar, incurre en sanción de privación de libertad de diez a veinte años o muerte. 2. En igual sanción incurre el que colabore o ejecute cualquier otro hecho encaminado directa o indirectamente a lograr el objetivo señalado en el apartado anterior.  

Como ya tenía experiencia en los interrogatorios y había investigado sobre el tema, fue a la citación que le hicieron el 12 de noviembre en una estación de policía, pero no dijo nada. Igual que en su primera interrogación, estaba el teniente Manuel, quien estaba a cargo de vigilarla. Yadiris mantuvo silencio y no respondió ninguna pregunta ni amenaza. Sabía que no había fundamentos legales para que la acusaran: “ya lo había consultado con abogados y todos me dijeron, si te visitan para interrogatorio, no hables en el interrogatorio porque tú no estás en calidad de testigo. Estás ahí en calidad, supuestamente, para ser entrevistada, pero estás ahí contra tu voluntad”. 

Solo habló para preguntar si su interrogatorio tenía que ver con la marcha del 15N. Nunca fue su plan asistir, pero no le dijo eso al teniente Manuel ni a nadie. Él le dijo que si la tenía que vigilar, lo haría, sin vacilar. Ella no lo dudó. 

Al día siguiente, el 13 de noviembre, Yadiris estaba en su apartamento redactando un artículo. Escuchó a través de la ventana que una chica entró a su edificio a preguntar por el apartamento tres, que era el contiguo al suyo. No le tomó mucha importancia. Cuando su novio llegó, a eso de las 11 de la noche, dos personas vestidas de civil le preguntaron si iba a ese apartamento. Él dijo que sí, que era el de su novia. Faltaban dos días para la marcha. 

Al día siguiente Yadiris bajó a la recepción y había seis agentes de Seguridad del Estado en la recepción. También estaba Manuel, el teniente a su cargo, y todos pretendían vigilarla e impedirle salir de su casa. Seis personas para una periodista que no mide más de 1.55 metros. No le quedó más remedio que subir. Si bien no la podían acusar de mercenarismo, como la habían amenazado la primera vez, ese arresto domiciliario tenía una sanción similar: privarle de su libertad y evitarle salir a hacer su trabajo.  

Todo el fin de semana estuvo encerrada en su casa pero insistentemente recibía llamadas de números desconocidos que le preguntaban si le quedaba leche en polvo. Una de las personas que la llamó le dijo que había un anuncio en una tienda de mercancía en internet que decía que en ese teléfono vendían ron, café, leche en polvo y papel higiénico. La escasez de alimentos había sido una de las razones que motivó la protesta del 11 de julio. Después de la tercera llamada, Yadiris notó que algo andaba mal: “juegan con el desespero de los otros, porque que tantas personas me estuvieran llamando significa la necesidad que hay de ese producto”. Para ella no era coincidencia que todo esto estuviera ocurriendo en medio de su confinamiento.

Lo ratificó cuando apareció una foto suya en un grupo de Facebook para citas. Ya dos hombres le habían escrito por lo mismo. No logró bajar la imagen y el anuncio sigue ahí en la red social. Todo el 15 de noviembre, el día de la marcha, estuvo pendiente de estos anuncios extraños en internet. 

Al día siguiente, los seis agentes de Seguridad del Estado y Manuel desaparecieron de su puerta. Tampoco quedaba ningún periodista retenido. 

Los tres reporteros entrevistados para este reportaje actualmente no están bajo arresto domiciliario, ni han vuelto a ser contactados por agentes de Seguridad del Estado, pero no se sienten libres. Jorge sueña con un Cuba sin dictadura donde pueda dejar el periodismo y dedicarse a escribir; Abraham con poder salir de la isla que retiene sus pies hace 32 años y Yadiris, anhela dejar de ser acusada por ser una supuesta traidora.

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Bernardita Ortíz

Es periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y becaria de la Red Latam para jóvenes periodistas de Distintas Latitudes. Ha publicado en la televisión pública de Suecia SVT, en Revista Paula y fue practicante en Cerosetenta.


Bernardita Ortíz

Es periodista de la Pontificia Universidad Católica de Chile y becaria de la Red Latam para jóvenes periodistas de Distintas Latitudes. Ha publicado en la televisión pública de Suecia SVT, en Revista Paula y fue practicante en Cerosetenta.


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