‘Cuidar a Emmanuel me trajo muchos problemas’

La historia de Emmanuel es la de un niño nacido en cautiverio, la de una operación que lleva su nombre y la de la liberación de Clara Rojas, su mamá. La historia de Emmanuel es, también, la del campesino que lo cuidó, que pagó una condena por secuestro y que fue desplazado por las Farc.

por

Edgar Sebastián Angarita


22.11.2016

Foto: tomada de @Las2orillas

José Crisanto Gómez ya no vive en El Retorno, Guaviare. Ya no está en el campo ni cultiva la tierra. Su nombre dejó de repetirse en los medios y de su cara no se acuerda nadie. José Crisanto ya no está en la cárcel, ahora es un hombre libre. Pagó una condena de 4 años por secuestro y se salvó de que fueran 33 más. Es uno de los tantos desplazado que ha dejado la guerra, uno de los tantos campesinos que, sin darse cuenta, se han vueltos verdugos obligados por las Farc. José Crisanto es víctima y victimario. Es el hombre que tuvo en su casa a un bebé de ocho meses que recibió de manos de los guerrilleros. A un niño enfermo nacido en cautiverio y que entregó al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar tras ser denunciado por maltrato, negligencia y abandono. Era el hijo de Clara Rojas, secuestrada por seis años y fórmula vicepresidencial de Ingrid Betancourt en las elecciones del 2002. José Crisanto Gómez es el campesino que tuvo escondido a Emmanuel.

 

¿Cuidar a Emmanuel le trajo consecuencias?

Claro que sí, hombre, yo tuve que vivir cosas muy duras por haber hecho ese acto humanitario. Pagué cuatro años de cárcel por secuestro y casi me tocan 33 más y una multa de 3.000 millones de pesos. Los que más sufrieron fueron mis siete hijos. A ellos casi se los lleva las Farc como reclutas.

¿Usted le tenía miedo a las Farc?

¡Mucho! Los que vivíamos allá estábamos siempre a disposición de quienes tenían las armas, o sea de las Farc. Ellos eran los que ponían las leyes, las normas. Uno sólo cumplía, porque si no, pues hombre, ponía en riesgo su propia vida y la de su familia.

Frente al fallo de la Corte Constitucional que lo dejó en libertad, usted habla de justicia procesal, y Clara Rojas habla de injusticia, ¿qué piensa al respecto? 

En un momento la justicia se equivocó conmigo y me privó de la libertad sin tener la más mínima prueba, pero a pesar de todo y gracias a mis abogados, se hizo lo correcto y se falló a mi favor. Yo no sé Clara por qué dice que con ella se han cometido injusticias,  lo que me tocó vivir a mí también fue durísimo. Ahora, que las Farc tiene entre sus compromisos decir la verdad, es un buen momento para que los secuestradores de Clara Rojas digan por fin qué pasó con ella y con su hijo. Por qué lo llevaron donde el curandero y no donde un médico. Es un buen momento para que expliquen, por fin, que yo nunca hice parte de esa organización.

¿Eso quiere decir que usted está de acuerdo con lo pactado en La Habana?

Totalmente. Estoy de acuerdo porque el solo hecho de acabar con las Farc como organización ilegal es estar en paz. Es hacer compromisos por parte del Gobierno, de ellos y de todos nosotros.

Pero hay quienes insisten en que esos acuerdos son injustos y votaron en contra…

Hombre, desafortunadamente en Colombia hay dos bandos: los que hemos vivido la guerra en carne propia y los que la han visto por televisión. Los que, sentados detrás de un escritorio, ignoran la crueldad de este conflicto. Y con eso no estoy diciendo que sólo las víctimas directas pueden dar cuenta de la guerra, estoy diciendo que falta solidaridad para entender lo inhumano de esta violencia.

 

En Colombia hay dos bandos: los que hemos vivido la guerra en carne propia y los que la han visto por televisión

 

¿Está de acuerdo con la justicia transicional de esos acuerdos?

Sí. ¿Qué ganaron las víctimas con la muerte de los comandantes de las Farc? A mí me parece más importante que los guerrilleros le cuenten al país qué ha pasado realmente, que digan la verdad. Si se tratara de meter a la cárcel a todos los que han tenido que ver con este conflicto, ¡Hombre, iría una tercera parte del país! Aquí está untado más de uno.

¿Cómo reparar el daño hecho a las víctimas?

Para quienes hemos sido afectados directamente por la guerra, nunca va haber una reparación real. Ese dolor se queda en el alma y eso es irreparable. La plata no cura las heridas. Entre más pienso, menos se me ocurre cómo van a juzgar a los niños, por ejemplo, que fueron víctimas y victimarios. A ellos los reclutaron a la fuerza, pero ellos mataron gente. A veces, pienso que el Estado también es victimario, por negligencia, por no darles protección ni seguridad.

¿Usted votó por el Sí el 2 de octubre? 

¡Claro! Y no sólo voté, sino que intenté concientizar a muchas personas. En este país nunca hemos tenido el hábito de la lectura y yo siempre he dicho: “Ojos que no leen corazón que no entiende”. La gran mayoría nunca leyó los acuerdos, se quedaron con lo que les dijeron otros y ya. Yo intenté explicarles.

¿Qué le diría a quienes votaron por el NO?

Que han debido ser coherentes. Que han debido pensar en sus hijos y en sus nietos. En si les hubiera gustado que fueran reclutados por una organización criminal o que fueran asesinados en un campo de batalla. Les diría que los que van a la guerra son los hijos de los pobres, que allá no vemos ministros, ni políticos. Allá vemos a los hijos del pueblo.

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Edgar Sebastián Angarita


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