La geopolítica de los ‘bullies’: Europa se arrodilla ante Trump y Putin

La política exterior de Trump es un despliegue planetario de matoneo, extorsiones arancelarias y traiciones a aliados. Aunque parece una estrategia errática, los chantajes y las amenazas le han servido para que la Unión Europea se arrodille ante sus designios.

por

Felipe Uribe Rueda

antropólogo y analista político


21.08.2025

Portada: Isabella Daza

Este texto hace parte de Sancocho Mundi, nuestra columna de geopolítica. Si quiere ver las otras entradas, haga clic aquí.

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En dos reuniones de alto nivel que sucedieron en poco menos de una semana, Trump comenzó a jugar sus cartas para ponerle fin a la guerra en Ucrania y, de paso, imponerles la agenda de seguridad estadounidense a sus aliados europeos.

El viernes 15 de agosto, en Anchorage, Alaska, recibió con alfombra roja y espectáculo aéreo a Vladimir Putin, quien pisó suelo estadounidense después de casi dos décadas. A pesar de que los dos presidentes ni siquiera firmaron una declaración conjunta y que la cumbre terminó de manera abrupta, lo cierto es que los acuerdos vagos a los que llegaron, si toman forma, sentarán las bases de la paz en Ucrania -una paz que, evidentemente, solo les conviene a Rusia y Estados Unidos-.

Tres días después, esta vez en Washington, Trump se sentó como un rey en su aposento del Despacho Oval y, frente a él, con cara de niños regañados, se apeñuscaron los líderes de las potencias europeas, la presidenta de la Comisión Europea y el secretario general de la OTAN. En esta reunión, cuyo contenido e imágenes ya son icónicos por la evidente sumisión de los europeos, Trump les expuso a sus socios los acuerdos a los que llegó con Putin. A pesar de las tímidas réplicas de Macron y Merz, que insistieron en el cese al fuego como algo imprescindible para sentarse a negociar con los rusos, Trump les impuso su agenda.

De izquierda a derecha: Mark Rutte, secretario general de la OTAN; Volódimir Zelensky, presidente de Ucrania; Alexander Stubb, presidente de Finlandia; Emmanuel Macron, presidente de Francia; Friedrich Merz, canciller de Alemania; Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea; Giorgia Meloni, primera ministra de Italia; Keir Starmer, primer ministro del Reino Unido. Foto: Casa Blanca.

Acuerdo entre bullies y espectadores humillados

Entre el viernes 15 y el pasado lunes 18, Trump y Putin les dejaron claro a Zelensky y a los líderes europeos que quienes mandan son ellos, y que Ucrania y Europa son y serán actores secundarios en cualquier acuerdo que se construya. Ejemplo de esto son las reuniones de acercamiento y las llamadas entre los dos presidentes, en las que en ningún momento ha participado Zelensky, así este sea el jefe de estado de una de las partes directamente involucradas en la guerra. Pero hay más todavía: desde que Trump ascendió al poder a principios de este año, Estados Unidos ha tomado partido por Rusia en varias instancias. En la ONU, se aliaron para bloquear una resolución impulsada por Ucrania y Europa que condenaba la invasión rusa de Ucrania, mientras que, en el plano del performance político, Trump ha tratado a Putin como un igual, al tiempo que ha pisoteado a Zelensky y ha puesto en ridículo a los líderes europeos. 

A pesar de que todavía no se ha firmado nada, es claro que la batuta la llevan los bullies, y que a Europa le tocará conformarse con ocupar un rol de espectador y aceptar que la paz, si se pacta, se construirá con base en las condiciones fijadas por Rusia en 2022 (Rusia se queda con Crimea, Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia), pocas semanas después de iniciada la invasión de Ucrania. 

Estas son los principales resultados de las cumbres de Anchorage y Washington:

1. La posibilidad de un alto al fuego naufraga, Trump cambia de estrategia y la responsabilidad de la paz recae en Ucrania. Trump insistió en que el presidente ucraniano, Volódimir Zelensky, es quien debe «hacer un trato» para poner fin a la guerra, sugiriendo que la mejor manera de resolver la situación consiste en trabajar por un acuerdo de paz, en lugar de un acuerdo de cese al fuego. A pesar de que Zelensky y sus aliados europeos lleven meses insistiendo en que sin cese al fuego Rusia tendría vía libre para ocupar más territorios ucranianos, y aunque Trump haya amenazado con profundizar las sanciones si en Anchorage no se acordaba un cese al fuego, el presidente estadounidense cedió ante las pretensiones de Putin.

2. Putin sale del aislamiento diplomático y fortalece sus pretensiones territoriales. La cumbre en suelo estadounidense, que se inauguró con una cálida bienvenida de Trump, sirvió para sacar a Putin del aislamiento diplomático que había enfrentado desde el comienzo de su invasión de Ucrania, en 2022. Para el presidente ruso, el simple hecho de ser recibido de esta manera significa una victoria, ya que lo posiciona como un jefe de estado con quien se puede y se debe dialogar, y lo aleja de su imagen despótica. Así mismo, el hecho de que Estados Unidos haya iniciado acercamientos reales justo cuando las tropas rusas están logrando los avances territoriales más significativos desde 2022 da cuenta de que en las negociaciones de paz, muy probablemente, se va a dar por sentado que el repliegue ruso de Crimea, Donetsk, Luhansk, Jersón y Zaporiyia no va a estar sobre la mesa.

3. La posibilidad de una reunión Putin-Zelensky se intensifica, aunque sea difícil de lograr. Tras una comunicación telefónica posterior a la cumbre en Alaska, los dos presidentes acordaron que iban a trabajar para concertar una futura reunión entre Putin y Zelensky, la cual podría seguirse de una cumbre trilateral que incluiría a Trump como mediador. Sin embargo, es importante tener en cuenta que Putin en el pasado ya le ha mamado gallo a Trump, y que todo depende de la voluntad del régimen ruso de seguir adelante con las negociaciones.

4. Estados Unidos podría brindarle garantías de seguridad a Ucrania. Trump insinuó que, en el marco de un posible acuerdo de paz, Estados Unidos podría brindarle garantías de seguridad a Ucrania. Aunque no se comprometió a desplegar tropas de paz estadounidenses en la frontera que se fije, aseguró que su país estaría «involucrado» y le daría a Ucrania «una buena protección». También describió a Europa como la «primera línea de defensa» y descartó la posibilidad de que Ucrania ingrese a la OTAN.

5. A Zelensky y Europa solo les queda bajar la cabeza y aplicar la “política del encanto”. Para suavizar la tensión de su última visita, Zelensky se puso corbata, le agradeció repetidamente a su anfitrión y buscó una conexión personal con la familia Trump. Los líderes europeos también se derramaron en elogios a Trump por su liderazgo en las negociaciones y, a pesar de ciertos destellos de desacuerdo, bajaron la cabeza y acataron.

Europa: gigante económico, enano político y gusano militar

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En los últimos años, a causa de la política de America First de Trump, pero también del giro estratégico hacia Asia que comenzó en la era Obama, la relación comercial y militar entre Estados Unidos y Europa ha degenerado en una serie de tensiones comerciales y políticas. Si bien Europa conservó su rol de socio estratégico en situación de relativa igualdad hasta hace unos años, parece que, con las reiteradas amenazas de Trump y la conciencia de la dependencia militar histórica del continente, el grupo de los 27 aceptó a regañadientes un papel de subordinación. Un indicio claro de esta capitulación es el reciente acuerdo comercial bilateral al que llegaron Donald Trump y Ursula von der Leyen. Aunque en Bruselas se presentó como un logro diplomático que permitió esquivar una guerra comercial a gran escala, ya que el bloque se salvó de los aranceles de 30% con los que Trump lo amenazó, es evidente que sus provisiones son abrumadoramente favorables a los intereses estadounidenses y dejan a Europa en una posición de clara desventaja, que para algunos ya roza con el vasallaje. Mientras que Estados Unidos se reservó el derecho de imponer un arancel de 15% a prácticamente todos los productos europeos, con algunas excepciones, Europa se comprometió a no establecer aranceles recíprocos y a mantenerlos en los bajos niveles históricos. Así mismo, el bloque de los 27 se comprometió a comprarle a Estados Unidos 750.000 millones de dólares en gas licuado durante los próximos tres años e invertir miles de millones de dólares en tecnología militar gringa para su rearme, lo que podría profundizar la crisis energética y militar de la que ya hemos hablado.

Este sometimiento, sin embargo, va mucho más allá de lo económico. A esto se suma la mal llamada política del “keynesianismo de guerra” que ha impulsado a Europa a rearmarse y, al mismo tiempo, supuestamente, a irrigar su economía con capital fresco para generar trabajos de alta calidad y desarrollo tecnológico en áreas en las que el continente está rezagado. A simple vista, esta medida podría interpretarse como una respuesta congruente a la amenaza rusa y un paso hacia una mayor autonomía y un mejor desempeño económico

Sin embargo, cuando se considera en el contexto del acuerdo comercial con Estados Unidos –que les exige a los países europeos comprar armamento estadounidense, y a comprometerse a aumentar su gasto en defensa al 5% del PIB después de lo que a todas luces fue una extorsión por parte de Trump– esta reestructuración militar se revela como otra capitulación. Buena parte de los miles de millones de euros de rearme van a terminar en las arcas de Lockheed-Martin o Northrop Grumman, y no en las de Dassault o Rheinmetall. En lugar de revitalizar su propia industria de defensa, Europa va a arrodillarse ante los intereses del complejo militar-industrial de Estados Unidos y financiar su crecimiento a expensas de su propia soberanía estratégica. Algo que, en un contexto de desaceleración de la economía europea, podría obstaculizar las pretensiones del continente de recuperar el terreno perdido ante China y Estados Unidos en sectores tecnológicos estratégicos, como la IA y las energías verdes. Así mismo, redireccionar tamañas cantidades de recursos al esfuerzo bélico podría resucitar al fantasma de la austeridad, que sigue atormentando a los europeos desde la crisis económica mundial de 2008. La exigencia de su aliado gringo es tan importante para la actual estrategia global europea que, casi sin pena, líderes como Macron o Merz han aceptado públicamente que sostener la guerra en Ucrania a través de más gasto en defensa va a implicar recortes en el estado de bienestar de sus países, que es tal vez el bien más preciado de las sociedades europeas.

El panorama actual muestra a una Europa cansada, maniatada por su relación de vasallaje con Estados Unidos e incapaz de asumir una política exterior totalmente autónoma. Si bien la relación transatlántica casi siempre se ha mostrado desigual (nada más ver la impotencia de Europa durante las invasiones de Irak -1991 y 2003- y Afganistán), hoy es imposible desconocer que, como dijo Mark Eyskens, ministro de Asuntos Exteriores belga durante la operación Tormenta del Desierto, Europa es “un gigante económico, un enano político y un gusano militar”.

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Felipe Uribe Rueda

antropólogo y analista político


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