Ficción especulativa: mundos donde caben muchos mundos

Entrevista con Juan Francisco Salazar, antropólogo y realizador audiovisual que trabaja con la ficción especulativa como método de investigación y práctica transdisciplinaria y de comunicación. Una herramienta para pensar otros futuros posibles y generar prácticas políticas y estéticas disidentes. Este es su cuento.

por

Omar Rincón


12.09.2024

Todas las imágenes suministradas por Juan Francisco Salazar

1.

Desde niño fui amante de la ciencia ficción más clásica, la que quizás mucha gente leyó del norte global, Bradbury, Arthur Clark y eso. Aún bien joven, cuando estaba estudiando en la Universidad de Chile, conocí el trabajo de Ursula K. Le Guin, que era una narradora de ficción especulativa estadounidense, hija de antropólogo, y que desarrolló una propuesta de ficción feminista antipatriarcal. La leí cuando tenía como 18 años y ahí empezó mi interés personal por leer y pensar el mundo desde la ficción especulativa. El libro de ella que más me marcó y que aún inspira mis trabajos es La teoría de la bolsa como origen de la ficción. 

Ficción especulativa es pensar en y crear mundos alternativos, mundos donde caben muchos mundos, la idea de que otros mundos son posibles. Luego todas las ideas las mezclo con el zapatismo de México a principios de los 90. A partir del 2010 quise trabajar la ficción especulativa como método de investigación y práctica antropológica y de comunicación. Entonces realicé un documental en la Antártica con una artista maorí, Victoria Hunt, ella estaba redescubriendo su herencia maorí, ya que era de padre maorí y de madre no maorí y nos embarcamos en un proyecto colaborativo de varios años donde a mí me interesaba a través de un documental desgenerado, como yo llamo, porque trato de ir en contra del género y de los límites que impone un género y mezclo la ficción, el documental, el cine etnográfico, el video activismo y el video arte y de eso salen estos monstruos que mucha gente quizás no les gusta o le interesa, pero me parece que son interesantes en esa monstruosidad de no tener una forma definida, de ser muy suaves y amorosos, pero también violentos

Me gusta jugar con esas metáforas de que la ficción especulativa también tiene muchas metáforas, sobre todo el weird, que es un género que nació en los años 20. Y es interesante que estos géneros todos surgen en los años 20, el weird, la ciencia ficción y el documental, todos salen prácticamente en la misma década. Y me gusta trabajarlo como un método de pensar el futuro, de otros futuros, que sean posibles para generar prácticas políticas, estéticas disidentes. Y además, hay otras corrientes más recientes, pero que además anteceden a esta ficción especulativa occidental, de la cuales yo me inspiro también como son afrofuturismo, futurismo indígena, futurismo árabe, futurismo chino, futurismo maorí. Una explosión de futurismos que quizás tengan en común un interés de unir el antes de ayer con el pasado mañana. 

Aprendí de una activista y artista norteamericana, Rashida Phillips, que es de Filadelfia, que es una artista queer y abogada, que trabaja en vivienda social y en activismo de vivienda, que ocupa el afrofuturismo como método crítico,  que la colonización y el imperialismo no solamente se puede entender como una colonización sobre el territorio y los cuerpos, sino que también una colonización del tiempo, o sobre el tiempo. La pregunta que surge es ¿De qué manera podemos resistir e imaginar otras formas de practicar y construir tiempo? Y ella lo lleva a la invención de los usos horarios. Hubo una convención de puros hombres blancos en Inglaterra en 1884, en Greenwich que decidieron que todo el tiempo del planeta se iba a organizar a partir del meridiano de Greenwich. Y ahí impusieron una lógica capitalista del tiempo que ayudó a consolidar un proceso de colonización que ya llevaba varios siglos. Entonces me parece importante contribuir a esfuerzos por descolonizar el tiempo, los territorios y los pueblos.  

2.



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El futuro es un campo en permanente disputa y por lo mismo la imaginación del futuro también es un campo en permanente disputa. Me ha interesado lo que ha surgido en la última década de teoría social especulativa, con literatura especulativa y cómo se van confundiendo, retroalimentando, tensionando, contradiciendo. Y surge una serie de disputas también entre la teoría, la práctica, la literatura, el audiovisual y el trabajo también en territorios. 

Me interesa plantear cómo pensar el futuro como una metodología de hacer crítica cultural y política, de poner en práctica y de crear esperanzas y de generar diálogos. Si aceptamos por un momento que el futuro puede ser una metodología, entonces, la ciencia ficción y la ficción especulativa son un método para conectar el antes de ayer con el pasado mañana. Esto es muy interesante en América Latina, luchar contra un futuro dominado por el norte global, el mainstream Hollywood: desarrollar creaciones, especulaciones que vayan en contra de eso, que generen visiones alternativas a eso y que conecten la ancestralidad de este continente en todas sus diversidades con futuros diferentes.

Mezclar el videoarte, el videoactivismo, la ficción, el documental, lo etnográfico: géneros que se inventaron en el norte global, más o menos al mismo tiempo, en los años 20. Lo mismo que la ciencia ficción, el término documental, el weird, todos salieron en los años 20 como una forma de catalogar, formas de contar. En el relato ancestral no existen esas divisiones ya que un mito, un relato de origen, tiene una parte que es ficción, una parte que puede ser real, una parte que puede ser observación científica indígena. 

Me interesa esa forma de desgenerar. La primera fue en Antártica, donde trabajé con científicos y empecé a ficcionalizar los trabajos científicos de glaciólogos, microbiólogos, o también  experimentar con ficcionalizar los planes de la NASA para ir a las lunas de Saturno. Y creé un personaje de ficción que se llama Xuě Noon, y que luego fuimos desarrollando con Victoria Hunt a través de dos largometrajes, Anochecer en Gaia del 2015 y Cosmografías que sale este año. En la primera parte ella habitaba en tres temporalidades diferentes en la Antártica, en el 2038, en el 2013 y en un espacio tiempo al mismo tiempo ancestral y futuro indefinido. Y eso fue una película hace 10 años. 

Este año estamos terminando una especie de secuela llamada Cosmografías, que filmamos en el desierto de Atacama en colaboración con activistas y comunidades indígenas Lican Antai del desierto de Atacama, con científicas y sindicatos de pescadores, con quienes se conversó  sobre cuál puede ser el rol de la ciencia ficción o la ficción especulativa en recuperar relatos ancestrales, defender el territorio frente al extractivismo del litio que está secando todo el agua de los salares de Atacama, y de qué manera la ficción podría ser una herramienta política útil, creativa, para generar una crítica frente al extractivismo, pero también formas de pensar futuros más maravillosos y más amorosos. 

Lo futurista es un enfoque súper lindo como para trabajar desde América Latina. Hay muchos trabajos de autores indígenas que hablan de esto, de la disputa de la soberanía temporal, el colonialismo sobre un territorio o los cuerpos, el colonialismo del tiempo y esa lucha por la soberanía temporal. 

La idea es explorar de qué manera la ficción, en mi caso a través del audiovisual, podría generar también una forma creativa anticolonial del tiempo. Hay un escritor chileno, Álvaro Bizama, un escritor de ciencia ficción, y él propone que la primera obra de ciencia ficción weird en América Latina estaría en Los Raros del poeta Rubén Darío, que sería la primera forma de concebir esta idea de la extrañeza, de la raredad, de lo raro, de lo weird en América Latina. Pero América Latina está llena de estos relatos.

3.

Mi trabajo es bastante ancho y ajeno a la academia. La academia me permite tener los fondos para hacer los proyectos que quiero y me permiten hacer trabajos en solidaridad en los territorios. En la última película se plantea de una forma como una colaboración con la comunidad indígena Likan Antai de Toconao, en el Salar de Atacama. Se desarrolló a través de una serie de talleres, conversaciones, diálogos con comunidades y salieron unos diálogos de saberes muy ricos de sentido. No importa si se dice ficción especulativa o ciencia ficción o ancestralidad. No me quiero quedar pegado con la ficción especulativa, pero la idea de especular es interesante y potente. 

Mis futuros especulativos partirían con música, haciendo música experimental que pueda reunir distintos géneros y especule con distintas formas. Músicas ancestrales del futuro. Me gusta empezar y terminar con música. Como trabajo con audiovisual, me encantaría poder tener un curso de producción audiovisual donde los estudiantes puedan experimentar con ideas a través del vídeo. 

La condición es que todo trabajo tiene que estar conectado al territorio, si no después pierde solidez y validez y queda solamente en la palabra, en la teoría o en un libro. Y eso no me interesa tanto. He escrito varios capítulos para libros y revistas que siento que solo lee un número muy pequeño de académicos y algunos lo ocupan en sus clases, pero creo que sería bueno abrir un poco esos procesos. 

Las universidades están cada vez más neoliberales, por lo menos en el país donde yo vivo. Me encantaría pensar hackear la universidad, transformarla, pero estoy cada vez más cansado y más pesimista de que la universidad realmente pueda alcanzar, pueda realmente servir para eso. Pero creo que bueno, teniendo colectivos y colegas que piensan similar siempre es posible construir una academia diferente, pero creo que las universidades van por un camino que hay que desmantelar las universidades y por lo menos hackearlas o aprovecharse de los recursos que proveen para destinar esos recursos a otros colectivos y formas y prácticas y formas de pensar que no están dentro de la academia.

¿Hay que poner el límite entre lo que es imaginado y lo que es real? ¿Dónde está ese límite? ¿Cuál es imaginado? ¿Cuál es real? Hay un florecimiento de literatura especulativa latinoamericana que trata estos mismos temas a partir de relatos. En Chile perdimos un sueño, un sueño muy hermoso y muy corto, que fue castigado, que fue reprimido y que se está olvidando rápidamente. Y que incluso el presidente Boric reniega de muchas de las cosas que él mismo dijo cuando era activista. Y el surgimiento del anarco neoliberalismo en Argentina es más bien una pesadilla.

El arte, la literatura, el audiovisual, una academia activista comprometida tienen un rol que cumplir en imaginar alternativas y ponerlas en práctica cuando se puede. A veces se podrá, a veces no se podrá, pero si perdemos la capacidad de contar cuentos, de imaginar otras formas de realidad, creo que vamos a quedar atrapados en una realidad que a veces ya es muy difícil de escapar. Algunos dicen que será una estrategia muy burguesa, porque uno tiene el privilegio de no tener que salir a trabajar materialmente para poder comer. Y acepto esa crítica. Desde la literatura y desde la academia  se pueden especular mundos imaginarios diferentes porque existe ese privilegio. ¿Pero los zapatistas también lo hicieron y lo siguen haciendo? Yo creo que lograron muchas cosas en ese ímpetu por imaginar un mundo diferente, un mundo donde caben muchos mundos. Así que creo que sí se puede hacer.

Muy difícil seguir pensando a nivel global. Debemos pensar en lo planetario, en organismos interconectados. Está un poco difícil de pensar un cambio político a nivel global. Hay que trabajar desde los territorios, en experiencias más pequeñas. Ahí es donde está más la esperanza, la posibilidad de cambio. Pensar el cambio a nivel global está muy jodido actualmente, sobre todo en contextos de una revancha patriarcal, de fundamentalismos religiosos y nacionalismos. 

4.

Nací en Chile, vivo en Australia, pero amo Colombia. Viví acá en una época oscura para el país, entre 1983-1986, me tocó Armero, la Toma del Palacio de Justicia, el principio del narcotráfico, pero sin embargo conocí un pueblo, una geografía, un territorio que lo tengo muy profundo adentro. He vuelto varias veces. En este viaje pude venir con mi esposa de hace 30 años y para mí ha sido lo más especial que ella conozca y se enamore de este país. Me siento muy regalado de poder volver una vez más a Colombia, Bogotá, conocer el campo, estar en una finca, conocer el río Magdalena que no conocía, así que sí, soy un enamorado de este país y de sus gentes y sus paisajes.

Ahí lo dejo y no sé para dónde va, no sé ni de dónde vengo ni para dónde voy, pero por ahí va. Ahí lo dejo.

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