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Narcolombia propone mirarnos al espejo desde nuestra propia estética

Un proyecto académico entre un antropólogo, un cineasta y un periodista nos plantea indagar en la estética narco, que en realidad es la lógica capitalista con la que se está homogeneizando el mundo. Esta es la propuesta de una muestra que se exhibe en Mz. 14, en Guayaquil, en el marco del VI Encuentro del Instituto Latinoamericano de Investigación en Artes.

por

Jessica Zambrano Alvarado


23.10.2023

Lo narco no es el otro

Lo narco no es una respuesta a los males de la sociedad

Lo narco es una estética

una ética

Lo narco es el capital 

Lo narco está entre los otros pero entre nosotros también

La narco es un discurso que negamos desde la clase

¿La acumulación de capital es inocente?

Nunca

Entre Donald Trump, Juan Manuel Santos, Diego Maradona, Álvaro Uribe, Pedro el Escamoso y otros tantos personajes de la política, el fútbol y el espectáculo estás tú. Hay un espejo que resume este encuentro y que tiene grabado el título: ‘Narcolombia’. En ese espejo ubicado entre todos los personajes de este mural, te miras, te tomas una selfie, casi de manera inerte, aunque tu rostro quedará atravesado por la frase “Narcolombia”. Al mirarte al espejo y registrarlo, asumirás ser parte de este mural en el que las fronteras de lo que se concibe como  “narco” se cruzan con el show de exhibir la riqueza, el capital. Entonces aquello que se ve con distancia ya no será solo la lógica con la que se mueve el mundo de “un otro”, sino también la tuya y la de todos los que se retratan sin cuestionar sus consumos, ni los que exhibe el poder político y económico que rige al mundo.  

Narcolombia es una propuesta de investigación del periodista Omar Rincón, el cineasta Lucas Ospina y el antropólogo Xavier Andrade. A través de una recopilación que trabaja desde el arte las estéticas de lo narco, cuestionan al sistema capitalista que lo moldea, define y expande. Para el periodista Omar Rincón, esta muestra trabaja en tres cosas. La primera es matar la metáfora. “Hablemos de narco, no de drogas ni del consumo de drogas, sino de la  estética que nos habita”, dice. Segundo, “el narco es colombiano y ecuatoriano por destino, pero capitalista por ética”. Y tercero, que “el narco es un lavador permanente de activo de conciencias”. 

En Guayaquil, a pocos días de haberse inaugurado una muestra que plantea la posibilidad de que los ecuatorianos nos miremos en ese espejo, en el marco del VI Encuentro de Investigación en Artes, realizado en la Universidad de las Artes, conversé con Xavier Andrade, más conocido como “el X”, y con Rincón. 

La narcoestética: ¿De dónde viene? 

Omar Rincón: Creo que una de las matrices que más atraviesa a América Latina y a las sociedades  latinoamericanas es el concepto de la clase social. El narco se vincula casi siempre con un problema de los pobres, los ricos nunca tienen problemas con el narco. Es como si los narcotraficantes vivieran al margen de la sociedad. ¿Quién les vende las casas, los carros?. Quienes usufructúan del narco es la gente “bien”, pero los pobres, son los narcos porque ellos están delinquiendo. Ese concepto nos obliga a romper con el clasismo. 

Xavier Andrade: El corazón del discurso hegemónico hace pensar lo narco como si fuera solamente algo vinculado a los carteles o  a una estética excesiva barroca, kitsch, popular y empiezas a tener una serie de contradicciones, que nosotros queremos poner en discusión al plantear que hay otro lado que se invisibiliza, que es el  lado de la política del capitalismo, supuestamente legal y puro. Queremos poner en discusión que existe una narco estética consagrada por el discurso hegemónico que lo reduce a algo de clase a pesar de que es fuertemente ampliado por las industrias culturales contemporáneas; las series televisivas alrededor de Pablo Escobar, las películas de Hollywood, etcétera; eso coexiste con la cara más ascética del capitalismo legal que es la cara del lavado de dinero en lo inmobiliario, en el sistema bancario, en la agricultura.

¿Cómo el Narco-style puede explicar este fenómeno estético que se expande por América Latina? 

O.R: El narco es como un líquido fotográfico que devela una imagen de la sociedad. Uno,  por más que intenta unificar no puede, porque la buchona mexicana se parece mucho a la prepago colombiana, pero no es lo mismo. El narcocorrido mexicano se parece mucho al corrido colombiano, pero no es lo mismo y así me parece que toca comenzar a mirar lo mismo en Ecuador. Porque lo fácil es decir que es la “colombianización del mundo”. Un ejemplo es la cumbia, hay cumbia colombiana, pero también hay villera argentina, peruana, boliviana. En el narco nadie quiere revelar las identidades nacionales. Dejemos de mirar hacia afuera y miremos nuestra alma desde el líquido revelador del narco. 

¿Y podría explicarse a través de esta propuesta interseccional y académica el fenómeno en el que se extiende el narcostyle? 

O.R: Nosotros no creemos que el arte ni los medios ni la academia puedan definir lo que pasa en los procesos sociales. Uno de los planteamientos de la investigación es romper con el adjetivo que nos obliga a usar lo “narco” como cualquier exposición mágica. El narco es tan bello y tan mágico que si usted quiere encontrar una respuesta para cualquier cosa, puede contestar “el narco”. ¿De verdad todo es tan fácil? Y cuando lo vinculas al periodismo, se asumen estos relatos sin complejizar, porque básicamente el oficio del periodismo es tomar la complejidad y simplificarla, pero no puede ser que en Ecuador todo sea tan fácil. El narco es un lavado de activos morales y éticos. 

Pongámosle pausa a esa explicación tan marginal de tener un villano, tan melodramático que es maligno, feo, un demonio que acecha por tu vida. La política usa esta matriz, la usa y dice la tengo fácil: puedo usar estos miedos. 

El otro elemento que asumimos con lo político es que yo sí creo que la guerra contra las drogas ha fracasado, que hay unos análisis mucho más orgánicos y complejos entre la lógica económica, política, medios. En la política los narcos son malos, pero en Netflix son buenos. Ese mundo ficcional nos encanta, lo vemos con emoción. 

Sin embargo, ¿la narco estética está homogeneizando el mundo?

O.R: Está homogeneizando a los reggaetoneros, el cuerpo femenino, los lujos, la misma buchona —mujer que es pareja de un narco— se volvió mundial. La imagen del mundo a nivel estético. 

X.A: La economía de los países no se puede explicar sin eso. El mundo se volvió narco capitalista, los narcos pusieron una evidencia. Así que lo que toca es mirar nuestra propia narcoestética. Mirarnos al espejo de la NarColombia. 

Y en ese sentido, ¿funciona hacer este collage de objetos para mirarnos al espejo y asumir el conflicto de condenar lo narco como sociedad pero abrazarlo en la ficción o hasta qué punto se podría convertir en una apología?

O.R: Queríamos matar la metáfora y asumir su look popular. Esto lo llamamos “fashion narco”, lo llevamos a un centro comercial y llega: es mirarse en una vitrina. Lo que a la gente le gusta es que te pone en una vitrina, quieres sacar el celular y tomarte una foto. 

X.A: Además de eso queríamos que la gente se incorpore a sí misma como parte del problema porque tendemos a pensar en lo narco como una otredad. Omar dice que cada colombiano tiene un narco en el corazón, es chocante y es la plena: de una u otra manera participamos del problema de lo narco, sea por la fascinación de las industrias culturales y su producción, porque compramos un paquete de marihuana en la esquina, porque aplicamos nuestras influencias para trabajar o lograr algo, el lavado de dinero, de cualquier manera estamos participando de esa economía. 

Esa idea de crear un espejo de Narcolombia para ubicarla en Ecuador y reconocernos en ese conflicto también nos hace reconocer una otredad dentro del país, porque esta violencia que se ve en Guayaquil no está en todos lados, necesariamente, ni la reconocen todos. 

O.R: Creo que hay que asumir en serio si es un problema ecuatoriano o de región. En Ecuador siempre se habla de una identidad, pero veo desde afuera un país re roto donde la Amazonía no existe. Existe lo indígena que está en las montañas y los monos que les encanta la plata y quieren parecer Miami y ven a la gente de Quito como aburridos. El otro chivo expiatorio es el colombiano. ¿Dónde comenzó el problema del narco? En la frontera, en Esmeraldas, pero se comparte con Tumaco, es el mismo territorio, ¿por qué no se extendió? La explicación colombiana sirve para no asumir el problema interno. Lo venezolano sirve para culpar a la delincuencia pero ya el narco no se lo puede cargar. 

X.A: Desde los orígenes de la época republicana la iglesia católica no es solo la iglesia, sino la gran terrateniente de la sierra ecuatoriana, mientras que en la Costa el desarrollo capitalista empieza a calar más tempranamente, el gran sistema de plantación empieza a reemplazar instituciones y con eso las ideas de que la gente guayaquileña, está más vinculado hacia el mundo exterior y a la final es la cristalización de estigmas de siglos.

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Jessica Zambrano Alvarado


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