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No más geólogos muertos

Henry Mauricio Martínez, de la Universidad de los Andes, era el más joven de los tres geólogos que fueron asesinados la madrugada del pasado jueves en Yarumal, Antioquia.

por

cerosetenta


25.09.2018

Cuando la minera canadiense Continental Gold contrató a Henry Mauricio Martínez para ser geólogo de exploración en Yarumal, Antioquia, él se puso feliz. No sólo era su primer trabajo fuera de la academia, donde había empezado su carrera, sino que iba a investigar estando en terreno, su pasión.

Hace 15 días, Henry regresó a Bogotá. La compañía Continental Gold acababa de anunciar que sus empleados fueron atacados por criminales en el municipio de Buriticá, en el occidente antioqueño. Ese día asesinaron al ingeniero Oscar Alarcón. En su comunicado, que Henry Martínez colgó en su página de Facebook, la compañía dice que están “trabajando con las autoridades nacionales y regionales para redoblar los esfuerzos que garanticen la seguridad y legalidad en la zona y logren dar con los responsables de este repudiable crimen”.

La comisión de Henry que debía regresar a Yarumal se demoró ocho días más de lo presupuestado en salir por seguridad.

La compañía debió pensar que ya todo estaba bien. Era un riesgo calculable pero ni los gerentes de la empresa ni los encargados de la operación pensaron que fuera tan grave”, opina José María Jaramillo, Su profesor y mentor en la Universidad de los Andes. “Henry era consciente del riesgo pero su compromiso con la empresa y su entusiasmo por aprender, lo motivaba. Nunca nadie pensó que lo iban a matar”.

Su meta era irse a hacer una maestría o un doctorado en geología planetaria pero a comienzos de este año le salió el trabajo en la minera canadiense Continental Gold.

Henry no dejaba tareas inconclusas. Fue algo que heredó de su papá, un militar retirado del Ejército que trabajó durante muchos años brindando seguridad a una compañía minera.

Aunque su familia es costeña, Henry creció en Bogotá en una familia de siete: dos padres,  tres hermanos y dos perros, sus lobos. Estudió en el colegio militar donde llegó a ser una especie de ‘comandante’ de su curso en los grados décimo y once. Por eso, tenía un cariño especial por las Fuerzas Armadas, aunque, cuando le tocó elegir, prefirió ir a la Universidad.

“Decía que la mejor decisión que había tomado era estudiar. Quería trabajar por su país, pero no yendo a la lucha sino desde la investigación. Quería trabajar en minería pero para hacerla bien hecha. Decía que se podía hacer”, recuerda Nataly Castillo, una de sus compañeras de la Universidad de los Andes.

En la Universidad de los Andes empezó primero la carrera de ingeniería que después empató con la de geociencias en 2012. Aunque fue el primero de sus compañeros en empezar la carrera fue el último que la terminó. Su tesis de grado le consumía mucho tiempo: estaba haciendo un análisis de rocas en el Magdalena Medio que incluyó estudios de superficie, de geología y de geofísica. Terminó siendo un trabajo de grado de maestría más que de pregrado.

También hizo gala de su capacidad de liderazgo en la universidad. José María Jaramillo cuenta que lo conoció en una clase en el año 2015 cuando, junto con un grupo de compañeros, le pidieron ayuda para participar en un concurso latinoamericano de la Asociación Americana de Geólogos. El proyecto, cuenta Nataly Castillo, consistía en analizar datos sobre una zona de explotación de petróleos y que ellos diseñaran una propuesta para desarrollarla. “No dormían”, recuerda Nataly.

Obtuvieron el segundo lugar en la competencia pero Henry no quedó contento con el resultado. Por eso, impulsó a uno de sus compañeros a que participaran en otro concurso, esta vez a escala mundial, ese mismo año. Se llamaba ‘Challenge Bowl’ y era una especie de ‘quién quiere ser millonario’ sobre la materia. Su grupo ganó en Colombia y en América Latina y cuando llegaron a la final, quedaron en tercer lugar.

“Estaban compitiendo con personas que tenían maestrías y doctorados en geofísica y él apenas estaba terminando el pregrado. Él era el que movía e impulsaba a los compañeros a continuar”, cuenta Jaramillo.

Henry también fue el precursor de varios grupos de estudiantes de geociencias en Los Andes como el EAGE (Asociación europea de geocientíficos e ingenieros, por sus siglas en inglés) y el ACGGP (Asociación colombiana de geólogos y geofísicos del petróleo). La idea era que a través de estos grupos, los estudiantes mantuvieran una comunicación permanente con la industria extractiva para estar al día sobre las innovaciones en el sector. Él era el que buscaba a expertos para abrir cursos y dictar conferencias.

Hoy no se sabe quiénes son lo responsables de estas muertes pero se barajan los nombres de los sospechosos de siempre: disidencias de las Farc, ELN, o el Clan del Golfo.

Aún graduado, siguió apoyando estos grupos. “Era su compromiso. Decía que si lo has construido los tienes que seguir apoyando”, recuerda Nataly.

Una vez se graduó de la Universidad, el profesor Jaramillo se lo llevó a trabajar a su empresa, el laboratorio Gmas. Es un laboratorio pequeño especializado en el sector petrolero que, durante los últimos años, y a raíz de la baja en los precios del crudo, se quedó sin posibilidad de contratarlo por más tiempo.

“Le dije que hasta aquí podría contratarlo. Él estaba aplicando a una beca para estudiar en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos y yo le dije que aprovechara el año para hacer todos los documentos que le pedía la beca, el examen de inglés y el GRE”.

Su meta era irse a hacer una maestría o un doctorado en geología planetaria pero a comienzos de este año le salió el trabajo en la minera canadiense Continental Gold.

“Estaba feliz de trabajar en una compañía y hacerlo desde Colombia”, cuenta Nataly. “Era un apasionado por el trabajo de campo”.

Henry se mudó a Medellín a principios de marzo. Su trabajo en la vereda Ochalí, en zona rural de Yarumal, consistía recorrer caminos y carreteras, sobre todo alrededor de quebradas, para observar las rocas. Tenía que describirlas, caracterizar sus fracturas, ver si estaban rellenas de cuarzo. Era un trabajo de campo muy detallado en prospección de oro.

Podía tener caminatas diarias de entre 8 y 10 horas. Su ventaja, dice el profesor Jaramillo, es que Henry era deportista y tenía muy buen estado físico. “Le gustaba mucho, le entusiasmaba mucho aprender. Hace dos meses vino al laboratorio durante tres o cuatro días para entrenarse con la metodología que aprendió en la Continental”.

Foto: 070

El pasado 20 de septiembre, a las 11 de la noche, un grupo de unas 10 personas armadas entró al campamento en el que estaban once empleados de la Continental. Dijeron que había órdenes claras, y empezaron a disparar. Cinco quedaron ilesos, tres resultaron heridos y tres murieron: Laura Alejandra Flórez Aguirre, Camilo Andrés Tirado Farak y Henry Mauricio Martínez Gómez.

Hoy no se sabe quiénes son lo responsables de estas muertes pero se barajan los nombres de los sospechosos de siempre: disidencias de las Farc, ELN, o el Clan del Golfo.  

“Se llevaron al mejor de todos nosotros, al que mejor preparado estaba. Era un tipo ‘manos a la obra’”, cuenta Nataly Castillo, “Quería caminar, explorar e investigar, saber dónde estaba parado. Era el trabajo que él quería”.

Para José María Jaramillo el asesinato de estos jóvenes es la muestra que la tranquilidad que se alcanzó a sentir entre los científicos para ir a investigar a terreno se acabó.  “Lo que está pasando ahora con estos criminales es que no tienen ninguna visión política más que la ambición”, dice. 

Hace algunos años el mismo Henry protestaba y promovía el hashtag #LiberenLosGeólogos luego del  secuestro de unos colegas. Hoy la noticia es la de su muerte, la de Laura Alejandra Flórez Aguirre y la de Camilo Andrés Tirado Farak y #NoMásGélogosMuertos el grito con el que sus colegas piden justicia. 

Nota del editor: después de publicada esta nota, omitimos esta información por pedido de la familia.

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