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Una ola inevitable

Una ola de venezolanos llegó a Colombia en el 2011. Un ola que sigue y seguirá llegando. ¿Qué van a hacer colombianos? ¿Es posible vivir juntos?

por

Verónica Alcalá


28.09.2017

La pregunta que debemos hacernos sobre la inmigración venezolana que está llegando con cada vez más fuerza al país es: ¿Colombia está preparada para recibirla? No sabemos la respuesta, pero está por llegar. La ola de inmigración empezó hace años y viene en aumento.

Colombia es uno de los primeros países receptores de la disidencia. Desde el 2011, más de 340.000 venezolanos han llegado al país para quedarse. De acuerdo con un estudio hecho por la Universidad del Rosario, la cantidad de venezolanos que ingresan a Colombia para buscar nuevas oportunidades se duplicó entre el 2015 y el 2016, representando el 47,11% del total que empezó a llegar 7 años antes.

Las calles lo sienten. En las ciudades hay cada vez más areperías venezolanas, vendedores ambulantes de empanadas margariteñas, marcas de queso guayanés, telita y de mano en los supermercados, y productos como el pirulin, que hasta hace poco hacía parte de los sabores de McFlurry en cualquier McDonald’s. Y, como si no fuera suficiente, hay exiliados del país vecino que, mostrando el carnet de la patria implementado por el presidente Nicolás Maduro para controlar la compra de comida y otros insumos básicos, venden caramelos y gomitas en Transmilenio para subsistir mientras consiguen trabajo o para enviarle dinero a sus familias todavía residentes del país vecino.

El extraño no es villano solo por su condición de extraño

¿Qué opina el colombiano de esto? ¿Qué hace con este nuevo y extraño contexto que está obligado a recibir? La xenofobia existe, nadie puede decir lo contrario y las probabilidades de que el rechazo no crezca y se expanda entre los ciudadanos de todas partes es minúscula. En Cúcuta, ni hablar. Hasta las prostitutas, negocio al que han tenido que recurrir algunas venezolanas exiliadas, tienen conflictos porque las acusan de llevarse los clientes.

El caso es que, decida lo que decida el colombiano, la realidad es una: los venezolanos están llegando y eso no va cambiar. Un buen número de los que huyen despavoridos desde una nación socialista revolucionaria sin comida, sin medicina y sin dinero, tienen un padre o abuelo colombiano que hace años migró a Venezuela para conseguir un mejor trabajo y más oportunidades. El mundo está lleno de ironías.

La situación debe manejarse con prudencia. Y no hay más solución que aprender a vivir juntos. La mejor manera de lograrlo es entendiendo y conociendo quién es el vecino, de dónde viene, qué busca. Ponerle cara y sacudirse ese estereotipo gringo y sesgado de inmigrantes ilegales que llegan a robarse sus trabajos. No juzgar es imposible, pero juzgar a ciegas es penoso. El extraño no es villano solo por su condición de extraño. Por todo esto, Cerosetenta ha decidido contar #Venezuela. Los invito a leer sus entregas semanales.

 

*Verónica es venezolana, letrada y analista de comunicaciones. Llegó a Colombia en octubre del 2014. 

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