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Alejandra Costamagna: trabajar con la pulpa más que con el todo

La escritora chilena presentó su libro ‘Imposible salir de la Tierra’, publicado por la editorial Laguna, en la Feria Internacional del libro de Bogotá (FILBO) 2017. Once historias realistas que se tambalean entre la normalidad y la locura.

por

Laura Galindo M.


05.05.2017

Alejandra Costamagna escribe cuentos. Cuentos y novelas. Cuentos, novelas y relatos. Escribe, dice, porque lee. Y lee, dice, porque ya no puede dejar de hacerlo. Porque de tanto en tanto fantasea con otras vidas, distorsiona lo cotidiano y se escapa entre ensoñaciones y supuestos. Entre malos no tan malos y perversiones no tan perversas. Entre absurdos que pasan desapercibidos y lógicas que resultan absurdas. Alejandra Costamagna escribe cuentos porque le resulta imposible no hacerlo. Cuentos imposibles. Imposibles como salir de la Tierra.

 

La mujer se saca la cabeza y extrae de su interior sesudo aquel bebé que le atrapa las ideas. (Cuadrar las cosas)

Pienso que si no se le da un poco de aire a la catástrofe se transforma en pura calamidad. Me interesa introducir vetas de lo absurdo o de humor negro cuando escribo. Elementos que en el fondo disloquen las percepciones de lo que es natural. Cosas de todos los días, pero que sacadas de contexto desordenen el mapa. Se trata, un poco, de pensar en eso que de tanto verlo deja de extrañarnos, de asombrarnos. Algunos cronistas dicen que —visto de cerca— nadie es normal. Encuentro cierto placer en hacer ese foco. En acercarme lentamente hasta que afloren esas cosas que ya no son del todo corrientes, esas fisuras del ser humano y de sus relaciones.

 

 —Si no te internas me mato —dijo Raquel con un tono muy agudo. A Julieta le pareció que su hermana maullaba. —Ya está, nos morimos las dos —concluyó la enferma. (Imposible salir de la Tierra)

Yo proyecto como escritora las cosas que a mí me interesan como lectora. Me gusta mucho cuando los personajes tienen matices. Así funciona la vida real. Hasta los más malos tiene algo que enternece o conmueve cuando uno se acerca. Me gusta que no sean caricaturas, que no respondan a estereotipos de la bondad o la maldad. Que sean humanos, que se lean reales.

 

Todo se va desplomando ante sus ojos. Aquí hay maldad, rumia, pura maldad. (Naturalezas muertas)

Naturalezas muertas viene de una novela que se llama Ciudadano en retiro, que publiqué en 1998. Ocurre en la misma atmósfera del cuento en que se convirtió, en el mismo pueblo, y narra más o menos la misma historia: un hombre llega de la ciudad a la provincia y se siente un ser extraño al que este nuevo espacio le aprieta tanto que le lastima. Primero hice el ejercicio de volver esa novela cuento, se llamó El último incendio. Y después, lo volví cuento largo, como es ahora. Son tres variaciones en distintos formatos de una misma obsesión.

Cada vez los géneros se van volviendo más impuros. La novela, por ejemplo, se ha ido permeando de la crónica, del documento, de la poesía, incluso de las artes visuales. Se ha ido volviendo mixta. Esto no quiere decir que haya perdido sus fronteras: juegos con el tiempo más amplios, mayor extensión, personajes más terminados. El cuento, por su parte, se mueve entre la brevedad, la concreción y la intensidad dramática. Pero hace mucho dejó de responder a la forma: inicio, clímax, desenlace. Se convirtió en un soporte narrativo, dramático, sicológico. Que trabaja con el silencio, que se aproxima a la poesía, que habla con imágenes y está en una especie de economía del lenguaje. El cuento exige concisión, intensidad, enjundia. Es trabajar con la pulpa más que con el todo.

Escribir desde la perversidad de lo cotidiano. Desde las mierditas del día a día

Una madre es un retrato en el muro de una casa; un primer plano de familia feliz. Una madre es un reloj. (Agujas de reloj)

Para un escritor es vital leer poesía. La narrativa no es solamente contar historias. Es trabajar con la música y los silencios. Es orquestar. Hay poetas que leo con mucho entusiasmo. Nicanor Parra es el primero en la lista. Me gusta su épica de la cotidianidad, sus áreas grises entre el hablar y el escribir. Igual que Enrique Lihn, Jorge Tellier, Gonzálo Millán, Claudio Bertoni. La misma Gabriela Mistral, que ha sido leída de forma tan distorsionada, pero que ahora hemos ido desinfantilizando. Caetano Veloso, Violeta Parra. Estos últimos los incluyo porque creo mucho en que la poesía es ritmo y la música poesía. No es que escriba con todo eso ahí, dando vueltas. No necesariamente tiene que ver con que lo esté escuchando o leyendo. Incluso me pasa al revés, necesito silencio para generar mi propia música interna.

 

Crimen pasional en el Yashiro Hotel. Así corren los hechos por la ciudad. Pero la noticia que acapara los titulares de la tarde es la del bebé muerto por asfixia en el interior de un vehículo. (La epidemia de Traiguén) 

El periodismo habla con la verdad y la literatura con la veracidad. Pero las herramientas de ambos son intercambiables. Las formas literarias ayudan a hacer del periodismo algo más ágil, a darle más vida, y la realidad siempre es un primer impulso para la ficción. Se complementan de una forma utilitaria y estratégica. Ahora, ni siquiera el periodismo puede copiar la realidad tal cual es, la memoria es también una forma de ficción. Recordar es decidir qué olvidar.

 

Por favorcito, tío, no sea malito. Le decía tío, pero era su padrastro. Lo pilló entrampado en el motor de la furgoneta. Lo hicieron casi al tiempo que Rita y el hermano, a metros de distancia. (Cachipún)

No sé bien de dónde surge, pero tengo una intuición. No lo hice tan profeso, pero sí me doy cuenta de que a veces tengo cierto rechazo a pensar en las relaciones familiares convencionales y en el concepto de esa familia tradicional, con madre, padre, perro y jardinero. La obligación de cumplir con esa asignación me patea. Prefiero pensar en otras asignaciones de lo familiar, incluso en las que me parecen sucias y desagradables. Me gusta escaparme hasta esos límites con mis personajes. Preguntarme: ¿qué pasaría si…? Escribir desde la perversidad de lo cotidiano. Desde las mierditas del día a día.

 

Cuenta perros. Lleva seis meses contándolos. Desde que Milena llegó con la cachorra y preguntó cuántos perros así, blanquinegros, había visto en la vida. (Nadie nunca se acostumbra)

Entre los perros y los gatos, en este momento de mi vida, me quedo con los gatos. En plural. Ahora tengo dos. Son compañía, duermen increíble. Son tan dignos y al mismo tiempo tan desvergonzados. ¿Existe una mezcla más exquisita?

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