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Dealers de colegio

Juan Felipe probó la marihuana cuando tenía 14 años. Federico, el LSD cuando se iba a acabar el mundo. Santiago, un cóctel químico con varias sustancias antes de morir de una sobre dosis. En Colombia, el 49 % de los colegios públicos y el 17 % de los privados, tiene problemas de drogadicción.

por

Juanita Londoño Castillo


19.10.2016

Foto: Derek Gavey @Flickr

“Gómez se me acercó en uno de los pasillos a ofrecerme y le dije que no estaba interesado. Ese mismo día en un recreo me dijo que me animara, que era por probar y que lo podía dividir con un amigo para que no fuera tan dura la traba” cuenta Federico Rodríguez, uno de los niños a quien Daniel Gómez* le ofreció trip en un reconocido colegio de Bogotá. En ese entonces, Rodríguez cursaba séptimo grado y tenía entre 13 y 14 años. Como él hay muchos, algunos dicen que no y otros piensan: “¿por qué no?”.

El expersonero de Bogotá, Ricardo Cañón, anunció en el 2015 que el 49 % de los colegios públicos y el 17 % de los privados tenían problemas de drogas. Dentro del mismo comunicado fue enfático en dar a entender que este problema era asunto del sistema educativo y que era necesaria una reforma. La declaración se dio días después de que Santiago Isaac, estudiante del colegio distrital Marco Fidel Suárez, muriera luego de mezclar diferentes sustancias. El que fue su dealer en algún momento dijo en una entrevista para El Tiempo que no sabía mucho del tema y que, según le habían contado, el estudiante, en medio de la traba, había inhalado el contenido de un extintor.

¿Por qué no?

Daniel Gómez*, quien fue estudiante y vendedor de drogas en el colegio privado de Rodríguez, afirma que muchas veces la gente acaba metida en ese mundo por influencia de sus amigos. Comenzó a vender drogas en su colegio cuando un amigo cercano le pidió ayuda para deshacerse de una bolsa de marihuana, luego el negocio les quedó sonando. “Al principio yo no me sentía un dealer, era más un puente entre la persona que vendía la droga y la gente que la consumía. Yo sólo le vendía a gente que ya estaba en el cuento”. El problema surgió cuando el amigo de Daniel compró más drogas de las que podían vender y Daniel, en el afán de venderlas, comenzó a ofrecerle a niños de octavo, séptimo y hasta sexto grado. Todos entre 12 y 15 años.

“Generalmente los adolescentes nunca van a decir que son consumidores, somos nosotros los que empezamos a descubrirlos a través de sus conductas”, dice Jimena Acosta, psicóloga y rectora del colegio de educación por ciclos Tandem. Las situaciones de consumo que se presentan a temprana edad suelen mostrar un patrón que, en la mayoría de los casos, se trata de un niño que busca ser aceptado por sus compañeros. “Esto acompañado de un carácter débil es lo que desencadena el consumo”, afirma.

El otro perfil de consumo a temprana edad se asocia con la familia. La teoría es muy clara en que ciertas dinámicas familiares incitan a llamar la atención de esta manera, pero también el deseo de autodestruirse por esos mismos problemas. “Yo sí creo que detrás siempre está una familia conflictiva, o que no pone atención, o que está destruida, o que no existe. Muchas veces sí hay una mamá y un papá, pero en realidad no hay una dinámica familiar”, afirma Carolina Narváez, psicóloga de Tandem. A pesar de que no siempre está asociada la separación de los padres a las conductas de consumo, si suele ser una constante en estos casos, afirma Acosta.

Federico Orsini es uno de los que dijo: “¿por qué no?” y decidió probar LSD el 21 de diciembre de 2012. Era el fin del mundo. La experiencia le gustó y empezó a hacerlo cada ocho días, dos veces por semana. Orsini tenía 15 años y el producto llegaba con gran facilidad a sus manos gracias a un amigo de un amigo cercano que los vendía. “Más o menos fueron 3 años en los que consumí frecuentemente LSD y esporádicamente éxtasis”. Para cuando entró a la universidad decidió suspenderlo porque reducía su velocidad de pensamiento.

Acosta afirma que esto no es tan fácil, en especial con sustancias tan adictivas como lo son los ácidos. “El cuerpo no va a controlar eso, es muy difícil que una sustancia tan adictiva sólo se consuma así”, dice. La psicóloga Narváez afirma que muchas de las situaciones de consumo de drogas se presentan por la creencia que tienen los adolescentes de que a ellos no les va a pasar. “Dicen ‘sí, pobrecito ese que terminó en El Cartucho…’. A mí no me va a pasar por mi status social, porque yo si voy a tener plata siempre para comprarlo o porque ‘yo no soy tan adicto’”.

Según el Estudio Nacional de Consumo de Sustancias Psicoativas en Colombia realizado en 2013 por Descentraliza Drogas, un centro de información que trabaja de la mano con la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el rango de edad con más consumidores de marihuana está entre 18 y 24 años. En Bogotá, existen 180.667 consumidores de marihuana y en Medellín, la ciudad con el índice más alto en el país, hay 206.980. Son 327.616 en total. Este mismo estudio afirma que el consumo de marihuana se inicia a los 17 años, tanto para mujeres como para hombres, mientras que en otras sustancias como la cocaína se inicia entre los 19 y 20.

Federico Orsini es uno de los que dijo: “¿por qué no?” y decidió probar LSD el 21 de diciembre de 2012. Era el fin del mundo

En 2015, un estudio posterior a este realizado por Ángela Trujillo y Diana Obando, profesoras de la Facultad de Psicología de La Universidad de la Sabana, afirmó que la edad inicial de consumo de alcohol y marihuana, las dos sustancias más populares, es a los 14 años.

Me las regalaban

Juan Felipe Reina, estudiante de la Universidad de los Andes y exalumno de un colegio privado, comprueba estos datos. Comenzó a consumir marihuana entre los 14 y 16 años para llamar la atención y experimentar. En un principio sólo lo hacía los fines de semana, pero con el tiempo y a través del círculo de amigos en el que se movía, llegaron otras sustancias. “Empezaron a interesarme cosas más fuertes como la cocaína, los ácidos e incluso, ocasionalmente, la Ketamina. Mis amistades eran personas que consumían en gran cantidad, razón por la cual conseguir las drogas para mí era muy fácil. Me las regalaban”.

Cuando el consumo de Reina aumentó tuvo que empezar a buscar la droga por sus propios medios, lo cual, dice él, lograba facilmente en las ollas de La Macarena, «Cinco huecos» -Carrera 19A, entre calles 12 y 13, a unas cuatro cuadras del Hospital San José-, “Los Mariachis” -Plaza Garibaldi de la 116 abajo de la calle 19- y “Puerta gris”. Durante esa etapa alcanzó a meter 4 gramos de inhalantes diarios. Hoy, lleva 90 días sin consumir drogas.

Foto3

En el marco del estudio realizado por Descentraliza Drogas, los entrevistados entre 18 y 34 años afirmaron que consideran que es fácil conseguir marihuana, lo cual representa el 60 % de la muestra. Así mismo, los jóvenes entre 18 y 24 años reportaron haber recibido ofertas de marihuana en los últimos 30 días al estudio (8,7 %) y en los últimos doce meses (20 %). El 5.7 % de los adolescentes entre 12 y 17 años confirmaron haber recibido ofertas en los últimos 30 días y el 18 % en los últimos 12 meses.

Acosta dice que una de las problemáticas más grandes es que, gracias al aumento en la demanda, cada vez es más fácil conseguir drogas. Se trata de un círculo literalmente vicioso donde aumentan los consumidores y los vendedores por las facilidades que existen. “Hoy en día es muy fácil, todos saben. Yo creo que cualquier chino de estos sabe dónde venden y dónde se consigue. La penalización es cada vez más irrisoria”.

El interés es de ambos

Como Daniel Gómez hay muchos otros que se la juegan ofreciendo sus productos en el colegio o en espacios públicos como los rumbeaderos de la calles 85. Andrés Londoño fue dealer a sus 16 años en la Zona T vendiendo éxtasis y trip, productos que él consumía. “En un viernes, ni siquiera en una semana, podía estar vendiendo $850.000 pesos, más o menos $420.000 de ganancia”. El negocio pintaba bien hasta que a Londoño lo subieron a una camioneta y lo amenazaron por sus precios bajos. Desde ese entonces dejó de hacerlo.

“No estoy de acuerdo con la manera como se sataniza al dealer, no es adecuado. En un proceso de estos hay dos partes: el que está consumiendo y el que está vendiendo. El interés es de ambos”, dice Daniel Gómez. Cuando fue identificado como vendedor de drogas en su colegio fue expulsado en cuestión de una semana. Según él, no fue justo teniendo en cuenta que dentro de la institución quedó un consumidor que no recibió castigo alguno.

Por su parte, Acosta afirma que así debe ser. “El que consume está enfermo. Tiene una adicción. El que vende está cometiendo un delito y sabe que lo que vende es ilegal. No es ‘ay no pobre, cómo lo estigmatizan’, es que esa persona debe estar en la cárcel”. Ella sostiene que así como hay casos como el de Rodríguez, que decidió decir que no porque posiblemente no era vulnerable ni tenía predisposición biológica a las drogas, hay casos que ante un ofrecimiento como el de Gómez, se quedan. “El que vende es delincuente porque quiere involucrar a personas que están sanas para convertirlas en adictos, destruirles su vida y, de paso, la de sus familiares y amigos”.

Daniel Gómez dice que el tema de las drogas no debería ser un tabú sino algo de lo cual se hable libremente. Acosta y Narváez concuerdan con esto y explican que en Tandem manejan el tema a través de charlas y campañas en las que personas rehabilitadas cuentan sus historias y buscan mostrar que ese no es el camino. Pero vuelve y juega. No es fácil.

 

* La fuente ha pedido mantener su nombre en reserva.

** Esta nota se realizó en el marco de la clase Sala de redacción de la Opción en periodismo del Ceper.

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Juanita Londoño Castillo


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