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«Eh, eh, epa Colombia»: un video sobre el gusto y el clasismo en Colombia

El sociólogo Edward Salazar explica la viralidad, el odio y finalmente la aceptación del video de Instagram del que hablaron todos, incluso el presidente Santos.

por

Ana Gabriela Santamaría V.


30.08.2016

Foto: Daneidy Barrera @ Facebook

Cuando Daneidy Barrera Rojas, conocida en línea como Chamitha Cheer, subió un video a redes sociales cantando, no esperaba más de 500 reproducciones. Pero recibió la atención de otro perfil en Instagram, conocido como El Brayan, que trajo consigo más de 200 mil seguidores, entrevistas en los medios más conocidos del país y mucho matoneo, tanto en línea como en la vida real. ¿Por qué? ¿Qué hizo Daneidy, una estudiante de Entrenamiento Deportivo en el Sena y con tan solo 19 años, para ofender y despertar el odio de tantas personas? En la siguiente entrevista Edward Salazar le explica a 070 cómo el problema radica en la percepción de la clase y las ideas de “buen” y “mal” gusto.

Edward Salazar es sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia y magíster en Estudios Culturales de la Universidad de los Andes. Ha dictado cursos en la Universidad Nacional sobre la moda y el cuerpo como industrias culturales. Es fundador de i.Letrada, revista de capital cultural, y escribe para el portal Fashionista Enclosetada. Recientemente recibió una beca del Ministerio de Cultura para hacer una investigación fotográfica sobre la clase media.

¿Qué es el buen gusto?

El buen gusto es una construcción social que depende de cada época, es un concepto histórico en el que se definen los patrones de lo que es bueno y lo que es malo en términos de las elecciones estéticas de las personas y de los grupos sociales. Entonces, tener buen gusto es encajar o estar dentro de las preferencias y hacer las elecciones que el gusto dominante propone. Dentro de nuestras sociedades se le atribuye mejor gusto y más sofisticación a ciertos grupos sociales que generalmente coinciden con las clases altas o con quienes tienen mayor poder adquisitivo y capital cultural.

¿Cómo se forma el gusto?

Se forma a través de las experiencias y los aprendizajes de la clase y de la educación. A través de la crianza familiar, el tipo de colegio al que asistimos, la universidad y el barrio. Lo compone una serie de aprendizajes cotidianos que forman lo que para nosotros es el gusto. Es un proceso de largo alcance, hay momentos de la vida en los que ese gusto se perfila o se reconsidera, especialmente cuando ya somos sujetos de voluntad: en la adolescencia, en la juventud, en la adultez. Es ahí cuando vamos adaptando ese gusto a ciertas exigencias sociales en el trabajo, en la familia, etc.

El buen gusto es una adquisición inconsciente y otras veces voluntaria, depende de nuestras trayectorias personales, de aquello que la sociedad, en cierto momento, considera bueno. Es decir, de lo socialmente reconocido, socialmente aceptado y de lo que se ve como un valor positivo. Ese gusto puede ser consciente, por consciencia propia de lo que es buen gusto, o heredado,  construido a través de la educación y de procesos con alcances más largos. Tiene que ver con los cinco sentidos: con lo que está bien ver, lo que está bien escuchar, lo que está bien comer,  lo que está bien tocar. Hay gustos más sofisticados que otros, por ejemplo, nosotros hemos desarrollado unos gustos más conscientes sobre la vista porque es nuestro sentido privilegiado.

¿Para qué sirve el buen gusto?

El gusto tiene una función social, nos pone en una posición de superioridad frente a los demás. Es un tipo de amalgama social o de modelador de experiencias con las demás personas, tratamos de encontrarnos y de generar relaciones significativas especialmente con aquellos que comparten nuestros gustos y aficiones. Pero también sirve, en situaciones muy específicas, como un capital. Para escalar posiciones sociales, económicas, culturales. Para validar un lugar en mundo y remplazar capitales como el económico. El buen gusto es una suerte de compensación.

¿Por qué tener buen gusto es un deseo común?, ¿se vuelve una obligación?, ¿el hecho de tener mal gusto implica ciertos castigos sociales?

En teoría, tener buen gusto no es una obligación. La palabra está marcada con la impronta de la selección. Pero el buen gusto, a veces, es una naturalización de las cosas que nos rodean. La moda nos obliga generalmente a tener buen gusto porque está tan estandarizada, entonces simplemente nos ceñimos al gusto dominante. Lo que sí puede ser una elección, es tener un gusto determinado que se convierte en la necesidad, como diría Goffman, de tener una buena presentación del yo ante los demás. Una persona con “buen gusto” tiene mayores posibilidades de  encajar y ser aceptada. De que la traten mejor en una tienda, en la fila de un banco, en un supermercado, solicitando un cupo para un colegio. La gente está preconfigurada para leer esas señales de buen gusto como señales de clase o superioridad moral.

Si el video de «Eh, eh, epa Colombia» se asume como de mal gusto, ¿qué implicación tiene decir que se disfrutó del video? ¿Viene de ahí la vehemencia con que se expresa odio al video y a su autora?

Ahí juegan muchos elementos. ¿Qué estamos viendo en este video? Una mujer joven con la camiseta de Colombia, que en muchos contextos puede parecer de mal gusto, con una forma de hablar que identificamos como popular negativamente. Este video combina todo eso y nos hace pensar: esta es una mujer de estratos populares, haciendo algo de mal gusto. Se configura una estética de lo negativo.

Las personas disfrutan más un meme cuando es la foto de un personaje mediático. Soraya Montenegro, por ejemplo, la gente se ríe, se identifica, repite la frase. Adaptan la cultura popular como si fuera lo máximo y la hacen “cool”. Pero cuando nos enfrentamos a cosas como «Eh, eh, epa Colombia» sabemos que es un ser humano real y nos sentimos con la autoridad moral de criticarla. Si esa chica se vuelve un meme, del matoneo va a pasar a la aceptación y, luego, a la aceptación positiva. Pero ahora el video está en una fase de rechazo de clase.

¿Cómo podría hacerse un video de «Eh, eh, epa Colombia»  considerado de buen gusto?

Yo creo que eso va a pasar. Estamos en la cresta de la ola en donde lo vemos de mal gusto, pero ese video va a empezar a gustar por las razones que sean. Tal como ocurrió con la figura de Lady Tabares y todo lo que representaba La vendedora de rosas. Ella es un personaje real y sigue siendo una mujer con una estética popular. Por mucho tiempo ese personaje fue debatido, pero luego se fue amalgamando a nuestra cultura. Entró de lleno a nuestro repertorio cultural. Pasaba también con las novelas. Para una generación como la mía, que estaba en el tránsito de renunciar a las novelas y darle la bienvenida a las series, durante mucho tiempo verlas fue de “mal gusto”. Nosotros hemos encontrado una manera de adaptarlas culturalmente a través del humor. No es que sea de “buen gusto”, pero está bien visto. Al video de «Eh, eh, epa Colombia» le hace falta validación cultural positiva. Eso pasa mucho con lo popular, parece una tendencia sociológica, normalmente las cosas que produce tienden a ser rechazadas en primera, segunda y tercera instancia. Hasta que el algún momento comienzan a ser aceptadas y validadas.

Pierre Bourdieu, sociólogo francés conocido por sus teorías sobre las jerarquías de las clases sociales, habla de objetos que son de cierto gusto sin tener consumidores y de consumidores que tienen gustos sin tener objetos que los encarnen ¿El video es un mal gusto innato? ¿Significa esto que no puede gustarle a nadie o que no tiene consumidores?

En este momento sí. Hay cosas que nacieron para ser de mal gusto. Eso también aplica para muchos momentos históricos, si una persona del siglo XIX ve ese video le parecería tan horrible como podría parecerle una de las publicidades de Chanel que nosotros vemos súper sofisticadas. En este momento el video nació con el mal gusto puesto encima porque nosotros equiparamos el mal gusto con una posición de clase. Si viviéramos en otro mundo, en donde lo que es dominante es lo que vemos como de mal gusto, entonces, ya no sería de mal gusto. El nuestro está construido desde la clase social y ese video está completamente alejado de las posesiones y de las estéticas de las clases sociales dominantes.

Los sujetos contemporáneos vivimos con la idea de ser memorables siempre. De no ser sujetos ordinarios en ningún nivel

¿Puede ser el video vanguardia, en el sentido de que está hecho al gusto de la artista y forma el gusto de los otros? ¿Cuál es el rol de Daneidy?

Sí, podría construir gusto y ser una vanguardia. La característica de la vanguardia es que genera incomodidad y genera ruido, malestar, reacciones negativas ante lo que se está proponiendo. Pero nosotros cambiamos de gustos y formas de pensar muy rápidamente. Cada vez nuestra cultura popular encuentra mejores lugares en nuestra cultura mediática y dominante. Yo sí creo que ese tipo de producciones culturales pueden ser vanguardias o que en algún momento lo fueron. Lo ordinario tiene un lugar y eso lo demustra series como Pandillas, guerra y paz o La vendedora de rosas. Más allá del retrato que pretenden ser, están posicionando este tipo de estéticas y gustos en nosotros.

Daneidy describe sus videos como documentales. Sus videos responden a un gusto nuevo, hacen oposición a lo dominante y llenan un espacio que antes no tenía en cuenta. ¿Es ella una artista?

Claro, por supuesto. Tal como lo fueron contestatariamente en su momento Bansky o Keith Haring. Lo que pasa es que eso nos obliga a ampliar la frontera de lo que entendemos por arte y es posible que genere vanguardias estéticas. El concepto contemporáneo del arte es más amplio. Uno de los proyectos de la posmodernidad más arraigados es hacer de la vida una obra: tu pelo, tu vestuario, tu disposición física, tus gustos, todo lo que haces. Los sujetos contemporáneos vivimos con la idea de ser memorables siempre. De no ser sujetos ordinarios en ningún nivel.

Hay quienes dicen que les gusta el video irónicamente, o que se ríen con ella y de ella. ¿Por qué se desligan?

Cuando uno hace una cosa, un video o una canción, hay un problema para desligar la persona de su obra. Por eso existen tantas peleas entre los columnistas y sus columnas, Daniel Samper es su columna. Para nosotros es muy difícil desdibujar la frontera, ella podría ser una actriz y nos enteraríamos en tres meses. Pero es difícil desprendernos cuando es un documental, cuando la vida es la obra y la obra es la persona. Pasa también de manera positiva, la gente ama más a Frida Kahlo por ser Frida que por su trabajo artístico. La persona importa tanto como lo que crea. Eso pasa con el video, les parece ordinario y se sienten con superioridad moral y estética suficiente para juzgarlo desde otro nivel: es reírme de ella porque yo sé que lo que ella está haciendo está mal.

Hay gente que se dedica a buscar las siguientes tendencias, los cool hunters. Personas y productos como Daneidy se les escapan. ¿Por qué pasa esto? ¿Qué otros ejemplos de cultura popular se han escapado?

Una de las razones fundamentales es que al cool hunting se le olvida la cultura popular, la de barrio de verdad. Su ropa, sus comidas, sus palabras. No la cultura popular de Andrés Carne de Res, ni la de la Plaza de Mercado. Esa es la más fácil de acceder. El cool hunting rastrea lo “cool”, lo que está casi a punto de nacer pero es predecible. No son capaces de ver hacia el otro lado, que es la frontera de la marginalidad. La cultura popular engendra un montón de cosas que aceptamos. El cool hunting tiene que dejar de ir a rastrear tendencias a Andino, en donde lo único que van a encontrar es lo que ya está.

Por otro lado, esos personajes no tienen miedo a ser subversivos culturales, en el sentido de imponer una cantidad de cosas ordinarias. Los movimientos feministas y queer han logrado mucho subvirtiendo todo el orden legítimo del buen gusto, sus marchas son súper kistch: recargadas de elementos grotescos para validar sus luchas. Funcionan, son llamativos. No tienen miedo a ese tipo de expresiones públicas del yo.

Daneidy dijo en una entrevista a El Espectador que «hay quienes piensan que una persona de clase baja no puede salir adelante». ¿Cómo funciona el gusto para ejercer esa diferencia?

Esa frase de Andy Warhol que dice que en el futuro todos tendrán sus 15 minutos de fama y sus miles de reformulaciones, son ciertas. Una de las promesas que nos venden las redes sociales es precisamente esa idea fama y éxito. Una fama muy tonta, si se quiere, en el sentido de que no es capitalizable en términos económicos. Hay gente que lo hace, como los videovloggers, porque son sistemáticamente activos en las redes sociales. Sin embargo, eso nos vende la sensación de que esa popularidad digital es buena y es una señal de crecimiento personal, social, cultural, etc. Para ella y para muchos de nosotros ese tipo de exposiciones virales generan una lectura del yo positiva, generan un ser en el mundo. Uno piensa que el mejoramiento de la imagen es un tipo de superación personal porque se quieren más, se respetan, se valoran, conocen su cuerpo. Los discursos son muchos y tienen un efecto real.

El buen gusto hace el contrapulso para que ese tipo de cosas no se mediaticen. Los abanderados del buen gusto no van a querer vivir en un mundo en donde lo que consideran de mal  gusto se tome todas las esferas de representación cultural. Tanto las personas como las industrias ejercen la puya. De ahí vienen los comentarios negativos y las críticas, pero es tan morboso el asunto, que a veces es imposible dejar de comentarlo.

¿Cuál es el rol de las redes sociales en esto, democratizan el gusto?

Sí. Somos una cultura fuertemente visual. Las redes sociales son plataformas altamente visuales que ayudan a modelar el gusto. Son una profecía auto cumplida. Primero las redes sociales lo producen y luego los otros medios lo reproducen y legitiman. Comentamos con nuestros amigos, hacemos chistes en las fiestas, lo hablamos con la familia. Necesariamente modelan el gusto.

El Presidente Santos utilizó la figura viral de la señora Mercedes durante el tiempo de elecciones y recientemente tuiteó el video de «epa Colombia». ¿Tienen las redes sociales un uso estratégico, en términos de acercamiento de clases, para los políticos?

El presidente Santos tiene la capacidad de agrupar los poderes políticos y económicos. Es un estratega capaz de negociar la paz con un montón de sectores de poder: las fuerzas armadas, los dueños de las empresas, la clase política, etc. Pero no capaz de llegar a la gente, al pueblo. Yo siento que, precisamente, usa este tipo de recursos tan populares como una manera de acercarse.

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Daneidy ha logrado capitalizar su fama de las redes sociales. Ha hecho convenios con marcas y ahora promociona productos en sus perfiles, también tuvo una manager. ¿Qué interés tiene una marca al asociarse con una personalidad en línea como ella? ¿Qué tipo de productos se benefician o le son coherentes?

Las marcas siempre están buscando personas que puedan ser “influencers”, es decir influenciadores en redes sociales, indistintamente de su perfil. Hay mucha gente en Instagram que sin necesidad de ser famosa es altamente popular. Se dedican a subir fotos suyas y hacen un negocio con su propia imagen. Por supuesto, las marcas buscan a personas como Daneidy, en este momento de alta exposición mediática, para incluirla en sus campañas publicitarias.

El tipo de marca que está interesada en una persona como ella y en la naturaleza de sus videos es generalmente una marca masiva y popular en el doble sentido. Masiva porque llega a un público muy amplio, por ejemplo zapatos de Adidas, y popular porque no cuenta con reconocimiento suficiente y busca posicionarse en ciertos sectores gracias a sujetos como «eh, eh, epa Colombia». Algo así pasa con las empresas paisas que fabrican los criticados jeans sin bolsillo: no son conocidas aquí, pero son muy apetecidos en mercados como Perú, México y ciertas partes de Estados Unidos y España. Este tipo de marcas buscan personas como Daneidy: populares, guapas o sexis en un estereotipo de belleza muy definido, que no está necesariamente alineado con la norma universal de belleza.

Reciénteme le hackeraron la cuenta dos veces y le tocó empezar de nuevo, ¿cuál es el interés en hacer que una figura como ella pierda su plataforma?

Yo desafortunadamente veo actos de discriminación en esos actos de hackeo. Creo que son acciones discriminatorias en razón de la belleza o de unos ideales del deber ser, en los que las expresiones populares no caben. Tildan a esta chica con adjetivos peyorativos como ñera, guisa, ordinaria, que en últimas solo ratifican una posición de clase desde la diferencia. Se necesitaría realmente una investigación para saber cuáles son las razones, pero uno intuiría, de manera ingenua o avispada, que la discriminación de clase es una de ellas.

Con el dinero que le ha brindado este nuevo trabajo, Daneidy ha cambiado su apariencia. Primero se pigmentó las cejas, se quitó los brackets y se hizo diseño de sonrisa. Ahora dice que quiere operarse el busto. ¿A qué responde esta decisión sobre su apariencia?

A un estereotipo de belleza, a unos ideales de lo que quiere lograr, como tener una buena dentadura y verse bien. Yo lo celebro. Creo que las intervenciones corporales no son negativas per se. Son intervenciones al yo, a la autoestima, quizas, anteriormente no tenía para hacerlo y era una deuda consigo misma. Las cejas son una tendencia que vuelve en el estilo de los setenta, ochenta y noventa. Mujeres con cejas gruesas, generalmente negras, en contraste con el pelo más castaño o rubio. Está siendo víctima de la moda en el sentido de adaptar las cejas a la temporada.

No creo que deba haber un juicio social a las mujeres que se practican una intervención estética porque todos nos hacemos intervenciones estéticas de una manera u otra. Nos cortamos el pelo, las uñas, nos maquillamos, nos ponemos zapatos para vernos más altos, nos pintamos el pelo, nos hacemos diseño de sonrisa, vamos al gimnasio. Todas esas son intervenciones estéticas, en mayor o menor medida, de invasión corporal. La cirugía es un poco más invasiva, pero sigue sin ser un elemento de juicio.

Sin embargo, analizando al personaje que es ella, cómo se construye y la información a la que accede, es posible que buena parte de la decisión de operarse el busto tenga que ver con alcanzar un ideal de belleza que, en su opinión, la hará llegar más lejos, más famosa. Ese es el relato mediático que nos venden en los noticieros, las presentadoras, las reinas y todo este circuito, muy latino, de  mujeres estereotipadas y altamente voluptuosas. La voluptuosidad es un sinónimo de logro y ascenso profesional. Ella seguramente está dispuesta a volverse una figura mediática. Me parece un elemento en el que hay que leer una cierta ingenuidad porque está creándose una imagen para ser expuesta, respondiendo sistemáticamente a unos estereotipos de belleza que no son necesarios para alcanzar el éxito. Me genera una sensación ambigua, no puedo desprenderlo de una opinión personal. Me gustaría decirle que no es necesario operarse el busto y, aunque no soy quién para establecer esos juicios, quiero sentar una posición crítica de lo que significa una operación cuando se está expuesto a la fama en redes sociales.

 

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Ana Gabriela Santamaría V.


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