Cuatro temores sobre la inmigración venezolana

En un país que no está acostumbrado a las inmigraciones, hay mucho espacio para los temores y las ideas infundadas. Dos expertos hablan de las certezas que hay alrededor de la inmigración venezolana y de los retos que implica para Colombia.

por

Miguel Botero Echeverri


28.09.2017

Foto: Lorenzo Morales

Históricamente Colombia no ha sido un lugar atractivo para los migrantes. Pero con la crisis venezolana esta afirmación parece no ser tan cierta. En un país que no había experimentado migraciones masivas en el pasado, la llegada de cientos de miles de personas siembre dudas y deja temores. Víctor Mijares, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Javeriana y Darío Germán Umaña, director de la Cámara de Comercio Colombo- venezolana (CCCV), hablaron al respecto. Mencionaron las ideas, fundadas e infundadas, que surgen a su alrededor y los retos que trae para el país. Estás son cuatro afirmaciones recurrentes sobre la inmigración. Según estos expertos, cada una tiene matices que hay que entender para dimensionar  su impacto.

Hay inmigración de venezolanos en Colombia

La población de inmigrantes viene de Venezuela, pero según las cifras de Migración Colombia el 40 % de las personas que entran por la frontera tienen doble nacionalidad y el 30 % son colombianos. Eso quiere decir que el 70 % de las personas que están cruzando hacia Colombia pueden estudiar y trabajar en el país sin más documento que sus pasaportes. En el 2011, el último censo de Venezuela registró una población de 721.791 personas nacidas en Colombia. La mayoría de los que están llegando son esos colombianos, sus esposas o sus hijos. Eso, según Mijares, va a atenuar la percepción de los efectos migratorios en el país.

Lo más importante es que se levanten todas las barreras a los sistemas de educación y salud y se facilite el acceso a permisos de residencia.

Como gran parte de los inmigrantes son colombianos por nacionalidad, ascendencia o matrimonio, tienen familia en el país y apoyo para integrarse a la economía. Mijares también dice que, a diferencia de experiencias como la de los sirios en Europa, entre los colombianos y los venezolanos hay afinidades que pueden hacer la inmigración un proceso mucho más fluido. “Hay empatía. Compartimos cultura, lenguaje y religión. Eso minimiza las tensiones de la migración masiva”, explica.

Sólo llegan las clases populares

La actual es la tercera y más reciente ola de inmigración de venezolanos. La primera comenzó hace quince años con la llegada de miles de trabajadores del sector petrolero en Venezuela que fueron despedidos en masa durante el gobierno de Hugo Chávez. Los siguieron empresarios empezaron a llegar en el 2010. A partir del 2011, arrancó una tercera migración en la que han llegado 348.312 personas, 164.086 entre el 2015 y el 2016. Según el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, menos del 20 % de las personas que han llegado en los últimos dos años tienen educación universitaria y sólo el 57.2 % están empleados.

Después de años de la llegada de migrantes que se integraron rápidamente a la economía nacional, están llegando personas con menos recursos y niveles educativos más bajos. Se están estableciendo, además, en departamentos que no tienen capacidad para integrarlos. El caso más evidente es el de Cúcuta. La tasa de desempleo de la capital del Norte de Santander es del 16.3 %, casi el doble de la tasa nacional (9,7 %), y la de informalidad laboral asciende al 69,8 %. Son estos inmigrantes y estas regiones las que requerirán de una atención especial.

Hasta ahora, el impacto de esta segunda migración sobre la economía no es claro. Según Umaña, la CCCV ha encontrado que los venezolanos que están en las ciudades del centro del país como Bogotá y Medellín se concentran en un 70 % entre los estratos 3, 4 y 5. El 20 % tiene educación técnica, el 43 % tiene título de pregrado y un 20 % tiene posgrado. Estas cifras indican que una proporción importante de las personas que han llegado al centro están en capacidad de adaptarse a la economía. Una de las certezas que dan estos datos es que hay un reto grande en la capacidad del Estado para censar a la población de migrantes, asunto  ligado a las barreras que estos pueden encontrar al llegar al país.

Va a aumentar la informalidad y la criminalidad

Todo depende de las facilidades que los Venezolanos tengan para integrarse.  Umaña y Mijares concuerdan con que lo más importante es que se levanten todas las barreras de entrada a los sistemas de educación y salud, y se facilite el acceso a permisos de residencia, sobre todo en el caso de los inmigrantes más vulnerables. Umaña considera que se ha avanzado en medidas importantes. El Ministerio de Salud está estudiando la posibilidad de meter a los inmigrantes al régimen subsidiado a través del Sisbén, una vez estén registrados y tengan sus permisos de residencia temporal.

También se están tomando medidas para garantizar el derecho de los venezolanos a la educación básica. Bienestar familiar está abriendo cupos en los jardines infantiles para los niños venezolanos y las secretarías de educación de varios departamentos están permitiendo el ingreso de estudiantes sin importar cuál su estatus migratorio. Los que vienen con educación secundaria y quieren entrar a universidades o hacer programas técnicos y tecnológicos pueden presentarse con el examen de estado, el equivalente venezolano del Icfes.

Estas medidas no sólo facilitan los procesos de inmigración, también permiten que el Estado reciba impuestos de más inmigrantes y cuente con cifras más exactas de quiénes están llegando. Todos los beneficiarios de programas sociales a través del Sisbén, los niños en los jardines del ICBF y los estudiantes en colegios y universidades son inmigrantes declarados que el estado puede caracterizar y atender.

Umaña y Mijares concuerdan en que la medida de los Permisos Especiales de Permanencia fue un acierto. Los PEP se les están entregando a los venezolanos que hayan sellado su pasaporte en un control de inmigración y tengan un pasado criminal limpio. Este documento les permite trabajar y estudiar como cualquier colombiano y reduce las probabilidades de que los más pobres regalen su trabajo. Según el Banco Mundial no hay evidencia suficiente  para afirmar que los inmigrantes tienen una representación desproporcionada en actividades criminales. Todas las medidas de integración contribuyen a que el caso colombiano no sea la expepción.

Es una carga para la economía 

“Sólo tenemos datos especulativos sobre los impactos económicos de la inmigración”, dice Mijares. “Lo que sí se ha estudiado muy bien en el caso europeo es la tendencia de las personas a sobrestimar el número de inmigrantes”. Tanto la falta de cifras como la percepción exagerada se resuelven integrando a los venezolanos de manera efectiva. Por ahora se sabe que durante estos años de aumento migratorio la tasa de desempleo en el país se ha mantenido en un dígito y actualmente gira alrededor de 9,3 %. Según proyecciones del Fondo Monetario Internacional, seguirá estable hasta el 2018.

Mijares y Umaña concuerdan con que, en el mediano y largo plazo, el proceso migratorio será beneficioso cultural y económicamente. “Está la percepción de la xenofobia que dice que cualquier migrante viene a causar problemas en la economía”, explica Ureña. “Está también es la visión de los países que construyeron su desarrollo a partir de la contribución de los inmigrantes a la diversidad del pensamiento, a la creación de nuevas alternativas”.

Desde los Andes

Sebastián Bitar, profesor de la Escuela de Gobierno Alberto Lleras, explica la crisis venezolana.

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Las migraciones entre países en desarrollo se han estudiado mucho menos que las que tienen a países desarrollados como destino. Lo que se sabe apunta a que la fuerza laboral de un país puede beneficiarse cuando integra a los inmigrantes, ya que se vuelve una alternativa para algunos sectores productivos que está sufriendo por falta de mano de obra. Es el caso, por ejemplo, del sector agrícola. Según estudios del Banco Mundial, no hay evidencia de que los inmigrantes se queden con los puestos de trabajo de los locales.

Umaña y Mijares están de acuerdo en que los temores sobre la inmigración son profecías autocumplidas. La población que los recibe puede garantizar su integración y cosechar los beneficios de una fuerza laboral diversa o rechazarlos y lidiar con la informalidad y el desconocimiento de esa población. Para Mijares, la situación actual con Venezuela es una alarma.»El reto del Estado colombiano es modernizarse en políticas migratorias».

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