Esta investigación en video hace una radiografía al último dispositivo de la Policía para reprimir las protestas. Desde sus orígenes en guerras gringas, hasta los daños en quienes vieron su peor cara en Popayán.
por
Tania Tapia Jáuregui, Diego Forero, Simona Delgado
07.06.2022
Esta investigación hace parte de la alianza transfronteriza El Negocio de la Represión, un esfuerzo conjunto de 13 medios de Latinoamérica, junto a Clip (Centro Latinoamericano de Investigación Periodística), por contar el negocio de las armas no letales en la región.
Durante el paro nacional de 2021 contra el gobierno de Iván Duque en Colombia, un nuevo dispositivo de guerra reclamó protagonismo en las calles del país: Venom, un lanzador múltiple de nombre de antihéroe de cómic que, montado sobre tanquetas o apuntado desde el suelo, lanzaba oleadas de aturdidoras y gases lacrimógenos a los manifestantes.
Diseñado para cubrir grandes distancias con múltiples proyectiles, el Venom le dio a la Policía Nacional una magnitud y alcance en su ofensiva y represión a la movilización social que hasta entonces no se habían visto en otras armas menos letales. Su efecto fue inmediato: la máquina concebida para la guerra sembró terror y caos cuando se llevó a controlar protestas ciudadanas, afectando la salud e integridad de los manifestantes, de vecinos y transeúntes.
Esta investigación, realizada por Cerosetenta —en alianza con 12 medios latinoamericanos en la investigación transfronteriza El Negocio de la Represión—, hace una radiografía del Venom: desde sus orígenes en el Cuerpo de Marines estadounidense, pasando por las millonarias transacciones que aseguraron su llegada a Colombia, hasta el testimonio de ciudadanos que fueron testigos y víctimas de su despliegue en las calles.