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Ser trans en Theatron

¿Cómo me van a discriminar por mi identidad de género en este gran bar capitalino?

por

No es NoЯmal


21.10.2018

Foto original: Eventsite

*Por: E*, chico trans de 20 años, feminista, amante de los animales y del mariconeo.

Este año, en abril, decidí ir a conocer Theatron con unas amigas. Llevaba 8 meses viviendo en Bogotá y estaba apenas conociendo la escena LGBT+ de la noche. Me faltaba mucho por recorrer. En esa época no tenía muchos amigos, nadie que me diera su concepto de “Thea”. Había escuchado que se reservaban el derecho a la entrada, cosa que me parecía una puerta abierta a la discriminación. Me daba miedo que me negaran la entrada por mi apariencia, por mi expresión de género. Debí haber tomado ese miedo como una señal de alerta, pero no lo hice, decidí ir porque mis amigas querían conocer y yo tenía curiosidad. Aparte, pensaba «¿cómo me van a discriminar por mi identidad de género en este gran bar capitalino?».

Ahora, yo no nací ayer y no soy nuevo al mundo LGBT. Llevo habitando sus espacios desde los catorce años y sé que hay muchas dinámicas de discriminación practicadas por las personas dentro de la población. A lo largo de los años (o de solo una noche), he escuchado las mismas frases transfóbicas, bifóbicas y homofóbicas que pretenden crear una división entre la población LGBT, como si hubiese unos “gays buenos” y unos “gays malos”. “Sí, yo soy lesbiana, pero yo no quiero ser hombre. Yo me visto como mujer.” “No entiendo a las lesbianas camioneras. ¿Por qué no pueden ser mujeres normales?” “A mi no me gustan los manes que echan pluma, yo soy gay y quiero estar con un hombre de verdad.” “Ay no, mira a esas travestis, ¿qué hacen aquí?” “Esa chica con la que estás saliendo es bisexual, ¿no? No te vayas a enamorar que te deja por un hombre, eso hacen siempre.”

Muchas de las frases anteriores se refieren al género. En la comunidad LGBT+ hay un techo de cristal que separa a las personas cuya expresión e identidad de género coincide con lo que la sociedad espera de ellos, de algunos de nosotros con los que no. Este artículo es un llamado a las personas que están arriba del techo de cristal, para que los hombres y las mujeres “bien” nos den la mano y no la espalda. Este es el relato de mi experiencia en Theatron siendo un hombre trans joven, blanco, mestizo, de clase media alta, flaquito y sin impedimentos físicos. El título, para no caer en generalizaciones sería: «ser un hombre trans joven, blanco mestizo… en Theatron».

Mi experiencia como persona trans no es la de todas las personas trans. Mi lugar social, aparte de ser trans y queer es absolutamente privilegiado en la sociedad colombiana. De todas maneras, habitar el mundo como una persona cuyo género es difícil de saber dice mucho sobre la importancia que le da la sociedad, o el orden social establecido, al ‘género’. Si usted no está familiarizado con habitar el mundo de esta manera, le cuento mi experiencia para que se dé cuenta de todo lo que puede estar dando por supuesto como normalidad, pero que realmente es un privilegio.

Volviendo a Theatron, yo tenía todo lo de la discriminación a personas trans y con expresión de género diversa en la cabeza, pero me dije a mi mismo que estaba siendo paranoico y que todo iba a estar bien. Spoiler: no lo estaba y no lo estuvo.

Soy un hombre trans. Es decir, todos (incluyéndome hasta mis dieciocho años) pensaron que era mujer por mis genitales. Ahora tengo veinte y mi expresión de género es bastante andrógina. En abril todavía no había empezado a hormonarme entonces lo era mucho más. Ese día llevaba un pantalón negro, unos zapatos negros de mi papá y una camisa de H & M. Tengo el pelo corto y mi cara es bastante masculina. Iba con los senos vendados hasta no poder respirar y me veía bastante plano.

Llegamos a Theatron y nos encontramos la primera barrera: requisas segregadas por género justo después de mostrar la cédula frente a todas las personas que estaban haciendo fila. Nervioso, mostré la cédula, a lo que la persona que la revisó frunció el ceño pero me dejó seguir. Fui a la fila de los hombres y me requisaron sin problema. Sin embargo, pensaba en otras personas trans. ¿Qué fila hacen las personas trans no binarias? ¿A alguien le niegan la entrada por ser trans? ¿Lo obligan a hacer otra fila? Yo tengo el privilegio de ser leído muy a menudo como hombre por mis rasgos masculinos pero este no es el caso de muchas personas trans. ¿El que me dejaran hacer la fila de hombres fue un acto de inclusión o que no se dieron cuenta que no soy cisgénero?

Esto no es algo nuevo y en la mayoría de bares queer a los que he ido mantienen esta tradición de “mujer requisa a mujer” y “hombre a hombre” como si esto no fuera heteronormativo. Puede que sea ley, eso no lo sé y no es verdaderamente el punto. Lo particular de la requisa en Theatron fue que ocurrió en frente de muchísimas personas. Me sentí completamente vigilado, como si buscaran que encajara en la categoría de hombre o de mujer de manera tradicional. La fila que yo eligiera o fuera forzado a elegir sería el género que la gente que estaba ahí me atribuiría. Y más tarde, estas personas que me vieron y me atribuyeron un género pueden decidir interactuar o no conmigo basado en eso. (Esto es importante en los bares gays porque por lo general la gente define tu género antes de decidir hablarte o interesarse en ti. Eso es todo un tema en el que no entraremos hoy).

Recorrí el bar con mis amigas, vi muy poca gente con expresión de género diversa. Muchos chicos masculinos y chicas femeninas. Vi unas chicas trans, les sonreí, y me di cuenta de que todxs a su alrededor o las miraban con impresión/disgusto o las ignoraban completamente. Lo sentí por ellas, esperé que estuvieran pasándola rico y reconocí lo privilegiado que soy de no cargar con un imaginario tan negativo de mi identidad como lo hacen las mujeres trans. A mi también me miraban, intentando saber si soy niño o niña, pero no con disgusto u odio. Al recorrer el lugar me fui dando cuenta que había muchas personas de seguridad con chaleco amarillo. Había una persona de seguridad afuera de cada baño: un hombre en el baño de hombres y una mujer en el baño de mujeres.

Lo primero que pensé fue:

“Literalmente la policía del género. ¿A qué baño voy a entrar? ¿Será que me sacan de alguno?”

Me dije a mi mismo que pensaría en eso cuando fuera la hora y que tiene sentido que haya muchas personas de seguridad porque es un sitio grandísimo con mucha gente en estado alterado de consciencia.

Llegó la hora e intenté entrar a un baño de mujeres. La persona del chaleco amarillo me siguió, me tomó del brazo y me dijo que ese era el baño de mujeres y me mostró dónde se ubicaba el de hombres. “Bueno”, pensé, estoy siendo leído como hombre. Fui al baño de hombres y la persona de seguridad me miró con escrutinio, pero no me dijo nada. Oriné, seguí la fiesta y todo bien.

Ser una persona trans empezando su transición casi siempre implica que unos días te leen como el género que eres, otros con uno diferente y otros días intentan no referirse a ti para no decir los pronombres equivocados. Por la interacción del baño, sentí que ese era uno de los días en los que acertadamente me leían como hombre. Basándome en lo anterior, fui a la zona de solo hombres. Una de mis amigas había intentado subir y le habían negado la entrada. La idea de que pudieran negarme la entrada me mortificaba, pero me sentía seguro así que lo intenté. Pude entrar, caminé unos 30 metros entre la multitud y me volteé porque alguien me tocó el hombro. Era la persona de la puerta y una persona de seguridad del piso. Me dijeron: “Que pena, aquí no pueden entrar damas.” Pensé responderle: “¿qué es una dama? ¿Le parece que estoy vestido “como una dama”? ¿Necesito que mi cédula diga M para que usted me deje habitar un espacio al que pertenezco? ¿Necesito tener la voz más gruesa? No soy una dama, soy un hombre trans y si usted me saca de aquí está invalidando mi identidad y siendo transfóbico. ¿No cree que eso es mala prensa para este sitio?” No respondí nada, no quería que escucharan mi voz y creyeran que esta no me hacía hombre. No quería pelear, aunque sabía que era mi derecho constitucional estar ahí y que tendría todas las de ganar. Solo caminé hacia la salida que me indicaron y busqué a mis amigas. Me impresionó mucho que estas personas me hubieran seguido, localizado y sacado.

Bailé salsa un rato y decidí acompañar a mis amigas a la zona de solo mujeres porque no quería estar solo. A la entrada, la mujer de seguridad me mira de arriba para abajo y me dice: “Me regala la cédula por favor” Se la muestro, busca la F en el componente sexo y me deja pasar. Pienso que es ridículo definir quién entra a ese lugar por lo que diga su cédula porque yo podría llevar tres años en testosterona, tener la barba de Papá Noel e igual tener la F en la cédula. ¿Me dejaría pasar entonces? ¿Qué es una dama?

En Eva, la zona de mujeres, no me divierto mucho. Una chica me trata con pronombres femeninos de manera insistente, aunque le digo que soy un hombre trans y me llamo Emilio. En el baño de Eva me pasa lo mismo que en los baños normalmente: me miran, me preguntan, me muevo rápido para que me dejen orinar. Con mis amigas decidimos ir a Teatrino porque ahí nadie me puede decir nada de lo que soy o no soy. Excepto en los baños, donde seguí siendo escrutinado por la persona de seguridad, entraba muy rápido a los cubículos y mantenía la mirada en el piso. A las tres y media de la mañana decidimos irnos y llegué cansado y abrumado a mi casa.

Es muy difícil sentir que la comunidad en seno de la cual has crecido te rechaza: sentir que tu identidad no es reconocida ni por tu familia, ni por tu universidad, ni por tus compañerxs, ni por tu propia comunidad y uno de los establecimientos que proclama ser para ella. Es desgarrador saber que las personas a las que les han tirado los mismos insultos en la calle que a ti, que han escuchado palabras similares de sus familiares y han sido rechazados de maneras parecidas te dan la espalda a costa de su liberación. Decir: “Sí, yo soy marica, pero a mi no se me nota, yo no echo pluma” es pedirle a la sociedad heterosexual y cisgénero que te acepte a ti porque TÚ sí entras en la categoría de hombre de manera “correcta” aunque tengas sexo con otros hombres. Decir eso desconoce que esa sociedad cisgénero y heterosexual sigue usando esas categorías para discriminar a tus pares, a tus amigxs y a tus parejas.

No podemos cambiar nuestra identidad de género, nuestra expresión de género, nuestra pluma, nuestra marimachez ... no podemos ni tendríamos porqué cambiarla. Tenemos que cambiar el mundo. ¡Ayúdenos!

Conforme pasó el tiempo y fui conociendo a más personas LGBT en Bogotá y me di cuenta de que mi experiencia en Theatron no había sido un caso aislado. Me contaron de personas trans, de personas negras, y de personas con expresiones de género diversas a las que se les ha negado la entrada por ser como son. Y si no se les negó la entrada, han tenido dificultad de navegar este espacio.

Ideas para cambiar Theatron (un iluso paso en el plan de cambiar el mundo)

* No negar la entrada a las personas.

* Si se va a mantener la división de espacios y actividades por género, ser inclusivo con las personas trans binarias y no binarias. (No pedir cédulas, no sacar de espacios)

* Capacitar al personal en género.

* Tener baños neutros como ofrecimiento adicional a los binarios o hacerlos todos neutros. No sacar a nadie del baño si no está haciendo algo ilegal como tomar fotos.

-[N. de la E. El nombre del autor de esta nota fue cambiado para proteger su identidad.]

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