Artista visual y sonora. Cofundadora del disco Infierno Fontibón, hecho en Suba, una de las más extensas localidades de Bogotá, Colombia. Cocreadora de un sello que impulsa y gestiona proyectos en espacios seguros pensados principalmente para mujeres, disidencias y comunidad queer.
De pequeña vivió un par de años en San Andrés y Providencia, una isla colombiana y su archipiélago frente a la costa de Nicaragua. Tierras casi siempre invisibles en los croquis colombianos salvo en las vallas publicitarias con destinos turísticos.
En esa zona de mangles, arrecifes de coral y cuna de una de las primeras rebeliones de esclavos en las islas del Caribe, fue donde cambió la vida de Sol Tornasol para siempre.
Desde que sucedió, a mis siete años, siempre he querido volver a vivir frente al mar. Es algo con lo que sueño. Pensar en estar ahí de nuevo es lo que realmente me podría hacer sentir como en casa. Ir al mar es como volver a la madre.
El calipso y el reggae, dos ritmos de la isla, se convirtieron en una banda sonora que influyó lo suficiente en ella para convertirse en la disyóquey que es hoy y que, lejos de exportar un sonido caribeño, suena más al sincretismo del género del bellaqueo centroamericano y a la música urbana y electrónica del sur continental.
Sol Tornasol es artista visual y sonora y es también cofundadora del disco Infierno Fontibón, hecho en Suba, una de las más extensas localidades de Bogotá y por lo mismo un universo en sí. Donde creció.
Entre semana lleva una vida tranquila. Le gusta cocinar y escuchar música. Pero los días infrecuentes, que son los que más disfruta, produce lo que quiere oír.
Siento que es un momento de meditar, primero y, segundo, de liberar. Siento que necesito producir música para sacar un tipo de energía. Pero así no son la mayoría de mis días, son distintos y tienden a ser más planos.
Se define a sí misma como una persona dispersa. Con el pasar de los años y de repente, dice, aprendió que no era una mala cualidad.
Para mí o como lo entiendo, ser dispersa quiere decir que siempre he tenido mucha curiosidad por muchas cosas a la vez. Tanto que me es difícil quedarme solamente en alguna. Y creo que eso hace parte de mi proyecto, que abarca varios oficios… O sea, no solamente está la música, también está la moda, el arte, las tendencias y todo es desde lo manual.
Cuando empezó la universidad no entendía qué era lo que quería. Hasta que en un momento logró tanta dispersión, en sus palabras, que a través de manualidades, por ejemplo, logró explorar aún más cosas y a su manera.
Ahí ha sido donde realmente se ha dado mi despertar creativo. Pero también en la fiesta.
Los fines de semana en los que va a tocar como DJ modifican la rutina de la semana. Sol Tornasol adora planear con tiempo qué traje va a usar, cómo se va a maquillar, cuál va a ser su propuesta estética y qué necesita para llevarla a cabo. Y así es como dedica su tiempo en ensayar looks antes de su próxima fiesta.
Ese es el pre. La gente solo cree que es como ir y poner música y ya, pero para cada fiesta hay una selección distinta. Un hombre puede en cambio, y desde hace muchos años, irse con un jean y una camisa de un solo color a tocar, pero nosotras no: cambia totalmente la dinámica y aunque sea así, yo sí disfruto esa puesta en escena.
Para Sol Tornasol el vestuario tiene todo que ver con la comunicación. Es por ejemplo un gesto inconsciente que enseña a los demás cómo nos sentimos. Ella misma tiene un proyecto de moda llamado Chulería, que tiene como propósito hacer lo más transparente posible el origen y la confección del vestuario que ofrece. No perderlo de vista es para ella un acto político, según expresa.
Muy pocas personas deciden no usar ropa. La mayoría lo hacemos. Y lo hacemos reconociendo que tiene una relación con el personaje que cada cual quiere crear. Y donde también ponemos la piel en una medida o no, según lo que esté socialmente asignado o resignificado. Yo sé qué ropa tengo que usar para poder caminar tranquila, sin que nadie me toque ni me diga cosas, entonces también nos ajustamos a lo preestablecido.
Es cierto que desde hace muchos años, hombres djs visten como sea frente a su consola y es todo lo que pueden ofrecer de un performance. Pero a las mujeres les exigen otra cosa.
Una nena tiene que estar en bikini o en falda o lo más cerca a la “perfección”. Pero tú puedes decidir cómo va a ser esa perfección para ti y cómo hacer de eso otro acto político. El maquillaje me parece increíble y tengo amigxs que trabajan en ello y me encanta lo que hacen: dibujar expresiones en el rostro, crear personajes, exagerar rasgos… Al final todo sigue siendo pintura pero también con esta se logra establecer un mensaje.
La misiva no tiene por qué ser clara, ni identificar a quién va dirigida y no siempre va dirigida al mismo destinatario. Durante el paro nacional, por ejemplo, su colectivo estuvo poniendo música al lado de Las Tupamaras, otro colectivo interdisciplinario dedicado a la práctica, circulación y gestión de la cultura Ballroom y Voguing en Colombia, que bailó frente a la policía entre la movilización social.
Fue impresionante ver a la gente mirándonos como bichos raros a nosotros y no a la policía que estaba armada. Y siento que a la gente no le gusta incomodarse, no le gusta tener que tratar de entender lo que la supera… También me parece algo muy del capitalismo: muchas veces siento que veo todo en serie y, por eso, yo apoyo mucho el proponer cosas distintas.
Cree que estamos en una época donde todo está tan planeado y tan controlado para que salga como fue pensado que reconoce cómo nos quieren como productos. Es lo que cree que pasa en la fiesta y en la industria musical. También encuentra moldes asignados y pautas de comportamiento que, a estas alturas, no entiende cómo hasta quienes se muestran diferentes las siguen sin cuestionarlo.
Todo gira en torno al consumo, incluso la música que suena. Y los trabajos de la noche exigen poner el cuerpo de otra manera a los trabajos del día. Entonces la resistencia a veces es también mental, es cómo tratar de sobreponerse a todo lo normativo y no solo en los oficios que tenemos, sino de manera permanente con el pensamiento.
Club Felinas
Fue en la fiesta donde se enamoró de lo que le sucedía dentro de ella.
Recuerdo en mi adolescencia que estaba en otro país en un momento de crisis. Era un límite de muchas cosas, de sentimientos y fui a una fiesta, una noche. Me acuerdo de mí triste, y de bailar, bailar, bailar, bailar y bailar. Muchas horas. Cuando salí en la mañana sabía que todo se había solucionado de alguna manera, pues al menos bailaba.
Completamente sobria y con mucha energía acumulada en su cuerpo, Sol Tornasol siente que fue entonces cuando halló eso que siempre nos cambia la vida. Una luz de bengala.
Encontré mi espacio. Y eso me cambió. Y cambió mi percepción hacia mí, y creo que me salvó de alguna manera.
Sol Tornasol percibe la fiesta como un espacio de resistencia, pero también como un lugar político donde las conductas y las decisiones influyen.
Después de una pandemia que le siguió un paro entendí, como generación, no solo qué era lo que debía defender, también qué espacios eran necesarios para el esparcimiento y sobre todo en un país como el nuestro, tan violento, donde la guerra necesita de lo contrario.
Pero eso no quiere decir que la fiesta sea un escenario libre de atropellos.
Lastimosamente es un espacio en donde también las personas somos más vulnerables, especialmente las mujeres.
Parte de lo política que puede ser la fiesta tiene que ver, para Sol Tornasol, con poder cuestionar lo que ocurre dentro de antros. Sabe que no todxs tienen acceso y que se reserven el derecho de admisión hace, justamente, que sea de todo menos un foco democrático.
La fiesta no es para todxs y no es todavía un espacio seguro. Hay identidades y cuerpos diversos que luchan siempre por un lugar sin agresiones.
Hacer presencia femenina en espacios históricamente masculinizados, además, es una fábula distinta con la misma moraleja.
La escena de la música no puede ser solo para hombres blancos privilegiados, como todo. Y por eso creamos el Club Felinas. Es una respuesta de mi amiga y socia, Viviana, que es productora y con quien nos preguntamos por qué siempre nos contratan hombres, por qué los dueños de los parches siempre son hombres, por qué los bookers son hombres y por qué existe una presencia suya predominante en las fiestas. Pero además una cantidad de hombres blancos, privilegiados…
También se preguntó por el talento en la escena local. Le pareció que a mucha de la gente con poder de producción y convocatoria le estaba haciendo falta investigación y pluralidad y que eso se notaba en cada parche. El Club Felinas supone revertir esa dinámica y con este exponen, apoyan e impulsan proyectos artísticos, autogestionando espacios diversos, seguros y pensados principalmente para las mujeres, las disidencias y la comunidad queer.
Crear es también una revolución porque son un montón de personas de acuerdo que dicen: nos cansamos de que este mundo sea de hombres, de que ellos se lucren de todo, entonces vamos a hacerlo nosotras, a nuestra manera, si nadie más lo hace.
Su propósito es generar canales virtuales de interacción con la comunidad y producir eventos en donde, en sus palabras, la unión y el empoderamiento femenino sean la base para empezar a construir un futuro en el que se desarrolle y crezca la escena artística dentro de la comunidad queer y feminista de Colombia.
Eso no quiere decir que no queramos hombres en la escena, quiere decir que tiene que haber otra reivindicación para la gente que no ha ocupado un lugar seguro. Agrupar y mostrar mujeres en la escena de la música latinoamericana y traer a mujeres del otro lado, para que alimenten lo que hacemos por ejemplo, es muy poderoso.
Sol Tornasol trabaja a su vez con un colectivo llamado Eco, que también se encarga de buscar expresiones musicales al margen que merezcan más atención en la escena. Con este colectivo ha hecho ejercicios de pedagogía en clubes y ella siente que ha sido sobre todo formación para sí misma acompañada de mujeres increíbles y, ahora, a ella le interesa brindar estos talleres a otrxs.
Del colectivo me he apoyado muchísimo y también de mujeres: me siento demasiado afortunada en ese sentido. Y por eso quiero hacer lo mismo con los demás. Enseñar.
Compartir sin competir
Ella cree que una lucha se compone precisamente de estar cerca de quienes la quieren y quiere: por eso habla de la familia, de lxs amigxs, de las personas que al final apoyan y llenan de significado lo que hace. No concibe una manera de celebrar lo que celebra si no es en caravana.
La movilización social lo demostró. Fue un momento en el que poner el cuerpo necesitaba de otros cuerpos y fue por eso que decidimos unirnos a pesar de que nos estaban matando. Teníamos que salir juntxs, hacer las fiestas juntxs, el desorden juntxs. Era algo que yo nunca había visto antes. Fue una unión linda y necesaria en un momento de crisis. Cuadrar para irnos todxs a bailar en las calles, de manera pacífica, fue un acto demasiado valioso.
Para Sol Tornasol ver cómo la gente se opuso con baile a las balas fue un momento crucial que demostró parte de lo que piensa una generación. No puede creer que con ese gesto se logró incomodar tanto, pero con otro tipo de cosas más violentas, en cambio, haya más tolerancia.
En enfrentamientos tan violentos como los que hubo en Colombia, donde el saldo de civiles heridos por la fuerza pública asciende el centenar de personas, el baile emplea el arma más sublime: la piel.
Todo eso, en últimas, demuestra que la piel es la última instancia, pues ya no tenemos nada qué perder. La primera línea: esas fueron las personas más valientes. Sin el baile pero con el cuerpo, nos enseñaron cómo reunir fondos para dar de comer a otrxs, lotes de medicamentos, un montón de cosas…
El soporte comunitario fue trascendente para Sol Tornasol y ha buscado que los mismos aprendizajes en una época de protesta se traduzcan en las gestiones colectivas desde oficios como la música.
Creo que lo ha pasado en los últimos años en Colombia nos ha cambiado la vida a todxs. Pero lo cierto es que no es la primera vez que ponemos el cuerpo. En este país hay millones de personas que ponen el cuerpo día a día cuando salen a trabajar en la calle y tienen que enfrentarse, sin estar en caravana, con las injusticias de la fuerza pública.
La idea de los mártires la cuestiona mucho. Ella no cree que haya mejores víctimas que otras pero se pregunta tanto por las personas que siempre están en resistencia e ignoramos por no ser “tan llamativas” o de las víctimas que no ocupan un lugar en la memoria de nadie.
La mayoría de los muertos nuestros durante el paro, al menos los que conocimos, son hombres.
Tras la movilización social sonaban en las discotecas de Bogotá, de hecho, las arengas de la calle que reclamaban, entre otras, la responsabilidad de la muerte del joven Dylan Cruz en manos de la policía.
¡Lo escuché, pero nunca lo puse! Es muy difícil reconocer a las minas, por ejemplo, a quienes abusaron y violaron y hasta condujeron a suicidio. Pero nuestros mártires siempre son hombres, porque a ellos sí les corresponde algo de heróico y a nosotras no. Está más normalizado que nos torturen.
Eso también lo encontró en la escena de la fiesta y en el feminismo encontró herramientas para apelar a la justicia. Tan solo en el perreo ve la reivindicación del deseo femenino pero también innumerables defensas a la mujer en rap feminista u otras narrativas musicales que les otorgan visibilidad dentro de la industria. Son manifiestos sonoros.
Me ha tocado en este mundo lidiar con la idea de que creen en mi trabajo gracias a mi belleza. “Es que como eres linda —me dicen— por eso te contratan”. Lo que nadie entiende es el montón de presión que cargamos y por eso creo en que nos tenemos que ayudar entre todxs y, mientras no sea así, como mujeres nos apoyamos, exploramos de otras maneras y le restamos a esa presión de tener todo el tiempo que insistir que sabemos hacer lo que hacemos.
Club Felinas surgió también como una alternativa escasa e insólita para compartir sin competir. En donde no tienen que demostrar porque basta con mostrar, algo que ella cree es antipatriarcal.
Sol Tornasol cree que es común y sistemático enseñar la suficiencia en algo cuando hay demasiada presencia masculina.
Por eso creo que el papel de la mujer en este momento es hacer lo contrario: cada unx tiene lo suyo y no se trata de una rivalidad.
Ahora se mudó a Cali, lo hizo porque de todas sus lecturas de la movilización social en el país, esta ciudad ubicada en el departamento del Valle del Cauca le enseñó que la resistencia podía ser comunitaria. Es decir, más que con gente que ya conoces, con gente que no y de la que puedes seguir aprendiendo.
Cali fue el epicentro del paro. Y todo lo que sucedió en la ciudad mostró que se pueden seguir haciendo cosas colectivamente. La escena queer de Cali me está gustando así como la pedagogía en la calle. Parte de lo que se hizo colectivamente durante la movilización se quedó: hay mucho activismo y mucha diversidad pero con trabajo comunitario. Eso es difícil encontrarlo en Bogotá.
Todas las imágenes fueron proporcionadas por la fuente.
Para ella, el país sigue siendo su tierra de puerto. Quiere moverse y aprender de lo que está ocurriendo en otras partes, sin tanto nacionalismo.
Más que ciudades y países, mi sueño es pensar en la región. ¿Qué está pasando en Latinoamérica con otras mujeres poderosas?
✹ Este perfil hace parte de SIN BAILE NO HAY REVOLUCIÓN, uno de los 18 relatos del especial periodístico JÓVENES CON DESTINO en el que 16 mujeres de Latinoamérica y el Caribe escriben sobre subjetividades políticas. Este especial fue apoyado por el programa de medios y comunicación de la Friedrich-Ebert-Stiftung en Colombia.