Todo parece un deja-vu.
La Embajada de Francia ha anunciado que en el marco de su festival literario más importante, Les Belles Etrangères 2010, un grupo de escritores colombianos viajará al país europeo para representar la diversidad de la literatura colombiana. Jean Michael Marlaud, embajador de Francia en Colombia, aseguró que es momento de que los franceses conozcan más la literatura de nuestro país y por ello, los doce escritores seleccionados, Héctor Abad Faciolince, Antonio Caballero, Jorge Franco, Santiago Gamboa, Tomás González, William Ospina, Juan Manuel Roca, Evelio Rosero, Gonzalo Sánchez Gómez, Antonio Ungar, Fernando Vallejo y Juan Gabriel Vásquez, recorrerán diferentes ciudades de Francia y Bélgica para presentar su trabajo.
Las excusas pueden ser muchas, pero las acciones deben determinar lo que será la realidad de un país que, por mucho, continúa promoviendo las brechas culturales entre los diferentes actores culturales.
Pero, un momento, eso fue Francia 2010, ahora estamos en Francia 2017. ¿Esto ya había pasado? Pues sí. La reciente polémica que ha sacudido al mundo cultural y literario, se ha presentado con una oleada de indignación pues, una vez más, los delegados seleccionados para representar la literatura colombiana son todos hombres. Yolanda Reyes, escritora colombiana, denunció en 2010 las implicaciones culturales de lo que esto representa. En una columna publicada en El Tiempo, Yolanda señaló: “No digo que los criterios literarios deban plegarse a consideraciones políticamente correctas, ni que hubiéramos debido llevar una de esas delegaciones folclóricas que otras veces nos han representado. Pero resulta sintomático que, justamente, la literatura desconozca la polifonía de un país o, mejor, de un mundo habitado por hombres y mujeres.”
Efectivamente, los criterios culturales jamás deben plegarse a lo que sea políticamente correcto; pero entonces no sigamos fomentando una falsa idea de polifonía e inclusión cultural porque la realidad, como se demuestra una vez más con la selección de representantes de este año, es que la literatura colombiana ha ignorado sistemáticamente a las escritoras.
Yolanda, en su columna más reciente publicada también en El Tiempo, resume claramente el problema: “Al ver que los diez autores invitados son hombres, ¿usted qué piensa? ¿Que en ese país se publican pocos libros de mujeres? ¿Que a las mujeres no las dejaron ir, que se les presentó un problema, que no las invitaron? ¿Que las autoras de ese país no tienen el nivel de sus colegas masculinos? ¿Que, como ocurre en otros campos, en ese país hay brechas educativas y culturales relacionadas con el género?”
¿Cuántas veces será necesario repetir lo mismo?, ¿cuántas veces ocurrirá que se desconocerá la labor de las mujeres dentro del campo cultural? El Ministerio de Cultura, en cabeza de Mariana Garcés Córdoba, se sostiene en que la selección se basó, una vez más, en aquellos autores que ya habían sido traducidos al francés desde antes. Cabe entonces recordar las palabras del comunicado que las escritoras enviaron a El Espectador: “Estamos urgidos de que se creen políticas públicas que democraticen el acceso de escritores y escritoras en general a postularse para participar en las delegaciones que representan a Colombia con recursos públicos.”
Es muy importante que no sólo para la actualidad, sino también para el futuro de los escritores en el país, las voces de todos los grupos empiecen a ser oídas. Las excusas pueden ser muchas, pero las acciones deben determinar lo que será la realidad de un país que, por mucho, continúa promoviendo las brechas culturales entre los diferentes actores culturales. Existe una deuda histórica con las escritoras colombianas y ya es hora de que empecemos a saldarla.