Retratos de la calle: así sienten el fin de la cuarentena los que nunca se fueron
El 1 de septiembre marcó el fin del aislamiento y el reinicio de la reactivación. Y mientras muchos empezamos a volver a la calle, son muchos otros los que nunca dejaron de habitarla. Estas son las caras y las impresiones de quienes nunca dejaron de estar afuera y lo que creen que se vendrá ahora.
Se acaba la cuarentena en Bogotá y después de más de cinco meses de medidas restrictivas vuelven los cuerpos a la calle. Siguen algunas restricciones: unos días para el comercio, otros para los restaurantes, pico y cédula para poder comprar. Aún así el 1 de septiembre marcó el fin del aislamiento y el inicio de la reactivación.
Pero, por el momento, el quiebre parece más simbólico que material: somos muchas las personas que seguimos trabajando desde casa y muchas otras las que nunca dejaron la calle y que aún no ven el arranque prometido de la vida económica. Los casi seis meses de cuarentena nos prepararon para saber que la vida anterior no volvería con un anuncio, sabemos que aún falta mucho para que la pandemia sea “pasado pisado”, pero eso no nos protegió de la desesperanza que llega al salir a la calle y comprobar que aunque somos más los que estamos afuera, aún no somos todes.
En estos primeros días en que oficialmente se levantó la cuarentena, Cerosetenta salió a la calle a buscar a las personas que viven de primera mano el tránsito de los cuerpos y que dependen de ellos para su propia sobrevivencia. Son los taxistas, los domiciliarios, los vendedores ambulantes, las trabajadoras sexuales quienes han visto la cara de la ciudad mientras tantos de nosotros nos refugiábamos en nuestras casas, los que le midieron los ánimos a las calles y los que ahora, cuando éstas se empiezan a llenar de nuevo, tienen una visión particular de lo que vendrá.
Calle 19 con Carrera Séptima
Arnoldo Muñoz – Vendedor ambulante
Hace unos 40 años que Arnoldo vende gafas y minutos en la esquina de la calle 19 con séptima, al lado del Banco de Bogotá. Cuenta que antes de la cuarentena se hacía lo justo para cubrir sus gastos. Ahora, dice, le ha ido “normal”, en parte porque es el único vendedor ambulante de la zona que siguió ahí. Al resto les da miedo. Eso no ha evitado que en estos cinco meses haya tenido que pedir prestado un par de veces para pagar los 10.000 pesos diarios que le cobran por dormir bajo techo.
Cuando empezó la cuarentena no se veía casi nadie por acá, pero ya ahorita sí se ve la mundial de gente a toda hora. El trabajo está mejorando. Pero igual vienen a joder mucho. Eso es puro cuento de que a uno lo van a dejar trabajar, la persecución sigue. Solo vienen a hacerle a uno la vida imposible, a decir que aquí no puedo estar, que me van a hacer un comparendo. Yo les digo que me hagan los que quieran porque igual yo pago hotel, comida y a mí nadie me regala nada. Tengo que trabajar. Ahorita vino una vieja de la Alcaldía a decirme que no podía estar acá, que pilas. Yo le dije: mamita, yo ya ese cuento me lo sé hace 40 años, que acá no puedo trabajar. Pero yo trabajo. Así de sencillo.
Y eso que han dicho que el Gobierno da ayudas, que le han dado mercado a la gente, eso es pura mentira. A mí en estos seis meses nunca me han dado nada, y eso que ya soy mayor de edad. No me han dado pero ni pa’ un tinto de 100 pesos, que es lo más miserable. Yo he pedido ayuda, estoy inscrito en la Alcaldía de allí, en la alcaldía mayor y por allá donde vivía y de ningún lado me han dado nada.
De aquí en adelante esto tiene que cambiar porque la gente no aguanta. Todo el mundo encerrado y solo con dos o tres días de permiso para salir a trabajar no se puede, sabiendo que los gastos son los mismos.
Minutos después de hablar con Arnoldo, dos agentes de Policía llegaron y lo hicieron mover de la esquina en la que estaba sentado.
Calle 26 con carrera 69
Marlen González – Taquillera de Transmilenio
Transmilenio es uno de los servicios que nunca paró, nunca dejó de funcionar. Marlen tuvo que trabajar incluso en los momentos más críticos de la cuarentena y, a diferencia de muchos, no tuvo que enfrentarse a una crisis laboral o económica. Hace cinco años trabaja como taquillera en Transmilenio, la mayoría del tiempo lo ha hecho en el Portal El Dorado, la última parada de la troncal de la calle 26. Detrás de la ventanilla ha sido testigo de cómo cambió el flujo de personas con cada nueva medida de cuarentena y ahora, con la reactivación.
La cuarentena se notó bastante en la taquilla. Desde que todo empezó se vio el impacto en el recaudo, bajó bastante. Hace ya como unos 15 días que empezó a ser un poquito más alto. Sobre todo en las horas pico se ha notado que hay mucha más afluencia de usuarios, desde las 5:30 de la mañana a las 9:00, luego vuelve a subir un poquito a las 2:00 de la tarde y ya en la tarde vuelve a subir otra vez. En este momento ya estamos en un poco más del 50 % de la ocupación habitual, eso se nota porque ya hay muchas personas que ya se están sentando de a dos en los buses.
Gracias a Dios nosotras las personas que estamos dentro del sistema no sentimos tanto la cuarentena como lo sintieron algunas personas externas, porque Transmilenio y Recaudo Bogotá nos ha querido mantener en su nómina y no ha tomado ninguna decisión de reducir personal. Pero sí hubo un poquito de zozobra al principio, pensábamos que iban a tomar alguna decisión radical en reducir personal. Pero gracias a Dios la empresa nos ha mantenido desde ese momento.
“De acá en adelante, ahora que todo se está reactivando y que todo está mejorando, nuestra preocupación es que las personas tengan mucha más conciencia del autocuidado para que nosotros tengamos seguridad también en el manejo del dinero. Por eso tratamos de tener desinfección en las taquillas, mantenernos con careta, hacer un protocolo de seguridad antes de comenzar a trabajar en las taquillas, desinfectar todo y estar cada dos o tres horas lavándonos las manos. Ese protocolo nos da seguridad y creo que en esa cuestión estamos muy bien.
Plaza de Bolívar
Juan Pineda – Fotógrafo
Cuando Juan Pineda habla de Claudia López se refiere a ella como “La Pinocha”. La llama así porque dice que muchas de sus declaraciones durante la pandemia, particularmente sobre dejar trabajar a los informales, son mentira. A él por lo menos no le tocó.
Juan trabaja como fotógrafo en la Plaza de Bolívar hace más de 20 años. Cobra entre 7.000 y 10.000 por cada foto instantánea que captura con una pequeña cámara digital e imprime en la impresora portátil que cuelga de su hombro. Durante los más de cinco meses de cuarentena fue a la plaza, pero ahora, sin turismo y a menudo cerrada. Dice que no ha podido hacer mayor cosa.
Ahorita el Gobierno ya dijo que hay que reactivar la economía porque todo el mundo no puede estar encerrado de por vida, y supuestamente ahora que no hay cuarentena yo podría trabajar. Pero La Pinocha ahora puso el 5×2, que dos días a la semana no se puede trabajar. Nosotros vivimos del día a día y estamos sufriendo las consecuencias de eso. Hoy yo estoy parado acá pero corriendo porque la Policía y la Alcaldía misma me están molestando, no me están dejando trabajar. Ahorita pasaron con amenaza de un comparendo.
Antes de la cuarentena yo tomaba unas cinco o diez fotos diarias y trataba de ganarme 20.000 o 30.000 pesos para sobrevivir. Ayer vine y no tomé sino una foto que vendí en 7.000 pesos, con eso no se vive. Solo lo del Transmilenio son 5.000 pesos. No alcanza para comer. Además estoy debiendo arriendo.
Hay que ser realista, se puede permitir que la gente salga pero la situación económica va a seguir siendo difícil por uno o dos años más. La economía mundial no se va a reponer de la noche a la mañana. El turista no va a entrar de inmediato, la gente tampoco va a estar dispuesta a contagiarse. Es un proceso. Yo la veo difícil.
Barrio Santa Fe
Alexa – Activista por los derechos de las trabajadoras sexuales trans
Apenas inició la cuarentena, el Barrio Santa Fe fue uno de los sectores de Bogotá donde hubo mayor presencia policial controlando el tránsito en las calles y vigilando que no se ejerciera el trabajo sexual. También fue una zona en la que se denunciaron actos de violencia policial e institucional hacia mujeres trans. Alexa, una mujer trans integrante de la Red Comunitaria Trans, se ha puesto al frente de la defensa de las mujeres trans del Santa Fe durante la cuarentena. Recibe en su celular los mensajes de mujeres trans que denuncian violencia, se ha encargado de brindar el apoyo económico y alimentario a quienes no han recibido del Estado durante la pandemia.
Con la cuarentena en el Santa Fe, que es una zona de ejercicio sexual, cerraron hoteles y bares. Fue muy duro para nosotras porque no podíamos ejercer el trabajo sexual y económicamente dependemos del día a día, pagamos diario. En este momento hay chicas que deben alrededor de 1.800.000, y las madres, las señoras de los hoteles, por más que las amen y les tengan paciencia también tienen necesidades económicas. Los pocos clientes que llegaban eran multados por los policías o se espantaban cuando veían el carro de policía parqueado. La Policía también cerró todas estas calles. Se puso muy duro.
La violencia policial se incrementó. En el barrio siempre ha habido violencia, pero la pandemia fue una excusa para los policías para violentarnos, también con lo del Pico y Género, diciendo que estaban haciendo cumplir un decreto y que nadie podía salir, que solo estaban siguiendo órdenes. Nunca se pusieron en nuestros tacones. Nosotras también tenemos que pagar arriendo. Son muchas historias de violencia, compañeras agredidas con armas cortopunzantes en Patio Bonito, una hermanita que partió su celular para que los policías no se lo robaran, la muerte de Alejandra porque no la quisieron atender. Todas estas cosas nos duelen mucho.
Y mientras tanto las instituciones no nos ayudan. Una siempre tiene que estar encima de ellos y eso no debería ser así. Nosotras lo hacemos porque no nos vamos a quedar quietas. Solo una vez nos dieron un mercado y después de tres meses, y con eso ya nos utilizan porque sacan mil fotos y ya con esas fotos tienen para todo el año. Yo he visto personas favorecidas con subsidios, pero para nosotras nada. Y no estamos pidiendo nada regalado, es que tenemos que comer y pagar arriendo. La solución que nos dieron fue que si nos echaban iba a llegar un policía a decir que no nos sacaran, imagínate tú llevándole el policía a la dueña de la casa, pues a la marica la sacan.
Pero yo creo que esta pandemia nos ha unido. La Red nos ayudó a las hermanas con mercados y con subsidios. Recibimos ayudas de fundaciones internacionales y de jóvenes que reunieron una platica y nos la dieron para apoyar a las compañeras. A pesar de todo no hemos parado, con las denuncias que hemos hecho hubo un momento en que los policías se asustaron tantito y yo siento que eso nos ha empoderado. Y seguimos con nuestro trabajo, salimos a buscar a las chicas, a darles condones, nos hemos formado con talleres virtuales, seguimos apoyando a las que quieren transitar hormonalmente. Esto nos ha llenado de más poder. No le tenemos miedo a la pandemia sino a la violencia policial y al Gobierno que no nos pone atención.
Ya de un tiempo para acá el Santa Fe se siente vivo y nosotras anhelamos volver a la calle porque el trabajo sexual es la herramienta con la que hemos podido sobrevivir, porque no tenemos muchas más oportunidades. Pero también seguimos con otros procesos de escritura, de literatura, de recoger nuestras voces y desahogar nuestras experiencias. Todo lo hacemos porque queremos transformar y que las nuevas generaciones puedan tener estudio sin discriminación y más oportunidades que nosotras. La pandemia nos ha enseñado a seguirla luchando, a guerrearla. Aunque haya tanta violencia y falta de ayudas y oportunidades no nos vamos a quedar quietas.
Autopista con calle 100
Iván Albornoz – Taxista
La única vez que Iván paró de trabajar con su taxi fue cuando anunciaron que se venía el pico en Bogotá. Habían dicho que julio sería el mes de mayor número de casos de Covid-19. De resto, dice, ha salido todo el tiempo. Tenía ahorros y con eso pudo sostenerse, pero no recibió más ayuda y los servicios, dice, le llegaron más caros. La deuda en el banco no dejó de moverse y por eso tampoco su taxi.
El trabajo ha estado bastante escaso y la situación crítica. Ahorita que pasó la cuarentena hay muchos más carros y gente por la calle, pero económicamente la situación sigue igual. Apenas empezó la cuarentena el trabajo bajó un 70 %. De pronto del jueves para acá mejoró algo, pero por ahí un 5 %. Y ahorita del 1 de septiembre hacia acá, por ahí otro 5 %. Continúa estando bastante difícil.
Eso que el gobierno dijo de que iba a dar ayudas para las deudas con bancos fue una mentira. Yo pago un crédito y fui a averiguar del tal alivio que dijo el señor presidente y no, los bancos siguen acabando con uno. Es peor que un atracador con un cuchillo. En mi caso pedí cuatro meses de alivio, pero cuando voy a ver les debía más plata, pasados los cuatro meses me tocaba pagar 29.473.000 pesos, y cuando les pregunto de qué me dicen que de los intereses causados durante esos meses que no pagué. Tenía un incremento de nueve millones de pesos. Entonces no hay ayudas, no hay nada. Con el supuesto alivio uno esperaba tener unos meses y luego sí volver a pagar, pero no, hay que seguir pagando intereses. Las ayudas y la prioridad es para los bancos, para eso es que sacaron la plata de los fondos de pensiones, para entregársela a ellos con la excusa de que nos iban a dar una ayuda que no nos dieron. A nosotros, la clase media trabajadora, nadie nos ayuda.
Yo creo que esto todavía se demora en reactivarse porque mucha gente sigue trabajando desde la casa, y muchos de nuestros potenciales clientes son la gente de las oficinas. Y como no están yendo, pues es muy difícil. Y por el otro lado están las aplicaciones con particulares que ya todas están trabajando. Está bastante complejo”.
Carrera 7 con calle 70
Carlos Fabra – Mecánico de bicicletas
Carlos llegó hace casi dos años a Colombia, desde Táchira, Venezuela. Como muchos migrantes venezolanos, entró a trabajar a Rappi, pero eventualmente la aplicación dejó de darle las mismas ganancias y se pasó al oficio de mantenimiento de bicicletas. Empezó trabajando en la ciclorruta de la carrera 11 como ayudante de otro puesto, pero eventualmente se decidió a montar el suyo con el apoyo económico de un coterráneo.
Ya son siete meses los que lleva a cargo de su propio taller ambulante, seis los que lleva sobre la carrera Séptima atendiendo a los ciclistas que transitan por la nueva ciclorruta que se instaló en esa vía durante la pandemia. Carlos es una de las personas a las que la cuarentena les llegó con más trabajo y con una idea más amable del futuro.
Me ha ido bien, gracias a Dios. Ha aumentado más el trabajito después de que se quitó la cuestión de la cuarentena en la localidad. Pero fue duro, vamos a ser sinceros. En los días más duros de cuarentena llegaban 12 o 10 clientes, ahora ha aumentado por ahí el triple. Claro, todos los días no son buenos, hay días en que te haces apenas lo del diario, otros días un poco más. Como también hay días en que te vas y no haces nada. Pero ha sido notable el cambio. El domingo que hubo ciclovía yo vi más de 3.000 bicicletas en la Séptima, bastante circulación.
Me ha favorecido que con el virus todo el mundo empezó a desplazarse en bicicleta, la gente lo piensa para subirse en un Transmilenio o en un transporte público. Prefieren la bicicleta para evitar la enfermedad y ahorrarse el pasaje. Además había pocos mecánicos y pusieron esta ciclovía, y ahí el trabajo mejoró.
Yo espero que se ponga mejor y que vengan tiempos mejores porque el año pasado fue muy fuerte. La mayoría de venezolanos nos hemos devuelto porque es complicado conseguir un trabajo, la mayoría no tenemos los papeles en regla entonces nos toca rebuscárnosla. A más de uno le tocó devolverse. Yo alcancé a pensarlo. Aquí me llegaron paisanos que venían caminando hace un mes desde Perú y con la misma siguieron a pie hasta Venezuela. Es que es difícil, por lo menos en esos pueblos de donde uno viene arranca por allá una matica y ya resolvió la comida. Acá la cosa es un poquito más complicada.
Pero bueno, gracias a Dios me he sostenido y he tenido lo suficiente para llevar a mi casa y mantener a mi hijo y a mi esposa. Espero que esto se acomode, que pueda seguir y no me quiten el puestico. Estoy como se dice viviendo bien, no cómodo pero bien.
San Victorino
Michelle – Vendedora informal
El puesto de ropa en el que Michelle trabaja ha estado en su familia desde hace unos 13 años. Son de Ecuador, son indígenas, pero Michelle dice que ya se siente más de acá, toda su vida la ha pasado en Colombia. Su puesto está en una de las pocas calles de San Victorino en las que la Policía parece no estar corriendo a los vendedores ambulantes con pitos de moto y sirenas de patrullas. Esta calle, como todas las demás, está atestada de gente aunque Michelle asegura que no hay tanta como solía haber y eso se refleja en las ventas.
El trabajo ha estado muy duro, la verdad, por lo que la gente permanece en las casas y solamente salen para comprar cosas de aseo y comida. Para la ropa está muy complicado. Con la cuarentena obligatoria claramente nos quedamos en casa para evitar problemas. Ya hace más de dos semanas volvimos. Pero el trabajo sigue complicado, antes teníamos entre 10 y 20 personas al día que nos compraban, ahora se vende apenas una que otra prenda.
Acá la Policía está molestando pero en algunas zonas. El Ipes había dicho que los vendedores informales podíamos trabajar en unos lados y en otros no, por eso la policía está corriéndolos de los lugares donde habían dicho que no podían estar. Pero la policía siempre ha molestado, desde antes, y uno tiene que correrles. En realidad antes era más duro.
Yo una vez les estaba corriendo y luego volví a colocarme de donde me habían corrido, y llegó el policía y me dice, “venga, quíteme esa mierda de ahí, vayan para otro lugar donde puedan trabajar, por allá al Tercer Milenio”. Yo le dije, “buenos días, mi cabo, ya voy a recoger y me voy a ir, pero yo también tengo una familia que alimentar como usted. Al menos tenga un poco de respeto”. Y me dice: “no me responda, deme su cédula, voy a hacerle el comparendo”. Yo ahí le dije que por qué si yo no había sido grosera, que solamente estaba trabajando y ejerciendo el derecho que todo el mundo tiene. Así pasa siempre, llega otro policía, llega otro compañero mío y se arma la pelea.
Por lo menos ahora llegan como más respetuosos, un poco más amables, más educados. Yo creo que también es porque el Ipes está aquí y por eso nos están dejando trabajar. De todas maneras creo que de acá en adelante va a estar duro, la gente aún tiene miedo de salir y no quieren mezclarse con tanta gente, porque hay algunos que respetan las normas pero otros no. No hay mucha esperanza, yo lo veo muy duro.
Parque de la 93
Jesús – Domiciliario
Jesús es uno de los jóvenes venezolanos que alrededor del mediodía está sentado en el Parque de la 93 esperando a que su celular le avise que le asignaron un domicilio. Lleva más de dos años trabajando con Rappi y con Uber Eats pero su maleta negra no tiene logos. Dice que ha visto domiciliarios de Rappi con maletas tan impresentables que prefiere que no lo asocien con la aplicación. Jesús dice que en estos meses el trabajo ha desmejorado, pero que el problema venía de antes y que tiene que ver con los cambios en las condiciones a los repartidores.
Me ha ido bien, antes me iba mejor, pero se debe más a cambios internos de la empresa. Cuando comencé a trabajar había un límite de pago por distancia y por complejidad de pedido. Por ejemplo, pedidos de Carulla eran mínimo 5.000 pesos, pero ahora puede salir en 2.000 pesos y el tiempo que se gasta uno es el mismo. Es que ahora hay un nuevo sistema de puntos, entonces si uno rechaza los pedidos le baja la tasa y no tiene puntos, y si no tienes puntos no te dan trabajo. Antes se decía que era un trabajo que uno hacía en el tiempo libre, pero con ese nuevo sistema uno tiene que hacer más tiempo para lograr los puntos y seguir trabajando.
En la cuarentena ha habido un poco más de presión con eso de los puntos. Y eso ha pasado porque la empresa ha aceptado muchísima gente y no hay pedidos para tanta gente. Entonces con los puntos la empresa bloquea una gran cantidad de gente y así le asignan los pedidos solo a los que los aceptan todos, incluso si son distancias largas a cambio de poco dinero. Y en la cuarentena entró a trabajar aún más gente. Eso es una irresponsabilidad porque Rappi sabe qué demanda tiene y qué tantas personas se necesitan. Y con Uber pasó que como no estaban prestando el servicio de los carros, esos conductores pasaron a hacer domicilios y les dan prioridad a ellos. Entonces a mí Uber me suena a lo mucho dos veces al día, casi no salen domicilios.
Igualmente no te voy a decir que no, sigue siendo rentable, por eso trabajo con esto. Me sigue funcionando muchísimo, más que un trabajo en una empresa o en un restaurante, más que todo siendo extranjero. Yo he llegado a tener trabajos en restaurantes donde quieren pagar 20.000 y te hacen trabajar hasta la noche. O sea no nos funciona. Por lo menos acá uno saca más del mínimo y uno pone su horario. Pero eso no justifica el hecho de bajar tanto la calidad hacia el repartidor. La empresa está creciendo y no debería bajar el nivel de pago hacia nosotros.
De pronto ahora que se acaba la cuarentena, se empiece a salir gente de la aplicación, pero tampoco creo que mejore mucho. Rappi más que todo se tiene que organizar muchísimo, ellos tienen una publicidad buenísima pero eso no se ve reflejado en los repartidores, ni en la calidad del trabajo que nos dan ni a veces en la presentación personal de los domiciliarios, porque como aceptan a todo el mundo, y uno no tiene que ir a presentarse a ninguna entrevista, pues entra todo el mundo. Tienen que ser más serios con eso, pedirnos EPS porque igual estamos expuestos en la calle. No me parece la manera de proceder. Eso también les debe hacer perder clientes.