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No estamos preparados: El cansancio y la primera línea

Con el segundo pico de contagios por la pandemia del COVID-19 llegó una nueva sobrecarga para el personal de la salud. Y con esta sobrecarga llegó también el agotamiento físico y sobre todo el agotamiento emocional. Sin embargo, este no es un hecho nuevo.

Con el segundo pico de contagios por la pandemia del COVID-19 llegó una nueva sobrecarga para el personal de la salud del país. Y con esta sobrecarga llegó también el agotamiento físico y sobre todo el agotamiento emocional. María Fernanda Fitzgerald, periodista de Cerosetenta, habló con más de 20 médicos y con un especialista en salud mental para comprender cómo están sobrellevando este nuevo pico pero, sobre todo, para saber por qué este no es un hecho nuevo. 

Esta es la transcripción del capítulo

Si bien es cierto que los médicos estamos acostumbrados a trabajar bajo ciertos niveles de presión, la situación actual sin duda alguna nos ha sobrepasado a la mayoría.

Cansada. Cada día tenemos más turnos, cada día tenemos más horas, cada día somos menos…

Y mentalmente he sentido diversas emociones, la mayoría del tiempo siento impaciencia y sobre todo  impotencia

Por la forma en que nuestro trabajo está menospreciado en los hospitales. 

Física y emocionalmente desgastado. Totalmente cansado. 

La pandemia nos obligó a recogernos, a refugiarnos. Nos metió a las casas y no nos dio permiso de salir. Vivimos una primera ola, ahora una segunda, y nos ha mantenido en pausa. Sin embargo, hay un grupo para el que parar no ha sido una opción. Para quienes, de hecho, el trabajo se ha agudizado mucho más: la primera línea de los trabajadores de la salud. 

Sobre ellos hemos hablado poco: hemos contado sus muertes a veces, hemos contado cómo, más veces de las que quisiéramos, no tienen los equipos para enfrentar la pandemia. Mientras tanto, el debate fuerte ha estado en los aparatos: que si hay ucis, que si hay camas, o, recientemente, que si ya se acabaron. Pero casi nunca hemos hablado de sus miedos, de sus ansiedades, del estado de su salud mental en este tiempo en el que como pocos, no han podido parar ni un instante.

Servicios de hospitalización de cuidado intensivo sino una preocupación por la salud mental de mis colegas. 

Me genera ansiedad dormir porque se que en cualquier momento me pueden llamar. 

Creo que físicamente hay un desgaste

Me siento física y emocionalmente agotada

En  resumen es estar quemados. 

Bienvenidos y bienvenidas a No estamos preparados, un podcast de Cerosetenta. Mi nombre es María Fernanda Fitzgerald, periodista de Cerosetenta. En este episodio le preguntamos a más de 20 médicos sobre su estado de salud físico y mental luego de más de un año de pandemia y meses y meses de cuarentenas. Mientras preparaba este este episodio, publiqué un Tweet que no tenía mucha esperanza de respuesta. Pero al cabo de días, la bandeja de mensajes empezó a inundarse. Más de 40 médicos, médicas, enfermeras y terapeutas de distintas partes de Colombia y el mundo me escribieron porque querían contar su historia. Me decían que estaban cansados, que era importante hablar del tema. 

En el camino, varios prefirieron no seguir hablando: les daba miedo ser reconocidos por sus voces, lo que revela el estigma que sigue teniendo este tema. Otros prefirieron hablar pero sin dar su nombre. Al final, recogimos más de 20 testimonios de trabajadores de la salud donde nos cuentan cómo está su salud física y emocional, que nos cuentan las secuelas que les ha dejado la pandemia en su salud mental. Entre ellos, hablamos con dos médicos que enfrentan el covid en las salas de Uci y Urgencias y con un médico psiquiatra que se ha dedicado a atender a sus colegas e inventar mecanismos para tratar sus dolencias. 

Me presento soy Andrés Felipe Morera, soy médico general de la Universidad del Bosque y especialista en Medicina de Urgencia de la Pontificia Universidad Javeriana. Llevo siendo médico desde el 2009 y especialista en urgencias desde hace 5 años. 

El doctor Andrés Morera es uno de los coordinadores de Urgencias del hospital de Duitama, en Boyacá, uno de los departamentos que en este momento tiene las cuentas en rojo por disponibilidad de UCI. Tiene el pelo castaño y corto, los ojos redondos y grandes, y una barba bien arreglada. Dice que empezó a ser médico porque no se veía en otra cosa. 

Es de pronto como dicen muchos profesionales en una vocación, es un llamado y también es un estilo de vida.

Antes de la pandemia podía trabajar hasta 300 horas mensuales en turnos repartidos en más de un hospital. Ahora, esa jornada casi que se duplicó. 

He visto varios colapsos, no sólamente el físico. He visto colapsos emocionales, en donde tanto médicos como enfermeras no pueden más: se le llenan los ojos de lágrimas, se les corta la voz y se quiebran.  

Él también se quebró 

En el inicio de la pandemia tuve un cuadro de depresión y ansiedad que fue necesario una medicación a raíz de la sobrecarga laboral y unos conflictos que tenía con mi anterior trabajo. 

Fue un impacto tan fuerte que, con el tiempo, tuvo que consultar a un profesional de salud mental que le ayudara a sobrellevar esto. 

Mi jefe no entendía la magnitud de lo que estaba pasando y me sobre exigía  unas metas que no podía lograr eso pues me llevó a esforzarme más de la cuenta y eso hizo que cayera en depresión, ansiedad y llanto fácil.  

Para el doctor Morera el impacto emocional y el cansancio ha sido constante, como un dolor que no se va.

Por ejemplo iba manejando y me toca parar para llorar para respirar hasta que llegó un momento en el que no di más  y fue necesario consultar a un profesional de salud mental.

El síndrome de agotamiento profesional, o burnout, viene como resultado del trabajo excesivo y el estrés crónico que esto puede causar. No es un cansancio como otros.

El cuerpo empieza a doler: pero no es un dolor cualquiera. Es como si los músculos se presionaran, como si constantemente estuvieran agotados. Casi como si todo el tiempo se acabara de terminar una rutina fuerte de ejercicio. 

También está la baja de energía: es despertarse de dormir y sentirse inmediatamente cansado. Pero, posiblemente, lo más grave viene por las emociones que trae:  

Viene con una sensación constante de fracaso, de sentirse vencido o atrapado. Quienes lo padecen se sienten desligados del mundo, solitarios, pierden la motivación y aumenta la sensación de cinismo. El burnout, en algunos casos, puede llevar a desligarse tanto del mundo, que las ideaciones suicidas pueden llegar a aparecer. 

Aunque el Doctor Morera no llegó a ser diagnosticado con burnout, el cuadro depresivo que tuvo aún hoy en día lo afecta. 

Aún me dan cuadros de ansiedad, depresión pero sobre todo ligado a los trastornos del sueño y pues ahora en este en esta segunda ola al ver que los recursos son limitados y que hay que priorizar pacientes y priorizar recursos y eso me ha llevado a debatirme en conflictos éticos que antes no tenía por ejemplo en las en la dolorosa decisión de saber a quién le doy la oportunidad de tener un ventilador mecánico y a quien no.

La situación ha sido particularmente crítica en las unidades de cuidado intensivo, tan mencionadas por estos días en los que atravesamos el segundo pico de la pandemia. Ahí trabaja el doctor Fernando Montoya, médico internista del Hospital Simón Bolívar de Bogotá. Como dice, el ambiente empezó a cambiar con la pandemia.

Son jornadas de 36 horas, son jornadas en las cuales te tienes que exponer a 20 pacientes solo. La mortalidad todos los días convive contigo. Escenas fuertes creo que las hay pero realmente cuando uno está tan naturalizado con el tema de la muerte, realmente ni siquiera se percata. 

Jornadas de hasta dos días. Completos. Que sin embargo cuentan como un solo día de trabajo. 

Trabajar en una Unidad de Cuidado Intensivo es una jornada en la cual tu te desconectas del mundo y actualmente son escenas duras, son escenas fuertes, realmente es el único espacio en el que tu sabes que un 100% de los pacientes que tienes el 80% muy seguramente están sedados, no vas a poder interactuar con ellos ni hablar. Se pasa de una relación médico paciente a una relación de máquinas y exámenes y ventiladores. Se maneja un estrés alto. Se cambia el sonido de las conversaciones por el ruido de las máquinas, de las bombas, de los ventiladores, de las aspiraciones traqueales.

Es innegable que la pandemia ha jugado un factor crítico en la salud mental de los médicos, pero algunos de los problemas ya venían desde antes. 

Es claro que los médicos veníamos soportando silenciosamente una grave sobrecarga laboral, inmersos en una pandemia de agotamiento, previo a la pandemia de COVID. Estos componentes de agotamiento ponen en riesgo tanto nuestra salud como la salud de la sociedad en general.

Él es el Doctor Gabriel Oviedo, médico especialista en psiquiatría de la Universidad Javeriana. Nos explicó que las jornadas largas de trabajo, las malas remuneraciones, las contrataciones inciertas y las deudas por las matrículas tan elevadas de sus estudios eran algunas de las condiciones que usualmente causaban que el personal de salud, a nivel global, tuviera mayor riesgo a desarrollar condiciones de salud mental se le sumaron las consecuencias de la pandemia. El caso del doctor Andrés Morera de Duitama es un ejemplo evidente

Yo por mi tipo de contrato por prestación de servicios no tengo primas, no tengo cesantías, no tengo vacaciones y mi continuidad laboral se va renovando cada seis meses, digamos  que si bien, nuestra  motivación uno A  es el paciente y su bienestar y el confort de su familia, también sentimos que el apoyo de las directivas no está y el régimen en el cual estamos contratados la mayoría de funcionarios que están en el régimen público y otras instituciones pues hacen que la  remuneración económica, las prestaciones sociales no estén y eso hace que nosotros nos sintamos desprotegidos sabiendo que nosotros somos línea frente. […] es triste y es desgastante estar en un régimen de contratación en donde no te dan ninguna  garantía laboral. 

A todas estas situaciones que se repiten según los testimonios de los más de 20 médicos con los que hablamos, se sumó la ansiedad por no tener el control de la situación y el temor de contagiar a sus familiares que han agravado una situación que ya de por sí era muy preocupante. Como explica el doctor Oviedo

En general, los indicadores de salud mental en el gremio médico son bastante malos en Colombia y en el mundo. […] El riesgo de morir por suicidio, entre los médicos hombres, es el doble que la población general, y en médicas mujeres es cuatro veces mayor. 

Sí. Suicidio. 

Esta alta frecuencia de suicidios médicos ha sido descrita desde mediados del Siglo XIX. Es una realidad, los médicos tenemos un riesgo de suicidio mucho mayor que el de cualquier otra profesión u oficio.

El doctor cuenta que en condiciones normales, cada día un médico se quitaba la vida. Y eso, en palabras del doctor Oviedo se volvió casi como un secreto sucio de la profesión. 

Entonces, claramente estos indicadores no son positivos: la tasa de suicidio más alta, constituye como un secreto sucio, oscuro, de la medicina por mucho tiempo. Y al lado de esto también venía acompañado como el pacto perverso de no hablar de este tema previamente. 

Porque además del suicidio, los médicos también tienen tasas más altas en transtornos depresivos y de ansiedad. 

Existen tasas más preocupantes de trastornos por consumo de sustancias, y esa combinación de consumo de sustancias y un trastorno de depresión o de ansiedad, es un cóctel letal en términos de desenlaces de salud mental. Y el desenlace más temido, por supuesto es el suicidio. 

A pesar de que aún no hay respuestas precisas, algunos de los factores que causan estas tasas tan elevadas pueden venir de una mayor conciencia sobre la salud mental, lo que termina llevando a que entiendan mejor lo que están atravesando y por eso mismo noten más fácilmente que están atravesando un cuadro de salud mental alterada. Pero, también, esa mayor conciencia lleva a que se busque ocultar los síntomas. Según el doctor Oviedo, a esto se le debe sumar una alta competitividad, una exigencia por la perfección y, ahora, una pandemia que enfrenta su segundo pico

Nosotros sabemos por otras investigaciones que en las segundas olas, en los segundos picos, en las nuevas olas, estos síntomas tienden a empeorar. Entonces, tenemos que medir y tenemos que establecer prevalencias para poder medir el impacto de intervenciones previas y generar nuevas líneas de acción.  

Sí, la pandemia puso una presión enorme sobre el personal de salud. Hemos visto fotos de sus cicatrices físicas, de las heridas y morados que les han dejado las mascarillas, de sus ojeras profundas y los ojos apagados. El coronavirus los puso en riesgo directo, no sólo por su letalidad al estar en la primera línea, sino por ese secreto sucio que puede y ha derivado en el suicidio. Y a una condición que ya era grave, le sumó una absoluta sobrecarga. Sin embargo, los profesionales en salud mental han procurado diseñar programas que ayuden a mitigar este impacto. 

Sobre las contingencias y estrategias que hemos estado organizando a nivel de salud mental para acompañar a los trabajadores de la salud, tenemos componentes de educación, de sensibilización, crear paneles de conferencias, grupos de escucha, grupos de apoyo. 

Las líneas de ayuda han empezado a convertirse en un recurso esencial para los trabajadores de la salud. En los hospitales grandes y con énfasis en salud mental, como el San Ignacio, doctores como Gabriel Oviedo han logrado implementar programas de ayuda y grupos de apoyo para quienes trabajan allí. 

Condiciones como estas hacen muy difícil el poder trabajar y el poder orientar esta vocación al servicio. Sin embargo, ese propósito, ese sentido, esa orientación al apoyo, ese amor por la profesión, termina sosteniendo a las personas, a los grupos y se generan componentes muy cohesivos alrededor del ejercicio médico en esta pandemia. 

Por eso, no basta con preocuparnos por los aparatos: por las camas uci, por los monitores, por los respiradores, por los medicamentos. Sin el personal de salud, estos seguirán siendo aparatos no aptos para el uso. Y hablar en la salud del personal de salud, pasa, necesariamente, por hablar de su salud mental. 

La importancia de una buena salud mental en las personas que trabajamos en salud tiene que ver, o lo podemos mirar desde el concepto, de cómo un médico saludable es una fuente de salud y cómo un médico saludable mentalmente se configura como una fuente de salud integral. Por esto debemos ponernos el oxígeno psicológico primero, de lo contrario no podemos ayudar.

Ayer de hecho estaba hablando con un paciente y básicamente el señor consultaba por palpitaciones por una taquicardia ya llegamos al punto que el señor se sentía ansioso a raíz del encierro, él me comentaba que era periodista  entonces su ocupación le llevaba a estar mucho tiempo en el aire libre y que con este encierro se sentía ansioso, él me decía, que ¿cómo hacíamos nosotros?  

Ellos, el personal de salud. El doctor Andrés Morera dice que el paciente se le adelantó a la respuesta y que esa percepción de su paciente lo sorprendió:

Y él respondió: dejan de ser humanos 

El doctor Morera se apresuró a corregirlo. 

No, básicamente quién está en esta profesión es bastante humano porque si no, no pondrían su vida antes que la de los pacientes ni darían todo para que ellos estuvieran bien. Nosotros nunca dejamos de ser humanos solamente en ese momento hacemos que prime la razón sobre el corazón.

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