Música de algodón egipcio

Un músico venezolano que tocaba Smashing Pumpkins en su juventud, se armó con un set de DJ, un afro monumental y un enigmático nombre escénico. Hoy, es uno de los nombres obligados al hablar de la música electrónica del país vecino.

por

Juan Pablo Conto


31.07.2014

Imagen: Algodón Egipcio; edición: 070

La semana pasada el medio de comunicación Radiopachone estuvo de fiesta. Para festejar contaron con varios artistas invitados y con una feria de proyectos. La música de Algodón Egipcio se encargó de dar cierre a la fiesta en Latino Power. Esta es una entrevista al personaje detrás de este proyecto que llega desde Venezuela.

 ¿Cómo empieza tu historia como músico?

Yo me fui a Caracas como a los 16 años, soy de Puerto Ordaz, una ciudad al sur. Nunca había tocado con gente, nunca había compuesto cosas propias ni nada. En Caracas empecé a tocar con amigos y tuve un par de proyectos que no fluyeron tanto. Hice parte de una banda de electrónica llamada Boom Boom Clan, que era como electrónica, pos-trock, con IDM (Intelligence Dance Music), así como con onda de los dos mil. Ahí estuve un largo rato. Luego formé Jóvenes y Sexys con una amiga también de Venezuela. Con esta banda nos fue más o menos bien. Empezamos a sonar en radio fuera de Venezuela. Hicimos conciertos en México, en Brasil, en España. Salimos en soundtracks de películas.

Luego llegó un momento, alrededor del 2010, en que sentía que quería hacer cosas por mi cuenta y ser yo el dictador de un proyecto particular. Así empecé Algodón Egipcio. En poco tiempo ya tenía unas cuantas canciones y  en más o menos un mes tenía el disco listo: se llamó “Lucha Constante” y salió en 2011 con Lefse Records, una disquera gringa. De ahí en adelante me he dedicado a eso. Es mi proyecto principal. He podido salir y tocar, he estado en México, Brasil España, Portugal, Italia, Chile y ahora Colombia, que tenía ganas de venir hacía mucho tiempo.

¿Y antes de Caracas?

Me fui muy joven. Antes de mudarme tocaba canciones en mi casa de Smashing Pumpkins y de Tool en bajo y en guitarra. Empecé tocando bajo y luego aprendí guitarra como autodidacta. En ese momento era muy tímido, no conocía gente que tocara instrumentos y entonces no hice gran cosa. Cuando me mude me empecé a empapar de mas cosas y sobre todo conocer formas de producir uno mismo su música.

¿Por qué esas ganas de hacerlo todo solo?

En mi primer disco hice todo yo, literalmente: desde la composición, hasta la mezcla y el master. Era la primera vez que cantaba y la primera vez que componía letras. Todo lo que esta grabado y todo lo que está producido lo hice yo. Fue así adrede. Quería sentir cuáles eran mis límites, qué era capaz de hacer.

Pasó que durante este proceso me sentí muy cómodo trabajando conmigo mismo. Cuando me empecé a presentar en vivo, la gente me decía que porqué no metía otro integrante o dos para tener una banda, pero el objetivo nunca fue ese. Quiero que la gente entienda el proyecto como lo que es, como electrónica que viene toda de la computadora: todo es muy plástico, muy sintético y habita en otro lado que no son los instrumentos o que no es una interacción entre varias personas. Ha sido muy difícil porque al tocar solo en vivo hay mucha presión. Eres la única persona en tarima, todos los ojos están sobre ti y si algo sale mal no puedes voltear a ver al baterista y hacerle caras, simplemente es tu culpa, pero si te sale bien te llevas todas las palmas.

¿Qué retos tiene ser el único parado en el escenario?

Un show en vivo tiene que tener cierto dinamismo y al hacerlo solo me veo como en el aprieto de soltar pistas, tocar guitarra, cantar, tocar controladores y luego hacer un baile de tap pisando pedales. Es una experiencia ocupada, no es fácil. Pero siempre me han gustado los retos. Por eso también canto en español.

¿Cantar en inglés es más fácil?

Uff muchísimo, en inglés todo rima. Y bueno, muchos artistas latinos se escudan detrás del idioma. Por lo menos en Venezuela está el complejo de querer decir algo y no saber como decirlo sin sonar como Maná o como Arjona. Todo el mundo tiene ese miedo. Entonces escribes algo romántico y lo oyes y decides que es más fácil estar detrás de un escudo idiomático: la gente me va a entender pero no me da tanta vergüenza decirlo. En mi caso no es por tema de si voy a pegar si canto en español o en inglés, sino que lo tomé como un reto de apropiarme de mi idioma e irme por ahí.

¿Cómo es su proceso de componer una letra para no caer justamente en eso?

A pesar de que ya llevo dos discos, porque el segundo ya está lista la composición, sigue siendo lo más difícil. Nunca he tenido un proceso cuadrado sobre como componer letras. De pronto le pongo un título a la canción para obligarme a canalizar la letra hacia esa dirección y voy desarrollándola en ese sentido. Escribo palabras al azar y veo que suenan bien conectadas y después, una vez que las tengo, digo: «qué significa esta canción». Es como un rollo casi de arte conceptual. Algo así: tengo la cosa… qué significa. Nunca he estado limitado para componer canciones por una regla básica, pero que es difícil, es bastante difícil.

¿Siempre primero la música y luego la letra?

Normalmente si. No por regla, pero es como se me hace más sencillo. Me encantaría empezar una canción, en la mitad hacerle letra y luego seguir haciendo la canción alrededor de esa voz. Lo he intentado pero no funciona tan bien.

¿Cómo fue tu acercamiento a la electrónica?

Yo de por sí escucho muchas cosas. Soy fan de la música y cuando algo me gusta lo asumo. Me gusta mucho el R&B, el hip hop. Soy fan de Erykah Badu y de Janet Jackson. Igual soy fan del noise. Escucho Black Dice y cosas así más ruidosas que no tienen nada que ver con esto que hago. Me gusta la electrónica más experimental tipo Fenez, pero al mismo tiempo disfruto canciones de Rihanna, My Bloody Valentine, Sonic Youth. El indie rock, el indie pop de estilo más chicloso.  Antes que ser artista soy fan de la música y eso me permite tener influencias en todos lados. Al final del día soy un filtro que toma los elementos que me interesan y a partir de aquí, junto con mis ideas, confecciono la música que hago.

Nombras varios artistas, pero si por ejercicio te pido que me hagas un top cinco de tus favoritos o de los que más te han marcado

Los Smashing Pumpkins son mi banda sentimental favorita. De pronto hoy en día no estoy en esa página, pero en su momento significaron muchísimo para mí. Tengo todos los discos y siento que en mi formación musical me dieron cierta sensibilidad para encarar la música. Porque, a pesar de que se conocen por su lado más roquero, era una banda muy variada. Lo de ahorita…sin comentarios.

Otro artista que me marcó fue Bjork. Yo la escuché como a los diez años y no entendía nada. Igual me compré el disco “Homogenic” y por ese lado agarré para la electrónica. Bjork es una artista que toma muchos riesgos desde mucho puntos de vista y fue como mi introducción a lo raro. A esa edad yo escuchaba Spice Girls, y Bjork te descoloca, tu cerebro se rompe. A través de ella llegué a un montón de cosas de las que soy muy afín hoy en día.

También podría ser Nick Drake. Soy super fan del folk, de hecho con mi anterior banda, Jóvenes y Sexys, explorábamos más ese lado. Ahorita no tanto aparentemente. Siempre en cuanto a letras, melodía y delicadeza me dio como un lado sensible.

Otra sería Lauryn Hill. Cuando salió el de “Miseducation” en 1998 fue un cambio radical. De escuchar el hip hop que se escuchaba a en la radio a otra cosa. Una súper cantante y sus canciones son como tan desgarradas y tan reales. Me marcó mucho y con ella llegué a ese otro mundo.

El último lugar sería un empate entre Janet y Michael Jackson. No hay forma de agarrar para otro lado. Michael es una figura omnipresente en el mundo de la música, en el mundo del pop. Él lo cambió todo, desde lo musical hasta lo visual. Y Janet, en menor medida para la masa pero en mayor medida en mi corazón, también tuvo un impacto considerable. Hoy en día escucho los discos de Janet y me siguen pareciendo increíbles. De hecho acabo de comprar un vinilo que conseguí acá en Bogotá.

Y teniendo todas estas referencias en cuenta, ya más como ejercicio que porque tenga algún sentido hacerlo, ¿cómo definiría Algodón Egipcio?

Yo siempre digo pop electrónico, es mi forma de asumirlo. Pero es demasiado amplio. Lo que yo considero como pop al final del día es su capacidad de ser memorable. Que llegaste, la persona la escucha y cinco minutos después la está cantando. Y la electrónica en mi caso como herramienta: explorar sonidos y experimentar.

¿De dónde sale el nombre? ¿tiene que ver con las texturas que hay en tu música?

La historia del nombre es como la historia más nula del mundo. Soy muy malo poniendo nombres a las cosas. Cuando llego a ponerle nombre a una canción o a un disco es una tarea desgarradora, entonces para el nombre del grupo pase un rato largo. En esa época vivía todavía con mi hermano y le decía que opinas de tal, y no, y no,  y no.  Ya tenía el disco listo y todavía no tenía nombre. Finalmente, estaba viendo una película súper dominguera que se llama  Pequeñas grandes amigas con la difunta Brittany Murphy, y en esa película hay una canción que se llama “Sábanas de algodón egipcio”. De hecho pensé ponerle ese nombre entero. Al final lo corté y me pareció que eran dos palabras que sonaban bien juntas. Que era como elegante. Yo ni siquiera sabía de la existencia del algodón egipcio y, como es la mejor tela, luego en entrevistas me preguntaban que si me había puesto así porque pensaba que era el mejor… Por supuesto que no. Pero hay muchas decisiones que tomo y que luego le encuentro el significado: venía implícito lo de la textura.

En términos generales ¿cómo está el contexto musical en Venezuela? ¿te sientes acompañado o mas bien como una isla?

En Venezuela te puedes encontrar con diferentes esferas y con una escena más o menos nacional, no solo de ciudades. Yo siento que, en cuanto a lo que hago, no estoy tan acompañado. Aunque sí siento mucha afinidad con un montón de músicos que así hagan música distinta, hay un enfoque medio parecido. Por ejemplo, en la disquera que se llama Entorno Doméstico, que es de Maracaibo, hay bandas que van desde el folk hasta el rock satánico, de electrónica a rock de los ochenta, y de pronto no confluimos en género y estéticas, pero hay un enfoque de ideas y creatividad muy similar. Es gente con la que me puedo asociar. Y así hay mucha gente, pero en mi caso, aunque hay muchos que hacen electrónica, no lo hacen con mi enfoque que es mas experimental. Venezuela es un país raro en música.

Dentro de esa rareza, ¿algún recomendado para el público colombiano?

Hay un proyecto que se llama Domingo en Llamas. Es de un amigo que es un genio. En cinco años sacó siete u ocho discos, todos buenísimos. Los cuelga gratis en su página y tiene una exploración que va entre el rock clásico y el folclore venezolano de una forma muy bien hecha. Porque créeme que en Venezuela hacer algo mezclado con folclore normalmente es sinónimo de casposo, de oportunista.

Está Presidente, un cantautor que se llama Heberto Añez, que también está en otra banda que se llama TLX que es estilo The Cure. Como Presidente mezcla pop de los ochenta en Venezuela con salsa tipo Willie Colón. Muy delicado, muy orquestado.

Está Arca, que es el proyecto de un amigo productor que vive afuera del país hace mucho tiempo, pero es de mi música favorita no solo en Venezuela sino en el mundo. Arca es como una cosa bizarra, extraña, la electrónica más mutante. Ha trabajado con un montón de raperos y cantantes de todo tipo. Es alguien que no entiendo cómo funciona su proceso mental.

E invirtiendo la pregunta, grupos colombianos que le gusten…

Me parece raro que estemos uno al lado del otro y no nos conozcamos tanto musicalmente. Uno conoce más de México o de Chile que de Colombia. Allá lo que llega es, desde los noventa, Atercipelados, o cosas más pop como Shakira y Juanes. Hay mucho vallenato, la gente escucha mucho vallenato.

Yo ya conocía proyectos como el de Andrés Gualdrón y los Animales Blancos. Somos amigos de intenert y ya lo pude conocer en persona. Su música me parece muy buena, toma muchos riesgos y eso yo lo admiro mucho. Julián Mayorga, que tiene un enfoque distinto al rollo de cantautor. Conocí Los Pirañas estando acá. ¡Me gustó mucho! Algo que escucharía en mi iPod pero ciegamente. Y proyectos asociados como Meridian Brothers de los que no estaba tan empapado pero, ya estando acá, la gente me ha mostrado mucho. Ya conocía Velandia y la Tigra, pero vi a Velandia tocando solo en estos día y fue como una revelación, un show muy bueno. Las Hermanas, que hacen hip hop. Andrés Correa, con el que compartí escenario en Madrid, y ahí quedamos también de amigos y siempre estamos en contacto. Y siempre estoy abierto a conocer nuevas cosas.

¿A dónde va a llegar Algodón Egipcio?

Llegar donde se pueda. Lo límites se los pone uno y yo no me  los quiero poner. Seguir tocando y seguir girando. Tocar donde se dejen. Japón, Sudáfrica, Islandia… venga. Me interesa llegar a muchos sitios a través de mi música. Yo simplemente sigo haciendo mi música y lo que me gusta, siempre tratando de hacer algo distinto a lo que todo el mundo hace. Y lo que venga, si es bueno se acepta y si es malo se aprende y se sigue adelante.

 

*Juan Pablo Conto es historiador y magister en periodismo del CEPER

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