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El miedo y la censura cercan al periodismo en Tuluá

El asesinato del reportero Marcos Efraín Montalvo, ocurrido hace un mes, calló una voz crítica de ese municipio y sumió a sus colegas en la zozobra. Ahora muchos se preguntan cómo seguir en su oficio bajo la amenaza permanente de la violencia.

por

Rutas del Conflicto, con el apoyo de La Liga Contra el Silencio.


29.10.2021

Marco Efraín Montalvo, de 68 años, llevaba casi 50 ejerciendo el periodismo cuando un sicario lo mató el 19 de septiembre en pleno centro de Tuluá, Valle del Cauca. Ahora muchos de sus colegas temen ser las próximas víctimas de quienes buscan silenciar a la prensa e imponer el terror en esa ciudad. “Existen indicios suficientes para sostener que su homicidio está relacionado con las denuncias que hacía sobre corrupción y bandas criminales locales”, dijo la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) sobre este caso. La última vez que ocurrió allí un crimen similar fue en 1994, cuando asesinaron al locutor Horacio Yepes Lozano

Montalvo trabajó para varios medios regionales y seguía publicando denuncias en sus redes sociales. Trataba temas relacionados con Tuluá, conocida como el ‘corazón del Valle del Cauca’, con una población de unas 218 mil personas y ubicado a 92 kilómetros de Cali. Este es el municipio más habitado en el centro del Valle y tiene influencia sobre al menos cinco municipios cercanos. Su relevancia ha convocado una importante cantidad de reporteros, y aunque no existe un número preciso, la mayoría calcula que hay al menos 50. “Incluso podemos estar sobrepasando los cien”, dice el periodista Yonieher Ramírez.

Montalvo aprendió periodismo en las salas de redacción y en las calles, y usó para su trabajo diferentes formatos hasta llegar a las redes sociales. También fue maestro de decenas de periodistas en Tuluá, donde era un referente. Su asesinato sorprendió a todos, pero se enmarca en el clima violento que vive la región. Durante los últimos años Tuluá ha figurado entre los municipios con más homicidios del país. Aunque la pandemia provocó un descenso de los asesinatos en otros lugares, en 2020 esta ciudad registró 152 muertes violentas y un aumento del 25 % en la tasa de homicidios. Hasta 2016 estuvo entre las 50 las ciudades más violentas del mundo. En los últimos meses al menos cuatro personas han sido decapitadas. 

Las balas y el miedo

El asesinato de Montalvo ocurrió en un local comercial del barrio La Esperanza. “Es residencial, uno de los más tranquilos”, dice alguien que prefiere no ser identificado y que vio a Montalvo caminar muchas veces hacia ese lugar, donde solía tomar cerveza.

La Fiscalía le confirmó a la FLIP que no tenía conocimiento de ningún tipo de amenazas contra Montalvo, pero tras su muerte el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés) recogió denuncias de Mauricio Altamirano, sobrino de Montalvo, quien contó que en 2019 un hombre que iba en una motocicleta lo golpeó con el casco y le advirtió “que dejara de informar sobre temas delicados”. También dijo que este año su tío había recibido amenazas de muerte por Facebook. 

“Si esto le pasó a Marcos, ¿en qué momento nos toca a los demás?”, dice el periodista Israel Arango, quien trabaja en un medio local. “No deja de ser intimidante”, añade. Sus colegas manifiestan sentimientos similares. “No se sabe qué pasó. Hay zozobra y solo se va a acabar cuando se esclarezca el crimen. En este momento uno no sabe si puede hablar o es mejor callar”, dice el reportero Jhon Jairo García.

Los colegas piden celeridad en las investigaciones. Según cifras de la FLIP, cerca del 80 % de los homicidios contra periodistas en Colombia permanecen impunes.

«Existen indicios suficientes para sostener que el homicidio está relacionado con las denuncias que hacía sobre corrupción y bandas criminales locales»: Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP)

Desde Bogotá se asignó un equipo especializado de la Fiscalía, y en este momento se ofrece una recompensa de más de 100 millones de pesos por información que facilite capturar a los responsables. El ministro de Defensa, Diego Molano, planteó la posible relación del crimen con las denuncias periodísticas que hacía Montalvo. La Alcaldía de Tuluá rechazó el crimen y el alcalde John Jairo Gómez aseguró en una entrevista que conocía el trabajo del reportero y su importancia. Pero el alcalde matizó. “Que yo lo haya visto activo en un medio de comunicación, no. Hace años no lo veía activo, de pronto en redes sociales lo veía comentando”, dijo. 

La FLIP expresó preocupación frente a la ambigüedad que mostró Gómez. “Son declaraciones que le restan relevancia al trabajo y a las denuncias que realizaba Marcos”, dijo la organización, y pidió al funcionario adoptar un discurso que contribuya a prevenir la violencia contra periodistas. 

El secretario de gobierno, Jorge Alexander Gallego, dijo que desde el gobierno municipal respetan y valoran la labor de la prensa. Gallego contó que nunca habló con Montalvo, pero sabía que era un periodista reconocido en el municipio.

Gallego se mostró confiado. “Las cifras muestran que hasta la fecha hemos logrado un esclarecimiento del 24 % de los homicidios cometidos este año. Hemos esclarecido 21 de los 87 crímenes”, dijo.

Las amenazas contra periodistas en Tuluá no son recientes. “Siempre han estado, son cíclicas. A inicios de los 2000 hubo bastantes por la disputa entre paramilitares y la guerrilla”, dice Carlos Humberto Castillo, reportero del periódico El Tabloide. Su colega Israel Arango cuenta que las amenazas suelen llegar en panfletos o llamadas. “Uno casi nunca les pone cuidado, porque casi siempre son amenazas sin fundamento. Uno ya sabe a cuáles ponerles cuidado y a cuáles no”, dice.

«Siempre han estado, son cíclicas. A inicios de los 2000 hubo bastantes por la disputa entre paramilitares y guerrilla»: Carlos Humberto Castillo, reportero del periódico El Tabloide, sobre las amenazas contra periodistas en Tuluá.

Pero en algunos casos la amenaza se concreta. En Tuluá, la FLIP registró otros dos periodistas asesinados. En 1994, en la zona rural, desconocidos mataron a Horacio Yepes Lozano. El 1 de diciembre de 1989 ocurrió uno de los crímenes más recordados, contra el director de El Tabloide, José Wenceslao Espejo, baleado en un restaurante de Tuluá. Este asesinato es atribuido a las denuncias que había hecho contra narcotraficantes de la región.

En todo el país la FLIP registra 163 periodistas asesinados por causas asociadas a su oficio. Uno de cada cinco de estos crímenes ha ocurrido en el Valle del Cauca, con 33 registros. El departamento ocupó en 2020 el tercer puesto con más agresiones contra la prensa. Antes de Montalvo, el homicidio más reciente ocurrió en diciembre del año pasado en Cali, contra el periodista de Q’Hubo Felipe Guevara. 

Libertad de prensa y pauta oficial

Como en otras zonas del país, la pauta que contratan en Tuluá las administraciones locales e instituciones estatales financia los medios de comunicación y el trabajo de los periodistas. Pero también ha servido como método de control sobre la prensa. Hoy no hay denuncias sobre presiones para ocultar o mostrar información, pero varios periodistas contaron cómo la han sufrido anteriormente.

Jhon Jairo García fue el director de Alerta Valle del Cauca en Radio Tuluá 1440 AM. Dice que durante el mandato del alcalde Gustavo Vélez Román (2016-2019) duraron tres años sin recibir dinero por pauta oficial. Todo empezó porque habían conformado un grupo de periodistas que realizaba denuncias y no tenían buenas relaciones con los funcionarios. “Un día me llama el jefe de prensa de la Alcaldía y me dice que en la emisora hay alguien que no quiere escuchar. Yo le digo que no voy a sacar a nadie porque a ellos los paga Radio Tuluá, no él”, recuerda García.

Durante la anterior administración local al menos cuatro periodistas recibieron ataques en redes sociales por la labor que realizaban. Después de un desalojo a comerciantes informales que terminó en disturbios, perfiles falsos y funcionarios públicos compartieron imágenes y mensajes que ligaban a los comunicadores con un supuesto plan liderado por una mujer privada de la libertad y que buscaba favorecer a un político local. Esta información estigmatizó la labor que realizaban los reporteros.

“Hay un ambiente muy violento y agresivo en redes sociales, hay ‘bodeguitas’ que trabajan para actores locales. Eso hace más tóxico el ambiente periodístico y no hay iniciativas de la administración local ni de otros sectores que fortalezcan ese trabajo”, dice Jonathan Bock, director ejecutivo de la FLIP, sobre el quehacer periodístico en Tuluá. 

La pauta, principalmente la oficial, es clave porque se convierte en el salario de los periodistas. “Se ha perdido la dignidad salarial, muy pocos medios en Tuluá y en Valle del Cauca pagan un sueldo. Muchas personas viven de la pauta y eso genera una dependencia”, asegura el periodista Carlos Humberto Castillo. “La publicidad oficial hace que en muchos casos los periodistas terminen teniendo inclinación por una administración, y eso se refleja en el contenido periodístico. Se politiza el periodismo, se pierde independencia y transparencia”, dice Bock.

En Tuluá existe un vínculo cercano entre el periodismo y el poder político. Para Yonieher Ramírez, que pasó de los medios a trabajar en la Alcaldía, esta es una realidad del gremio. “Yo dejé de trabajar en medios y muy seguramente si algún día quiero volver a trabajar como periodista, tendré que dejar pasar un tiempo”, dice.

En este lugar también es común identificar cuando un periodista está a favor o en contra de la administración local. Muy pocos escapan de esa lógica. Marcos Efraín Montalvo había sido cercano al anterior gobernante, y con el actual tenía diferencias. Pero sus denuncias nunca se detuvieron.

Montalvo utilizaba Facebook para denunciar hurtos de los que se enteraba, o para llamar la atención sobre algún contrato que iba a firmar la administración pública y que ponía a disposición de quienes visitaban su página. En algunas ocasiones, al final de una publicación, agregaba una nota: “Opinión personal”, decía. Y escribía allí un pequeño comentario. 

Montalvo era incisivo con los comentarios cuando conocía algún hecho de corrupción. “EN EL GOBIERNO DE ‘LA TRANSPARENCIA Y DE LA CERO TOLERANCIA CON LA CORRUPCIÓN’, DECLARAN INSUBSISTENTE A LA TESORERA DEL MUNICIPIO”, escribió en junio de 2020. Así, en mayúsculas, indignado. Durante el paro nacional de este año, el periodista cubrió el estado de las principales vías de acceso a Tuluá.

Pero la política era su tema central. En las últimas elecciones hubo una polarización marcada, y en la página de Facebook de Montalvo quedó registrada buena parte de esto. Hay varios mensajes en contra de quienes apoyaban a candidatos distintos a los suyos. En sus redes era beligerante. “Había tomado una posición política más fuerte”, aseguran quienes lo conocían. Algunos de sus colegas prefieren recordar las denuncias que hizo contra los carteles del cilantro, la cebolla y la papa en el municipio, que concentran la venta de esos productos y fijan su precio.

Mataron al ‘maestro’

El periodista Arango, uno de sus pupilos, recuerda a Montalvo como una persona cuidadosa con las palabras que escribía. Dice que era de esos editores que leía y no dejaba pasar un solo error. “Ese hombre brillaba y tenía facilidad para escribir”, dice. 

Un día Montalvo escuchó por casualidad a Arango y vio algo en él. Le preguntó si quería aprender periodismo y le dijo que tenía buena voz. Así comenzaron 30 años de aprendizajes: leer noticias, proponer temas de investigación, hacer preguntas incisivas y escribir de manera impecable. “Con ese loco era una cosa rigurosa”, cuenta Arango entre risas.

Otros periodistas de Tuluá también recuerdan a Marcos Efraín Montalvo como una persona que se adaptó a las nuevas tecnologías. Ya no trabajaba en grandes medios de comunicación, pero usaba las redes sociales como su canal de denuncia. “Aunque tenía 68 años, fue de los primeros protagonistas en las redes”, asegura Arango.

Las nuevas tecnologías también le permitieron a Jhon Jairo García tener nuevos espacios para ejercer el periodismo. Después del problema con la pasada administración relacionado con la pauta oficial, su programa Alerta Valle del Cauca terminó y él creó una emisora virtual. 

“Otro ejemplo es el de un periodista que dejó los medios y ahora su fortaleza es un espacio vía WhatsApp donde comparten y hablan de política. Les compran publicidad. Los lunes, miércoles y viernes todos esperan sus informes”, dice Carlos Humberto Castillo. En este panorama donde las redes sociales han permitido que más personas puedan comunicarse, sobresalió Marcos Efraín Montalvo.

«Aunque tenía 68 años, fue de los primeros protagonistas en las redes», Israel Arango sobre Marcos Efraín Montalvo.

Su asesinato contiene un mensaje. “No solamente estaban atacando a alguien que era muy crítico, sino a alguien que durante mucho tiempo fue un referente. Es una estrategia para silenciar a otros que están dispuestos a señalar las irregularidades en distintos municipios”, explica Bock, de la FLIP.

Esto “advierte el peligro que se corre por emitir opiniones que generen controversia o le hagan cosquillas a los verdaderos dueños del poder en Tuluá. Ni la edad ni la experiencia merecen respeto”, escribió en Twitter el periodista y escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal.

El secretario de gobierno Gallego confirma la presencia en Tuluá de grupos armados y bandas delincuenciales que reclutan a jóvenes como el que disparó contra Montalvo. Muchos se unen a esas organizaciones porque no encuentran oportunidades, aunque la Alcaldía dice que está trabajando para apoyar a los adolescentes. Gallego dice que en la cabecera municipal no hay disidencias de las Farc, pero sí en la zona rural. 

En la zona urbana existen decenas de bandas delincuenciales. En el primer semestre de este año, según información oficial, se desarticularon siete grupos y se capturaron 316 personas. Entre ellas Sebastián Cuero, alias ‘Arracacho’, a quien se responsabiliza de más de una docena de homicidios. 

En este clima de violencia, el asesinato de Montalvo agudizó el miedo entre sus colegas, que ahora esperan el esclarecimiento del crimen y garantías para quienes siguen ejerciendo el oficio. Sobre las amenazas, no a todos les llegan ni en todo momento. “Al final cada quien es dueño de sus propios miedos”, dice Arango.

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