Mi primer trabajo en periodismo fue cuando tenía 16 años. Acababa de salir del colegio y entré a trabajar en el periódico El Espectador, mientras estudiaba Ciencia Política en los Andes. Entré muy joven y de la mano de Guillermo Cano, director del periódico. Literalmente me puso un escritorio al lado de él y la verdad me impresionó porque yo no tenía ni idea de cómo era que uno se volvía periodista.
Lo primero que Guillermo me llevó a hacer fueron dos investigaciones sobre auxilios parlamentarios que, en ese momento, él mismo las estaba haciendo. Mientras trabajaba con él, me enseñó a hacer dos cosas. La primera era que uno no le podía tener miedo a los políticos. Lo segundo, a investigar muy bien y a conocer cómo se trabajaba con las fuentes, algo que hasta el día de hoy le agradezco profundamente a Guillermo Cano.
Después la experiencia que yo tuve fue muy impresionante porque lo que hizo Guillermo fue montar un equipo de periodistas, todos muy jóvenes, y prácticamente lo que nos dijo fue que saliéramos a recorrer el país para saber qué era lo que estaba pasando por fuera de Bogotá. Y eso hice durante cuatro años mientras estudiaba en Los Andes. La idea era salir a hacer reportajes sobre una guerrilla naciente que estaba irrumpiendo en los sectores universitarios, que se llamaba el M-19. Esa fue mi primera entrevista complicada al poco tiempo de estar al lado de Cano en la sala de redacción. Me tocó ir a hacerle una entrevista en la selva a Jaime Bateman, uno de los comandantes y fundadores de este guerrilla. Y esa nota casi me cuesta la vida porque al final me toco quedarme un mes entero allá debido a las complicaciones para salir.
A la vuelta me demoré más de la cuenta y el día que llegué, cuando Guillermo me dejó en su carro cerca de mi casa, me explotó una bomba. Tenía17 años. Esa fue mi primera experiencia con Guillermo Cano de reportaje. Me tocó un poco dramático porque entendí que estábamos metidos en un berenjenal muy complicado y que nos tocaba reportear en un país difícil.
¿Sabe qué? Uno tiene que aprender que en este país que nos tocó, uno sale un día de la casa y no sabe si va a poder volver
Cuando comencé a ser periodista nunca me imaginé que me iba a tocar enfrentar una profesión tan difícil, que significara cambios profundos en mi vida y me alterara la percepción de la cosas o me produjera tanto dolor. Siendo muy joven uno tiene otras aspiraciones y la verdad yo me metí al periodismo porque me fascinaba escribir e investigar. Soy hija de periodista y en mi casa mi hermana y yo nos habíamos educado en esa manera de ver el mundo y desarrollar una curiosidad especial que es la que deberíamos tener todos los periodistas. Me parecía interesante mirar, viajar y entender lo que le estaba pasando al país en ese momento. Quería aprender y saber que estaba pasando en todas las regiones. Y eso fue lo que me permitió Guillermo Cano, sin saber que estábamos entrando en el episodio más sangriento que ha tenido el país en los últimos 30 años.
Sin saber, Guillermo nos estaba entrenando para enfrentarnos a la muerte, a su propia muerte. Eso fue lo que más me sorprendió a mí porque nunca pensé que estábamos entrando en una etapa del país donde nos iba a cambiar todo muy rápido. Para cuando tenía 20 años a Guillermo lo habían asesinado, nos habían puesto una bomba, nos habían hecho de todo. No entendía nada y pensaba que el periodismo era una cosa que se había vuelto otra cosa. Encima de eso cuando tenía 26, mataron a mi hermana.
Fue una etapa de mi vida que espero nunca tener que repetir. Fue cuando el periodismo se volvió casi un camino hacia la muerte. Muchísimos periodistas fueron asesinados, y no solo periodistas, una cantidad de policías, magistrados y candidatos. Yo soy una sobreviviente de eso y me ha hecho una nueva persona: me cambió profundamente. Me cambió las perspectivas de ser periodista.
Mi trabajo con Guillermo fue muy interesante porque Guillermo tenía el olfato del periodista. Él me enseñó la necesidad de salir a buscar y mirar, que es fundamental sobre todo ahora donde el periodismo digital se ha vuelto un periodismo de salón. Yo creo que hay que volver a salir y seguir saliendo, porque siempre es importante saber qué pasa: qué pasa por fuera de los lugares donde uno no puede llegar y a los medios regionales les cuesta entender también qué piensan los del centro.
Yo creo que uno aprende a articular en un país tan desvertebrado como Colombia. Y es que eso es el periodismo en Colombia: articulador de lo urbano y rural, esferas completamente distintas. Y eso es un tema muy complejo entender para los periodistas.
Guillermo me enseñó que el periodismo debía ser independiente, que siempre debíamos tener una posición política, pero ser independientes
Lo otro que aprendí, es que el periodismo se ejerce de manera independiente. Siempre recordaré lo que Guillermo me dijo cuando el MAS me puso la bomba, este nuevo grupo que se creó con el Cartel de Cali, los paramilitares, y cierto sector de militares que se veían asustados por nuevos movimientos como el M19. Esa noche, después de que mi casa estaba toda destrozada, me dijo: “¿Sabe qué? Uno tiene que aprender que en este país que nos tocó, uno sale un día de la casa y no sabe si va a poder volver”. La frase en ese momento me pareció exagerada: una sentencia fatídica que distorsionaba todo. Después de muchos años, cuando a él lo mataron, me impresionó cómo tenía de razón. Nos damos cuenta de todo lo que nos hizo hacer, tratando de descubrir quién era Pablo Escobar, tratando de descubrir cómo era la vinculación del narcotráfico con las elites políticas y económicas del país.
Lo último que me acordaré de él, y de las cosas que más me impresionó, fue cuando lo vi trabajando en un problema muy complicado: estaba haciendo una investigación contra el grupo económico más grande del país en ese entonces: el Grupo Gran Colombiano. Así, cuando Pablo Escobar quiso acabar con El Espectador, éste ya estaba sometido a un bloqueo por parte de las grandes empresas económicas por parte del grupo Gran Colombiano y demás empresas.
Guillermo me enseñó que el periodismo debía ser independiente, que siempre debíamos tener una posición política, pero ser independientes. Me enseñó a no ser un periodista de cocteles. Guillermo no iba a los cocteles, él no estaba con los poderosos. Y ese desprecio del poder siempre ha sido una cosa que me ha acompañado. Hasta el punto que cuando el periódico fue vendido al grupo Santo Domingo, al siguiente día yo renuncie después de 24 años de haber trabajado para El Espectador.
Hoy extraño de esa época las ganas de contar historias y de saber cómo buscar la mejor forma de darle voz a las cosas y a los hechos que no la tienen. Un poco de realidad en el periodismo hoy, eso me está faltando mucho. Porque se asume que todo es opinión y que nada tiene que ser investigado. Es importante encontrarle el alma a las historias.