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Marbelle: perlas y olletas

Tragedias de ranchera, amores de boleros y alegrías de música popular. Esta es la vida de una mujer que decidió colarse en un mundo al que no la habían invitado.

por

Alejandro Gómez Dugand


07.04.2015

Ilustración: Daniel Gómez Dugand

Escribir ese nombre afrancesado con doble ele en el buscador de Youtube.

M

A

R

B

E

L

L

E. Encontrar alguna presentación en vivo: su aparición en el Súper Concierto San Sebastián en Venezuela. Y hacer clic. Oirla cantar No renunciaré, esa canción que Lolita Flores hizo inmortal. Y descubrir a Marbelle, a Maureen Belky Ramírez de Buenaventura, entallada en un vestido rosa brillante en el que parece empacada al vacío, apenas acompañada por un piano que está fuera del encuadre. Su pelo atravesado por colores y mal recogido sobre su cabeza. Y dejarla que cante: «No renunciaré/a esa paz que tu me das día tras día». Dejarla que siga estrofa tras estrofa, como si le susurra a uno al oído. «No renunciaré/A esa flor que tu me das cada mañana/A vivir constantemente enamorada/A soñar juntos los dos de madrugada». Su voz como un hilo, su cuerpo caminando por un escenario que conoce desde que tenía cinco años. Ella, deslizándose entre acordes. «No renunciaré/Ni a tus ojos ni a tus brazos ni a tu boca /ni a tu risa ni a tu loco proceder/ni a tus besos con los que me vuelvo loca/ni a la fuerza con que tu me haces querer». Y atrás quedan los comentaristas del video que la acusan de loba, de gorda, de extravagante. Ella, moviendo sus manos con elegancia, prófuga de los insultos y las discriminaciones que le minaron el camino. Marbelle, haciendo suyo a un estadio lleno de venezolanos que cantan cuando ella se los pide. «No renunciaré/yo sin ti sería un barco a la deriva/una más de las que van ahí perdidas/y sin ti sentido no tendría mi vida». Su mano sobre su vientre. Marbelle obstinada en conmover a un mundo en el que se coló; en romper el corazón de todos los que se creen diferente a ella.

Canta que no renunciará.

Que no renunciará, dice.

***

 

En 1996 Marbelle empezó a plagar las páginas de los medios. “Marbelle (Mauren Belky Ramírez) ha puesto a bailar a toda la gente con su propuesta musical, una fusión de los ritmos de carrilera y rancheras con instrumentos modernos”, dijo El Tiempo. Ese año, Marbelle, de 16 años, lanzó su trabajo Collar de perlas finas y de ahí en adelante vinieron los conciertos con Galy Galeano, Iván y sus Ban Ban, Los Diablitos y Los Tigres del Norte. Vinieron las apariciones en televisión: un día cantaba Collar de Perlas y Gaviota Traidora en el Show de las Estrellas y luego estaba en RCN siendo hipnotizada por el español Tony Kamo. Fue con ella, esto pocos lo saben, con quien Jorge Barón estrenó su “patadita de la suerte”. Esta joven estrella de Buenaventura, Valle, hija de una modista y un policía que manejaba un taxi luego de su turno para poder mantener a su familia ya no cantaba en escenarios pequeños ni primeras comuniones como lo había hecho cuando niña sino en el Estadio el Campín, invitada por Noemí Sanin para celebrar los 40 años del voto femenino. Ahora la entrevistaban en radios, donde sus canciones se habían instalado en los primeros puestos de los tops. “¿Por qué la carrilera?”, le preguntaban en una entrevista para El Tiempo, “La música carrilera y la popular en general es muy comercial. Lo que sucede es que a la gente no le gusta reconocerlo”, respondía.

Los 16 no se le notaban. Era acertada en las entrevistas, despreocupada, y sus respuestas dejaban claro que nadie hablaba por ella, que no tenía un manager que le libreteara. En sus presentaciones aparecía con cacheteros y ombligueras, bailando sensual, despertando emociones que deberían estar reservadas para mujeres mayores. Nada de belleza angelical, nada de inocencia infantil. Marbelle, en aquel momento con un cuerpo natural, era sexy antes que cualquier otra cosa.

En 1996, el mundo estaba enloquecido con La Macarena, de Los del Río, One Sweet Day de Mariah Carey y Because you loved me de Celine Dion. En Colombia quienes dominaban los primeros puestos eran cantantes que pretendían reinventar la música popular: Charlie Zaa cantaba boleros, Tequila Mix e Iván y sus Ban Ban coreaban una música tropical en la que la mayoría de los instrumentos eran electrónicos. Y además estaba Marbelle.

Fue un buen año para la música colombiana. Según la revista Semana, la joven Marbelle ya cobraba unos diez millones de pesos por presentación en un año en el que el sueldo mínimo en Colombia era de $142.125. Marbelle y su Collar de perlas –que ya hacía parte de la canciones más oídas de los primeros 13 años de existencia de Olímpica Estéreo junto con los legendarios Joe Arroyo y Wilfrido Vargas– estaba llenando sus bolsillos con su música.

Al final de ese año, Collar de Perlas había vendido más de 260 mil copias.

 

***

 

A los 15  Marbelle no era Marbelle, sino Estrellita Romántica. Así la había bautizado el presentador de uno de sus primeros conciertos en la época en la que siendo niña hacía fonomímicas de Ana Gabriel y Rocio Durcal. A Estrellita Romántica la invitaron a Mundo Gelatín, un programa de televisión de artistas jóvenes. Y allí llegó, como siempre, su madre: su manager, su vestuarista, su consejera. Su madre, Yolanda, su sombra.

Marbelle espera en el camerino de Mundo Gelatín mientras la maquillan. Carga con ella un discman en el que oye a Los Aterciopelados y el grupo americano de RnB The Fugees. Estos grupos son su secreto, su madre no quiere que oiga nada diferente a rancheras. Ella piensa que esos cantantes son todos unos marihuaneros. Mientras espera en maquillaje llegan cinco tipos jóvenes, mechudos, la descripción perfecta de lo que su madre pensaba de un marihuanero. Eran los integrantes de la banda de rock Poligamia. Maureen quiere desaparecerse en su silla, está muerta de la vergüenza porque va a cantar en frente de uno de sus ídolos.

El nombre de Estrellita ya le quedaba ridículo y eso ella lo sabía. Su cuerpo ya no era el de una niña. Ya no era aquella muchachita encajada en vestidos confeccionados por su mamá que cantaba canciones de Rocio Durcal en donde pudiera existir la posibilidad de negocio.

Maureen Belky creció en Buenaventura, pero muy pronto su familia se fue a vivir al barrio Santa Elena de Cali. Yolanda, su mamá, era una cantante frustrada, y desde pequeña empezó a modelar ese sueño en un su hija menor.

Fueron tiempos difíciles, eso lo saben quienes vieron la telenovela Amor Sincero, inspirada en la vida de la reina de la tecno carrilera. Los televidentes pudieron ver a Rafaella, la hija de Marbelle, interpretando a su madre en los tiempos de Estrellita Romántica. Pudieron ver cómo Yolanda, la madre de Maureen Belky interpretada por Marcela Benjumea, la hacía oír rancheras y baladas para que luego las ensayara por horas: “me paraba frente a un espejo y me ponía música para hacer mímica, como si estuviera cantando”, dijo para SoHo en el 2006, “Cero voz. Lo que le interesaba es que yo me viera en el espejo”. Pero voz tenía. Estrellita Romántica cantaba con una voz que no parecía la de una niña: profunda, afinada, con una dicción que aparentaba años de entrenamiento formal. Estrellita Romántica era una niña-adolescente de la misma manera en la que Marbelle fue después una adolescente-adulta. Sentada en el borde de un escenario, vistiendo un atuendo salpicado de apliques dorados y el pelo embombado sobre su cabeza, Estrellita Romántica parecía poseída por la cantante chilena Myriam Hernandez: “el hombre que yo amo tiene algo de niño”, cantaba, “tiene la palabra de mil hombres juntos y es mi loco amante”. Estrellita Romántica, Marbelle, Maureen Belky, empezó a cantar a los 5 años.

Luego de conciertos privados, competencias de canto y apariciones en televisión, la familia de Marbelle se fue a vivir a Bogotá. Este periodo lo conoce bien Camila Brugés, libretista de la telenovela Amor Sincero. En conversaciones en las que Brugés intentaba traducir su vida al melodrama, Marbelle le contó sobre esos primeros años en Bogotá, cuando empezó a trabajar en Sábados Felices a cambio de unos 50 mil pesos mensuales. La cantidad de presentaciones que conseguía era mucho menor que cuando vivían en Cali. Con apenas 12 años Maureen Belky tuvo que trabajar en lo que pudiera. En Sábados Felices, Maureen Belky aparecía en una parodia de Los Picapiedra. De esa época recuerda cómo la Gorda Fabiola fue especialmente amable mientras que Alexandra Restrepo, la otra gran estrella del show, aprovechaba cualquier oportunidad para “tirarle duro”. Marbelle ya empezaba a ganarse un cuerpo grande y vivía sobre maquillada por su mamá. Alexandra Restrepo aprovechó para hacerla sentir mal por su gordura en más de una ocasión.

Fue a Camila Brugés a quien Marbelle le confesó que aquel día en el camerino de Mundo Gelatín, cuando llegaron los de Poligamia, quería salir corriendo. Ese día tenía un cachetero lila y botas hasta las rodillas. Además, iba a cantar Demasiado tarde, de Ana Gabriel. Nada que ver con la música que ella guardaba como un secreto. El clímax de su vergüenza llegó cuando alguien preguntó por Estrellita Romántica. Ella, la única mujer a la que estaban maquillando, no pudo disimular. Solo ella podía ser Estrellita.

 

En el escenario hizo lo suyo: “Solo espero que entiendas que un amor/Se debe de cuidar y no jugar con nadie/Porque yo te daba mi querer y aún sin merecer/No te dolió dejarme”. En frente suyo se plantaron los de Poligamia para verla cantar.

Fue Andrés Cepeda, cantante de la banda bogotana, quien le dijo a Luis Olivar que debía conocer a esa niña. Olivar, manager de Poligamia, llevaba días de casting encima tratando de encontrar a la nueva estrella de la música popular. Cepeda pensaba que no debía buscar más, que llamara a esa niña a la que había visto cantar. Que cómo se llamaba, le preguntó Olivar. La respuesta de Cepeda, recuerda Marbelle en una entrevista para El País de Cali (2005) fue decirle que era una niña vestida de La Mujer Maravilla. Cacheteros y botas hasta la rodilla, cortesía de Yolanda. El nombre: “Mau…mari…­¡Marbelle!”. Y fue ahí cuando desapareció Estrellita Romántica. Olivar conoció a Marbelle, hicieron pruebas y un tiempo después salió Collar de  Perlas con el sello de Sonolux. “Como me decían la Mujer Maravilla”, dijo Marbelle para El País, “hicimos el logotipo con las letras de Superman”.

 

***

 

Acá es cuando la vida se le volvió ranchera. Ranchera como cuando le dijo a su mamá que se iba a la peluquería y ya luego no volvió. Las cosas con Yolanda no andaban bien. Eran los tiempos en los que Andrés Pastrana se jugaba el pellejo negociando la paz con las FARC en San Vicente del Caguan, y allá, a San Vicente, había llegado una Marbelle de 20 años a la que el éxito del Collar de Perlas se le empezaba a desvanecer. Marbelle cantó en la zona que Pastrana le había despejado a la guerrilla. Y ahí todo se convirtió en ranchera, en trompetas, en corazones rotos y borracheras.

El cuerpo de Marbelle se había llenado de tatuajes e intervenciones quirúrgicas. Sus labios y su pecho hinchados. La prensa de la época habla de cirugías, de inyecciones de cartílago y biopolímeros. Los párpados que le bailaban en la cara a la angelical Estrellita Romántica cambiaron. Hoy en el pecho tiene tatuada una rosa atravesada por un puñal, en el hombro tiene un ojo. Luego de haber desaparecido de la escena nacional, de vivir todo tipo de desastres personales, se tatuó un ave fénix. También tiene un gato con cola en forma de saxofón. Tiene una mariposa y un tribal. Ha tenido el pelo negro, café, rubio platinado, morado, azul. Lo cierto es que Colombia no aguanta tanta libertad de expresión. Su aspecto físico empezó a ser tema de conversación, de chistes. Ya no solo le decían gorda, como en los tiempos de Sábados Felices. Ahora era una loba, una ordinaria, una corroncha, una mañé. Todos esos sinónimos que en el país florecen en todas las regiones para hablar de lo exagerado, de lo extravagante y de lo que la gente entiende como popular.

Por aquel tiempo empezó a rondar por internet un antipático test: ¿De qué estrato eres?, se llamaba. La revista Semana reprodujo el test, que preguntaba cosas como ¿Se la pasa apagando las luces de su casa?, ¿Usted es de los que dice «eche pa’la pieza»?, ¿Su única colección de CD es marca Cromos? Marbelle ya no era la imagen juguetona de un género que se bailaba en diciembre. Marbelle y su negativa a pintarse de estrella pop empezó a incomodar. En el test que reprodujo Semana se preguntaba si uno se robaba los shampoos de los hoteles, si lavaba el carro oyendo Olímpica Estéreo. El cine, la televisión –y (ahora) el stand up comedy– siempre han echado mano de lo popular para lograr risas: Andrés López y su eterno chiste de la mamá de la clase media-baja, Alejandra Azcárate y sus burlas a lo «guiso», Dago García y su Gente linda, su gente bella. En el tercer país más desigual del mundo lo popular es un género de humor. En el test preguntaba: ¿No se pierde un concierto de Marbelle, Galy Galeano o Darío Gómez?

 

Justo cuando estaba a punto de aceptar un trabajo en una cafetería, cuando la reina de la tecnocarrilera se convertía en mesera, recibió una llamada del canal RCN. Querían que fuera juez del reality Factor X.

 

«Fea, gorda, boleta. Escuchar esto duele, pero esa es mi realidad», escribió Marbelle en un texto para la revista SoHo que tituló Todos somos populares, «Cantar carrilera me ha convertido en el símbolo de todo lo que tiene que ver con el mal gusto y lo popular. Lamento desilusionarlos: ¡todos somos populares! El más adinerado, el mejor vestido, la más hermosa y esbelta mujer –y hasta las familias estrato 20- son populares. (…) No hagan mala cara cuando escuchen una ranchera: después de tres guaros en la cabeza nos la sabemos y la cantamos de arriba abajo, así sea una boleta.»

Marbelle no se queda callada. Por estrategia comercial o porque no se lo aguanta, siempre ha sabido sacarle provecho a los insultos. Tal vez uno de sus mejores maniobras fue cuando en 2006 apareció desnuda en la revista SoHo. Dijo que hacer esas fotos era salirse con la suya.

Lo era.

SoHo había estado reservada para las modelos de cuerpos inverosímiles, y ella, curvilínea, tatuada, popular, «loba»,  «gorda» y tan ajena al mundo al que en teoría está dedicada esta revista, salió en unas fotos que hoy siguen siendo de las más vistas del portal web de la revista. Ese cuerpo que incomodaba tanto a todos se ganó unas páginas que estaban pensadas para todas menos para Marbelle.

Así capotea Marbelle sus problemas, con la actitud de «si me matan a balazos, que me maten y al cabo qué». Cuando apareció una foto en la que salía fumando marihuana y los programas y revistas de chismes trataron de hacerlo noticia (en vísperas del lanzamiento de su telenovela) Marbelle supo dañarles los planes. En una entrevista con El Tiempo le preguntaron que si era cierto lo de la foto. Que sí, dijo. El periodista le preguntó si había probado la marihuana. «¿La probé?», contestó Marbelle, «No. Fumo marihuana».

 

Pero llegar hasta este punto es producto de experiencias anteriores. Luego del concierto en el Caguán, Henry Castellanos, el líder guerrillero alias Romaña, le empezó a decir a Yolanda suegra. Se tomó fotos con ella. «Usted es una verraca», recuerda Marbelle que le dijo Romañana, «admiro lo que hace». Marbelle le dio las gracias. No podía decir «lo mismo».

Pero no solo fue Romaña el que le puso el ojo encima. Acá es cuando esto se llena de despecho, de ranchera, de trompetas. Acá es cuando Marbelle conoce a Royne Chávez, director de seguridad del entonces presidente Andrés Pastrana.

Fue por él que Marbelle le dijo a su mamá que se iba a la peluquería para luego no volver a la casa. Yolanda encontró una carta en la que su hija le decía que se iba definitivamente, que se iba con Royne. Marbelle, la misma que parecía estar tan segura cuando con ironía cantaba que la liberación era solo para las ricas porque las pobres estaban en la olleta, «con un marido que sí es el que manda, si reprochamos nos dan en la jeta» se enamoró de Royne, y su amor la separó incluso de su madre. Marbelle, la misma que cantaba «ni modo de perderme para la porra, con cinco hijos pidiendo comida».

Marbelle, que ya era dueña de sí misma, que no necesitaba a nadie. Antes cantaba «maldito el día en que me casé con este malmarido que me tiene jodida». Marbelle y Royne se casaron cuando Nohora Puyana de Pastrana, entonces primera dama, puso la fecha. Ella y el presidente fueron los padrinos de un matrimonio que tuvo transmisión por televisión. «Cuando salgo al centro a hacer los mandados, quisiera tirarme a un camión», cantaba Marbelle. En el 2001 Marbelle tuvo un matrimonio de ensueño. Ella de blanco en un vestido de cola larga hecho por Hernán Zajar. Ella que cantaba «mi marido ya no me da ni calzones, los brasieres los tengo remendados/en cambio él vive echando pinta y paseando por todos lados/la vida mía es la de una esclava». Marbelle: el centro de atención en un matrimonio que se celebró en el Hotel Tequendama. Marbelle, viviendo el matrimonio con el que nunca pudo haber soñado cuando imitaba a Myriam Hernández en escenarios hechos de tablas por el Valle del Cauca.

 

Después nació Rafaella en un parto que casi la mata. Después Royne Chávez le prohibió cantar. Después vinieron las investigaciones que vinculaban a Chávez a un proceso legal por enriquecimiento ilícito. Después Royne Chávez empezó a tomar whisky 18 años. Chávez gastaba más plata de la necesaria. Y luego murió Yolanda en una liposucción. En esa época, dice Marbelle, Royne Chávez le empezó a pegar. Marbelle, por primera vez, ya no era ella. Algún tiempo después respondería en una entrevista que el único error que no quisiera que su hija repitiera es el de cambiar su personalidad por amor. Marbelle, que hizo lo que se le dio la gana, que respondía lo que quería en las entrevistas, que no había salido corriendo a Miami para que un productor se la reinventara ahora parecía la protagonista de su canción “Estoy en la olleta”. Marbelle era Maureen Belky, una esposa maltratada, lejos de sus escenarios y de su música y de su voz. Un día Marbelle se llevó a Rafaella y a Angie, su hija adoptiva, para otro lado. «Yo no saqué nada de donde estaba viviendo con él.» dijo en SoHo, «Saqué mi ropa y la de las niñas.»

Y entonces vinieron los problemas económicos. De la carrera de Marbelle no quedaba ni su fama. Nadie se la imaginaba de nuevo en un escenario. Marbelle saltaba de la casa de un amigo a otro. De nada le servía el pasado, los discos de doble platino, haber sido la reina de la tecnocarrilera. Cuando salió el divorcio con Chávez, aparecieron las acusaciones. Ella confesó que él la maltrataba, él dijo que por culpa de Marbelle estuvo a punto de suicidarse con tres pastillas de cianuro.

Y luego: el ave fénix. Justo cuando estaba a punto de aceptar un trabajo en una cafetería, cuando la reina de la tecnocarrilera se convertía en mesera, recibió una llamada del canal RCN. Querían que fuera juez del reality Factor X. Después vinieron todas las temporadas de ese show, la telenovela sobre su vida, su noviazgo con el saxofonista Sergio Chaple y sus nuevos discos. El renacer. El fénix tatuado en su espalda. Fin de la ranchera.

 

***

 

«Cómo se desbesa el beso/Quién se queda con lo amado/Más que caminos corrientes/Nos grabamos con las manos».

Treinta y dos años, dos hijas, un divorcio y al menos tres momentos de éxito.

«Si me condenas a perderte/Yo te condeno al pasado/Y el fantasma de mi beso/Vivirá siempre en tus labios».

Hija de una madre que la amó hasta asfixiarla. Niña que fue adolescente, adolescente que fue adulta.

«Cuando dices que te olvide/Es porque me has olvidado/Pides que desate un lazo que llevamos desatado».

La reina de la tecnocarrilera. La voz Ranchera de Colombia según Helenita Vargas. “La Shakira de los pobres”, “La Selena colombiana”.

Marbelle canta en escenario pequeño. Una guitarra la persigue: «Volverás a amar es cierto/Te enlazarán otros brazos/Vivirás amaneceres/Entrara luz en tu cuarto»

Ya no se pone cacheteros y botas de la mujer maravilla, pero tampoco se viste como lo hace Shakira.

«Arrumaras mis recuerdos como se arruman los trastos/Pero por más que lo intentes/Ya no olvidarás mis labios».

Marbelle, con el alma amoratada: «Tus besos eternamente/Ya serán besos usados».

Y uno la mira.

Una vida que solo cabe en una canción popular.

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