¿Cree usted que los muertos pueden cambiar su vida? Este reportaje contiene los testimonios de algunos creyentes que confían en que al susurrar sus plegarias a la estatua de Leo Kopp, su suerte mejorará.
«Un lunes, frente a su mausoleo, hay una fila de unas 15 personas. Hay una señora bajita de unos 60 años, pelo corto y teñido de negro. Mira al frente y susurra alguna oración. Detrás hay una persona que no parece mujer, lleva jeans y el pelo largo y café claro, recogido. Se para sostenida en un pie y cruza los brazos. Detrás de ella, hay un anciano de pantalones y zapatos cafés y una chaqueta azul oscura. Avanza con dificultad, y mantiene la mirada altiva. Al rato llega una joven de piernas gruesas y chaqueta abullonada, con gafas oscuras y el pelo apretado en una moña. Lleva cinco rosas rojas y parece más inquieta que los demás. Después llega una pareja con su hija de unos 6 años. Ella lleva jeans oscuros, botas altas negras y chaqueta de cuero del mismo color. Tendrá unos 35 años. Su pareja parece más joven, y lleva un abrigo de terciopelo veteado de blanco y marrón. Mientras uno de ellos está en su turno hablándole al oído a la estatua, todos ellos miran al suelo, cruzan los brazos, esperan en silencio. Cada uno va poniéndole ramos de flores: astroemelias amarillas y rojas, rosas rosadas y blancas. Se las ponen en las manos, en el cuello, en las piernas.»
Fragmento de la crónica Los milagrosos muertos del cementerio central de Carolina Jiménez.
* Manuela Muñoz y Mónica Méndez realizaron esta nota en el marco de la clase Laboratorio de medios de la opción en periodismo del CEPER.