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Lo bueno, lo malo, lo raro y lo bonito de CAMBIO

Llegó Cambio y es la mejor noticia. Era necesaria. Llena un hueco de criterio. Su periodismo va a diversificar las conversaciones públicas y hacer mejor la democracia colombiana. Sin embargo, hay demasiada solemnidad y poco atrevimiento político, estético y narrativo.

por

Omar Rincón


07.02.2022

LA BUENA NEWS

Que llegue Cambio es muy bueno porque su periodismo de criterio fue abandonado por los medios de referencia colombiana. Nuestros grandes medios han decidido ser militantes de sus dueños y sus negocios, o buscar desesperadamente el clic como mantra de éxito, o perderse en busca de tener poder a las que sea.

Cambio rescata lo que hemos dado en llamar el buen periodismo colombiche: ese que hacía Semana, la Unidad de Investigación de El Tiempo, El Espectador de los Cano. Un periodismo de investigación sobre los modos como el poder se hace y expresa en Colombia.

La analista Catalina Uribe lo dice muy bien en El Espectador: La revista Cambio será fundamental al “brindar información a la ciudadanía para que pueda tomar conscientemente decisiones de relevancia nacional. Para que pueda, por ejemplo, votar por el candidato más idóneo a partir de hechos verificables y no sólo salir a marcar por “el que dijo alguien”. Y es que el periodismo de rigor, como se espera que será el de Cambio, se dedicará al escrutinio público, a discutir sobre justicia y a denunciar injusticias, a velar por la democracia y el Estado de derecho y por la búsqueda honesta de la verdad”. Y esto es lo que esperamos todos.

Como dice Catalina, también, Cambio quiere un tipo de lector, “un cierto tipo de ciudadano” y que por eso “el regreso de la revista Cambio ofrece esperanza frente al pánico y el morbo que alteran el pulso y generan clics”, un periodismo que “nos ofrece esperanza sobre la construcción de una mejor y más firme ciudadanía”.

La buena news: Llegó Cambio, la estábamos esperando, la necesitamos y queremos que se quede.

LA MALA NEWS

Cambio revive un periodismo de élites y para élites. Ese que añoramos las élites de por aquí. Ese que nos ponga a pensar a los que nos creemos decisores de la sociedad. Ese periodismo del siglo XX. Ese de una élite moderna y culturosa (Semana, El Tiempo, El Espectador…) le hablaba a su clase (dueña del poder político, cultural y empresarial).

Un periodismo donde una élite moderna y culturosa investiga, comprende, analiza y explica sus modos de ser poder, bien sea en la política, la economía, la cultura, la sociedad. Esa élite periodística le hablaba a la otra élite que es la que tomaba decisiones: los dueños de la política, la economía y la sociedad.

Y aquí es donde hay un quiebre: la élite del poder cambió, es otra. Ahora, es una que no quiere o gusta o practica la modernidad (las artes, lo crítico argumental, el respeto por el otro, la celebración de la democracia y los derechos). Esta nueva élite solo cree en el poder del capital (no importa tampoco como se consigue, solo importa e billete a las que sea). Esta nueva élite usa “la democracia” para sus negocios (conseguir billete a las que sea). Poco o nada le interesa el decoro, el respeto, lo común, el bienestar social, la democracia, los derechos, la modernidad (si acaso invocan a dios como protector de sus modos de hacer billete). Esta nueva élites es yopitalista (el capitalismo soy yo) que para nada les interesa el bien colectivo, si eso significa perder un mínimo de privilegios.

Entonces, este periodismo Cambio tiene muy poca audiencia o incidencia o llegada: la nueva élite donde billete mata cabeza, mi yo-familia diluye empatía y colectivo, la indolencia habita… no se va a enterar, ni va a leer, ni le importa.

Sin leerla, la atacaran; desde ya dirán que ese medio es de los bogotaños aristocráticos toma guisqui (ya que colombiche que se respete toma guaro y fiestea ventiao sin reparar en argumentos) o izquierdistas (ya que en Colombia quien intente hilar dos ideas seguida ya es signado de izquierda). Esta élite no quiere Cambio, quiere mantener sus modos eficaces de hacerse del poder: con billete y bala.

Luego, esta Cambio será para este gueto de los que nos creemos bienpensantes. Poco importará. Será nuestro club de lectura desde la dignidad.  Y eso ya es suficiente, encontrar donde leer algo con sentido.

LA NOTICIA RARA

Llegó Cambio. Y lo celebramos con guisqui y ajá. Pero, viendo el número uno, no hay cambio. Nos encontramos con algo ya sabido o conocido o sabido en las agendas, estéticas y formatos.

En las agendas es más de lo mismo: la política a la colombiche: el chisme del momento, la corrupción que mañana olvidaremos, la nada presidencial, el cinismo de la justica con algo de culturita, deporte y farándula. La misma agenda de siempre. La misma agenda de los otros medios. La misma hegemonía política. Y los mismos opinadores y desde el mismo sitio ideológico y cultural.

Esta agenda ignora, como todo el poder colombiano, al estallido social colombiano y sus nuevas éticas políticas: los feminismos, los ambientalismos, las diversidades sexuales, los saberes ancestrales indígenas y afros, la defensa de lo público… Y es que estas agendas ya no son “el tema”, son “la mirada” para comprender la vida, lo colectivo y la sociedad. Y en esta Cambio, estas agendas seguirán siendo “tema”, nada más.

Entonces, es un periodismo para lo hegemónico son atreverse a reinventar los modos de comprender la vida en común. No es que esté mal, es que es raro que se insista en informar donde todos los medios están fracasando en interlocución pública.

Y ya en lo estético y formatos, más de los mismo: homenaje a la letra escrita. Raro esa obsesión por la palabra escrita, ese mal gesto a las imágenes, lo sonoro, el humor, la ironía, el jugueteo. Dicen que viene video, podcast, redes, pero por ahora todo suena aburrido y sin tumbao. Demasiada solemnidad. Se toman demasiado en serio, falta algo o mucho de ironía y gozo. ¡No se por qué para pensar debemos ser solemnes!

Y el desprecio mayor es a lo popular: este medio es para nosotros los culturosos de bien pensar y el resto que joda. Esta puede ser la decisión: nos interesa hablar entre nosotros mismos y ya. Todo bien, pero tanto desprecio por la gente hace que ellos se vayan a otra parte.

LO BONITO

Llegó Cambio. Y la necesitábamos. La leeremos y queremos que viva por siempre. Nos llena un vacío. Un poco aburrida, pero la democracia y el pensar no tienen por qué ser divertido. Un deseo: Solo queremos que sea más coolture porque la democracia y el periodismo también son fiesta, gozo y sabrosura.

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Omar Rincón


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